Camila Sadi: "Este libro surge de la frustración de habitar un mundo que no se elige"

27 de diciembre, 2022 | 13.07

(Por Claudia Lorenzón) Desde una historia que evoca el desamparo en la niñez, la escritora platense Camila Sadi aborda en su primera obra, "La venganza es un gato amarillo", el derrumbe del mundo adulto, con una protagonista a la que el universo se le revela absurdo e incomprensible, donde la locura amenaza con invadirlo todo y la alegría es una brisa efímera.

"Es un libro que surge de la frustración de habitar un mundo que no se elige", afirma la autora.

Con un lenguaje que abraza lo poético y en el que aparecen ecos literarios de Aurora Venturini -a la que la madre de la joven escritora asistió en su labor creativa durante varios años- Sadi pone en el centro de la historia a una niña que expresa el desconcierto de vivir en escenarios donde las almas y los objetos sufren el deterioro impuesto por el paso del tiempo y en el que no hay reparación posible.

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Influida por la obra de Venturini, Clarice Lispector y Sara Gallardo, la narradora explica en diálogo con Télam que a tono con la difuminación de géneros de la literatura actual, esta obra, editada por Leteo, puede leerse como "novela o libro de cuentos, depende de la interpretación que quiera hacer cada lector".

- Télam: Hay en la protagonista una mirada crítica hacia el mundo adulto, que se corroe y está en decadencia ¿Cómo surgió esta novela que, por otra parte, es tu primera obra publicada?

- Camila Sadi: Este libro surge de mi dificultad para contar. Desde que empecé a escribir, en mi adolescencia, me resultaba difícil relatar el mundo en que vivía. Entonces empecé a construir ficciones que mentían la verdad. Empecé escribiendo relatos cortos y a notar que en algunos de ellos había una voz común, una especie de hilo conductor. Fue cuestión de seguir hilando, seguir escribiendo.

Es un libro que surge de la frustración de habitar un mundo que no se elige, y la venganza como consecuencia. Quizás la venganza sea el paso del tiempo, el deterioro inevitable de un gato que se borra y desaparece. O quizás la venganza sea contra las palabras: por su deficiencia, por su belleza maldita, por sus mentiras inútiles, porque se visten de blanco intentando hacernos creer que por ser claras son transparentes. La venganza es hacer lo que quiera con ellas, y dejar que ellas hagan lo que quieran conmigo.

- T: La obra está recorrida por la voz de la protagonista. ¿Qué te permitió esa mirada ingenua para la construcción de esta historia atravesada por la descomposición del mundo adulto?

- C.S: No es ingenuidad en lo que la protagonista está imbuida, sino inocencia. Esto se debe a que a pesar de que tiene una mirada respecto al mundo, una interpretación e incluso una crítica de este y es, en muchas ocasiones, capaz de ver en el mundo adulto los artificios y fantasmas que los adultos mismos ignoran, ella es inocente en un sentido estricto, casi legal: está libre de culpa. No es responsable del mundo en el que ha nacido. Un mundo heredado, viejo, gastado, corroído. Lo que me permitió abordar esa mirada es haber nacido en una familia numerosa, de la que soy la hija más joven. En este sentido, lo heredado es una constante: la ropa, la pieza, las sábanas, la cama, los traumas. Todo se hereda, todo se recicla y una es capaz de ver los golpes, las abolladuras, las paredes que se descascaran y los techos que gotean, sin un recuerdo de la novedad, del inicio del deterioro.

- T:¿Por qué evocaste la locura en esta historia? ¿Es una forma de representar lo absurdo que puede aparecer en la alteración de la mente?

- C.S: Evoqué la locura porque siempre fue una fuente de conflicto para mí. Por un lado, como en la canción "El tuerto y los ciegos" de Sui Generis, me parece que estar loco es poder ver más allá.

Por otro lado, la experiencia muchas veces me mostró que la locura es no poder escuchar, no ser capaz del diálogo, vivir en un monólogo eterno, confundiendo euforia con alegría, rigiéndose por reglas que no consideran a los demás. En ese sentido, la locura sería muy parecida a la mediocridad de nuestra época.

Esta dualidad de la palabra, y las inquietudes que me genera debe ser lo que me provocó darle un lugar central en el libro. Creo que lo absurdo puede aparecer en la alteración de la mente, y a la vez este absurdo es un espejismo de lo que vivimos, de la "normalidad" que imponemos, los valores que justificamos, incluso cuando los consideramos relativos, algo azarosos, y que somos capaces de defender más de lo que creemos. En ese sentido la locura me parece un espejo, porque puede que todos alguna vez hayamos sentido nuestra mente alterada..

- T: El lenguaje está enfocado en representar la pobreza del alma humana, pero no obstante, aparece el humor. ¿Cómo concebís la escritura en este mundo desgastado, roto. ¿Es una forma de dejar testimonio o de reparar la realidad?

- C.S: Más que representar, el lenguaje es la pobreza del alma humana. Esta pobreza está hecha de risa, de ironía, paradojas, sarcasmo, dolor, muerte. Creo que la escritura conjura algo de esta pobreza. La exorciza. La pone en comunicación con otro. Después de todo, la escritura siempre es un diálogo. Y de esa manera libera, expone, como si sacara las tripas hacia afuera. Hay algo de eso que resulta gracioso. No sé si la escritura repara la realidad, pero es capaz de hacernos sentir intensamente, de llevarnos a un tipo de movimiento que se parece mucho a estar parado. El movimiento de un cuerpo que respira, que se mueve y crece. Un movimiento que se parece mucho a la pasividad de la que te hablaba, un movimiento que descubre que la permanencia no existe y por eso es capaz de quedarse quieto. Una quietud llena de inquietudes, preguntas capaces de abrir mundos, otros mundos que quizás no precisan ser reparados y que nos ayudan a entender mejor este, mientras lo seguimos incendiando.

- T: Tu madre fue asistente de Aurora Venturini. ¿En qué medida su literatura influyó en tu escritura y cómo se trasladó ese vínculo a tu vivencia cotidiana?

- C.S: Mi mamá trabajó muchos años con Aurora. Iba a su casa a escribir lo que le dictaba y algo más. Hablaban bastante. Sé que mi mamá le hablaba mucho de mí, le llevaba cosas que escribía, al menos eso me contaba. Recuerdo que cuando iba a la escuela secundaria tuve mi primera publicación en Sudestada y Aurora me hizo un regalo: Un anillo con una piedra azul como nunca había visto. A los meses, la piedra ya no estaba. Se había soltado. Ella me dijo que tuviera cuidado, que quizás algo iba a pasarme, que pusiera una piedra verde opaca y que no volviera a pensar en el asunto. Al tiempo la piedra verde también se soltó y tuve años la estructura vacía, no me animaba a intentar de nuevo. Recién este año, antes de presentar el libro, volví a llenarlo. Por ahora, anda.

Yo no entendía bien qué era Aurora. Se parecía bastante a una bruja. Cada tanto iba a la casa porque a la vuelta del colegio me daba cuenta que había olvidado las llaves, y tenía que llamar a mi mamá que estaba en esa casa en la que no hay señal nunca. Interrumpía bastante. Le decía a mi mamá que yo era la más árabe de todas mis hermanas. Soy la única que no comparte esa sangre. Creo que ella no lo sabía, o algo intuía y me quiso contar un chiste.

- T: Venturini aparece además con citas textuales en epígrafes iniciando algunos de los capítulos, así como Sara Gallardo y Clarice Lispector. ¿Qué rol jugaron en tu formación como escritora?

- C.S: A Clarice la conocí en mi adolescencia gracias a Juan Duizeide. Él la mencionó a partir de una similitud que encontraba en la escritura de ambas. Creo que fue una excusa para que la leyera. Leer a Clarice me ayudó a pensar que lo que hacía podía ser ficción, aunque no tuviera una estructura convencional.

Aurora, como decía, es para mí un mito y me resulta difícil pensar en ella sin pensar en mi madre. Lo primero que leí de Aurora fue "Racconto", un libro de poemas en un momento en el que yo creía que la poesía, y sus autores no eran más que hombres deprimidos intentando disfrazar el desamor y el llanto de maldiciones. Ella juega con el lenguaje de una forma que me hizo ver que la poesía no está sólo en los poemas. La poesía es una cuestión de grado. En "Racconto", Aurora puso enter pero en "Las primas" la poesía también abunda. Entonces le perdí el asco, y sobre todo, el miedo.

Lo primero que leí de Sara Gallardo es "Eisejuaz", una novela en la que se permite deformar el lenguaje hasta volverlo otro. De nuevo, la forma de contar es la sustancia de eso mismo que busca contarse. Sin miedo, rompe las letras como un espejo y nos muestra el reflejo deforme de nuestro pasado. Algún día, yo también quiero romper las letras.

- T:¿Cómo se conjugan la filosofía y la ficción en tu escritura?

- C.S:Siento que la ficción es la forma más sincera de hacer filosofía: sin pretensiones de verdad. Sin embargo, argumenta, construye conocimiento, nos forma. Mis filósofos preferidos son aquellos que se permiten jugar al lenguaje, y no simplemente usarlo, someterlo, buscar que represente algo, esa cosa esclava del instrumentalismo. Quizás se debe a que la ficción a veces rompe el lenguaje, y nosotros recién nos preguntamos por las cosas cuando se rompen.

- T.: Hacia el final aparecen algunos capítulos donde hay reflexiones sobre la escritura. Por otra parte aparece un personaje que es María. ¿A quién representa?

- C.S.: María es otra mujer que se pierde en ese camino en que convergen la mediocridad y la locura. Es la excusa de Aurora para hablar de sí misma, para reflexionar sobre la escritura, la verdad, la virgen de la desgracia, el espejo en que Aurora se refleja ¿quizás?

Con información de Télam