"Reunión", una novela impactante sobre las trampas detrás de la cohesión y la tolerancia

21 de junio, 2022 | 14.03

(Por Milena Heinrich) Con una narradora que es mujer, negra, británica y ejecutiva de finanzas, la ópera prima "Reunión", de Natasha Brown, lleva el pulso de la rabia y la mirada desplazada y nítida de quienes viven reconociendo que la única meta es sobrevivir porque así fue siempre para su generación y para las anteriores, a partir del relato en primera persona, cuando asciende en una carrera corporativa y se le anuncia una noticia inesperada, mientras mira a su alrededor buscando el sentido de la vida y deshilacha la persistencia cotidiana de la herencia colonial, que se esconde en las trampas de la integración y la diversidad.

"Nacida aquí, padres nacidos aquí, siempre aquí, y sin embargo, nunca de aquí. Su cultura se convierte en parodia sobre mi cuerpo", escribe la narradora de esta novela breve y potente, publicada por Anagrama y con traducción de Inga Pellisa. De manera fragmentaria, la protagonista encuentra en la escritura la herramienta para dar cuenta de su experiencia subalterna, situada y corporizada como mujer negra, profesional, joven, de familia de jamaiquinos. Una experiencia ambientada que se narra en primera persona pero que no es individual sino que representa a una generación de "nacidos aquí" pero a los que todo el tiempo se los enfrenta con el peso de la dominación social y cultural.

Una situación trascendental se presenta en la vida de la narradora -que no tiene nombre ni se sabe su edad, debe rondar entre los 30 y 40 años- y la hace reflexionar sobre el sentido de su existencia, con un gran registro del humor y del absurdo. ¿Qué debería haber dicho cuando le preguntaban ´originariamente´ de dónde era, de África, si ella nació en Gran Bretaña y sus papás también? ¿O cómo debería haber reaccionado cuando su compañero le habló de discriminación positiva en el momento en que decidieron darle el puesto a ella y no a él blanco y varón? ¿O cuando aceptó la invitación para dar charlas de diversidad e integración como baluarte de una empresa lucrativa? El colonialismo no cesa con el paso de las generaciones, como se piensan quienes mastican desde sus posiciones de privilegio la tolerancia como una conquista de la llamada civilización de las principales potencias contemporáneas.

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Cuando se reconoce que sólo se puede sobrevivir, lo que queda es contar. Y la única herramienta que tiene, dice en un momento la protagonista, es "el lenguaje de este lugar". Dice de "este lugar" y los ecos resuenan directo al saqueo, el expolio, el boicot político y cultural. Acaso ¿el lenguaje no es una construcción social con sus relaciones de poder todo el tiempo disputando las formas de significar? ¿Cómo usar el lenguaje creado por quienes violentan y oprimen?

Con una perspectiva decolonial, de género, clase y raza -cita a bellhook, la teórica activista-, Natasha Brown escribe esta novela tan conmovedora como dura a la vez, que le valió los derechos de traducción en más de quince lenguas, e incluso en la prensa internacional la definen como fenómeno literario. El fenómeno quizá responde a la forma descarnada en la que la escritora rompe con los mitos de la meritocracia y la supremacía de los blancos, disfrazada ahora con nuevas formas de nombrar y con valores contemporáneos que Brown desentrama hasta ridiculizarlos, como la idea de "integración".

Cuando un periodista de The New Statesman le dijo que la novela podía leerse como un "ataque a la sociedad británica", la flamante escritora dijo rápidamente no estar de acuerdo con esa caracterización y aseguró que por el contrario, el libro "pisa terreno conocido; explora ideas, lugares y personajes que son totalmente convencionales dentro de la novela inglesa. Y trata esos temas con delicadeza. No le ocurre nada malo a ninguno de los personajes, ninguno es objeto de duras críticas ni de diálogos poco amables".

La autora, que da pocas entrevistas y prefiere no contar demasiado de su propia vida, vivió en Londres como en otros muchos lugares y trabajó una década en una empresa financiera, después de estudiar Matemáticas en la Universidad de Cambridge.

Aunque el cruce de datos proyecte una relación entre la autora y la narradora de ficción, Brown ha señalado en varias oportunidades que el libro no se trata de ella. "He tratado de mantener un espacio lo más amplio posible entre yo y mi protagonista. No hablo demasiado de mí misma porque con cuestiones de identidad sacamos conclusiones basadas en las cosas que vemos y asumimos unos de otros y siento que a veces eso puede dañar un trabajo", dijo según lo citado por El Diario, de España.

Publicada en inglés con el título "Assembly", la novela sigue el hilo conductor de la protagonista, una joven que tiene una carrera exitosa en el sector financiero, un departamento propio y un novio que proviene de una familia de clase alta europea. Claro, lo que todos borran de la experiencia es que si bien tiene todo eso merecedor de celebración, nunca alcanza porque no se pueden revertir siglos de violencia y dominación con casos singulares. Y por eso dice que "su cultura se convierte en parodia en su cuerpo". Es el sentido práctico de su fisonomía, su cabello, su tradición, el que nunca se verá igual, aunque la diversidad esté de moda y haga crecer la imagen empresarial.

En el relato, la narradora se toma licencias en la temporalidad porque los pensamientos, la reflexión que se abre en una escena mientras mira la ventana o sale a dar una vuelta por una jardín ajeno, no sabe de cronologías ni tiempos. Sin embargo, parece haber en esta trama dos marcas que organizan el relato: el ascenso en su trayectoria profesional y cuando le anuncian una noticia que la llevará a tomar una decisión trascendental, de la que no hay marcha atrás.

El acoso, la incomodidad, la acusación, la mirada que juzga. En esos gestos, algunos pequeños y otros obscenamente inconcebibles para sociedades que se asumen "desarrolladas" y se arrogan la tolerancia y la cohesión como modelo logrado y ejemplar, transcurren las observaciones y las experiencias que cuenta la narradora de "Reunión", donde la contracara siempre termina reproduciendo discursos aleccionadores y a veces imperceptiblemente dolorosos de los otros, como parte de esa "necesidad de afirmarse a sí mismo: de decirme a quién cree que pertenece este mundo".

A medida que la novela avanza, se eleva el tono de su ironía y su rabia. No se trata de que la narradora abrió los ojos, se trata del hartazgo. "Ya basta". La narradora de "Reunión" está harta y cansada, como lo están los de su generación y los de la anterior y la anterior. ¿Es posible hablar de conquistas cuando todo el tiempo merodea un disciplinamiento y un cuestionamiento constante a quienes no logran ser a pesar de ser? La novela de Brown vierte palabras a esas preguntas con un proyecto literario que se ha convertido en un fenómeno en ese país.

Quizá la fuerza de esta novela que algunos han tildado de "difícil" es su energía crítica, voraz y también divertida, como esta frase que se lee y resume mucho de la impronta: "Toda la vida me he guiado por el principio de que, cuando me enfrento a un problema, debo esforzarme por descubrir qué puedo hacer para superarme, o amoldarme, o trazar un camino que lo sortea, o excavar un túnel por debajo, incluso. Así es como me prepararon. Así es como nos preparamos, como enseñamos a nuestros hijos a abordar este lugar lleno de obstáculos, uno tras otro. Trabaja el doble. Sé el doble de bueno. Y, siempre, intégrate".

Con información de Télam