La pandemia de COVID-19 no logró acabar con Dai-ni Takara-yu, un baño público japonés tradicional ubicado en una calle secundaria de Tokio donde los vecinos han aliviado sus preocupaciones desde 1949.
Pero para el propietario de la tercera generación, Tokuji Ito, los altos precios de la energía son la próxima gran prueba.
Con los meses más fríos del año aproximándose, debe pagar un 50% más que el año pasado para calentar el agua de las tinas que son una parte preciada de la vida en su vecindario, ubicado en la parte occidental de la capital japonesa.
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"Es realmente difícil", dijo Ito, de 53 años. "Para una gran empresa, puede que no sea tan importante, pero para un lugar pequeño y familiar como nosotros, es realmente difícil".
Los baños públicos, o sento, tradicionalmente servían a las personas que no se bañaban en casa, y los bañistas se refriegan en secciones separadas para hombres y mujeres antes de sumergirse en jacuzzis. También han sido lugares para socializar.
Ito se abrió camino a través de las repetidas oleadas de estados de emergencia por coronavirus en Tokio: se requirió que los sentos permanecieran abiertos, aunque el número de clientes mayores en el suyo se redujo en aproximadamente un tercio.
Pero ahora enfrenta facturas de 450.000 yenes al mes (4.000 dólares) en enero y diciembre por el combustible para calentar la caldera que alimenta a las tinajas, frente a los 300.000 yenes del invierno pasado.
El precio del baño lo fija el Gobierno de Tokio, por lo que no puede cobrar más, aunque dice que no aumentaría los precios de todos modos.
Los baños públicos de Japón no necesitan más problemas. Su número alcanzó un máximo de 18.000 en todo el país en 1968, pero ahora solo hay 1.964 después de décadas de cambios sociales, incluidos más baños en casa. Muchos locales empezaron a servir cerveza o instalaron saunas para atraer clientes.
Ito espera resistir hasta los meses más cálidos, cuando se necesitará menos combustible. Por ahora, los clientes todavía hacen fila antes de que abran los baños a las 15.30 horas.
"No me importa incluso si tiene que subir los precios", dijo Shuji Yamazaki, de 70 años, que viene de tres a cuatro veces por semana. "Sin estos baños, estaría en un verdadero problema".
Con información de Reuters