El último en lograrlo fue Japón, convirtiéndose en el quinto país en llegar a la Luna después de Rusia, Estados Unidos, China e India. Las pisadas de Neil Armstrong transmitidas en todo el mundo quedaron atrás y EE.UU. ya no está corriendo solo la carrera espacial.
Al igual que en otros aspectos, el gigante asiático conducido por Xi Jinping juega fuerte y diversos especialistas afirman que será la próxima nación en llevar astronautas hasta allí. Aunque van un paso más atrás, el resto de los competidores no quiere perder terreno. Por eso, la NASA volvió a enfilar las naves para regresar y otra vez plantar bandera
En paralelo, la situación se complejiza en este siglo XXI: no solo son las potencias las que se disputan la información en torno a los minerales y metales presentes en el satélite natural de la Tierra, sino que diferentes actores privados se involucran en esta batalla para perseguir sus propios objetivos.
De hecho, la empresa estadounidense Astrobotic –en conjunto con la NASA– lanzó una misión también a mediados de enero para convertirse en el primer módulo de aterrizaje lunar comercial de EE.UU., algo que no pudo lograr debido a una falla en su sistema de propulsión.
En esta disputa para ver quien llega antes, también están las dos personas más ricas de Estados Unidos: Elon Musk y Jeff Bezos, quienes tienen contratos con la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio para intentar descender en la Luna en las misiones que se realicen en los próximos años.
Ahora bien, esta “guerra de las Galaxias” abre viejos y nuevos interrogantes: ¿Por qué mandan tantas misiones para investigar la Luna? ¿Qué hay allí que podría ser útil para los gobiernos y los súper ricos del planeta? ¿Cuál es el próximo paso luego de haber conquistado la Luna?
Política, economía y ciencia
Pese a que los países justifican sus misiones a la Luna por la importancia científica, este no es el único motivo ni probablemente sea el principal. En este sentido, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, el astrónomo Diego Bagú señala que el esfuerzo de los países por llegar hasta allí se enmarca en el contexto geopolítico mundial actual. “Si bien es cierto que es muy importante para la ciencia ir a la Luna y permanecer en ella para investigarla, lo que realmente motoriza en gran parte a estas naciones es la geopolítica”.
“Sin ir más lejos, Estados Unidos llegó a la Luna de manera tripulada hace más de 50 años y nunca más regresó. Medio siglo después está haciendo un esfuerzo titánico y medio ‘desesperado’, porque quien está avanzando a pasos agigantados y va a llegar a la Luna con sus astronautas es China”, destaca Bagú.
Por eso, según afirma el astrónomo de la Universidad Nacional de La Plata, las misiones de los diferentes países persiguen fines políticos, científicos y económicos.
Extractivismo lunático
En la Luna, además de hidrógeno, oxígeno, silicio, hierro, magnesio, calcio, aluminio, manganeso y titanio, hay elementos que se llaman tierras raras y minerales que son fundamentales para la industria informática y electrónica, entre otras. En un contexto donde la extracción de los recursos de la Tierra es cuestionada por las consecuencias ambientales y sociales que trae, los países y los superricos con ambiciones lunares ven con buenos ojos este nuevo horizonte.
“La Luna es un punto a investigar, analizar y conquistar nuevamente. A partir de los datos que se fueron recabando desde el inicio de la era espacial con el lanzamiento del Sputnik en 1957, cada dólar invertido viene con creces para las naciones que así lo hacen. Por eso los grandes países desarrollan tanta investigación y tecnología al respecto”, resalta Bagú, quien además es docente y divulgador.
Aunque podría formarse un gran equipo de colaboración, lo cierto es que todos los jugadores compiten individualmente en la carrera por quedarse con los minerales y los metales que se encuentran en la Luna. Incluso, en 2013 la Agencia Espacial Europea diseñó una arquitectura que podría construirse con suelo lunar y, mediante diferentes técnicas, realizar estructuras que permitan montar bases permanentes.
Al infinito y más allá
Muchas veces se afirma que determinadas personas y grupos económicos concentrados tienen más poderío que los propios países. En el caso de Musk y Bezos, ambos le proveen tecnología a la NASA a través de sus empresas SpaceX y Blue Origin respectivamente. Para Bagú, mientras que la idea del dueño de Amazon es promover el turismo espacial, el objetivo final del dueño de la red social X es llegar a Marte.
“El propósito principal de Musk es desarrollar naves para brindarles a la NASA y regresar a los norteamericanos a la Luna y poder crear una base espacial permanente. Una vez que estén las estructuras y haya astronautas instalados allá, el próximo paso es Marte, y el que más cerca está de desarrollar una nave para viajar al planeta rojo es el dueño de SpaceX”, subraya el astrónomo.
Sin embargo, la tarea no será sencilla porque Marte queda a una distancia mucho mayor que la Luna y porque fuera del campo magnético terrestre hay mucha radiación, algo que podría afectar la salud de los astronautas. “Seguramente los primeros viajeros que vayan a Marte y se vuelven con vida lo harán con gran posibilidad de desarrollar algún cáncer, porque la radiación del espacio es muy nociva, por más que la nave esté protegida. Todavía quedan muchas cuestiones a resolver como la salud, la comida y la ropa, entre otros”, advierte Bagú.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas