Los expertos sostienen que en la Argentina faltan políticas que incentiven la producción de alimentos con menor procesamiento, en medio de una emergencia nacional por la malnutrición en niños, niñas y adolescentes. Según la 2° Encuesta Nacional de Nutrición y Salud publicada en 2019, un 41,1 % de los niños entre 5 a 17 años están malnutridos. La oferta de estos productos, considerados nocivos para la salud, mientras tanto, no cesa.
Informes internacionales dan cuenta también de que falta educación y promoción de alimentos saludables en las casas de los argentinos y en las góndolas de los supermercados. En abril de este año, UNICEF Argentina junto a la Fundación Interamericana del Corazón presentó los resultados de un estudio que muestra como el patrón alimentario de niñas, niños y adolescentes está alejado de las recomendaciones de consumo de las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA). Su alimentación se caracteriza por un alto aporte de productos ultraprocesados, que representa un 35% de su aporte calórico diario, y se identificó que esta situación atraviesa a todos los estratos sociales y regiones del país.
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La tendencia al consumo de ultraprocesados no es casual. Silvina Sasson, Licenciada en Nutrición, asocia esta conducta a la celeridad que se vive en la actualidad. “Vivimos muy acelerados y a estos alimentos los encontramos súper atractivos y prácticos en los supermercados”, planteó Sasson. En esta misma línea, Marcela Manuzza, nutricionista vegana y presidenta de la Sociedad Argentina de Medicina de Estilo de Vida (SAMEV) agregó que es más importante leer los ingredientes que contar calorías. “De todas formas, no todo lo envasado es ultraprocesado”, aclaró.
Los ultraprocesados son diseños comestibles industrializados, identificados como tal por la clasificación NOVA de alimentos. Este sistema ordena los alimentos según su nivel de procesamiento, es decir, la medida en la que han sido alterados o transformados. Los productos ultraprocesados suelen componerse de cuatro ingredientes: algún tipo de harina refinada, alguna grasa o aceite refinado, azúcar refinado y sal, sumado a un paquete de aditivos sensoriales que engañan diariamente a nuestro paladar.
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Ignacio Porras, Licenciado en Nutrición, director de la fundación SANAR e impulsor de la Ley de Etiquetado Frontal, considera que el consumo de estos productos va en ascenso principalmente por la cantidad de oferta que existe en supermercados, donde los ultraprocesados tienen el mayor porcentaje de exposición; y las políticas económicas que han implementado los distintos gobiernos. “El 2x1 nunca te lo ponen en el kilo de manzanas, sino en las gaseosas y galletitas dulces”, sentenció el licenciado.
“Se ha desarrollado un sistema de retroalimentación donde ponen estos comestibles más baratos, la gente come y termina financiando su sistema productivo”, analizó Porras. En este sentido, la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, conocida popularmente como "Ley de Etiquetado Frontal", fue el primer antecedente de proyecto político para combatir la malnutrición en la población argentina.
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Más allá de los famosos octógonos y rectángulos negros, esta ley monitorea los entornos donde crecen y se desarrollan niños, niñas y adolescentes, disminuyendo la publicidad de aquellos productos que tengan sello y limitando su venta en entornos escolares, donde los niños pasan entre cuatro y ocho horas diarias. Pero, ¿qué pasa con el incentivo a la producción de alimentos con menor procesamiento? A nivel internacional, y de acuerdo a las recomendaciones de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), este frente se cubre con el impuesto saludable. “En Argentina, la Ley de Etiquetado Frontal permitiría, por ejemplo, que a futuro todos los productos con sello deban pagar un impuesto y, con la recaudación se financie la producción de alimentos frescos”, afirmó Porras.
Los ultraprocesados no son una problemática que escape al vegetarianismo o el veganismo, ya que existen ultraprocesados aptos para ambos grupos. Manuzza sostiene que las personas optan por consumir ultraprocesados al inicio del cambio alimentario porque refieren que les ayuda en la transición, pero aconseja que el consumo de estos productos se limite a situaciones ocasionales. “Al inicio de adoptar la postura ética del veganismo, algunas de estas comidas rápidas resultan útiles para salir del paso hasta que las personas aprenden a preparar su propia comida casera”, explicó Manuzza.
Por su parte, Porras aseguró: “Se evidenció que aumentan la probabilidad de muerte por todas las causas y su consumo cotidiano está relacionado directamente con enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes tipo dos, obesidad, problemas cardiovasculares y algunos tipos de cáncer”.
La dieta en base a ultraprocesados ronda alrededor del 35% de los factores desencadenantes de distintos tipos de cánceres, así como en el desarrollo de enfermedades como las mencionadas anteriormente. “Si bien los hábitos alimentarios comienzan en casa, la educación en materia de nutrición y la incorporación de nutricionistas en los programas alimentarios es fundamental”, concluyó la licenciada Sasson.