El sistema de salud rosarino atraviesa un profundo estrés en el peor momento de circulación viral desde la llegada de la pandemia. Además de la capacidad de camas, el pico está poniendo al límite los recursos humanos, que ya escaseaban antes del coronavirus. Con salarios magros, la presión de estar al borde del contagio, jornadas extenuantes de 12 horas y envueltos en pesados elementos de seguridad, los trabajadores de la sanidad enfrentan un duro panorama laboral.
Entre ellos, los enfermeros de cama crítica, un trabajo poco atractivo desde lo económico y muy sacrificado, se han convertido en la figurita difícil para las autoridades sanitarias. Hoy las dotaciones no alcanzan, porque al déficit histórico hubo que restarle los que se contagiaron, los que están aislados y los que tienen licencias por factor de riesgo. Los que quedaron trabajan doble jornada y cubren los espacios que dejan sus compañeros que quedaron fuera de combate.
Como en todos los sectores, en marzo hubo una importante merma de personal por enfermos crónicos o transitorios, embarazadas y personas mayores que se quedaron resguardadas. Pero además, cada caso positivo saca de funciones a otros dos o tres trabajadores por contactos estrechos, que se van a casa por 14 o 20 días. El pluriempleo agrava la situación, porque al desempeñarse en varios lugares, se caen a la vez diferentes servicios en hospitales y sanatorios.
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Este cóctel provoca que los que siguen trabajando estén cansados física y psíquicamente. “Un enfermero sobrecargado no puede brindar atención de calidad. Se piensa en torno a camas, sin entender la complejidad de cada caso: no es lo mismo un paciente Covid en terapia intensiva con respirador que otro más leve. No se pueden hacer maravillas”, describió a El Destape Liliana Ponti, presidenta del Colegio de Profesionales de la Enfermería de Rosario.
Sobrecargados
Para atender a una persona infectada, el personal tiene que enfrentar una tediosa preparación que toma entre 15 y 20 minutos para portar los elementos de protección personal. Quitarse todo es un proceso aún más largo, y siempre tiene que haber un compañero mirando para asegurarse de que no se saltearon
pasos, ya que ese el momento en el que más chances tienen de contagiarse.
"Los elementos de seguridad dan calor, generan dolor de cabeza, falta de aire, el barbijo te presiona. Y todo se hace más inaguantable a medida que llegan temperaturas más altas", cuenta a El Destape Vanesa Blanco, enfermera de área crítica y miembro de la comisión interna de ATE del Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria. A todo eso hay que sumarle la carga emocional de saberse en riesgo constante de llevar la enfermedad a casa y contagiar a la familia.
La sobrecarga laboral es una constante en el área, y genera mayores riesgos para el personal sanitario. Blanco sostiene que la razón por la que fallecen de COVID compañeros jóvenes y sanos, es que pasan largos períodos de tiempo junto a los enfermos: “La carga viral tiene que ver con la cantidad de horas de exposición. Los turnos deberían ser de 6 horas, y no de 12 como tenemos que trabajar”, apuntó la profesional.
La extensión de los turnos laborales tiene que ver directamente con lo magros que son los salarios: por una jornada de 6 horas, un enfermero de planta cobra 35 mil pesos, más un plus por área crítica. Esta situación obliga al personal a tener doble empleo, o a acumular horas extra para lograr un ingreso decente.
Los que no tienen dos empleos, trabajan 180 horas mensuales: a las 120 de convenio (los turnos son de 6 horas), le suman en promedio 60 extra para engrosarlo. “Esto provoca un agotamiento enorme. Venimos de 6 meses sin licencias ni vacaciones, con el estrés constante de estar en riesgo. Los compañeros trabajan por amor a la salud pública, porque ganarían más atendiendo un comercio”, detalla la mujer de 39 años, que se desempeña en el sector de neonatología del Eva Perón y atiende bebés con sospechas de COVID.
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No alcanza
El gobierno provincial, con ayuda de Nación, ha reforzado el sistema de salud de Rosario. Pero cada plaza que se agrega se va ocupando, y así se genera el "cuello de botella" que provoca la lamentable postal de una persona que da vuelta por horas en una ambulancia, en busca de que se desocupe una cama. Sin embargo, la infraestructura no es el único problema, porque lo que escasea es el personal formado, que debe correrse a los diferentes sectores tapando huecos.
En el Hospital Provincial, uno de los principales efectores de Rosario, inauguraron 13 camas nuevas y debieron reorganizar el personal porque falta quien las atienda. Es que hubo 38 enfermeros aislados en las últimas dos semanas, cuando la curva se aceleró más pronunciadamente. “No tengo todos los médicos y enfermeros especializados en trabajar con respiradores", admitió a El Destape la subdirectora Rosalía Angaroni.
Por ello, la directiva destacó el esfuerzo “inconmensurable” que hacen los médicos, enfermeros, camilleros, personal administrativo y de limpieza del hospital. “Se trata de trabajadores que no han tenido vacaciones ni francos en los últimos meses, que están cansados, y que no solo se contagian en la institución, sino también en la calle y en sus casas, al haber circulación comunitaria”, graficó.
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Déficit histórico
La falta de personal en especialidades críticas como terapia intensiva para adultos es un hecho que antecede a la pandemia. Según indican los referentes del sector, el origen está en que las condiciones de trabajo son poco atractivas, por lo que la cantidad de gente que elige esas profesiones sea cada vez menor: "Son muy sacrificadas, con guardias de muchas horas y las remuneraciones no son acordes a esa responsabilidad”, analizó Ponti, del Colegio de Enfermeros.
Además, los magros sueldos hacen que los estudiantes no finalicen los cinco años de carrera, ya que cuando obtienen en tercer año el título intermedio que les permite empezar a trabajar, terminan encerrados en el círculo del doble empleo y no continúen su proceso de formación o las diferentes especializaciones. Para colmo, por cuestiones burocráticas hoy las escuelas formadoras no pueden graduar a los que podrían integrarse inmediatamente a la línea del frente.
Jerarquizas estas áreas es entonces una cuenta pendiente del sistema de salud de cara a la realidad que se viene, que no parece poder pensarse en la misma lógica que antes del COVID- 19. “Seguramente es una de las cosas que deberemos rever cuando esto termine: cómo dignificar a esa gente para que sigan eligiendo dedicarse a esto. Es una profesión esencial en el sistema de salud, es de riesgo y no está reconocida como tal”, proyectó la referente.