La OMS reduce los niveles de referencia de gases y partículas que contaminan el aire

Para el documento, hicieron una revisión sistemática de 500 trabajos; participaron investigadores argentinos.

30 de septiembre, 2021 | 23.33

No se ven y con frecuencia tampoco se huelen.  Sin embargo, se estima que partículas diminutas y gases que se mantienen en suspensión en el aire causan siete millones de muertes anuales y muchos millones de años de vida saludable perdidos por enfermedades como las cardiopatías, las respiratorias y hasta diabetes o problemas neurocognitivos. 

Desde la última actualización, que se había realizado en 2005, se acumularon pruebas que llevaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a emitir nuevas guías sobre calidad del aire que modifican los niveles de referencia de esas sustancias. El documento se centra en seis contaminantes: partículas en suspensión (PM, de diámetro igual o inferior a 10 y 2,5 micras –µm– denominadas PM₁₀ y PM₂,₅, respectivamente), ozono (O₃), dióxido de nitrógeno (NO₂), dióxido de azufre (SO₂) y monóxido de carbono (CO). 

Ambos tipos de partículas pueden penetrar profundamente en los pulmones, pero las PM₂,₅ incluso entran en el torrente sanguíneo, y pueden afectar al sistema cardiovascular y respiratorio, así como a otros órganos. Entre otras consecuencias, en los chicos pueden causar una reducción del crecimiento y la función pulmonares, infecciones respiratorias y agravamiento del asma. En los adultos, la mala calidad del aire se vincula con la cardiopatía isquémica y los accidentes cerebrovasculares, y también se asocia con diabetes y enfermedades neurodegenerativas. “Esto sitúa la carga de morbilidad atribuible a la contaminación del aire en el mismo nivel que la malnutrición y el tabaquismo”, afirma el documento.

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Participación local

Para la confección de estas guías, la OMS convocó a diferentes grupos de investigación. En esta ocasión, el epidemiólogo argentino Pablo Orellano, investigador del Conicet en el Centro de Investigaciones y Transferencia de San Nicolás, provincia de Buenos Aires, lideró dos de los seis proyectos que se incluyeron. “Uno fue sobre la relación entre mortalidad por todas las causas (cardiovasculares, respiratorias y cerebrovasculares),  PM₁₀ y PM₂,₅, dióxido de nitrógeno y ozono en el corto plazo –detalla–. El otro, sobre mortalidad general y por enfermedades respiratorias vinculadas con dióxido de azufre. También codirigí un tercer proyecto con un grupo chino sobre contaminantes y hospitalizaciones por  asma”. 

Según explica Orellano, se trabajó con un diseño metodológico llamado “revisión sistemática y metaanálisis”, algo así como un estudio de estudios publicados, en el que se hace estadística de estadísticas. “Eso le da más fuerza a la evidencia, porque reduce el error –destaca–. Por otro lado, es un método explícito tanto de detección de los papers que se incluyen como de evaluación de la calidad. Está todo muy bien detallado para que se pueda corroborar que no hay un sesgo en la selección de la evidencia”. Para llegar a sus conclusiones, los científicos debieron analizar más de 500 trabajos publicados.

Con estos estudios lo que se analiza es si aún con niveles muy bajos de contaminantes hay efectos sobre la salud. En algunos casos, esa afectación es lineal, lo que significa que no hay umbral de seguridad (un parámetro por debajo del cual el riesgo es cero). Respecto de  algunos contaminantes bajaron mucho los umbrales máximos sugeridos; por ejemplo, del dióxido de nitrógeno, relacionado con el transporte.

“Las partículas contempladas en los lineamientos de la OMS son las que pueden ser fácilmente inhaladas: son muy finas y están suspendidas en el aire –explica Néstor Rojas, ingeniero químico y director del grupo de investigación de calidad del aire en la Universidad Nacional de Colombia–. Se estudian dos ‘tamaños de corte’. Las de 10 micras y las de menos de 2,5 micras que pueden penetrar en las vías respiratorias. Se comprobó que éstas tienen impacto sobre diferentes indicadores de salud y causan enfermedades no solamente respiratorias, sino también cardiovasculares, e incluso pueden generar daños cognitivos, cerebrales, al sistema reproductivo…”.

El papel del transporte 

Son múltiples sustancias que vienen de diversas fuentes, afirma Rojas. Una parte contiene minerales, porque están asociadas con la “resuspensión” de polvo, otras son generadas por combustión (por ejemplo, hidrocarburos, algunos de alto peso molecular), y pueden ser cancerígenos o mutagénicos. Hay también sulfatos, nitratos… “Los gases más relevantes son los óxidos de nitrógeno –destaca–, ahora se incluyó también el monóxido de carbono, que no aparecía en las guías de 2005, y está el dióxido de azufre. Además hay otras, como los compuestos orgánicos volátiles. El ozono no es emitido directamente por fuentes, ni naturales ni antropogénicas, sino que se forma a partir de reacciones químicas de promotores. Y dentro de ellos están los hidrocarburos y los óxidos de nitrógeno. Son reacciones muy complejas que se dan en la atmósfera”. 

De acuerdo con el documento de la OMS, en 2019, más del 90% de la población mundial vivía en zonas en las que las concentraciones superaban los niveles de referencia fijados en 2005. Se calcula que incluso alcanzando metas intermedias se podría reducir en forma notoria la carga de morbilidad. 

La mezcla de las diferentes emisiones de contaminantes varía de acuerdo con la infraestructura de las ciudades, los sistemas de transporte, las industrias… “Es bien conocido que en las grandes urbes el aporte de autos y colectivos es muy importante –cuenta Rojas–. Allí hay que ver qué tecnologías se están utilizando, tanto para los vehículos a nafta como a diesel. Si la flota de buses es muy antigua, la contribución será muy importante, pero con mejores tecnologías, combustibles más limpios o electricidad, ese aporte será menor. En Bogotá, que es una ciudad muy grande, pero no tiene subterráneo, vino disminuyendo porque tenemos una nueva flota de buses a gas natural y también muchos eléctricos. En este momento, el aporte del transporte público debe estar como en el 2% de las emisiones de esas partículas. Un porcentaje mucho mayor está asociado con los camiones de carga”. 

La ventaja del transporte eléctrico es que elimina las emisiones de combustión en las calles, pero hay una parte que no se elimina, que son las emisiones de otro tipo de sistemas; por ejemplo, el desgaste de las llantas, los frenos y el pavimento, que produce un material particulado que se “resuspende”. 

“También hay un importante aporte de la industria; tenemos que hacer esfuerzos para que tenga combustibles cada vez más limpios –continúa Rojas–. [En Bogotá] ha habido un esfuerzo muy grande para cambiar las industrias de carbón a gas natural. Hemos visto una mejora en la calidad del aire que es medida por las estaciones de monitoreo de estas partículas”.

En el campo

Aunque es diferente, en las zonas rurales también existe contaminación del aire. “La fertilización produce emisiones de amoníaco que forman compuestos secundarios y material particulado –explica el especialista–. Hay algunas prácticas agrícolas que incluyen quemas y otras generadas por diferentes razones, algunas naturales. Al sustituir bosques o selva por tierra para la ganadería o agricultura, esas prácticas generan una contaminación importante. Casi que se duplica la contaminación del aire en Bogotá por las quemas que están sucediendo en algunas zonas cercanas”. 

Otro aspecto importante en las zonas rurales es la contaminación en el interior de las viviendas, cuando se utiliza leña para cocinar y muchas veces no se hace con las mejores tecnologías. “El humo que generan estas prácticas puede llegar a muchas partes de la vivienda y los habitantes pueden estar sometidos a una exposición muy alta –subraya Rojas–. De hecho, de los siete millones de muertes prematuras, más o menos la mitad son debidas a esa contaminación ‘intrahogar’, principalmente asociada con combustión de leña o estiércol de animales”. 

Comparadas con países europeos o asiáticos, son pocas las ciudades argentinas que miden la calidad del aire. “En materia de sensores, que son bastante caros, tenemos bastante menos que Brasil, Colombia, México y otros lugares –dice Orellano–. Certificados por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, CABA en este momento tiene un puñado funcionando. Si bien la contaminación en Buenos Aires no es comparable con otros lugares del mundo, como ciudades de la India, China o incluso Europa, en algunos momentos los valores de ciertos contaminantes superan los umbrales que tenía la OMS antes de esta actualización”.

Esto es lo que estudió Josefina Oderigo, en su tesis de grado para la carrera de Ciencias del Ambiente de la Facultad de Agricultura de la Universidad de Buenos Aires. “Les apliqué los valores anteriores de la OMS a los parámetros de monóxido de carbono, óxido de nitrógeno y partículas de 10 micrones que la ciudad consideraba como ‘buena calidad del aire’ y lo que surgió es que no es tan buena –cuenta Oderigo–. Si aplicamos una norma un poco más ajustada, tenemos condiciones de alerta y a veces de alarma, sobre todo en cuanto al material particulado. Habría que hacer un nuevo análisis”. Diversos estudios que se realizaron en Dock Sud y sobre la Avenida General Paz se vieron marcas fuertes de contaminación. “Y en el Gran Buenos Aires, se advirtió que los fines de semana disminuye la calidad del aire por los asados al aire libre”, señala Oderigo.

Además de su impacto en la salud, la contaminación del aire también contribuye al cambio climático. “Genera dióxido de carbono, el gas más importante de efecto invernadero –subraya Rojas–. Y el calentamiento a la vez puede generar condiciones para más incendios forestales, más sequía y un aumento de las emisiones por ese tipo de fuentes. Hay una sinergia entre estos procesos que nos preocupa. Si vamos a tener más incendios y más sequías, la calidad del aire va a empeorar con el cambio climático”. 

“El aire limpio debería ser un derecho humano fundamental y una condición necesaria para que las sociedades estén sanas y sean productivas. Sin embargo, a pesar de algunas mejoras en la calidad del aire en los últimos tres decenios, millones de personas siguen muriendo prematuramente, lo que afecta a menudo a las poblaciones más vulnerables y marginadas”, dice en la comunicación de la OMS el Dr. Hans Henri P. Kluge, Director Regional de la entidad para Europa.