Cansancio crónico, falta de motivación y de sentido, irritabilidad, dificultades para concentrarse y tomar decisiones…Actores, enfermeras, maestras, médicos, periodistas, abogados, psicólogos, psicopedagogos, trabajadores sociales, contadores y otros cientos de miles de trabajadores de distintas áreas, pueden reconocer estos síntomas. Se trata del síndrome de burnout, un tipo particular de afección que concatena una serie de síntomas físicos, psíquicos, cognitivos y vitales.
El burn-out, o ‘síndrome del desgaste profesional’ es una condición que afecta la salud física y mental de las personas. Fue declarado por la Organización Mundial de la Salud como un factor de riesgo laboral por su capacidad para afectar la calidad de vida, salud mental e, incluso, hasta poner en riesgo la vida. La Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) lo define como “resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito”.
Generalmente, cuando se dice que una persona padece de burn-out se entiende que sufre de fatiga o está cansada. Sin embargo, dicha comprensión tiende a hacerse en el lenguaje común, por lo que no se contempla la real dimensión del problema que se afronta.
En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, el licenciado Néstor Alfieri, especialista en psicología clínica cognitiva, lo explica así: “El burn-out se caracteriza por tres dimensiones: la primera es sentir falta de energía o agotamiento; luego viene un aumento de la distancia mental con respecto al trabajo, o sentimientos negativos o cínicos con respecto al trabajo; y una tercera dimensión que se caracteriza por una sensación de ineficacia y falta de realización”. Y aclara: “Este síndrome se refiere, específicamente, a los fenómenos en el contexto laboral y no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida”.
Para el especialista, si bien no hay un predominio claro de que el síndrome se dé más en un género sobre otro, en acepciones más amplias, el burn-out puede no remitir exclusivamente a lo laboral. “Un ejemplo es el burn-out parental, producto de la sobrecarga de cuidado que situaciones como la pandemia de covid generó en los padres de niños en edad escolar”. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre el estrés y el burn-out? “Podemos decir que el burn-out es resultado de la acumulación de estrés laboral no gestionado adecuadamente, por lo que el estrés es la causa del burn-out”, dice.
Signos de alarma
Desde la perspectiva del trabajador, el primer indicador de que se está padeciendo este síndrome es el cansancio crónico y la falta de motivación, que empiezan en lo laboral y se extienden a otras áreas de la vida. Si el estrés persiste, produce irritabilidad, sensación de falta de sentido y dificultades para concentrarse y tomar decisiones.
Al respecto, Alfieri sostiene que “la aparición de dolencias y malestares físicos por inmunosupresión y fallas orgánicas varias, también son indicadores relevantes. Desde la perspectiva de las organizaciones, el indicador más concreto es el ausentismo, que aumenta a medida que las condiciones empeoran”.
Las voces del cuerpo
¿Qué sucede cuando no se escuchan las voces del cuerpo? Como toda condición de salud psicofísica, la falta de diagnóstico y atención conducen a un agravamiento de la patología, que por estar asociada a una sobrecarga de estrés, produce infinidad de consecuencias a la salud física y mental de las personas.
Trastornos de ansiedad, depresión, adicciones, problemas coronarios, metabólicos y enfermedades autoinmunes son posibles complicaciones del burn-out no tratado. En ese sentido, Alfieri cuenta: “En Japón, por ejemplo, se denomina ‘karoshi’ al fenómeno tristemente frecuente de muertes por agotamiento laboral, lo que demuestra que en casos extremos, puede conllevar riesgo de vida”.
Estrategias para afrontarlo y prevenirlo
Desde lo social, las estrategias más eficaces se vinculan con fomentar un mejor clima de trabajo, así como también, la visibilización y puesta en común de los problemas ocupacionales y personales de los trabajadores. A nivel individual, estrategias de reducción y manejo del estrés como son los hábitos saludables de alimentación, sueño y ejercicio, junto a una atención psicológica y/o psiquiátrica adecuada son lo indicado.
En ese sentido, poner la prioridad en los seres humanos, antes que en la tarea que desarrollan, es a la vez lo más sano y lo más productivo. El burn-out se previene fomentando el bienestar de las personas que conforman las organizaciones de trabajo, atendiendo sus necesidades y abordando los problemas que puedan surgir en el ámbito laboral.
Lograr recuperarse de este síndrome depende de varios factores. Según los especialistas, lo más importante es lo sano o insano que sea el clima laboral de una organización, y la capacidad que ésta tenga de reconocer y abordar el problema. En general, las organizaciones son resistentes al cambio, por lo que es poco frecuente que un ambiente laboral o tarea que conduce a un cuadro de este tipo, pueda modificarse y volverse saludable.
“En ese segundo escenario, la recuperación depende mucho de las condiciones de base de la persona, sus factores de resiliencia y vulnerabilidad, el apoyo que tenga, y la posibilidad de cambiar de tarea, o directamente de trabajo”, asegura Alfieri. Y concluye: “Dado que el burn-out conduce a multiplicidad de problemas de salud física y mental, la recuperación dependerá de qué tan graves sean las consecuencias en éste sentido”.
Con todo, es clave el diseño organizacional de un modelo de bienestar integral, es decir, físico, emocional, financiero y social, que se adecue a los perfiles profesionales y a las nuevas formas de trabajo, capaz de abarcar las dimensiones más relevantes de la vida.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas