La sífilis, una infección de transmisión sexual que desafía los esfuerzos de erradicación a lo largo de la historia, experimenta un resurgimiento en todo el mundo. En pleno siglo XXI, los números vuelven a ser alarmantes. Un reciente informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) revela un preocupante aumento del 30 por ciento en los casos de sífilis entre personas de 15 a 49 años en el periodo 2020-2022, destacando la urgencia de una acción coordinada frente a esta tendencia. A nivel regional, se estima que 4.6 millones de personas la sufren, con más de 30.000 casos de sífilis congénita reportados en 2021. Esto evidencia que sigue siendo una amenaza significativa para la salud pública a pesar de los avances médicos y la conciencia social.
¿Cuál es la situación en Argentina? Los datos del Boletín Epidemiológico Nacional de 2022 muestran que la tasa de sífilis en la población general fue de 57.7 casos por cada 100 mil habitantes, con un incremento de 1.6 casos respecto a 2019 y de 30 casos en comparación con 2021-2022, años marcados por bajas tasas de notificación clínica debido al impacto de las medidas epidemiológicas durante los primeros años de la pandemia por Covid-19.
Esta enfermedad afecta a todas las regiones del país, con tasas más altas en grupos demográficos como personas de 20 a 34 años y adolescentes de 15 a 19 años, donde los casos predominan en mujeres, mientras que en la población mayor de 50 años, las notificaciones en hombres superan a las de mujeres.
Educación, prevención y tratamiento
En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, Gabriela Piovano, médica infectóloga del Hospital Muñiz, explica que esta enfermedad infectocontagiosa es causada por la bacteria Treponema pallidum, y se transmite fácilmente a través del contacto directo con lesiones infectadas. “Es fundamental detectarla a tiempo, ya que esta lesión se cura sola en aproximadamente 20 días, complicando el diagnóstico si no se consulta en ese lapso”, advierte.
Para la especialista, lo que hace que esta dolencia sea especialmente peligrosa es su capacidad de pasar desapercibida. Las lesiones iniciales, conocidas como chancros, son indoloras y pueden desaparecer por sí solas, llevando a muchos a ignorar su presencia. Sin embargo, esta aparente benignidad oculta un proceso infeccioso que puede tener consecuencias devastadoras si no se trata a tiempo.
Piovano describió la sífilis como una enfermedad con tres etapas de actividad: primaria, secundaria y terciaria, cada una con sus propias características y síntomas. En la primera etapa, aparece el chancro de inoculación, una lesión redondeada y sobre elevada que no suele ser dolorosa. Esta lesión puede localizarse en diversas partes del cuerpo, como el glande, el dorso del pene, las zonas anales y bucales, e incluso en la vulva y la vagina en mujeres. “Es fundamental detectarla a tiempo, ya que esta lesión se cura sola en aproximadamente 20 días, complicando el diagnóstico si no se consulta en ese lapso”, explica.
La sífilis secundaria aparece entre 15 días y tres meses después del chancro inicial, y se manifiesta con síntomas derivados de la diseminación de la bacteria por todo el organismo. “En esta etapa, pueden aparecer meningoencefalitis, hepatitis, inflamación del bazo y ganglios, y brotes cutáneos característicos que no respetan las palmas de las manos ni las plantas de los pies”, detalla.
Si la enfermedad no se trata, puede avanzar a la fase latente y eventualmente a la terciaria, afectando gravemente al sistema nervioso central y los grandes vasos sanguíneos. Sin embargo, Piovano aclara que, gracias a los tratamientos antibióticos disponibles, es raro ver casos de sífilis terciaria en la actualidad. “El tratamiento es eficaz y accesible, pero es crucial que se diagnostique y se inicie a tiempo”.
Un reto de salud pública
Elena Obieta, jefa de infectología del Hospital de Boulogne y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), expresa a la Agencia su preocupación por el incremento alarmante de casos, tanto en Argentina como a nivel global. “Este aumento es indicativo de una falla sistemática en la prevención, la educación y el tratamiento”, señala.
La falta de conciencia y educación sobre la sífilis y sus modos de transmisión es evidente. “Muchas personas no perciben el riesgo, y sin percepción de riesgo, no hay prevención“, afirma Obieta. Es crucial intensificar las campañas de información, llegando a todas las capas de la sociedad con mensajes claros y accesibles.
Los médicos y profesionales de la salud también juegan un papel crucial en la detección y tratamiento de la sífilis. La obligación de notificar los casos y la oferta activa de testeo son pasos fundamentales, aunque obstaculizados por la falta de recursos y la disponibilidad gratuita de tratamientos efectivos como la penicilina.
En ese sentido, la implementación de testeo rápido en centros de atención primaria es una estrategia efectiva que debe ser expandida y normalizada. Además, Obieta enfatiza la importancia de mantener prácticas de sexo seguro, incluyendo el uso de preservativos, una medida fundamental no solo para prevenir la sífilis, sino también otras infecciones de transmisión sexual.
Con todo, el resurgimiento de la sífilis plantea desafíos significativos para la salud pública. Se requiere una respuesta concertada que abarque desde la educación y la conciencia pública hasta la detección temprana y el acceso equitativo al tratamiento. De lo contrario, se corre el riesgo de que esta antigua enfermedad continúe cobrando un precio devastador en la salud y el bienestar de las personas.
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Con información de la Agencia de Noticias Científicas