El pasado lunes por la noche, la zona oeste de Rosario vivenció una nueva balacera, esta vez contra un auto que se encontraba estacionado y sin pasajeros. El detalle que destacó este nuevo atentado fue la nota que los tiradores dejaron enganchada con el limpiaparabrisas: estaba firmada por "La Mafia", una marca con larga data en la historia criminal de Rosario.
El dueño del vehículo declaró ante la policía que escuchó durante la noche una ráfaga de disparos, pero que había descubierto los impactos en el capó del auto a la mañana siguiente, ya que nadie le había dado relevancia al hecho. Como quien dice, la costumbre. Al salir, el hombre se encontró con una hoja de papel escrito en letras rojas: “Andy Benitez Leila Bustos dejen de matar gente inocente de barrio, de hacer apretar gente legales de tirar donde hay familias y chicos ! Ustedes también tienen familias ojo por ojo diente por diente ya sabes L.M.N.G”. La Mafia Nueva Generación.
La marca “La Mafia” apareció por primera vez en Rosario en 2018, de la mano de la banda criminal Los Monos, liderada por Ariel “Guille” Cantero, luego del atentado a la sede del Ministerio Público de la Acusación (MPA), donde los ataques eran firmados por “La Mafia”. En aquel entonces, una serie de atentados contra las fachadas de edificios públicos del Poder Judicial entre mayo y agosto de ese año consternó a la población rosarina y al Poder Ejecutivo, que no dio ni da pie con bola (cambio de signo político mediante) con los altos índices de violencia urbana. Todo en el marco de la condena a los líderes principales de la banda.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
Pocos meses después, el 13 de noviembre del 2018, un nuevo cartel consignaba un atroz crimen: “Con la mafia no se jode”. Esta vez, la firma destacaba el homicidio de Lucio Raúl Maldonado, un prestamista de 37 años relacionado a otro capo del hampa rosarino y enemigo del clan Cantero: Estevan Lindor Alvarado. Las especulaciones tanto de investigadores del MPA como de cronistas policiales que han seguido el caso de cerca consultados por este medio coinciden en que copiar la firma tenía el objetivo de endilgar casos de asesinato y violencia urbana a Los Monos, que para ese entonces ya estaban en franco declive tras ser descabezados por la justicia federal.
MÁS INFO
“Cuando Guille (Cantero) hace esas balaceras, es en protesta de que lo habían trasladado”, recordó la fiscal Valeria Haurigot, titular de la Unidad de Balaceras, una oficina creada en el MPA específicamente para investigar el delito de las balaceras en la ciudad de Rosario. En diálogo con El Destape, la investigadora explicó que la marca “La Mafia” no pertenece a un grupo determinado y agrupado de personas, y hasta incluso ha mutado en sus reclamos originales: las firmas aparecieron en cartas de reclamo por cuestiones relacionados a la ejecución penal de personas que estaban privadas de su libertad, mientras que hoy también son utilizadas como herramientas de extorsión a pequeños y medianos comerciantes.
"Varios grupos utilizan una mención en particular como en esta jerga interna que manejan de 'La Mafia'. Muchos de los carteles tienen un contenido muy relacionado a lo que es los procesos de ejecución penal, problemas dentro de lo que es el Servicio Penitenciario, reclamos. Muchas veces está asociada a esos grupos cuyos cabecillas están tras las rejas pero que no han dejado de funcionar en las calles", señaló Haurigot. "Y otras veces cualquier grupo lo usa en términos generales. O por lo menos hasta ahora no pudimos determinar una pertenencia de "La Mafia" por sí sola. Todos los que hacen extorsiones a comerciantes usan 'La Mafia', pero no tenemos acreditado que pertenezcan", agregó.
Haurigot aclaró que sólo han podido consignar la pertenencia de miembros de una misma banda a la firma "La banda de los Millones" y "La Mafilia", firmas por las cuales pudieron avanzar en las investigaciones. Para la Unidad de Balaceras, la firma "La Mafia" es indistinta debido al uso genérico que la marca ha recibido para dar advertencias o extorsiones.
Los fiscales de la unidad de investigación dirigida por Haurigot ven con mucha gravedad los hechos de balaceras constantes en los barrios, en las callejuelas y rincones de la ciudad de Rosario, los cuales se extienden cada día más hacia las calles iluminadas y paquetas del centro de la ciudad, último resquicio aún no tocado por los tiratiros: "Estos hechos distorsionan todo el esquema de seguridad pública porque hay que mandar patrulleros fijos, porque son difíciles de prevenir y es difícil encarar dicha prevención, porque los comerciantes obviamente se sienten sumamente atemorizados, hay connivencia policial en ese tipo de hechos. Y son en este tipo de acciones donde aparece mucho ‘La Mafia’", aclaró la investigadora.
En este último tiempo, la modalidad de aparición de este símbolo es puramente extorsivo, y es utilizado con frecuencia y en multiplicidad de hechos y lugares de los barrios periféricos, dirigidos a pequeños y medianos comerciantes: "Estas extorsiones, mal llamado cobro de derecho de piso, no apuntan a grandes empresas, más bien a negocios chicos y de manera serial, o sea, una zona determinada a todos los negocios al mismo tiempo". Haurigot evalúa que es muy sencillo poder seguir los movimientos del dueño de un comercio barrial, una verdulería o un carrito de comidas rápidas: “Tienen un movimiento constante y es muy fácil que lo amedrenten a través de una nota primero, y una escalada en la violencia después”.
Estas intimidaciones públicas, al no ser tomadas en cuenta o no sucumbir a las demandas de los amedrentadores llegan a traducirse en balaceras, a la larga en personas heridas o que pierden la vida por un proyectil disperso, o llegan a derivar en usurpaciones o incendios: “Son detonante de muchos otros delitos que en principio pueden no ser relacionados entre sí y que finalmente son conectados tras analizar el fenómeno de fondo”.
Cien piernas
“A donde voy todos me piden trabajo como si fuera no sé. Todos quieren activar”.
“Ya tengo a toda mi bandita acá yo. Nada más hay que buscarlos. Los guachos se re embarcan acá. El otro día pasé por la seis ochenta me agarró el FER “llevame a activar, llevame a hacer cosas”. Pará loco ni que fuera que tengo una empresa, no sé. Pero están. Así que cuando pinte algo ya sabés”.
Estos mensajes fueron sustraídos por la justicia del teléfono de Maximiliano ángel Benítez, condenado a dos cadenas perpetuas por doble homicidio calificado y por llevar a cabo un ataque incendiario contra las puertas del Sindicato de Empleados de Comercio de Rosario.
La contracara de las balaceras firmadas por “La Mafia” en Rosario son las personas que se prestan a realizar estas “diligencias” de las bandas cuyos líderes están en situación de cárcel pero que, según fuentes judiciales a las cuales pudo acceder El Destape, se jactan de tener muchos adeptos en las calles. “Es tan alta la desigualdad, y cada vez más profunda en los barrios de Rosario que está muy esparcida la filosofía de vivir en aquí y el ahora en personas que tienen muy poca posibilidad de movilidad social, las cuales para vivir el aquí y el ahora resignan un proyecto de vida", analizó una fuente de larga experiencia en investigación de comportamiento criminal consultada por a este medio.
Callejeramente denominados “soldaditos”, se trata generalmente de personas muy jóvenes que ingresan por muy poco a esas organizaciones no sólo por un sueldo, sino también por favores, crecimiento social: por respeto. La búsqueda y la construcción de una identidad.
En su declaración a la justicia, una persona que fuera víctima de estas extorsiones de la banda liderada por Alan Funes asegura que recibió mensajes en donde le exigían un pago por “protección” o debería entregar su casa: “Pagame, mira que tengo como 100 piernas afuera”.
La proliferación de estos “soldaditos” está relacionada no sólo con la oportunidad de acceder a una changa que les permita un ingreso mucho más rápido que el de un trabajo en buena ley, sino además con el corrimiento del Estado en la construcción tanto de espacios que brinden contención a estos jóvenes que, ante la precariedad de su situación de vida, no ven una proyección de vida más allá. Y allí aparece tal vez lo más grave: la construcción de una identidad, de una reputación y un nombre a través del uso de la violencia, de la pertenencia a una banda que disputa el control del barrio donde viven o que les proporciona los elementos (desde dinero y una ocupación hasta cosas materiales como cocinas, celulares o un vehículo).
“Los negrean un montón a los pibes que laburan de tiratiros”, expresó el investigador. Los soldaditos si bien tienen dinero fácil, nunca es ni en buenas condiciones ni de forma inmediata
- (...) no tenía cómo para moverme. Algunos contactos me tiraron una moneda para comprar unas cosas. Le pedí el auto a Miqui y me dijo que “sí, anda a buscarlo, cambiale la chapa” y qué se yo. Le cambié la chapa y todo pero nunca más. Se portó re mal el loco porque me lo prestó pero no alcancé ni a usarlo y ya me estaba diciendo que lo estaba usando
- por eso te digo, yo te mandé los mensajes a vos. Pero como no me contestaste me no me quedó otra que pedir el favor a él. Pero olvidate, vos sabes que cuando necesitás algo me hablás a mi y te manejás conmigo.
Maximiliano Ángel Benítez era la mano derecha de Cristian Nicolás “Pupito” Avalle, integrante de la banda de Los Monos, quien está preso en el penal de Ezeiza por robo y procesado por el secuestro extorsivo del hijo de un empresario de la localidad de Arroyo Seco y el asesinato de Miguel Ángel Roulin, un hombre de 46 años. Por ese crimen, Avalle le pagó una suma de 80 mil pesos a Benítez. En la conversación desclasificada entre ambos jóvenes (Benítez tiene 25 años), el primero le pide al segundo que le tenga paciencia ya que no tenía batería para responder los mensajes de Avalle, y al no tener vehículo había tenido que buscar cómo movilizarse.
"Todo el tiempo le pide un celular, no tiene batería en la moto. Les pagan dos mangos, tienen que hacerse cargo de todo y encima pierden la libertad”, se lamentó el investigador, que advirtió que estos chicos llegan a cometer homicidios a edades muy jóvenes: “Sólo en esta investigación de la fiscalía se detecta que Avalle, desde la cárcel, le pide a Benítez que haga encargos todo el día todo el tiempo, alrededor de seis balaceras por día. Por suerte se realizan menos de las que encargan”, sostuvo. “Es muy duro ver que hay personas que consideran que están progresando porque alguien los llame ‘para activar’”, concluyó.