Si hay vida política hay esperanza

17 de noviembre, 2021 | 23.34

La pandemia del coronavirus le vino como anillo al dedo a la revolución tecnológica que estaba en curso: la virtualización de la vida logró imponerse y la cultura neoliberal en la que habitábamos quedó anudada a una nueva configuración, en la que el mundo devino imagen virtual.

Ese anudamiento implica nada menos que la desaparición o mortificación del cuerpo pulsional que descubrió Freud, que se diferencia del organismo biológico. Nos referimos a una superficie que se erotiza, inhibe, sintomatiza, angustia y que, debido a su singularidad, no encuentra lugar en los manuales ni en las clasificaciones. Un cuerpo sensible hecho de mundo, que se afecta y afecta a lxs otrxs, que no es propiedad privada ni puede privarse del mundo porque se desvitaliza. La biopolítica neoliberal rechaza el cuerpo que estableció el psicoanálisis porque perturba, demanda y desea.

Las empresas de tecnología comenzaron de manera grandilocuente a hablar sobre la misión que tenían: transformar el futuro del trabajo, conectar a toda la humanidad, hacer del mundo un lugar mejor, salvar al planeta. Las corporaciones cibernéticas constituyen actualmente uno de los eslabones principales de un dispositivo de poder que va por las almas y administra los cuerpos, pretendiendo reducirlos al organismo biológico y la imagen.

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Para el anudamiento neoliberalismo-corporaciones cibernéticas, la mutación tecno-cultural de la vida con sus efectos en el cuerpo no representa un problema, limitación o desvitalización, sino que es considerada un progreso y una economía. La ideología empresarial valoriza exclusivamente el ahorro y rendimiento de tiempo o dinero; precisa individuos planos, pasivos y obedientes, que se autoperciban emprendedores libres, promuevan el home office, las consultas, cursos virtuales, etc.

No es exagerado afirmar que, de naturalizarse este anudamiento entre neoliberalismo y virtualización del mundo, la vida del planeta, la democracia, la política y el cuerpo estarán en peligro de extinción.

En 1990, Jean Baudrillard afirmó que “la Guerra del Golfo no tuvo lugar”. La «guerra» transmitida por la televisión, presentada en tiempo real, tuvo a los medios de comunicación occidentales como cómplices, mediante el reciclaje de imágenes. En Cultura y simulacro, Baudrillard recuerda un cuento de Borges sobre un mapa, una representación tan detallada que consistía en una correspondencia biunívoca con el territorio.

El filósofo francés propuso el término hiperrealidad para explicar que, en la era postmoderna, el territorio ha dejado de existir, que solo ha quedado el mapa o que es imposible distinguirlos, dado que se ha borrado la diferencia que existía entre ellos. Baudrillard afirmó también que los receptores involucrados en esa ilusión desempeñan un papel pasivo, son incapaces de notarlo. Los simulacros, según la metáfora de Borges, hacen emerger un mapa (modelo virtual) que llega a suplantar la realidad. Con la revolución cibernética y la reconfiguración virtual de la vida, el simulacro puede convertirse en un crimen perfecto de la realidad.

Mark Zuckerberg, hace unas pocas semanas, propuso cambiar el nombre de Facebook por Metaverso, que será una suerte de vida paralela a la que se accederá con anteojos de realidad virtual, como si se estuviera físicamente en un determinado lugar interactuando en tiempo real. Para satisfacer una necesidad empresarial, propone que la gente pase más tiempo frente a la pantalla, consuma, reciba más publicidad y las empresas capten más datos. Son, en definitiva, sistemas de control que están determinando nuestros movimientos y nuestras formas de pensar, apropiándose de la vida y dominando a la humanidad.

El mesiánico proyecto económico-político colonizador es homologable a la conquista española realizada en el siglo XV que, en nombre de un supuesto progreso, arrasó con los modos de vida, creencias y religiones de los pueblos originarios.

Queremos resaltar dos estrategias capaces de impedir el triunfo absoluto de la desaparición del cuerpo: la política y la militancia.

El deficitario resultado que obtuvo el pasado 12 de septiembre en las PASO el Frente de Todxs hay que analizarlo en el contexto en que tuvo lugar: angustia social generalizada, pasiones tristes, virtualización de la vida, desvitalización del cuerpo singular y político, sin militancia territorial y casi sin política, a no ser por la potencia de las cartas de Cristina.

Por el contrario, cuando volvió la política, la militancia, los lazos presenciales, se movilizan afectos y pasiones alegres que fueron capaces de revertir el resultado en las elecciones realizadas el pasado 14 de noviembre. La alegría experimentada en el F de T después del conteo de votos, a pesar de no haber ganado aritméticamente, es un signo de revitalización y aumento de la autoestima que señala la vuelta de la política y de la militancia territorial.

Se constató que cuando se retoma la iniciativa política es posible batallar la correlación de fuerzas. Comienza un nuevo tiempo.

Es el tiempo de redistribuir la economía, reconstruir los lazos presenciales, volver a la política desde el territorio, demandar y ocupar la calle, eso que tanto molesta a los que agitan la libertad individual.

No alcanza con ser gobierno, es necesario ganarle la batalla cultural a la derecha. Resulta imprescindible desconectar el anudamiento entre neoliberalismo y virtualización de la vida, sacar del closet la Ley de medios y poner en marcha una internet nacional y popular.

Si hay vida política, hay alegría y esperanza.