Paul McCartney le escribió al Presidente Alberto Fernández para pedirle que la Argentina se sume a la iniciativa denominada MFM Meat Free Monday, o “Lunes sin carne”. En la comunicación el beatle profundizó en los antecedentes de la campaña, sus intervenciones en diferentes lugares del mundo y las razones que la impulsan, vinculadas sobre todo al impacto de la ganadería en el cambio climático y la salud de las personas. El objetivo de la iniciativa es promover en la población el no consumo de productos animales un día a la semana, y formalizar el hábito en escuelas, hospitales, oficinas de gobierno, empresas e instituciones públicas. En 2017 Mauricio Macri había adoptado la consigna en Casa Rosada y los comedores debían ofrecer todos los lunes un menú vegano para lxs funcionarixs y trabajadorxs.
La idea tiene su origen histórico en la Primera Guerra Mundial cuando desde el gobierno de Estados Unidos se alentaba a la población a no comer carne los lunes y trigo los miércoles en apoyo a las fuerzas armadas. El nuevo formato de MFM, liderado por el publicista Sid Lerner, funciona desde 2003 y ya fue adoptado en 40 países entre los que se destacan Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, Canadá, Australia, Bélgica, Israel, Holanda España, Suecia, Taiwán, Dinamarca, Francia, Alemania, Japón, Kuwait, Malasia, Argentina, Hong Kong, Nueva Zelanda y Noruega. Además de Maca, es promovido por grandes personalidades como Al Gore, Gwyneth Paltrow, Woody Harrelson, Emma Thompson y el famoso chef Jamie Oliver. Paradójicamente muchas de las empresas que lo fomentan y los países que se han sumado lideran los rankings de emisión de dióxido de carbono y contaminación ambiental.
La foto imaginaria de Paul y Alberto resulta atractiva en el imaginario colectivo y el mensaje verde capitaliza la potencia de los reclamos de las nuevas militancias juveniles ambientalistas que, tal como el feminismo, están a la orden del día y parecieran ser las encargadas de gestar lo novedoso en el orden de lo político y social. Pero ese gesto, de tono amigable, es solo un fragmento de un panorama más amplio, no tan colorido ni carismático: en Argentina el 40% de la población está en la pobreza. La mitad de lxs argentinxs prácticamente come lo que puede, lo que esta a disposición, lo más barato o accesible.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
La hipermercantilización de la dieta
La alimentación es un tema complejo en el que están presentes factores ecológicos, culturales, económicos, biológicos, y políticos. Se trata básicamente de un fenómeno social y colectivo. Creer que la posible elección de una alimentación basada en plantas o vegana es una acción plenamente individual, libre, o moralmente superior es tan ingenuo como peligroso. Es por eso que debatir sobre lo que comemos y poner el tema en la agenda implica alejarse de una perspectiva reduccionista o paternalista. El acto de comer es el último de una cadena larguísima de momentos y acciones que conforman un proceso en el que está involucrada la tierra, la industria, los comerciantes, los gobiernos y el mercado, pero además las experiencias biográficas y afectivas, las herencias culturales, las tradiciones, y las estructuras sociales. A través de la comida se incorporan nutrientes pero también sentidos, y es en esa textura entre la materialidad de la comida y el cuerpo que se significa el mundo, o se ordena la información que se tiene sobre las cosas. Comer es un hecho que es producido, y al mismo tiempo produce relaciones sociales y simbólicas.
Hace unas semanas el Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de La Universidad Siglo 21 presentó los resultados de una investigación, realizada en plena pandemia, que analizó cómo nos alimentamos lxs argentinxs, qué hábitos tenemos y cuáles son las nociones que manejamos sobre la salud . Entre los datos que arrojó el informe se observa una tendencia preocupante: el consumo cada vez menor de carnes y verduras, y una mayor predilección por harinas y panificados en la dieta actual. Natalia Cervilla, Directora de la Licenciatura en Nutrición de Universidad Siglo 21, manifestó al respecto que se trata de “una tendencia a nivel mundial, que da como resultado problemas de malnutrición, obesidad, un aumento de la diabetes, entre otros”. En la actualidad la forma de alimentación hegemónica esta determinada por el sistema, no por los gobiernos ni por las militancias ambientalistas, y predominan las dietas industrializadas con consecuencias graves sobre la salud. La crisis alimentaria que atravesamos no es solamente producto de la deficiencia de nutrientes por la pobreza, sino de una tendencia creciente hacia la comestibilidad cultural y simbólica que busca satisfacer necesidades creadas por el mercado a través de los alimentos.
El momento del capitalismo que vivimos se fortalece a partir de la fragmentación de la vida, la separación permanente en esferas, la descontextualización de los fenómenos sociales y la asunción de una cierta neutralidad a la hora de evaluar las comportamientos que permite la reproducción y consolidación constante de los poderes concentrados. Por eso es necesario evaluar las propuestas culturales y alimenticias etiquetadas como “saludables” con una mirada histórica y política, sin caer en reduccionismos y evitando el tono publicitario. Si bien es cierto que el veganismo plantea, con un criterio ético necesario e indiscutible, una forma de vida sin explotación ni sufrimiento animal, las bajadas de línea terminan funcionando como mecanismos de distinción y dispositivos segregacionales. Las premisas se terminan reproduciendo como slogans comerciales, mandatos y nuevos saberes que necesitan de un capital cultural previo y la posibilidad de acceso a espacios pensados casi exclusivamente para ciertos sectores social.
La gentrificación ambiental y alimentaria: lo social hecho cuerpo
A lo que una sociedad o grupo social considera apropiado para satisfacer sus necesidades alimentarias en un determinado momento histórico se le denomina patrón alimentario o dieta. Modificar un patrón supone cambios en lo individual pero sobre todo en lo colectivo, incluyendo la estructura de generación de alimentos y la distribución de la riqueza. Según datos del INDEC en Argentina el 56,3% de lxs niñxs menores de 14 años es pobre, y muchxs dependen de los comedores escolares y bolsones de alimentos que brindan los programas públicos. Uno de los puntos que plantea la propuesta de MFM es llevar el lunes sin carne a las escuelas públicas argentinas, que en momentos de crisis son las instituciones que proporcionan la nutrición adecuada para millones de niñxs. Es necesario traer el concepto de “ambientes alimentarios”, que se definen por aspectos como la “disponibilidad, asequibilidad, conveniencia y deseabilidad de diversos alimentos” para preguntarnos: ¿qué sentido o rol cumple la carne en los comedores? ¿Es posible modificar el patrón alimentario con una propuesta comercial y exógena?
En los sectores populares comprar y preparar la comida es un proceso día a día encabezado, sobre todo, por las mujeres, madres, y cocineras. La tarea principal es contrarrestar la falta estructural en materia alimentaria y ser creativxs para hacer algo con lo que hay, combinar los ingredientes disponibles, poniendo en práctica conocimientos y creencias alimentarias, para el cuidado de lxs niñxs y las familias. Se evalúan las opciones en función de lograr la mejor opción “saludable” para el crecimiento y desarrollo infantil. Hay alimentos que son considerados buenos y “hacen bien”, como la carne y algunas verduras, y hay otros que se consideran menos saludables. “Comer bien” en los sectores populares es un paso más en el camino por “sobrevivir” o lograr una alimentación indispensable que permita cumplir las actividades del día. En estos contextos la carne es el centro de la comida (“una comida sin carne no es comida”), el alimento “Fuerte” que sacia el hambre, el alimento “rendidor”, mientras que las verduras son la periferia, o son considerados alimentos “de dieta”.
Diane Sullivan, una defensora de la lucha contra la pobreza y la alimentación asequible, utiliza el concepto de gentrificación alimentaria para hacer referencia a este tipo de proyectos “donde aquellos con dinero y opciones satisfechas dictan opciones para aquellos que no tienen ninguna”. El uso del término “Gentrificación”, surgido en Londres a mediados de los años sesenta, originalmente refiere a la lucha por la apropiación del espacio urbano mediada por el mercado y los intereses inmobiliarios, lucha que termina con la expulsión de los sectores populares. Este proceso aplicado a la alimentación ha beneficiado a la industria alimentaria a partir de los cambios en las recomendaciones sobre lo que es saludable y la promoción de sus productos. Las líneas verdes y la comercialización de los nuevos mandatos alimenticios ilustran un aburguesamiento de los alimentos y la manipulación de los discursos por parte de sectores sociales privilegiados y grupos económicos concentrados. De estos procesos surge la importancia de recuperar el valor de lo local, la identidad alimentaria de los sectores relegados que viven en contextos de restricciones, cuyas experiencias no son perceptibles ni atractivas para el mercado ni son consideradxs portavoces legítimxs de una práctica tan cotidiana como es comer.
La carta de Paul nos sirve como excusa para introducir en la agenda la discusión sobre qué comemos, qué podemos elegir, y quiénes lo definen. Las condiciones para lograr una alimentación saludable y sostenible dependen poco de los individuos y mucho de los procesos productivos, el sistema agroalimentario y las condiciones económicas. El tema no es si veganismo o carne, sino contemplar las formas de utilización de los recursos y las características socioculturales y políticas de la población. La Soberanía alimentaria es el “derecho de los pueblos a definir sus propias políticas sustentables de producción, transformación, comercialización, distribución y consumo de alimentos, garantizando el derecho a la alimentación de toda la población”. La alimentación, en tanto Derecho Humano, no puede quedar librada a las fluctuaciones del mercado o los agronegocios. La única forma de garantizar el abastecimiento de todos los alimentos básicos y que lxs argentinxs podamos elegir qué comer es por medio de políticas públicas que intervengan en el proceso productivo y en la distribución de los ingresos. Mientras tanto seguirá siendo un privilegio.
*Aclaración importante: quien escribe es vegana desde hace 15 años. El veganismo sin comprensión histórica ni consciencia política es el simple ejercicio de los privilegios de clase.