En estos días, las asociaciones médicas están haciendo balances sobre “lo que nos dejó la pandemia”: aciertos y errores en producción científica, terapias y estrategias sanitarias. Pero mientras el número de notificaciones y muertes desciende, y poco a poco se va reiniciando una cierta normalidad, los médicos advierten que aunque esta dolorosa experiencia nos dejó muchas enseñanzas, todavía queda una materia pendiente. Se trata del cuadro conocido como “posCovid” o, según su denominación en inglés, “long Covid”, una colección de síntomas que aqueja a una proporción no desdeñable de pacientes (las cifras son muy variables de acuerdo con los estudios y la definición), y que incluso pueden afectar a aquellos que tuvieron cuadros leves, que pueden ir desde cardiopatías hasta diabetes de debut súbito, síntomas neurológicos y “niebla mental”.
“Los pacientes siguen consultando –cuenta Mariana Lestelle, médica especialista en terapia intensiva del Hospital Luciano Fortabat, de Olavarría–. El gran tema es la ‘niebla mental’ que dura bastante, genera angustia y se presenta aun en casos que no fueron graves. Otra cosa que veo mucho son alteraciones en la tiroides. Y una gran preocupación en las mujeres es el efluvio telógeno [caída de pelo]. En los casos que cursaron con neumonía, también problemas cardíacos y pulmonares”.
“El síndrome posCovid es algo que recién estamos empezando a entender y vamos a tener que transitar juntos en los próximos años”, dijo en una de las sesiones del Simposio Científico de la Fundación Huésped, que acaba de finalizar, Gustavo Lopardo, consultor del Departamento de Infectología del Hospital Bernardo Houssay y profesor de Enfermedades Infecciosas de la UBA y el Cemic.
Según explicó el especialista, habían transcurrido casi dos años de pandemia cuando la OMS finalmente le puso nombre a esta entidad y empezó a definirla. Precisó que los síntomas tienen que perdurar por lo menos dos meses, tras tres meses del diagnóstico, sin que haya otra causa que los justifique. Otras agencias de salud, como los Centros de Control Epidemiológico (CDC) de los Estados Unidos, optaron por una definición más amplia: síntomas persistentes a las cuatro semanas del primer episodio, incluso si éste hubiera sido leve. En Europa, el National Institute for Health and Care Excellence (NICE, del Reino Unido), lo caracterizó por la presencia de síntomas persistentes 12 semanas después del cuadro agudo.
Las hipótesis que intentan explicarlo van desde la replicación viral residual, el daño orgánico, la inflamación sostenida, reacciones autoinmunes y presencia de microcoágulos… “La fisiopatología no está clara –dijo Lopardo–, y el número de personas afectadas es muy cambiante de acuerdo con qué estudio se consulte”. También varían mucho las estimaciones de en cuánto disminuyen el riesgo las vacunas: a partir de las dos dosis, la reducción iría desde un 15% a un 50%.
Algunos de los síntomas más frecuentes son fatiga, dificultad para respirar, dolor en el pecho y muy particularmente lo que se conoce como “niebla cerebral”, una fórmula que incluye trastornos cognitivos que pueden impactar en la vida cotidiana. “Desde el principio de la pandemia se sabe que con frecuencia el nervio olfatorio está afectado y esa podría ser una vía de llegada al sistema nervioso central”, comentó Lopardo. También hubo hallazgos compatibles con miocarditis sin daño coronario. Todos ellos pueden persistir tras el episodio agudo, fluctuar o aparecer tras la recuperación.
Trastornos cognitivos
De todos los efectos prolongados del Covid, la niebla mental es uno de los que más preocupa y de los peor comprendidos. Entre otras cosas, porque puede afectar a los más jóvenes en sus habilidades ejecutivas; es decir, en la capacidad de prestar atención, concentrarse, desempeñar varias tareas a la vez y planificar. Incluso se contempla la posibilidad de que esté causado por cambios en la estructura del cerebro.
Un trabajo de Gwenaëlle Douaud y colegas recientemente publicado en
Nature (
https://doi.org/10.1038/s41586-022-04569-5), investigó modificaciones estructurales del cerebro en 785 enrolados en el Biobanco del Reino Unido (de 51 a 81 años). Les tomaron dos resonancias magnéticas separadas por 141 días en promedio. Entre ellos, 381 dieron positivo para la infección y 384 fueron controles.
En los casos que se habían infectado con SARS-CoV-2, detectaron reducción en el grosor de la materia gris, cambios en los marcadores de daño tisular en regiones que están funcionalmente conectadas con la corteza olfativa primaria y mayor reducción del tamaño global del cerebro. Los participantes que se infectaron también reportaron mayor deterioro cognitivo.
Algo de eso es lo que está investigando en el país el equipo liderado por Ismael Calandri, de FLENI, en un estudio de dos años que intenta dilucidar si hay marcadores biológicos que puedan ayudar en el diagnóstico y a entender qué está pasando.
“Estamos reclutando personas que tuvieron Covid y quedaron con síntomas cognitivos, e individuos sin síntomas posCovid, y buscando anormalidades en el metabolismo cerebral y en marcadores de inflamación”, explica Calandri.
A los participantes se les hacen resonancias magnéticas para explorar el volumen de la corteza cerebral. También se los somete a un estudio llamado “resting state”, una resonancia funcional que muestra cómo es la conectividad basal del cerebro, cómo funciona cuando no piensan en nada, que resulta un buen marcador de la integridad de todos los circuitos. Además, con una tomografía por emisión de positrones, pueden evaluar la absorción de glucosa por parte del cerebro. “Si la captación está disminuida es porque las neuronas están enfermas; si es normal, porque no hay daño; y si está aumentada con respecto a lo esperable, es un indicador de inflamación”, explica Calandri.
Algo muy interesante que están notando es que la niebla mental afecta en mayor medida a pacientes jóvenes. “Nosotros tenemos una clínica de memoria –cuenta el neurólogo–. La edad promedio de los que concurren a ese servicio ronda los 70 años, pero la de los pacientes posCovid es de alrededor de 45. Y lo mismo indica la literatura internacional. De hecho, un estudio muy grande encontró que tener más de 60 es un factor protector”.
Otro dato sugestivo es que síntomas posCovid como dificultades de concentración, fatiga, mialgias [dolores musculares] son más frecuentes entre los que tuvieron cuadros leves.
Las causas
Entre las posibles causas del posCovid se mencionan desde un daño directo causado por el virus hasta la formación de pequeños coágulos que pueden persistir en el tiempo. “Se sabe que la familia de los virus herpes, entre los que se incluye el Epstein Barr [la mayor causa de mononucleosis y que en los últimos tiempos se vincula con la esclerosis múltiple] tienen tendencia a reactivarse y es una de las teorías que en la actualidad se está evaluando para explicar el posCovid –destacó Lopardo–. También se baraja que podría deberse a la inflamación crónica. Ya hay evidencias de que el Covid también puede gatillar autoinmunidad, diabetes y tiroiditis. Por supuesto, los pacientes hospitalizados pueden sufrir ‘stress postraumático’. Esto muchas veces se superpone y dificulta el diagnóstico. Y hay que tener en cuenta que tal vez no en todas las personas responda a las mismas causas”.
Microcoágulos: a la izquierda, antes del Covid; a la derecha, después
También en el plano de las hipótesis se están encontrando coincidencias entre la fibromialgia (que hoy se llama encefalopatía miálgica) y el posCovid. “La fibromialgia presenta fatiga, dolor y niebla mental. Y sabemos que hay varios mediadores de inflamación y hormonales involucrados –destaca Calandri–. Lo que se plantea es que probablemente la infección con SARS-CoV-2 genere una suerte de anormalidad con los mismos patrones de inflamación y hormonales, pero lo cierto es que todavía no hemos encontrado marcadores que lo respalden. De hecho, nuestro trabajo apunta a ver si podemos encontrar esa misma desregulación hormonal o inflamatoria que explique lo que tienen los pacientes. Pero el paralelismo con la fibromialgia es muy grande. De hecho, los síntomas son similares; sobre todo, lo que predomina, que es la fatiga”.
Encontrar esos indicadores biológicos también ayudaría a prever quiénes están más en riesgo de padecerlo. Una serie de diez estudios del Reino Unido encontró algunos factores que orientan sobre este punto. “En todos, las mujeres lo padecen con más frecuencia [alrededor de un 50% más] como sucede con otros síndromes, como por ejemplo la fatiga crónica –detalló Lopardo–. Otros factores que influyen son las comorbilidades y la mala salud previa, ser de raza blanca o tener sobrepeso”.
Chicos y deportistas
Hay pocos estudios que investiguen cómo el SARS-CoV-2 afecta a los más chicos, pero uno realizado en Israel encontró que el 11% de los que se infectaron en ese país sufren de posCovid. El Ministerio de Salud informó que el 30% de este grupo tiene efectos a largo plazo que involucran problemas cognitivos y de salud mental, pero advierte que esto también podría deberse a los confinamientos, al cierre de las escuelas y otros factores. Los datos se reunieron en una encuesta a casi 14.000 padres de chicos de tres a 18 años. Entre los que reportaron síntomas de largo plazo, 1,8% de los menores de 12 y 4,6% de los de entre 12 y 18 presentaban problemas seis meses después de la infección. Los investigadores detectaron “long Covid” en el 3,5% de los que habían sido asintomáticos.
Alphonso Davies, lateral izquierdo del Bayern Munich, tuvo una inflamación del músculo cardiaco tras haber tenido Covid-19
Otro grupo particularmente vulnerable parece ser el de los atletas de alto nivel. Algunos trabajos sugieren que las secuelas del Covid pueden llegar a frustrar su vida deportiva. Pero lo cierto es que todavía se sabe poco. “Mientras hay miles de publicaciones sobre el virus y las características del cuadro clínico, son apenas decenas las que tienen que ver con posCovid. Algunos artículos ya mencionan que podría gatillar una epidemia de desórdenes neurológicos –describió Lopardo–. [Pero] por el momento no hay ningún test para diagnosticarlo y contamos con muy escasas intervenciones terapéuticas. Por parte de los pacientes, hay una fuerte sensación de insatisfacción. Todos quisiéramos poder tener una receta de cocina para reconocer este síndrome, pero no hay”.
Lo que sí se sabe es que para identificarlo primero hay que descartar otras enfermedades. Y también recordar la posibilidad de que puede comenzar con un evento agudo, como una trombosis o una miocarditis. “Tenemos mucho por delante para estudiar e investigar”, concluyó el especialista.
La buena noticia es que el cuadro de niebla mental posCovid se revertiría con el paso del tiempo. “Por lo menos en nuestra experiencia –subraya Calandri–, que es parcial, a los tres meses de la infección persiste en más o menos el 72%, y después empieza a caer. Al año, casi todos están normales. Las series más grandes (que usan registros médicos; es decir, que leen las historias clínicas, que no es lo mismo que evaluar a los pacientes) reportan al año una prevalencia del 35% con síntomas cognitivos, pero nosotros no estamos viendo eso. Desde el ingreso de Ómicron bajaron abruptamente los síntomas cognitivos, que eran muy altos al principio. Puede ser un sesgo institucional, que las personas ahora piensen que es normal y no consulten, o podría deberse al efecto protector de las vacunas. Es difícil saberlo. Pero la tendencia en el consultorio es clara, más allá de las excepciones, que siempre las hay”.