Todos los 16 de septiembre, desde 2014, se celebra en Argentina el Día Nacional de la Juventud en memoria de lxs estudiantes torturadxs y desaparecidxs durante La Noche de los Lápices en 1976. En el marco de la última dictadura cívico militar se trató de un sector social fuertemente estigmatizado por su militancia, y utilizado para construir y diseñar la imagen de un enemigo interno, el terrorista o “subversivo”. A 48 años de ese momento, si nos trasladamos en el tiempo y comparamos con atención podemos fácilmente advertir que la foto de esos jóvenes setentistas, movilizados, contra culturales, e idealistas, dista considerablemente de la imagen que hoy en día existe sobre la juventud del siglo XXI.
Para poder comprender el fenómeno en profundidad debemos dejar de considerar a la juventud como una mera categorización por edad, o una población homogénea y uniforme. Los análisis deben partir de la diferenciación social, histórica y cultural, básicamente porque la amplitud del concepto depende de una moratoria, de un espacio abierto de posibilidades y futuros condicionados directamente por los contextos políticos, económicos y socioculturales. En la coyuntura distópica que transitamos la juventud está atravesada, mucho más que otras generaciones, por una crisis global multidimensional: pandemia, pérdida de oportunidades laborales y de desarrollo, cambio climático, y falta de representación política. Crisis que se acrecienta o mitiga según la región, la geografía, la clases social, la cultura o las condiciones socio económicas de vida de cada país. En ese sentido cabe preguntarse cómo viven dicha realidad lxs jxvenes argentinxs: cuáles son sus preocupaciones, expectativas y demandas; qué temas lxs interpelan; por qué prima en el sentido común una imagen individualista y en decadencia de este sector; cuáles son sus propuestas de cara al futuro.
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Juventud y pandemia: aislamiento y desocupación
La juventud conjuga una condición material vinculada a la edad, y una mayormente constituida por la cultura que se reconoce en los modos de estar en el mundo, de encontrarse en su temporalidad, de experimentar momentos y vivencias, etc. Y aquí es cuando ingresa el concepto de “Generación” que hace referencia a la época en la que unx se socializa como joven. Esto remite a lenguajes, códigos, destrezas, formas de entender el mundo, clasificar, comunicarse, preocupaciones y miradas, compartidas etc. Cada época tiene un sello significativo y una subjetividad que la distingue de otras generaciones. Hay que considerar entonces que las subjetividades juveniles son un producto también de su época y del hecho generacional: la circunstancia social, histórica y cultural que emana de ser socializadx con ciertos códigos diferentes.
Lxs jóvenes de hoy viven un triple padecimiento alarmante: las consecuencias de la pandemia en sus experiencias vitales, la crisis económica y la falta trabajo; y la crisis climática que ya augura efectos irremediables en el corto/mediano plazo. En un informe presentado recientemente la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha identificado que en el mundo la desocupación juvenil está en niveles históricos. En Argentina durante el primer trimestre de 2021 alcanzó el 26%, más del doble que la población total, superando a la media regional que es de 23,8%. La problemática se agrava si se hace foco en las mujeres jóvenes desocupadas ya que la cifra asciende a 32%. No solo eso, sino que desde el organismo internacional advierten que la crisis no se limita al plano económico, ya que los efectos a corto plazo podrían derivar incluso en conflictos políticos, sociales y culturales ante el sentimiento de desesperación y la falta de proyección en el futuro. En el documento se convoca a los Estados a evitar la creación de una "Generación perdida".
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Diega Belaunzaran Colombo (27) es militante de la agrupación Les Jóvenes y director de la película "¿Qué queremos hacer?”. “La película no es más que un grupo de jóvenes yendo a buscar a otros jóvenes por el resto del país para escucharnos, para ver qué nos está pasando, y para intentar cortar un poco las distancias", explica sobre la obra que va a estrenarse el próximo 25 de septiembre a las 19 en Parque Centenario. "‘Con la pandemia se fue todo’, dice una de las chicas que sale en el documental, y creo que es muy representativo de lxs jóvenes. La pandemia fue un quiebre definitivo y creo que eso, en mayor o menor medida, todxs lxs jóvenes lo sabemos”, resalta.
Diega explica que el documental visibiliza a una parte sustancial de la juventud que no tiene la posibilidad de ser vista en la tele o en las redes sociales: “Surgió como una necesidad por un lado de saber qué nos estaba pasando como generación; y por otro lado de saber que si lográbamos salir de los discursos individuales, de las ‘historias de vida’, de los nombres propios, y lográbamos representar la diversidad de los territorios, las edades, las realidades, los orígenes sociales, nos íbamos a poder hacer escuchar”. El material apunta a derribar muchos tabúes sobre la juventud y cómo es representada, y a poner en la escena un grito ahogado que hasta ahora pareciera no ser escuchado: “El valor agregado es nuestra mirada, la posibilidad de escucha, ese valor tan ausente en la sociedad de hoy que se ha automatizado . Esa sensación que tenemos de no saber si el futuro lo vamos a vivir como nos lo enseñaron a vivir a los 15, 18, 20 o 25 años, o vamos a tener que aprender a vivir de otra forma, hace que, por supervivencia, por intuición, tengamos menos grietas”.
Política adultocéntrica y estigmatización de la juventud
En general la mirada sobre lxs jóvenes que circula en la opinión pública tiende a simplificar sus demandas y visiones, y a reducir la interpelación política a cuestiones de forma y no de contenido. Como si el solo hecho de comunicarse a través de canales acordes, como una red social de moda como Twtich y TikTok, o en spots con lenguajes coloquiales “juveniles”, fuera suficiente para interpelarlxs. En la política actual abundan las prácticas adultocéntricas que subestiman la existencia de propuestas concretas emergentes de la política no tradicional. Poco espacio queda entonces, sobre todo en procesos electorales, para escuchar sus demandas, crear espacios de visibilidad e intercambio y poner en primer plano la palabra de un sector social altamente complejo y diverso, que además representa un tercio del electorado.
María Mercedes Pombo (21 años) es militante de Jóvenes por el clima, estudiante de filosofía, y co-conductora de "Qué mundo nos dejaron" en Nacional Rock. Analiza que hay una tendencia a pensar a la juventud como un sector homogéneo que también va acompañada de una subestimación de la juventud como sujeto político: “En general se totalizan los discursos más reaccionarios o más superficiales que son también muchas veces los que refuerzan las redes sociales. Esto se vio muy reflejado en las campañas electorales que apuntaron mucho más a cuestiones de forma y estética que a problemas que interpelan a la juventud y a las agendas reales como el acceso al trabajo, a la viviendo, el cambio climático”.
Vincular las narrativas juveniles exclusivamente a códigos de redes sociales o capas de sentido superficiales es un arma de doble filo. “Desde Jóvenes por el Clima las redes nos ayudan muchísimo a ampliar nuestra llegada y a construir en tiempos de pandemia, pero siempre van a tener el problema de que funcionan bajo las lógicas del algoritmo y no de la realidad, y tienden a potenciar los discursos reaccionarios y la estigmatización de la juventud”, cuenta Mercedes. Si bien durante la pandemia se trasladó buena parte de la militancia y el activismo juvenil al plano digital, ella sostiene que es un ámbito que no puede abarcar nunca la realidad con todas sus complejidades.
Por su parte Diega remarca que las ideas que aparecieron en los últimos años sobre la relación entre jóvenes y política es otra de las tantas expresiones del adultocentrismo en la política: “A lxs jóvenes nos va a cambiar mucho más la vida cómo termine el acuerdo con el FMI, que si nos proponen un plan de desarrollo del empleo digital o de programación, por dar un ejemplo. No se trata de pensar a les jóvenes en la política como un espacio más de segmentación, como lo hace el duranbarnismo con la comunicación política. Nosotrxs estamos gritando, subterránea y aisladamente, que queremos decidir, formar parte de la decisión del rumbo del país. ¿Cómo no nos va a importar formar parte de la discusión con el FMI si la Argentina endeudada nos va a quedar a nosotrxs? Nos está quedando a nosotrxs”.
Sobre Milei y la “derechización” de lxs jóvenes
El fenómeno Javier Milei de los últimos meses se ha convertido en un escenario a prestar atención. Aunque todavía no se vislumbra dónde ni cómo puede terminar, pareciera ser un personaje atractivo para un sector alejado y desencantado de la política y los partidos tradicionales. Su sobreactuación de rebeldía y la exacerbación del enojo parecieran estar dirigidos a ganar los votos de una juventud “perdida” y despertar el llamado voto “bronca” por la falta de respuestas políticas.
El referente de Les Jóvenes identifica que a lo de Milei hay que ponerle un ojo, pero cuestiona dos puntos importantes: “Primero que es un fenómeno muy porteñocéntrico y no se puede pensar la política de Capital Federal como si fuera algo que pasa en todo el país. Los que tenemos que cambiar la forma de ver y pensar las cosas somos la clase ilustrada progre y universitaria porteña. Hay que asumir un poco nuestra responsabilidad en el armado nacional. Acá nació Macri, acá lo dejamos crecer a Larreta y acá ha nacido Milei”. Por otro lado señala que en base a lo que vivieron durante la producción del documental, no creen ver una derechización de las juventudes, sino todo lo contrario: “Las juventudes están pidiendo cambios profundos y están gestando, subterráneamente, un nuevo horizonte de lucha. El tema es que las pantallas y el algoritmo desvían tanto las miradas que no lo podemos ver. Por eso es importante el rol que juega el trabajo que hicimos para poner sobre la mesa una verdad ocultada, invisibilizada, por los distintos mecanismos que el poder y la hegemonía tiene para construir realidades falsas”.
Por su parte Pombo coincide en que los discursos como el de Milei y el corrimiento a la derecha de la agenda pública, reforzado por la crisis económica y de representación política, son un fenómeno mundial que no hay que subestimar. Desde esa perspectiva indica que “el desafío es poder organizar la bronca y canalizarla en algún proyecto de país que tengo como horizonte un futuro más justo”. Además hace referencia a discursos como los de dichos sectores que niegan el cambio climático a pesar de la evidencia científica y de los fenómenos extremos que han aumentado su frecuencia: “no es casualidad que sean discursos que están anclados en posturas de ultra derecha en distintos lugares del mundo. De hecho lo vimos con Trump en Estados Unidos, o Bolsonaro en Brasil. Tienen que ver con la defensa de ciertos sectores del poder concentrado y del 1% de la población más rica del mundo que emite más gases que el 50% de la población más pobre. Hacerle frente a esta crisis implica combatir también esas desigualdades”.
¿El futuro del planeta o de la humanidad?
Diega manifiesta que lxs jóvenes no están pidiendo un lugar para hablar del clima. Lo que se plantean como generación es poner en debate a lxs humanxs y volver a lo más filosófico que tenemos que es nuestra existencia: “En el tráiler de la peli aparece esta idea: ‘el planeta nos va a echar a nosotrxs, no tenemos la capacidad de destruirlo’. El problema del cambio climático es exclusivamente humano, y tenemos que derribar esa idea de que ‘somos la única especie con la capacidad de extinguirlo todo’. La raíz de esa mirada es antropocéntrica y es lo que nos trajo hasta acá, destruyendo todo lo que tenemos a nuestro alrededor” .
“Lo que hay que desplegar, para construir un futuro, para que el futuro sea vivible, es un gran movimiento contra la desigualdad extrema que construyó este capitalismo financiero y que la pandemia agudizó notablemente – subraya Belaunzaran Colombo- Eso es lo que nos ha llevado a destruir el planeta, a la formación de nuevas derechas, a la no escucha, a la deshumanización de la vida, a la automatización de todos los procesos. Eso es lo que hay que poner en el eje de la discusión, y ese es el horizonte que nos puede unir como generación, una generación que no tiene futuro. A nosotrxs nos toco ser como el pibe de “Un lugar en el mundo”. Nuestrxs viejxs quemaron el rancho, y ahora, ‘Ahora vamos a tener que luchar’”.