El hogar no es solo el lugar de nacimiento. El punto en el mundo en el cual uno se puede sentir mejor consigo mismo cambia. Las migraciones llevan a dejar un pasado atrás, ya sea con dolor y en busca de un futuro mejor o, simplemente, como una experiencia de vida. Desde Europa, Asia, África o, simplemente, desde otros lugares de América, Argentina recibe migrantes desde diferentes puntos del globo. Un grupo de ellos se animó a armar un proyecto para contar lo que significa ser inmigrante a través de intercambios de cartas.
Chasquis cartas es un proyecto de cartas. En medio de la situación de la pandemia, los migrantes encontraron una manera distinta. A la videollamada, teléfono, mensajes y WhatsApp, ellos hallaron una forma más grande de envolver sus sentimientos: a través de cartas. Alejandra Torrijos nació en Colombia. Es escritora, periodista y una de las que lleva adelante el proyecto junto con otras cinco personas.
¿Hay un dolor en ser migrante o es todo positivo?
Hay un dolor del desarraigo que nunca se va a ir. Cuando ya llevas tiempo fuera, ya te acoplaste. Pasas a tener emociones un poco divididas. Yo tengo acá mi vida y mi familia está allá. Mi mamá, mi papá, mi hermano, mis amigos y de una cultura que yo tengo inserta. Acá me falta bastante. Es el duelo, pero también hay algo más. Hay un momento en el que empezas a estar acá y cuando asumís que estás acá se empieza a generar otro duelo. Porque si vos te vas, ya dejas lo que tienés acá. Lo pierdés si vuelvés. Yo tengo a mis papás. Lo que no tengo es momentos con ellos, yo no los voy a perder, pero no tengo momentos con él o con lo colombiano. Yo allá soy una migrante también. Porque tengo otro acento, otras palabras. Y acá el dolor es enfrentarse semana a semana con que tú tampoco eres de acá porque siempre hay alguien que lo resalta. Te resalta porque no eres del “todo” de acá y es cuestión de aceptar esas pérdidas.
¿Y la felicidad? ¿Lo positivo?
Eso también está. Porque también es del lado positivo. En algún momento tengo la fantasía de volver y yo ya tendría una experiencia acumulada. Es el tener las dos caras. Yo tengo asumido los dos lugares y lo bueno es poder tener un crecimiento personal. Allá hubiera sido con las facilidades de la familia, pero lo que hice acá fue valiente. La independencia, encontrar como bancármela sola. Eso es bueno cuando mirás hacia atrás porque he conseguido cosas por mí. No digo que la única manera de crecer sea mudarse, no digo eso. Pero sí siento que la migración te ayuda a crecer de una forma distinta porque empiezas a entender y a abarcar las complejidades de las cosas en el mundo.
Chasquis cartas nació por la necesidad de unos migrantes de escribir y estar en contacto en el contexto pandémico. Son tres colombianos y tres ecuatorianos cuyas amistades iniciaron en Buenos Aires y se vieron distanciados por la migración y la cuarentena. Es un newsletter semanal. Son Mary, Arturo, Roxi, Sofi, Malú y Ale. Se sienten cerca a través de la escritura. La “Ciudad de la Furia” sirvió para unir amistades aun cuando el contexto de migración es complicado. Ya sea por actitudes normalizadas o, directamente, por las situaciones de discriminación.
¿Qué diferencia encontraste vos entre Colombia y Argentina?
Superficialmente Colombia es un país muy clasista y Argentina muy racista. En Colombia tienes más de qué barrio eres, a qué colegio fuiste, el nivel socioeconómico. Está el que tiene plata y el que no. Acá hay algo más racista. En América Latina es como que hay una escala de inmigración.
¿Cómo es esa escala de inmigración?
Argentina para muchos países es lo bueno para hacer y ser. Pero después es como que hay una escala. La relación con lo andino, lo boliviano, lo paraguayo, lo colombiano, lo peruano es como que no suma, como que eres inferior. Brasil, Chile y Uruguay es como que “ya son de acá”. Después los otros países son como una escala inferior, la mirada del porteño a veces es condescendiente. En todos lados siento discriminación. No muy fuerte y no es un “pobre yo, pobre de mi”. Pero si hay señalamiento. Yo tengo herramientas, algunos privilegios y me resulta más fácil. Por mi trabajo siempre conozco mucha gente nueva y siempre que sale el tono de mi voz te dicen “vos no sos de acá”. Sí, ya sé, soy de otro lugar. Te lo hacen notar y a veces duele. O como cuando vas a alquilar un departamento. Si sos un migrante francés o español es distinto, es como 'uh, qué honor, un europeo'. Ahora si tú vas con un acento venezolano o colombiano ya hay más dudas por los prejuicios.
Alejandra vive en Argentina hace siete años. Una vez, durante toda su estadía, viajó de vacaciones a Jujuy con su madre que vino de visita. No fue a un hostel, fue a un hotel boutique. “Se sorprendieron, uno de los comentarios fue 'que raro colombianos acá, siempre van a hostels”. Directo. La sorpresa de por que, en ese momento, tres colombianos pudieron ir a un hotel boutique. “Todo cambio cuando empezamos a hablar y le dijimos nuestras profesiones. Le dije yo soy periodista y ahí me empezaron a prestar más atención, pero fue como que tuvimos que dar un examen”, recuerda.
¿Te pasa que todavía hay condescendencia?
Sí, todo el tiempo. Es como que, por más que yo haya vivido acá hace siete años, me siguen queriendo explicar cómo es la vida acá. No me expliqués tu experiencia de vida porque no lo necesito. El porteñosplanning ese existe.
¿Cuáles son los prejuicios que te hacen ver?
Hay un par: que soy colombiana, por la droga. Como que nos drogamos todos. Incluso, entiendo que hoy la gente se educa por Netflix y ven a Pablo Escobar y toman una idea de eso. Pero no es así, porque ese hombre le hizo mucho mal a nuestro país. Muchos creen que la droga, directamente, está asociada a la sociedad y es todo lo contrario. No está naturalizada porque el colombiano es más conservador, más católico. Acá incluso está más naturalizado. Un porro en una fiesta no está naturalizado allá o el olor a marihuana, no es común como acá. Pero son diferentes prejuicios. A mí, por ser mujer, me dicen que las colombianas somos más “calientes” o que “cogen mucho”. Y entonces es como que siempre hay prejuicios que, encima, por ser mujer son más. Incluso, hasta los vínculos para los y las migrantes son más difíciles porque hay muchos argentinos que no tendrían una relación seria contigo.
El proyecto de Chasquis Cartas surgió a raíz de la necesidad de estar en contacto. Algunos se volvieron a su país, pero ahí radica otro duelo. Con costumbres nuevas, palabras nuevas, el retorno de “la migración” volvió a convertirlos en nuevos migrantes en sus propios países de origen. Aún así, de una forma, encontraron la manera de sentirse acompañados.