Una vez más, la figura casi mítica del éxodo de jóvenes que se van del país se instaló en los medios de comunicación y en la agenda pública. Aunque en el siglo XXI las migraciones son un derecho humano esencial, garantizado por ley, y un fenómeno complejo y multidimensional, en Argentina la imagen de la salida del país, del cruce del charco, carga todavía con significantes históricos que le aportan tensión y dramatismo: la épica llegada de la inmigración europea en la posguerra; el exilio durante las dictaduras escapando a la muerte; y la herida fresca del 2001. Si bien son múltiples las razones por las que una persona decide emigrar, el tema suele ser rápidamente catalogado como un problema social de corte “apocalíptico”.
"Me parte el alma el éxodo de los jóvenes argentinos que vemos todos los días. Se van frustrados por no poder desarrollar sus vidas acá mientras en otros países los esperan con empleo, estudio, vivienda, crédito y un futuro. Por eso no los cuestiono, entiendo sus razones", escribió el expresidente Mauricio Macri en un tuit que acompañó con una foto del ingreso al Aeropuerto de Ezeiza. Y luego cerró su mensaje con un llamado a acompañarlo en una probable candidatura de cara a las elecciones del próximo año: "Pero quiero decirles a todos ellos que ahora mismo están proyectando irse, que los necesitamos y que hay esperanza. El año que viene se producirá un cambio muy profundo".
La respuesta oficial y desmentida no tardó en llegar. Florencia Carignano, titular de la Dirección Nacional de Migraciones, rápidamente demostró con cifras de los últimos años la falsedad de aquellas palabras y su único objetivo que es el de provocar a las audiencias apelando a un discurso sensible al clima social. “Lo único que se intenta es instalar un clima de desazón, de angustia y como ya han hecho gobiernos neoliberales en otras ocasiones, generar la creencia de que la salida es Ezeiza", expresó la funcionaria.
Los datos oficiales de migraciones muestran que entre 2016 y 2019, durante la gestión Cambiemos, migraron 50 argentinos/día promedio, mientras que entre 2020 y 2021, gestión del presidente Alberto Fernández, migraron 18 personas/día promedio. Carignano además explicó que, dado que en Argentina no se pide declaración jurada ni que se declare motivo cuando una persona sale del país, para hacer el cálculo se tomó como parámetro a los argentinos de entre 18 y 40 años que salieron del país y no volvieron por 12 meses.
En una entrevista radial agregó: “Si hubo un éxodo fue durante su gestión, no en esta, que a pesar de haber tenido una guerra y la pandemia, la seguimos luchando para mejorarle la vida a cada argentino. Lo que tenemos que resolver es generar políticas para que no se vaya ningún joven. En eso estamos trabajando”. Y recordó que fue el gobierno de Macri que dejó un 53 por ciento de inflación y una deuda con el FMI que condiciona cada uno de los movimientos de la Argentina.
El golpe bajo como estrategia política de la derecha
“Los necesitamos, en 2023 se producirá un cambio”, les dijo Mauricio Macri a lxs jóvenes mirando a cámara algo conmovido. Fue una puesta en escena hecha a medida de la compleja situación económica que atraviesa el país que tiene como principales víctimas a los jóvenes, en gran parte responsabilidad del gobierno macrista y de los sectores concentrados de la economía, aliados a su programa neoliberal, que no necesitan ganar elecciones para hacer de las suyas.
En un escenario de grave profundización de la desigualdad, la derecha le propone a los votantes, sobre todo a los sectores medios y medios bajos que ven fuertemente limitado su poder de consumo y bienestar, un lugar de identificación y representación más ligado al temor que significa la caída, que a una posibilidad real de ascenso social. De esta manera buscan empatizar con el “laburante” desde el recelo y la indignación, mientras debaten la baja de impuestos, la eliminación de los planes sociales, la reforma laboral y la apertura indiscriminada de las importaciones. Lo paradójico es que históricamente fue ese modelo primarizante, producto de la división mundial del trabajo, el que impulsó y fomentó la migración de trabajadores de Latinoamérica hacia Europa y Estados Unidos.
Apelando al nado sincronizado, en los artículos y titulares de los medios de comunicación se trabaja, de forma sigilosa pero interrumpida, para generar una asociación directa entre emigración con crisis económica y social en nuestro país. “Majul y Novaresio analizaron las preocupantes estadísticas sobre el éxodo de argentinos a España: ‘Más que Venezuela’”, dicen en La Nación; “La cantidad de argentinos que emigraron a España en 2021 es casi el doble que la de 2020”,, anuncia TN; "La única salida es el aeropuerto: el éxodo de jóvenes profesionales de Argentina”, titula una nota de la BBC.
Del otro lado del Océano, en un movimiento casi cronometrado, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, expresaba en una disertación en el Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (Ceapi) que "no es casualidad que cada vez más argentinos y otros ciudadanos de la región vengan a Madrid a vivir". Y también opinó que si bien Argentina fue "uno de los países más ricos del mundo, fuente de oportunidades y prosperidad del siglo pasado", está "estancada desde hace décadas por políticas intervencionistas al servicio del poder político".
No importan las cifras oficiales, lo que se busca es persuadir, crear un clima de época, a través de la reiteración de imágenes y relatos individuales pero con un hilo conductor. De esta manera la referencia a un caso individual cercano pueda volverse la ratificación fáctica de una “tragedia” colectiva y anular cualquier posibilidad de análisis. Es que no hacen falta datos para que un suceso sea considerado “problema social”. Alcanza con ser sometido a acciones simbólicas y actos de comunicación que se dirigen a audiencias y públicos específicos. Estas acciones combinan recursos narrativos, retóricos y hasta dramatúrgicos, que pasan, en el momento preciso, al campo político y electoral.
El lado B de la cuestión: la criminalización de los inmigrantes
Pero Macri no fue el único referente político que habló sobre el tema en los últimos días. En la misma línea discursiva que Bolsonaro, Donald Trump, Patricia Bullrich, y muchos líderes de derecha en la actualidad, Miguel Pichetto, auditor general de la Nación participó de un acto de Encuentro Republicano Federal donde aprovechó para despotricar sin filtro sobre los inmigrantes, los pueblos originarios, los mapuches, y el conflicto vigente, y legítimo, por el reclamo de tierras ancestrales en la Patagonia.
En ese marco sostuvo la necesidad de utilizar a las Fuerzas Armadas en el Sur argentino, terminar con el corredor migratorio y animó a la población a expresarse abiertamente sobre el tema de la inmigración: "A vivir a la tercera sección electoral a acumular pobreza, planes y miseria, no. Si quieren ir a la Patagonia a trabajar en el petróleo, en la producción frutícola del Norte, bienvenidos a la Argentina", dijo. También advirtió que quienes posean antecedentes penales tendrán prohibido el acceso al país y "si cometen un delito, se van con su familia. Si rompen el pacto de convivencia, se van de la Argentina”.
No es la primera vez que Pichetto hace este tipo de declaraciones. Ya en enero de 2022 había dicho: "El Conurbano no puede seguir creciendo con pobres latinoamericanos que no paran de entrar. Hay que cambiar la ley migratoria y el pensamiento cultural de los argentinos”, y sumo que por eso "hay que reforzar las fronteras, porque Argentina recibe muchos delincuentes y hay que echarlos a patadas”.
Gabriela Costanzo es docente universitaria, investigadora FSOC-UBA, y doctoranda en Ciencias Sociales (UBA). Trabaja en el eje Migración y Asilo y formó parte del equipo de Riosp-Conicet que trabajó en la Encuesta. Explica que las representaciones sobre la migración tienen que ver con miradas políticas y coyunturales: “Si pensamos en términos históricos las oleadas migratorias fueron representadas de diferentes formas. Por ejemplo en la actualidad se plantea la inmigración europea de principios del siglo como si hubiera sido la esperada, como parte fundamental de lo que ahora es la cultura de nuestro país. Pero en ese entonces la clase dirigente que fundó el Estado Nación no esperaba inmigrantes mediterráneos, españoles o italianos. Ellos esperaban migrantes nórdicos, ingleses, franceses. Ahí ya funcionó una predilección hacia el tipo de migración aceptada, tal como sucede ahora”.
En ese sentido Costanzo identifica que el tratamiento mediático que hacen medios corporativos como el Grupo Clarín o el diario La Nación reproducen sentidos estigmatizantes donde opera una clasificación entre los migrantes deseables y los indeseables: “son los latinoamericanos quienes reciben la violencia simbólica y material. Y lo podemos ver en generalizaciones, la atribución de características criminales, metáforas o frases que dan cuenta de una infantilización o una animalización de sus prácticas, las burlas de sus tradiciones y finalmente dan como resultados procesos de discriminación”.
Además la investigadora señala que estos discursos que asocian la migración con la delincuencia y el delito suelen actualizarse y potenciarse en épocas de crisis económica. “En la década de 1990 se acusaba a los migrantes latinoamericanos de traer el cólera al país – recuerda – se trata de la búsqueda de un sujeto posible sobre el que recae toda la responsabilidad de la crisis. En ese momento se publicó una tapa de la revista que se llamaba “La primera” con una imagen de un hombre inmigrante en la 9 de julio, y tenía de fondo El obelisco. Después se supo que la foto estaba adulterada, con la dentadura de la persona incompleta, cuando en realidad estaba completa. La tapa hablaba de la ‘Invasión silenciosa’, y se responsabiliza a los inmigrantes de la crisis, del desempleo, de la utilización de los hospitales, las escuelas, etcétera”.
“Tenemos que preguntarnos que hay por detrás de estas afirmaciones discriminatorias con sentidos violentos y que no se sustentan en información estadística oficial. Y acá aparecen cuestiones fundamentales que tienen que ver con la concepción política que proponen. Si nos retrotraemos y pensamos en la presidencia de Mauricio Macri podemos encontrar varias declaraciones y discursos sobre migrantes latinoamericanos, y además la sanción del DNU 70, que ya se derogó, pero que generó procesos de expulsión sin un debido proceso judicial, con notificación irregulares, y una forma de concebir a los migrantes de manera punitivita que contradecía derechos consagrados en la ley de migraciones, que es un baluarte en Derechos Humanos. Este DNU generó un montón de tipos de violencia, separaciones de familias, asociar a un problema administrativo con un delito”, indica la investigadora.
Lo que arrojó la primera Encuesta Nacional de Migrantes
Por detrás del razonamiento sesgado y sumamente discriminatoria del dirigente, se esconde un hecho real: a diferencia de la imagen del éxodo que se quiere reproducir, Argentina es uno de los principales países receptores de la región y atractivo para miles de personas que buscan proyectar su vida. Según la Primera Encuesta Nacional Migrante de Argentina (ENMA), realizada en 2020, por la Red de Derechos Humanos del CONICET -Eje Migración y Asilo- la población inmigrante representa un 4,9% del total en la Argentina y proviene principalmente de países como Paraguay, Bolivia, Chile, Perú, Italia, Venezuela, Uruguay y España.
Sin embargo lo que sí dista del relato de Pichetto es la información arrojada en el estudio sobre migraciones acerca de la trayectoria y las condiciones de vida de los migrantes. Los resultados de la encuesta demostraron que el 76% de las personas migrantes tiene una residencia permanente y un 8% cuenta con un permiso de residencia temporaria. Sobre el nivel educativo casi la mitad de las personas migrantes terminaron una educación terciaria o accedieron a estudios universitarios, y el 20% completó una carrera de grado. A esto se suma que “quienes han arribado más recientemente cuentan con perfiles educativos significativamente más altos que quienes llevan 10 años o más viviendo en la Argentina”.
No obstante en el mercado laboral local un 35% de lxs migrantes encuestados dijo no haber accedido a trabajos vinculados con su conocimiento o experiencia previa y solo un 37% afirmó trabajar en relación de dependencia o con salario fijo, aunque se identifica mayormente el autoempleo. “Para la población migrante, la situación de vulnerabilidad laboral se encuentra vinculada a la inestabilidad del empleo, al subempleo o al desempleo. Dentro de estas categorías, pueden incluirse a quienes declararon realizar changas o tener trabajos esporádicos (16%), quienes cuentan con trabajos de temporada o estacionales (4%), así como quienes realizan actividades no remuneradas (6%) y quienes se encuentran bajo el desempleo buscando trabajo (11%)”, agrega el análisis.
La situación es similar a la que viven muchxs argentinxs que deciden emigrar a otras latitudes, y la principal razón por detrás tiene que ver con un elemento en común que es la discriminación. Según la encuesta el 65% de lxs migrantes afirmó haber vivido situaciones de discriminación: el 37% la sufrió en la calle; el 29% a través de medios de comunicación, Internet y redes sociales; el 29% en el trabajo y el 26% haciendo trámites en una oficina estatal.
Gabriela Costanzo explica que entender la realidad de la migración y basarse en cifras reales permite desarrollar políticas públicas certeras no solo en lo que respecta exclusivamente al área, sino a lo educacional y lo cultural: “De qué forma se contribuye a generar una sociedad que conoce al otrx, que no lo propone como un enemigo sino como un igual, que contribuye a fomentar una sociedad inclusiva, diversa, hospitalaria, en las que todos y todas tenemos derechos. Desde esa visión entran en conflicto estas declaraciones que apuntan a una sociedad rota, deshumana, e implican una serie de estereotipos peyorativos que afectan la calidad de vida y el acceso al derecho de una parte de los migrantes, pero también de cualquier población vulnerable”.