Tiene 24 años, es argentino y fue reconocido como el mejor fotógrafo de la naturaleza del mundo: hoy sustituye a Messi como Embajador de Buena Voluntad

Nicolás ha forjado una carrera espectacular gracias a su talento, esfuerzo y algo de suerte. Desde sus inicios, su vida ha sido una aventura digna de una película, llevándolo a los rincones más remotos del mundo para capturar la belleza de la naturaleza submarina. Una historia signada por la aventura y el poder de retratar lo desconocido.

23 de abril, 2024 | 00.05

La vida de Edward Bloom, protagonista de la película El Gran Pez, es una de las historias más fantásticas y emocionantes que se puedan recordar del cine contemporáneo. Todos los encuentros mágicos que vivió, las situaciones increíbles y las personas que conoció, hablan de una aventura imborrable. Quizás, la magia de la película radica en el universo que abre a quien la mira sobre lo que puede ser una vida vivida así, sin miedos. La vida de Nico Marín, de 24 años, es algo similar, sobre todo porque decidió convertirse en un pez, un gran pez, que retrata lo que pasa bajo el agua. 

Nicolas es considerado el Mejor Fotógrafo de la Naturaleza del Mundo 2023 y actual Embajador de la Buena Voluntad de la ONU. Esto hizo que desde sus 18 años su vida sea, como él la define, una película difícil de creer, que lo llevó por los lugares más recónditos del mundo a fotografiar la naturaleza bajo el agua. Por todo lo conseguido, National Geographic le ofreció crear un proyecto en conjunto y así nació 'Migrantes del Pacífico', un documental que explora la ruta migratoria de tiburones y ballenas.

Su historia está repleta de aventuras de otros tiempos, en que los hombres recorrían el planeta en búsqueda de misterios y fortuna. Entre sus hazañas, la más reciente es el viaje a Grecia al que fue invitado como representante del país para Our Ocean, una conferencia que describe como "de las más importantes del mundo a nivel conservación de los oceános". 

Pero este presente no es de ayer, tiene un tiempo más. Nicolas nació en San Miguel, provincia de Buenos Aires. El detalle de su ubicación es importante porque la costa más cercana está a casi 500 kilómetros. En su familia no había una conexión con su trabajo de fotógrafo submarino, su madre es diseñadora de interiores y su papá tiene una distribuidora de bebidas.

“Siempre veía fútbol por el lado de mi papá, pero el otro canal era el National Geografic, que mostraba los animales más asombrosos del océano. Eso lo miraba con un total desconocimiento, porque era ver como esa gente estaba allí, buceando con tiburones, con ballenas, y me preguntaba cómo llegaron”, recuerda.

Como se sabe, no siempre el primer amor es el correcto. Nicolás empezó por un sueño más cercano y en la escuela de tenis del barrio forjó una añoranza deportiva que duró hasta hace tan solo 5 años, quería ser tenista profesional. Si bien llegó a jugar torneos internacionales, nacionales, tenía que tomar una decisión. “Sabía que en el mundo del tenis hay millones que juegan bien, pero los que viven del tenis son pocos. Me frustré mucho cuando dejé el tenis, pero hoy puedo decir que me sirvió todo lo aprendido”, asegura.

Las decisiones correctas

El primer paso que lo acercó a su presente es cuando fue a la escuela de creativos en Argentina. Así llegó su primer trabajo como redactor aplicado al marketing y, si bien no le gustó, lo acercó a la imagen, por eso se anotó en un curso de fotografía. Él no sabía que, sin cámara y solo con celular, se iba a convertir en el mejor fotógrafo de la naturaleza.

Su primera aproximación a las fotos bajo el mar empezó en Facebook. Allí halló la búsqueda de un fotógrafo submarino que, al mismo tiempo, administra las redes sociales del proyecto de restauración de corales y de la escuela de buceo en Cabo San Miguel, México. De 1.500 personas seleccionaron a tres para una entrevista, y de las tres seleccionaron una: “Quedé, y ahí empezó todo el mundo del buceo porque me dijeron 'hacé lo que hacés en la tierra, pero debajo del agua', y para mí era todo un desafío porque no sabía bucear”.

En México fue su primera experiencia. Recibió cursos de buceo y a cambio le hacía la fotografía de la escuela, las redes sociales y empezó a trabajar con equipos de biólogos, a codearse más con la naturaleza que tanto le gustaba, pero que no la comprendía. “En México me di cuenta de que las fotografías eran lindas, pero no tenían mucho mensaje atrás, así que metí el activismo”, remarca.

Ese nicho era atractivo y lo empezó a publicar en sus redes, se generó una pequeña comunidad. Al principio trabajaba con una cámara de acción, una GoPro, pero lo difícil fue hacerlo bajo el agua. “Mostraba un pedacito de océano todos los días, tenía 1.500 seguidores, que es poco, pero conseguí así mi primer sponsor, que era una marca española”, recuerda.

Si bien tenía pensado comprarse un equipo de buceo, la empresa se lo dio y con el dinero que había ahorrado, 400 dólares, se compró su primera cámara submarina. Ese fue el clic, fue cuando sintió que el título de “fotógrafo submarino” le quedaba bien. El viaje de México terminó a finales del 2019, un tiempo antes de que comience la pandemia.

Nicolás tenía una propuesta de trabajo para ir a Malasia que se pospuso 15 días, luego 30 y después directamente se canceló. “Me sentí muy mal”, asegura sobre ese momento en que estaba en su casa, lejos del mar y con su proyecto cancelado, por eso se fue a la casa que su familia tiene en Mar del Plata.

“Ahí compartí la noticia de que habían ido a documentar la 'ciudad flotante', que le llaman a la milla 200 y 201, en el Mar Argentino. Se trata de la pesca ilegal y esa expedición la había hecho Enrique Piñeiro y nos pusimos en contacto. Le dije 'para la próxima teneme en cuenta'”. No pasaron ni dos meses y lo llamaron con una gran noticia: “Nico, tenemos un posible vuelo internacional en el equipo Enrique. Mañana tenés que documentar la pesca ilegal en Senegal'”. No lo dudó: salió sin pensar para hacer el viaje. 

A las pocas horas estaba en Senegal para “mostrar cómo podría ser Argentina en los próximos años si es que se otorgan permisos de pesca. Hoy en día en Senegal no hay peces, y la gente migra porque no hay comida y ni trabajo”. El segundo paso era documentar la isla de plástico más grande del mundo entre Hawái y California.

El viaje no es sencillo, hay una temporada de huracanes en el Pacífico y todos terminan en Aruba. Elige ese destino para, durante aquel tiempo, contactar escuelas de buceo y así volver al agua. Como obra del destino, la fortuna otra vez le sonrió a su talento, ya que desde “Visit Aruba” vieron sus historias en Instagram y lo reconocieron como figura destacada, además de hacerle una propuesta económica para crearles contenido. Por dicha distinción, se quedó seis meses más.

Sigue la corriente, el gran pez

“Lo mejor de todo fue que mientras estaba en Aruba, Disney vio mi trabajo. La directora de Disney se conecta con la directora National Geographic y empiezan a hablar de mí y me quiere conocer por mi perfil de explorador, yo acepto la invitación y me reúno de forma virtual. Me dice 'Nico, queremos escuchar un proyecto de tu parte', y creamos 'Migrantes del Pacífico', mi primer proyecto con National Geographic para documentar la ruta migratoria de tiburones martillo en Isla Galápagos y la migración de la ballena gris en Baja California”, explica sobre cómo llegó a trabajar en el lugar que siempre soñó. 

El proyecto comenzó en el 2022, y él se quedó en Baja California a vivir porque es un punto estratégico. Breve tiempo después, fue convocado como uno de los 100 líderes jóvenes del mundo y se va a Panamá, a la conferencia Our Ocean. El presidente de Panamá lo invitó al palacio presidencial, lo felicitó por su trabajo y entre tanto agasajo conoció a la directora de las Naciones Unidas, que lo convocó luego para ir a documentar los efectos del cambio climático en las regiones del Polo Norte.

Ese fue su próximo pasó, el Polo Norte, ni más ni menos, con un barco de las Naciones Unidas. Navegaron desde Londres hasta Noruega con varias escalas en el medio, para luego finalizar en Islandia.

Una vez en California volvió a confiar en sus posibilidades y mandó una aplicación para participar de un proyecto que revive los pasos del científico Charles Darwin, el cual dará la vuelta al mundo. Le contestaron que sí y lo invitaron por una semana. Visitó Fernando de Noronha, una isla al norte de Brasil, en donde documentaba tiburones. Cuando los directores del proyecto lo conocieron, lo invitan a vivir dos años en el barco, pero sólo aceptó quedarse tres meses.

Recorrió desde Fernando de Noronha hasta Río de Janeiro, pasó por Salvador de Bahía y trabajó en un proyecto de tortugas y, en Río de Janeiro, con la restauración de corales. Cuando le picó el bicho de la nostalgia, no había vuelto en dos años a Argentina, aprovechó la cercanía para ir a sorprender a su familia. Eran finales del 2023, pensaba pasar las fiestas en casa, pero nuevamente llegó otro correo y todo cambió.

En aquel año, Nicolas fue reconocido como Mejor Fotógrafo de Naturaleza 2023 del Mundo. “No lo podía creer, se empezaba a dar todo de una manera muy acelerada y cosas que realmente yo creía que nunca iban a llegar llegaron”, admite sobre lo sucedido y, como si esa inercia no se podría detener, fue invitado a documentar la población de pingüinos en las Islas Malvinas para Navidad y Año Nuevo.

“Como argentino tiene un peso doble por la historia y a mí también me motivó ir a documentar la otra cara, porque más allá de la catástrofe, había un montón de vida en la naturaleza que no fue documentada jamás. Son unas islas que están realmente muy alejadas del continente y están realmente muy poco exploradas. Hay una enorme cantidad de pingüinos, de orcas, de ballenas, pero también en el mismo lugar donde me tocaba documentar pingüinos me tocaba ver a los pocos metros los cartuchos de las balas del 82”, recuerda su experiencia.

El presente

Nicolas continúa con el proyecto de seguir los pasos de Darwin, del cual sube y baja. La próxima escala será desde Galápagos hasta Australia, y bajará por la Isla de Pascua, Polinesia Francesa en un proyecto de ballena jorobadas, y luego en Tonga, con proyecto de tiburones. 

“Mi trabajo hoy en día es compartir un pedacito de océano todos los días, de diferentes partes del mundo y diferentes miradas”, afirma, ya que es periodista y escribe notas acerca del medio ambiente y las problemáticas ambientales. Además, aunque parezca difícil de creer, se lanzó como cantante: “Saqué en Spotify y tuvo una repercusión increíble. Fue producido con parte del equipo de Los Fabulosos Cadillacs que son amigos míos. Me resguardo mucho en el mensaje, en el activismo, más que en mis cualidades de cantante”.

Nicolas vive una vida fantástica, en la cual todo sueño puede cumplirse y dar paso al siguiente. Los personajes que conoció, los paisajes que vio y las miles de horas que pasó de viaje, lo hacen una persona amable, tranquila, brindada a los demás, pero con la plena conciencia de que él es el protagonista de su historia. Así, como Edward Bloom vivió su mágica vida en El Gran Pez, Nicolas se sumerge en su propio mundo, un mundo enorme, solitario, mágico y submarino.

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