Seis personas, tres mujeres y tres hombres. Todos entre los 37 y 40 años, con un perfil profesional de trabajo en los rubros de comercio exterior, tecnología, agronomía, contaduría y periodismo se unen en una cena de la cual no tienen que gestionar absolutamente nada. Los reúne la curiosidad: comer con completos desconocidos, entre los que me incluyo. Llegamos a hacerlo por medio de la aplicación Timeleft, publicitada insistentemente en las redes sociales como X e Instagram, que brinda la dirección de la cita ese mismo mediodía luego de inscribirse por 8 dólares. La empresa no sólo contacta personas por compatibilidad, que hasta el momento de verse las caras son anónimas, sino que reserva la mesa en el restaurante.
El encuentro comienza puntualmente a las 21. Entro en un restaurante que no había pisado jamás y que desde afuera se muestra bastante suntuario. Mi lugar está reservado y me guían a una mesa en la que hay cinco personas ya sentadas. Nadie más llegará esa noche, soy el último. Me preguntan cómo me llamo, de dónde soy, y luego yo se lo pregunto al resto y todos se preguntan entre todos, porque los seis buscan conocerse.
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Para que el encuentro suceda, Timeleft, que llegó al país en abril, pidió que carguemos datos al perfil. Son alrededor de 35 preguntas, en las que se debe indicar gustos y autopercepción en temas como cine, moda, noches ideales, música, personalidad, familia, espiritualidad, salidas, tiempo libre, nivel académico, humor, política, signo zodiacal, religión, orientación sexual, trabajo y país de procedencia. La app, luego, hace lo suyo.
Jorge es uno de los presentes en la cena de esta noche, es conversador y parece a simple vista inteligente e interesante, pero sobre todo con modismos muy correctos. Afirma que tuvo “otras aplicaciones de citas, por eso parece importante el filtro de que se pague por inscribirse para ir a cenar, por el presupuesto se sabe que la gente va a invertir, eso funciona como un filtro a lo que es una aplicación más tipo Tinder. Acá la misma aplicación hace un filtro y no tiene tanto de búsqueda sexual, tiene un nivel más arriba”, dice.
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La app seleccionó con su algoritmo a 6 personas compatibles para que pasemos esta cena un miércoles por la noche. La propuesta es atractiva, al punto de que Jorge admitió que le “empezó a aparecer publicidad de la aplicación en el celular” y, por ello, terminó por aplicar.
Ani también está sentada en mi mesa. Participa desde hace unos meses y estuvo al menos en cuatro cenas. Es amable y se detecta su personalidad extrovertida desde el minuto cero. En su apertura relató que vive en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, como todos los de la mesa, que es profesional, como todos los de la mesa, y que vivió una temporada en Estados Unidos. “Me pasó la app una amiga y dije 'a ver qué onda', pero al principio se sintió un poco raro, pero la verdad es que fui a probar y me encantó, me divertí”, asegura.
Existe una gran ansiedad inevitable previa a la cena, y es entendible que esto les haya pasado a todos, y quizás incluso sea parte del encanto. La confirmación para participar se hace los domingos por la noche y desde ese día hasta el miércoles la imaginación sobre qué podía ocurrir o con qué desconocido se cenará vuela. Nacen preguntas cómo: ¿qué motivó a los demás a participar? ¿qué situación personal los llevó a conocer gente a través de una app? Las conexiones, afirma Ani, pueden ser para varias instancias como “intercambiar LinkedIn”, o armar un grupito para bailar, además el romántico y la sociabilización casual.
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Estas salidas post cena se organizan en grupos de WhatsApp, porque eso también existe y está al margen de Timeleft. Ani fue agregada a uno que tiene más de 70 personas y considera que “fue como tener de repente mucha vida social y volver a la época de la secundaria o la universidad, donde uno salía con cualquiera para cualquier lado como grupo”.
Algunas de las medidas de seguridad que recomienda Timeleft son: avisar a un amigo o familiar sobre la cena y darles la ubicación del restaurante; mantener siempre la bebida y los objetos personales a la vista; ser consciente de la cantidad de alcohol que se consume para mantener la lucidez y el control y, en caso sentir alguna molestia, avisar al personal del restaurante o directamente retirarse.
“Para los que estamos acostumbrados a salir por apps, sabemos que tiene su pro y sus contras”, señala Ani y detalla que “por un lado es más relajado, podés cagarte de risa y si no pasa nada ya está, todo bien”. Asimismo, coincide en que la aplicación “da más confianza de quién puede caer”, en referencia a que es paga, y agrega que “además tiene el plus de que soluciona en el plan, porque eligen el restaurante, tenés la reserva hecha y conocés restaurantes nuevos”.
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El restaurante fue Águila Pabellón, mencionado en la Guía Michelín del país, pero pudo haber sido otro, ya que esa no era la única cena organizada por la aplicación. De hecho, junto a nuestra mesa había otra cena organizada por la app, y de seguro muchas más en varios restaurantes por la ciudad con cientos de desconocidos que entablaron conversaciones, que se disponían a agradar y dejar agradarse.
Una de las sorpresas que da la plataforma, y que al menos no todos estaban enterados, es que esa noche la app desbloquea una nueva información, y es la dirección de un bar en la ciudad al que irán todos los que salieron ese miércoles. Es decir, si bien la experiencia es la cena, también hay una segunda instancia de encuentro en un bar, lo que da una posibilidad de seguir con el grupo, pareja o buscar conocer a nueva gente. Ani reconoce que el bar posterior fue lo que más le gustó, ya que “fue conocer un montón de gente en una sola noche para lo que sea”.
Algunos avisan que irán, otros son más precavidos, la noche recién empieza y nadie quiere adelantarse, por el momento hay que disfrutar la cena. Todos se muestran en principio muy amables y comienzan a hablar sobre sus vidas, pero al ser seis personas es necesario hacerlo por turnos. Compartimos una entrada de empanadas y provoleta, luego cada uno pedirá su plato entre pastas y carnes. Algunos comparten un vino y otros cerveza.
La interacción propuesta, uno de los ejes de la cena
Los creadores de la aplicación saben que no siempre es fácil pasar estos momentos de desconfianza donde todos cuidan sus cartas, y una de las chicas propone que hagamos un juego de preguntas y respuestas que la app brinda para estos momentos. Se acuerda que debe responderse rápido y sin pensar mucho. La primera fue: ¿cuál fue la última serie que miraste? Luego procedió con ¿qué hacés si mañana tenés libre?
Las preguntas no tienen profundidad, son livianas y de temas que siempre salen a la hora de conocer a alguien. Sería mucho más incómodo hablar de política, de religión, de sexualidad. Todos contestan y opinan, en general con aceptación sobre lo que se dice. Leer, salir, cine, dormir, al menos en esta mesa no hay sorpresas en la respuesta.
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Para muchos esta energía de los primeros encuentros con desconocidos debe generar una sensación de adicción, o algo parecido. La adrenalina de interactuar es el motor, no sería fácil generar esta situación en un bufete de facultad o un club, acá el interés es conocer. De hecho, una de las chicas se levantó sobre el final y se pasó a la mesa de al lado, como la perfecta figuración de que todos están en la misma, conocer.
Para Jorge la cena que tuvimos le pareció “agradable, ya que terminamos haciendo conexión entre todos”, y opina que “el algoritmo funciona para juntarte con gente de tu edad, en la mesa todos teníamos estudios terciarios o universitarios, eso también pareció útil e interesante más allá de que no haya una discusión académica”.
El tiempo de la cena pasó bastante rápido, en general todos congeniamos y se logró un clima agradable, ni muy muy ni tan tan. Son alrededor de las 23:30 y con la dirección del bar en mano cuatro se dirigen a seguir la noche. La mayoría tiene intriga sobre qué ofrecerá ese ambiente más descontracturado y nocturno.
En el bar se verá si hay algún match con alguna persona de la cena, que no se intuyó al menos hasta el momento de salir del restaurante, o con alguien que también pagó esos $8 dólares y estuvo con otro grupo. En caso de que no, todos los miércoles hay revancha. Lo que no cabe duda es que el atractivo radica en la masividad, la posibilidad de conocer a varios en lugar de a uno. Se puede tener más suerte entre seis, se puede tener mucha más en dos instancias y para muchos la segunda es la más atractiva con música y alcohol, pero lo que ocurre ahí, al menos para mí, quedará para otra noche.