Lucrecia Carabajal se enamoró de los caballos y los hipódromos de la mano de su papá Carlos, prestigioso entrenador y veterinario. Desde muy chica se apasionó, a punto tal que a los 12 o 13 años ayudaba en las operaciones que realizaba su padre junto a un hermano, también veterinario. “Cuando veía que el caballo se empezaba a mover tenía que hombrear la bolsa para que le llegue la anestesia”, explica la jocketa récord del turf argentino. La que en febrero de 2016, cuando estaba a pocas carreras de convertirse en la mujer más ganadora de la historia, sufrió el accidente más importante de su vida. “Fue una rodada tremenda, Venía adelante, mi caballo se fracturó y otros tres caballos que venían atrás también cayeron. Perdí el conocimiento y estuve una semana en terapia intensiva. Me fracturé siete costillas, me luxé la cadera, tuvieron que hacerme un drenaje en un pulmón. A los dos meses ya estaba montando y a los tres meses, un 1 de mayo, volví a ganar una carrera”.
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La pasión por los caballos fue el motor que la impulsó a convertirse en jockey para lo cual el primer escollo de importancia a sortear fue la resistencia inicial de su padre. Carlos bajó la guardia recién cuando su hija se anotó en la escuela de aprendices del Jockey Club. El cambio de la negativa cerrada al apoyo tuvo una primera manifestación cuando le facilitó los caballos mansos. Otra decisión importante de Lucrecia fue ordenar su vida desde su deseo de convertirse en jocketa. “Al principio sólo podía montar los fines de semana porque iba a la secundaria en la semana. Conclusión: le pedí a mi papá pasarme del colegio privado al que iba a una nocturna del estado para montar todos los días”, relata.
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Carabajal estuvo dispuesta a realizar los sacrificios necesarios por la profesión que eligió. “Un domingo mis amigas se iban a dormir a las 6 de la mañana por ir a bailar. Yo a esa hora me levantaba para ir a montar”. Empezó el CBC para Veterinaria. “Promocioné Pensamiento Científico pero ni fui a que me firmen la libreta porque comenzaba a competir y entendí que había que hacer las cosas hasta el final, dedicarme 100 por ciento a ser jocketa”, grafica.
En febrero de 1998 empezó a competir con una yegua de su papá y ganó su primera carrera un 21 de marzo, el día de su cumpleaños. Otro 21 de marzo, pero de 2017 nació su hija Nina. Pero tan rápido como su primer triunfo llegósu primer llamado de atención de los riesgos de la profesión. En mayo se preparaba para entrenar a una yegua que se asustó, se fue para atrás y se sentó arriba suyo: fractura de quinta vértebra lumbar y seis meses sin competir.
“Mamá nunca quiso venir a las carreras por miedo a que me pasara algo. Se quedaba en casa con un rosario. Cuando fue la rodada del 2016 se enteró por Crónica que en ese momento televisaba las carreras”, admite. “A las mujeres todo nos cuesta el doble en este ambiente y si bien siempre me respetaron tuve que aprender a hacerme valer. En la actualidad seguimos siendo muy pocas. No llegamos a diez las que corremos”, asegura.
El turf es un deporte en el que hombres y mujeres compiten en la misma categoría. Y Carabajal en el pico de su rendimiento estuvo en el grupo selecto de los mejores 15 jockeys de Argentina. “Le gané carreras a leyendas como Falero, Valdivieso, Jorge Ricardo y Jacinto Herrera”, repasa.
En el tiempo de su recuperación, en 2016, Lucrecia reafirmó su decisión de ir por el récord de mujer más ganadora de la historia para luego retirarse y ser madre. Estaba en pareja con Nico, un entrenador, quien no se despegó de ella mientras estaba internada.
En la misma semana que ganó su carrera 612 y 613 con las que desbancó a Marina Lezcano, quien tenía el récord desde hacía 27 años, se hizo un test de embarazo que dio positivo. En ese momento decidió dar por terminada su carrera de jocketa.
Cuando en el 2016 se retiró, regaló sus botas, monturas, cinchas y casi todas las cosas que utilizaba, sólo se quedó con el casco y el chaleco. En el hogar que preparaba para recibir a su hija Nina, hoy de 6 años, sólo colgaban dos cuadros suyos en competencia.
La entrenadora que vuelve a ser jocketa
Con Thabor, el mismo caballo con el que ganó la carrera ese 2016 tras recuperarse de la rodada, comenzó su carrera como entrenadora. A los 20 días de nacida, Nina ya tuvo su primera foto junto a su madre en un hipódromo tras un triunfo de Thabor.
Hace dos años, Lucrecia recibió una invitación para volver a correr en el marco del aniversario del nacimiento de Eva Perón: en una carrera para mujeres organizada en La Plata por el gobierno de la provincia de Buenos Aires. “Al principio me negué. Había decidido dejar de correr y no me quería tentar con volver a hacerlo”, reconoce.
"Terminé tercera con chicas que competían a diario. Fui con Nina y fue una emoción enorme”, destaca. Al tiempo, el propietario de un caballo que Lucrecia cuidaba le pidió que empiece a correrlo y así nuevamente se encontró con que la jockey empezaba un camino de retorno.
“Nina estaba ansiosa por sacarse una foto con la mamá ganadora de una carrera. Me recriminaba que venía a verme y no podía concretarse. Me sirvió para empezar a educarla en que si bien uno se prepara para hacer las cosas lo mejor posible, son más las veces que se pierde de lo que se gana y que hay que saber manejar la situación”, cuenta.
La ansiada foto llegó. Desde que retomó su carrera Carabajal sumó 12 triunfos que se agregan a la marca que la convirtió en la mujer más exitosa de la historia del turf. “Mi objetivo para lo que queda del año es ganar un clásico”, afirma ya nuevamente en carrera.
Lucrecia aclara que su prioridad sigue siendo la crianza de su hija Nina, por la que había abandonado en su momento la carrera de jockey que hoy retoma. “Tanto los propietarios de caballos como los cuidadores saben que ya no me puedo dedicar tan a full como en mi primera etapa. Pero la pasión es más fuerte, mi amor por los caballos hace que me proponga nuevas metas en este deporte, jerarquizar carreras. Por eso, por lo pronto, este año mi objetivo es volver a ganar un clásico. Y festejar con Nina”.