En la primera visita de un presidente estadounidense a la Argentina, Franklin Delano Roosevelt, estaba a punto de comenzar su discurso en el Congreso de la Nación cuando se escuchó con claridad el grito de “abajo el imperialismo”. El primer mandatario estadounidense intentó llamar al orden mediante gestos con su mano derecha mientras a su lado, su par argentino Agustín Pedro Justo, advertía molesto que la exclamación de protesta ante el representante extranjero provenía de su círculo más íntimo: de su propio hijo mayor Liborio.
En su grito del 1 de diciembre de 1936 Liborio Justo condensó simultáneamente tres desencantos: con su padre presidente de la república; con Estados Unidos, país que en la década del veinte lo había encandilado; y con el Partido Comunista (PC), que había definido su política de participación en los frentes populares.
Liborio, que usaba como seudónimo Quebracho para sus escritos políticos, explicaba que la actitud del PC argentino de “recibir con flores a Roosevelt” la sintió como un llamado a protagonizar en soledad el hecho de repudio. “Reconozco que lo hice en cierto modo aprovechando mi situación de hijo del presidente. En otras circunstancias no sé si lo hubiera hecho”, reconoció más de una vez. Por lo pronto logró entrar al congreso con una invitación oficial que le había facilitado su madre Ana Bernal, también hija de un general.
Aquel joven que había recibido una formación aristocrática tuvo su despertar de rebeldía cuando como estudiante de Medicina fue sacudido por el movimiento de Reforma Universitaria iniciado en Córdoba en 1918. Sus inquietudes lo alejaban políticamente de su padre, el general Agustín Pedro Justo, que, en el gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear, fue ministro de guerra y luego en 1930 junto a José Félix Uriburu encabezó el golpe de estado a Hipólito Yrigoyen.
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Por ese entonces. Liborio ya había hecho una primera incursión en Estados Unidos con un viaje en 1926 que lo llevó a idealizar la democracia de aquel país en el que veía posible el ascenso social. Tal es el impacto que le produjo, que solicitó una beca para estudiar en Norteamérica, lo que le permitió volver en el 1930. Esta segunda experiencia en el marco de la Gran Depresión después de la crisis capitalista del 29 lo radicalizaron a tal punto que comenzó a formarse en el marxismo, lo que lo llevó a vincularse al comunismo en ese país.
A su vuelta de Estados Unidos, su padre ya era presidente desde 1932 tras elecciones fraudulentas en la que no sólo estaba proscripto el irigoyenismo sino incluso Marcelo T de Alvear. Bajo su gobierno, Argentina reforzó sus lazos de dependencia del imperialismo británico con el Pacto Roca Runciman en 1933. En ese contexto, Liborio se acercó al Partido Comunista argentino.
Pero en noviembre de 1936 hace pública su ruptura con el PC en un artículo que sale publicado en la revista Claridad. En ese texto planteó que “Stalin y sus epígonos han momificado el pensamiento de Lenin, lo mismo que su cadáver” y trazó diferencias teóricas. “No consideran que sólo el proletariado puede hacer hoy la revolución democrático-burguesa transformándola en socialista. Pretender que la burguesía pueda hacer hoy la revolución democrático-burguesa cuando está en pleno período reaccionario y decadente es ridículo”. Para Justo, esa concepción llevó al PC a cumplir un papel contrarrevolucionario en España en plena guerra civil.
“Yo que vengo de la burguesía me hago comunista y el PC pasa a ayudar a la burguesía”, era una de las frases que le gustaba repetir a Liborio, cuenta a El Destape Hernán Camarero, docente e investigador de la UBA y el Conicet y director del Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas.
Su grito a Roosevelt en el Congreso se produjo en pleno proceso de ruptura con el Partido Comunista, del que hubiese esperado una actitud crítica ante el agasajo de su padre al presidente de Estados Unidos. Tras unos días de cárcel, se recluyó en una estancia en La Pampa.
Liborio retomó la militancia y se incorporó al trotskismo, todavía en una etapa fundacional. “Por esos días había dos discusiones que iban de la mano: la caracterización del capitalismo argentino y las tareas para una corriente revolucionaria en el país”, explica Camarero, quien agrega que “mientras que para algunos era una sociedad avanzada para la época que diluía la importancia de las consignas de liberación nacional, Justo le ponía mucho pesos a las tareas antimperialistas”. A entender de Camarero ambas posiciones eran unilaterales.
En el marco de esos debates, Liborio fundó en 1939 el Grupo Obrero Revolucionario (GOR) del que también era parte el dirigente obrero Mateo Fossa, que un año antes se había entrevistado con Trotsky en México. En 1941 el GOR dejó su lugar a un nuevo agrupamiento llamado Liga Obrera Revolucionaria (LOR). Allí sumó a Nahuel Moreno, quien después fundó una corriente que, tras pasar por varias etapas, pegó un salto en la década del ‘70 bajo el nombre de Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y luego se desarrolló en los ‘80 como Movimiento al Socialismo (MAS).
En el 41 un representante de la Cuarta Internacional, el estadounidense Therence Phelan, intentó unificar a los grupos argentinos del trotskismo y se forma el Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS) . Liborio se niega a participar del reagrupamiento. Finalmente, en el 43 se disuelve tanto la LOR como el PORS. Desde esas experiencias fallidas, nunca más se integró a una organización. Planteó una ruptura con Trotsky a quien acusó en una publicación de ser funcional a Wall Street.
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Pese a su incendiario distanciamiento, Liborio mantuvo posiciones revolucionarias y marxistas durante sus 101 años de vida hasta su muerte, en 2003.
Tras el fin de su militancia activa se recluyó durante largos 16 años hasta 1959 en las Islas del Ibicuy, en el delta entrerriano. Si Quebracho fue su seudónimo para los escritos políticos, Lobodón Garra fue el que utilizó para su narrativa literaria y sociológica.
Ya en 1932 había escrito “La tierra maldita”, relatos bravíos de la Patagonia Salvaje y los mares australes. La naturaleza también era fuente de sus preocupaciones. Además de escribir, practicaba la fotografía.
Con prólogo de Daniel Campioni, la Biblioteca Nacional editó en 2007 Masas y Balas de Liborio donde se funden el narrador y el político revolucionario con escritos sobre la lucha de los obreros y la represión entre 1931 y 1935. Años en que su padre estaba al frente del poder.
Su actitud de repudiar en el Congreso a un presidente norteamericano tuvo su segundo capítulo cuando Luis Zamora, el primer diputado trotskista en el país, rechazó en el recinto la visita de George Bush padre durante la primera presidencia de Carlos Menem. Eduardo Duhalde fue el encargado de darle la bienvenida al visitante que se reía ante el incidente. Quien más se enojó con Zamora fue el diputado Alberto Albamonte de la UCD de Alvaro Alsogaray.
Así como Liborio Justo rompió políticamente con su formación aristocrática, en los ‘60 y ‘70 muchos otros hicieron lo mismo. Una de ellas fue Patricia Bullrich, quien en su juventud fue montonera. A diferencia de Liborio, ella sí volvió a su clase social de origen al servicio de la cual hoy intenta llegar a la presidencia. En cambio, Liborio Justo murió fiel a sus ideales marxistas. A sus 100 años todavía se ilusionaba con que las clases obreras argentina y brasileña abrieran el camino contra el imperialismo estadounidense. Ese que él había repudiado en la década del ‘30, la infame, la que tenía como presidente a su padre.