En un chorro corto, para diluir el vino y armar el tan famoso “sodeado”. Puede ir con una rodaja de limón, cuando lo que se busca es calmar la sed; también aparece en dupla con el café, en vasos chicos que invitan a tomarla de un tirón, como al tequila, y hasta ha sabido funcionar como improvisado matafuego en asados que se salen de control: la soda en sifón tiene múltiples usos y Argentina la abrazó como una vieja costumbre. Sin embargo, ahora también es musa. Un viajero inglés escribió una oda para rendirle culto a los pequeños rituales de la cultura sodera y no tardó en volverse viral en las redes sociales.
Aaran Daniel nació en Ascot, un pequeño pueblo inglés por lo general sobrio, de poco más de diez mil habitantes, que durante cinco días al año interrumpe su habitual mesura con un desborde de lujo, glamour, excesos y extravagantes sombreros para recibir a la realeza y al resto de la aristocracia británica en el evento de turf en el que compiten los mejores purasangres del planeta.
El vino con soda y la reina Isabel II parecen ser dos elementos hallados en las antípodas el uno del otro; sin embargo, entre ellos hay un puente: Bárbara, una joven rosarina de la que Aaran se enamoró en la ciudad de Reading, a pocos kilómetros de la sede de esa quintaesencia de lo británico que es el hipódromo de Ascot. Hoy, ambos recorren las rutas del sur argentino en un auto usado que compraron por cuatro mil dólares.
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Como parte de las clases de español que comenzó a tomar para poder comunicarse con la familia de su novia, el joven de 27 años se acostumbró a redactar notas y a escribir pequeños ensayos sobre las cosas que le llamaban la atención de nuestro país y uno de ellos, la “oda a la soda”, sorprendió a su profesora, quien le pidió permiso para compartirlo en Internet. "Los soderos son mi cosa preferida de Argentina, aparte de mi novia. Imagina un mundo en el que nunca necesites ir a comprar agua con gas. Ese mundo existe en Argentina", comienza diciendo en aquel ensayo el inglés, que, sorprendido por el fenómeno, hasta está pensando en tatuárselo en el cuerpo.
“Una de las cosas que siempre me gustó y que me pareció única de acá son los soderos. Nunca me imaginé que existiera algo así y no creo que exista en otro lugar del mundo. Me pareció muy llamativo esto de la soda y la forma en que la reparten. Quedé fascinado”, explicó a Aaran, que estudió Filosofía y Economía en Inglaterra y se dedica, además, a la música.
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El pequeño panegírico empieza con una pregunta sobre la posible traducción al inglés de la palabra “sodero”; “the soda guys”, aventura Aaran, quien luego los compara con los “milk men”, los lecheros de los años ochenta en Inglaterra. “Entregan agua con gas a tu casa y cuando te quedas sin soda, te entregan más, tan simple, tan hermoso”, expuso el músico, que, también, celebró la efectividad del sifón para retener el gas: “No es como las botellas de dos litros en Inglaterra: tomás un poco, le ponés la tapa fuerte y al día siguiente se convierte en agua sin gas con sabor raro”.
Las marcas de oralidad rioplatense en el elogio a la soda de Aaran y el yeísmo rehilado que destella en cada “yo” que pronuncia, delatan la procedencia su español-porteño. “Cuando conocí a Bárbara empecé a buscar profesores de español. Comencé mis clases con un profesor que era de España, pero yo quería aprender el acento argentino”, comentó el músico. Su búsqueda culminó cuando se topó con Rosario Federico, su actual profesora, que se dedica a enseñar el español con la rúbrica de nuestro país a viajeros y a extranjeros que quieren vivir acá.
El Fiat Uno de Aaran y Bárbara partió desde Rosario hace algunas semanas. Trepó sierras en Córdoba, surcó viñedos en Mendoza y actualmente se mueve por San Martín de los Andes, provincia de Neuquén, como un punto negro que atraviesa el paisaje nevado.
Al margen de la soda y de las maravillas naturales, el joven inglés se sorprendió con el carisma de los argentinos. “Me encanta la gente. Todo el mundo se te acerca y está feliz de hablar con vos. Los ingleses solemos ser casi opuestos en términos de personalidad: reservados, tímidos en algunas ocasiones, y no necesariamente tenemos ganas de hacer amigos o de ayudar al otro todo el tiempo”, observó el viajero.
En noviembre del año pasado, cuando llegó al país por primera vez para el casamiento del hermano de Bárbara, Aaran descubrió una vocación por lo colectivo y por la reunión entre las familias y grupos de amigos que lo tiene cautivado desde entonces: “Me da la sensación de que les gusta mucho estar juntos. La comida se prepara para treinta o cuarenta personas. El asado, la pizza, las empanadas o el choripán, todo se sirve en mesas grandes, en lugares abiertos para disfrutar con familia o amigos. Y también está el mate, que está hecho para ser compartido”, resaltó.
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Fanático del Arsenal, Aaran reconoció que antes de conocer a su novia, de Argentina no conocía nada más allá de Messi, del fútbol, y de una guerra que terminó diez años antes de su nacimiento. El viaje, que cree durará alrededor de un año, tiene como objetivo conocer e incursionar en la cultura y en la geografía nacionales. En los ratos que tienen libres, Aaran y Bárbara toman cursos online.
“Quisimos darle un giro a nuestras carreras. Yo estoy tomando un curso sobre datos y estadísticas y sigo con las clases de español, semana a semana, con la esperanza de poder hablarlo fluido en algún momento. Ese es el plan: viajar y aprender”, explicó Aaran.
En la cuenta de Instagram en la que los viajeros dejan registro de su travesía aparecen fotos y videos entre viñedos, guitarras y, por supuesto, sifones. Aunque reticentes a trazar planes a largo plazo, Aaran reconoció que él tiene más ganas de quedarse en Argentina que su pareja, a quien le interesa recorrer el mundo. “Realmente estoy fascinado con el país. Por eso me preocupa tanto aprender el idioma: hay algo en esta manera de hablar, en el acento, el vocabulario, y en la forma en que la gente dice las cosas, que me hace preferirlo”, concluyó.