La noche del 22 de febrero de 1977, en plena dictadura cívico-militar, quedó grabada en la memoria de Avellaneda como una de las más oscuras de su historia. En un operativo policial en el estadio de Racing Club, se produjo el fusilamiento de seis personas, un hecho que aún hoy sigue sin esclarecerse por completo.
La versión oficial, elaborada por la Dirección de Inteligencia de la Policía Bonaerense, intentó justificar el acto como un enfrentamiento armado con presuntos subversivos. Sin embargo, testimonios y pruebas posteriores desmienten esta versión, lo que reveló una ejecución sumaria de personas inocentes.
Qué ocurrió
Rafael Barone, amigo del exjugador de Racing Omar Oreste Corbatta, relató que vio a las víctimas sin vida fuera de la cancha, con disparos de bala. Vecinos del barrio de Piñeyro también corroboraron esta versión. Las persianas del estadio quedaron con orificios de balas 9mm, evidencia irrefutable de la brutalidad policial.
La masacre estuvo a cargo de la fuerza represiva bonaerense comandada por Ramón Camps, responsable del "Circuito Camps", un sistema de represión ilegal que incluía 29 centros clandestinos de detención y tortura. Miles de personas fueron víctimas de este sistema atroz.
El cementerio municipal de Avellaneda
En el sector 134 del cementerio municipal se exhumaron 336 cuerpos entre 1988 y 1992, enterrados en fosas comunes y actualmente se trabaja para identificarlos. A eso se le suma que a menos de diez cuadras del Estadio Presidente Perón funcionaba "El Infierno", un centro clandestino de detención, tortura y exterminio. Tras la recuperación de la democracia, el lugar pasó a manos del Municipio y recién en 2011 fue designado como Espacio de la Memoria.
En 2018 se presentó un proyecto de señalización en homenaje a las víctimas, pero la Comisión Directiva de Racing y el Municipio de Avellaneda no se han hecho eco del pedido de justicia. La presión popular se expresa en un mural frente a la cancha y en el reclamo constante de castigo para los responsables.
Ramón Camps: un símbolo de la impunidad
Camps fue juzgado y condenado por crímenes de lesa humanidad, pero luego indultado por el gobierno de Carlos Sául Menem. Murió en 1994 sin pagar por sus atrocidades, llevándose consigo el destino de miles de luchadores populares.
La Masacre de Avellaneda es una herida abierta en la memoria de la ciudad. La lucha por la memoria, la verdad y la justicia sigue viva, exigiendo que los responsables sean juzgados y condenados. Sin dudas, esta masacre no es la única recordada en la historia argentina, ya que lamentablemente hay muchas, pero es una que caló una herida profunda a todo el pueblo futbolero de Avellaneda, que vio machada su pasión con el más profundo dolor.