Máximo Uller a sus 45 años es docente universitario, economista e investigador. Da clases a los ponchazos: se conecta y no sabe si el alumno o alumna estará o no del otro lado. Que la falta de internet, que el modem se reinicia y no anda, que mamá o papá están usando la computadora, que no hay luz o no hay agua. Así se pierde un día, se pierden dos y tres. “Claro que para quienes carecen de aparatos tecnológicos la solución no es volver a las aulas, tal como el Gobierno de la Ciudad propuso con el modelo de “gabinetes digitales”, inicialmente para 5100 estudiantes, aunque ese número luego fue llevado a más de 6500 por la Ministra de Educación porteña Soledad Acuña y hay organizaciones sociales que arrojan cifras más altas también. De hecho, un estudio realizado por el Centro de Estudios Metropolitanos asegura que en CABA más 30.000 estudiantes de nivel primario y secundario no tienen acceso a Internet y más de 28.000 no tienen computadora. La mayoría tampoco tiene siquiera un celular para continuar la cursada. “El Gobierno de la Ciudad carece de políticas dirigidas a garantizar la continuidad pedagógica y la contención socioeducativa”, aseguran desde el organismo.
Las posibilidades de estudiar por la gratuidad de la educación y tener un trabajo luego se siguen agravando. “Si bien la tecnología y las nuevas herramientas como Zoom, Meet o las que crean las propias universidades han ayudado a resolver el problema de la presencialidad, el aula sigue siendo el mayor igualador social dentro del sistema educativo”, reflexionó Muller. Lo que se intenta homogeneizar en las aulas, se acentúa en las casas. La brecha tecnológica educativa cala hondo en los nativos digitales de hoy y repercute en la economía de mañana.
Gonzalo Quilodran es director del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) y está a cargo de resolver el problema de Máximo y tantos otros docentes. Actualmente lleva adelante con el organismo el plan Juana Manso, que consta de llevar conectividad, dispositivos y una plataforma digital educativa que permita dar y recibir clases de manera gratuita a las zonas del país desconectadas. Además, por DNU destinó un programa de 3800 millones de pesos: $1.000 millones para establecer conexión en los 4.416 barrios que están inscriptos en el RENABAP, Registro Nacional de Barrios Populares, $2.000 millones para instituciones públicas y $800 millones para implementar programas en corredores viales, para no perder conectividad en las rutas, por ejemplo.
Finalmente no llegó la lluvia de inversiones, Gonzalo.
Nosotros tenemos una Argentina muy desigual. Por un lado, está hiperconectada, como en los principales centros urbanos, CABA por ejemplo. Por otro, sin la presencia de la red federal de fibra óptica de Arsat de más de 34.500 km, 1200 localidades estarían desconectadas. Allí las inversiones se ralentizaron
Y cómo se traduce eso en números?
Según el INDEC, tenemos 5 millones de hogares sin acceso a la conectividad, y de esos, hay 2 millones que directamente no tienen cobertura, es decir, no llegó la infraestructura básica, ni privada ni pública. Generalmente están en barrios populares que el mercado no los contempla como potenciales consumidores de estos servicios, entonces directamente no hizo obras. En CABA, donde el PBI per cápita roza los 12 mil dólares, en un barrio de distancia ya hay hogares que no fueron contemplados.
A nivel educativo la situación nacional no se queda atrás.
No. Hay un 40% de escuelas sin acceso a internet en todo el país.
Particularmente en CABA, ¿cuánto es lo que debería el Gobierno de la Ciudad destinar para reducir esta brecha?
No es una inversión multimillonaria, en la Ciudad de Buenos Aires hay tendido de fibra óptica de todas las empresas por todos lados. No es que CABA no está preparada para afrontar la educación a distancia, el problema es de falta de planificación y voluntad política de querer acceder y hacer que el servicio de Internet sea verdaderamente asequible. Es una ciudad con un PBI per cápita similar a de las grandes potencias mundiales, mientras que los PBI de las provincias del NOA, más que a países europeos se asemejan a países del África subsahariana. Ante tanta desigualdad en Argentina, veo que esa desigualdad en el distrito más rico es absolutamente reprochable.
(Según la organización Garganta Poderosa, en su campaña #ConectaConectividad propuso un plan integral de conexión para los barrios populares del país, que incluye modems wifi liberados, salas de computación, nodos digitales, tablets, notebooks e impresoras, útiles escolares y promotores educativos, todo por 92.800 millones de pesos. En CABA, según sus datos de pauta oficial, solo 100 millones se dedican a los medios gráficos, siendo La Nación, Clarín y Perfil quienes reciben el 44% del total)
Al mismo tiempo, a nivel mundial ¿la digitalización es el motor económico del futuro, hoy?
Todo lo que tiene que ver a partir de la conectividad con la economía digital, la innovación y la economía del conocimiento, está llamado a ser uno de los motores principales de la recuperación económica y nuestro país no va a ser la excepción. Cuando publicamos el DNU 690 (aquel que declara servicios públicos a TV, Internet y celulares) lo hicimos pensando porque son esenciales pero también estratégicos y competitivos, porque queremos que el mercado funcione pero sabemos que no es que no hay cobertura, las empresas pasan, pero no ingresan a los barrios a brindar conectividad, donde la economía de escala no es atractiva.
Una decisión que sacudió el tablero de muchos sectores de poder y de la oposición.
Decían que no habrá más inversiones. Estas críticas furibundas por parte de la oposición que recibimos eran solo de especulación política y otras absolutamente infundadas por el desconocimiento de cómo funciona el sector en Argentina y en el mundo.
Ya hablamos con todas las empresas, ninguna se retira, ninguna va a dejar de invertir, nosotros lo que queremos es garantizar reglas claras al sector privado para que invierta pero para que sepa que hay un gobierno dispuesto a recuperar su poder regulatorio.
Estos servicios pasaron de ser importantes a imprescindibles, la empresa que deje de invertir va a perder una porción enorme en el mercado.
Aunque el DNU sea un avance importante para resolver la brecha tecnológica, la pandemia visibilizó dos faltas de educación claves: la digital y la financiera.
Yo lo analizo en localidades muy chiquititas en donde prácticamente el comercio electrónico no existía, ni siquiera te estoy hablando de plataformas de e commerce, por ejemplo, algo que parece tan irreal en la Ciudad de Buenos Aires, es que en el Conurbano no encontras una verdulería que te cobre con débito. La coyuntura brinda la necesidad de adaptarte a los tiempos que corren pero te topas con el límite de la conectividad, por eso planificamos una política más amplia de arraigo y que, a través de la conectividad, se pueda acceder a un montón de oportunidades educativas y laborales, exportar conocimiento, generar divisas para el país pero ahí, desde el lugar que te vio nacer. Hoy las grandes economías no son potencia por tener grandes extensiones de tierra sino por exportar valor agregado en materia de conocimiento y todo eso tiene como piso esencial la conectividad.
La brecha digital es una problemática estructural y de larga data. ¿Qué se puede hacer en el corto plazo?
Hay lugares donde se cruzan variables que ensanchan la brecha el doble, como zonas rurales y mujeres. Primero por la ruralidad y segundo por las desigualdades que sufren las mujeres. Cuando llegamos con conectividad y dispositivos digitales a un lugar así, facilitamos los aparatos y damos un curso de acompañamiento de iniciación a la vida digital, donde primero se enseña a hacer trámites de ANSES y PAMI y luego se da una iniciación a redes sociales para que puedan aprender a comercializar e integrarse a la economía formal. Lo más interesante es que los jóvenes de allí, por más que no hayan tenido nunca contacto con la tecnología, son nativos digitales y pibes de 5 a 18 años tienen una facilidad enorme.
Resaltaste anteriormente la capacidad innata de los más chicos para manejar la tecnología y la prioridad de exportar software, pero pareciera que Argentina está a años luz de vincular las dos cosas, y más en pandemia.
Cuando la oposición habla de falta de conectividad me pregunto cuánta falta hacen los dispositivos de Conectar Igualdad, que se interrumpieron con un mensaje nefasto. En los barrios más vulnerables hay familias donde el único dispositivo es el teléfono celular de la madre y el padre y, en el caso que sean monoparentales, hay un dispositivo para educar a uno, dos, tres, cuatro pibes. Se hace muy cuesta arriba y también en Capital sobre todo, donde las asimetrías y la desigualdad que hay en los barrios populares respecto de otros barrios donde hay mucha más formalidad.
-¿Qué dicen desde el Gobierno frente a semejantes desigualdades?
Santiago Cafiero a principio de la gestión nos dijo: "Como Gobierno no podemos ser cómplices de que haya argentinos de primera y argentinos de segunda vinculado a la conectividad"
Un pibe o una piba que no puede conectarse para estudiar está fuera del sistema educativo. La inclusión social que desde el peronismo militaba en el siglo XX, ahora es la inclusión digital porque es la que genera igualdad de oportunidades.
Esa igualdad de oportunidades es la que reclama Máximo, pero también Laura Litvinoff en Revista Crítica, donde cuenta, entre otras cosas, que Nelson Santacruz, estudiante de periodismo que vive en la Villa 21-24, CABA, debe subirse al techo para tener un poco de señal en su celular, ya que no tiene computadora ni wifi, para leer libros de hasta 200 páginas, mientras ruega que no se corte la luz ni se prendan fuego los postes eléctricos en las calles. “En los barrios populares estamos pasándola absolutamente mal, y en eso también se perjudica la continuidad pedagógica, porque de repente nos falta la luz por tres días seguidos, o tenemos solamente dos horas por día. A eso hay que sumarle el frío, el hambre, ¿cómo hacés para seguir estudiando así? Los chicos de la primaria están perdidos, y los padres y los docentes colapsan porque ya no saben qué hacer” lamentó el joven en el artículo de la periodista.
“Pandemia y virtualidad han sido los tópicos que marcarán sin duda la impronta del 2020. Las aulas se despoblaron, los hogares se transformaron en el único espacio de contención mediatizado por ese “no” lugar llamado virtualidad. Aún la generación con nativa digital se enfrenta al desconcierto generalizado… Enfrentarnos al miedo por lo desconocido, un lugar común pero recurrente, que describe una realidad patente que emergió a partir de la vigencia del aislamiento social, preventivo y obligatorio”, concluyó Máximo.