Ser mujer y sobrevivir a la ESMA: estigmatización, prejuicios, revictimización y feminismo

En el marco del Día de la Memoria, visitamos la muestra de sobrevivientes en la ex ESMA y conocimos sus historias en primera persona. Estigmatización, prejuicio, revictimización, culpas, feminismo y más.

24 de marzo, 2022 | 00.05

Un nuevo Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia se conmemora este 24 de marzo, donde se recuerda a las víctimas de la última dictadura militar que gobernó a la Argentina entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983, cuando retornó la democracia. El objetivo principal de dicha conmemoración es seguir construyendo memoria social, reflexionar sobre lo ocurrido, continuar con los pedidos de justicia y repetir el ya conocido lema de “Nunca Más”, realzando los derechos y garantías como ciudadanos y ciudadanas. 

Pero para esto no hay nada más importante que escuchar las voces de quienes fueron detenidos en los centros clandestinos y conocer, en primera persona, cuáles fueron sus experiencias. El Destape se acercó hasta la ex ESMA -centro clandestino de detención, tortura y exterminio más grande de la última dictadura y predio de la marina desde 1924- para recorrer la muestra “Ser Mujeres en la ESMA II: tiempo de encuentros”, que visibiliza la violencia de género y los diversos delitos sexuales cometidos por el Grupo de Tareas 3.3.2 (conocido, en clave, como Selenio).

La idea de la muestra es repensar, con perspectiva de género, lo ocurrido puertas adentro de la ESMA: la violencia hacia las mujeres dentro de los centros fue una expresión más de la violencia ejercida por las Fuerzas Armadas: “Había igualdad dentro de la militancia, en mi círculo cercano y en cuanto a las opiniones, donde no había discriminación. Pero afuera el mundo era absolutamente 100% machista, tanto afuera como dentro de la ESMA”, nos contó Betina Ehrenhause, sobreviviente.

La exhibición, inaugurada el pasado viernes 18 de marzo y que estará abierta -de forma gratuita para quien quiera acercarse- hasta el 28 de julio próximo, también busca reflexionar sobre las consecuencias de vida de estas mujeres al salir de la ESMA, la reconstrucción de sus vínculos, proyectos de vida, los estigmas, la violencia sexual, el silencio y la falta de escucha. Es la continuación de “Ser Mujeres en la ESMA I: testimonios para volver a mirar”, llevada a cabo en marzo del 2019 desde una mirada más judicial. Fue organizada por el Museo Sitio de Memoria ESMA, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la Embajada de la República Federal de Alemania de Buenos Aires (financió el proyecto), la Secretaría de Derechos Humanos y el Ministerio de Justicia y Derecho Humanos de la Nación.

Entre los principales testimonios que se observan en la muestra aparece: qué significaba ser mujer en la ESMA, las diversas formas de machismo en el plan sistemático de exterminio (violencia sexual y formas de disciplinamiento para reforzar los estereotipos), la diferentes formas de resistencia, los vínculos de solidaridad y sororidades (resplandores, parpadeos, complicidades para mantenerse juntas), embarazos y maternidad dentro del centro, violencia sexual y de género, crímenes sexuales en primera persona. 

 

Además hay cuatro espacios de exhibición: en la sala 1 se abordan violencias de género y sexual sufridas por las detenidas (supervivencia, vínculos, sororidad, maternidad) junto a entrevistas sobre las experiencias; en la sala 2 se proyectó una edición de testimonios de las sobrevivientes tras su salida; en la sala 3 se observa una intervención artística, a modo conceptual, de las experiencias de vida y en la sala 4 encontramos un ámbito para compartir y proponer perspectivas, con diálogos y preguntas a las sobrevivientes de la ESMA.

La primera en tomar la palabra durante la muestra fue Norma Suzal, leyendo un poema de Ana María Ponce (poeta secuestrada y desaparecida en la dictadura) con respecto al mundo que los esperaba afuera del centro.

“Quiero saber cómo se ve el mundo. Me olvidé de su forma, de su insaciable boca, de sus destructoras manos. Me olvidé de la noche y del día, me olvidé de las calles recorridas. Quiero saber cómo es el mundo, no recuerdo los rostros, ni los árboles, ni las luces, ni las fábricas, ni las plazas, ni el dolor de afuera, ni la rosa de entonces. Quiero saber cómo se ve el mundo. Hace tanto que no estoy, hace tanto que mis pies no se cansan por los recorridos. Hace tanto que mis ojos no se queman con las luz, hace tanto que sueño la inasible situación de la libertad. Hace tanto pero tanto que no tengo mi natural alimento de vida, de amor, de presente y estoy, a pesar de todo esto, a pesar de no quererlo, estoy juntando unas palabras. Unas infieles palabras que me dejen recordar cómo podría verse el mundo”.

Adriana Clemente, claramente emocionada, destacó "la vida de los testimonios", agradeció la escucha y sostuvo que todos los compañeros y las compañeras estaban en la sala cuando "uno entra y siente su presencia", honrándolos con cada palabra. Luego, Adriana Suzal calificó que la muestra es “reparadora” como también lo es tener la oportunidad de contar y hablar sobre lo que ocurrió después de sentirse revictimizada. La tercera sobreviviente, Laura Reboratti, manifestó que la muestra le hizo dar el difícil paso de hablar "por primera vez" con sus hijas sobre lo que vivió y en el cierre, Graciela García Romero celebró que las declaraciones queden allí cuando ellas ya no estén y señaló que "todavía falta que hablemos más, digamos más y yo estoy dispuesta a hacerlo".

La vida después del cautiverio: Bettina Ehrenhaus

Bettina Ehrenhaus reside actualmente en España. Es una sobreviviente a la ESMA luego de ser secuestrada a mediados de 1979 junto a su compañero de vida Pablo Lepiscopo, quien todavía se encuentra desaparecido. Fue liberada pocos días después, por, según ella, tener su pasaporte alemán en la cartera. Aún así, vivió intensos días de picana, golpes, interrogatorios y maltratos. Luego de ser liberada, perdió su embarazo. “En esos años pensaba que arriesgábamos ir presos al militar o hasta considerábamos la posibilidad de morir pero no estar secuestrados en un campo de concentración”, sostuvo.

De esa época recordó que cuando fue liberada “vivía con miedo” pensando que las fuerzas la seguían o que podían volver a capturarla; no pudo volver a su casa, vivió con sus padres y cuando se quedaba sola, caminaba hasta lo de sus abuelos. “No dormía, no comía, hasta que mi abuelo me llevó a Brasil donde también había secuestros. A fines del ‘79, vine a España donde vivía mi hermano ya exiliado”, contó. Además recordó que en ambos países había familiares que habían sido perseguidos y en Europa había una red de contención de más de 300 mil exiliados. Y agregó: “Cuando volví me reuní con la Asociación de exdetenidos y desaparecidos, pude reconstruir la historia y lo que pasó con Pablo”.

Bettina regresó al país para declarar en los juicios contra los militares y resaltó que la estigmatización y los prejuicios por ser sobreviviente estaban siempre presentes. “En los primeros tiempos me gané el odio de la familia de mi marido, creían que había hecho algo o negociado para salir. Es una obligación de la víctima contar lo que pasó, pero no sirve en todos lados, solo en ámbitos más políticos”, expresó. Y analizó: “La figura de la persona que volvió a aparecer es incómoda porque no es desaparecido, no es héroe, ¿qué es? Un poco la gente te esquivaba, pensaban que habías colaborado. Fuimos muy ninguneados. Y uno, a su vez, tiene la culpa de haber sobrevivido, mientras que compañeros o el amor de tu vida no”.

Tras destacar el “homenaje reparador” llevado a cabo por el expresidente Néstor (Kirchner), se refirió a dos contrapuntos. Primero, resaltó que la justicia argentina haya juzgado a las juntas militares -algo que no pasó en otros lugares-, pero en segundo lugar puso énfasis en que “fue por la lucha de todos los que intervenimos en derechos humanos, la presión  de las organizaciones y el trabajo de Madres de Plaza de Mayo, que nunca bajaron los brazos”. Hoy, a 46 años del golpe, pidió: “Sería ideal que la sociedad exigiera una explicación y una investigación, pero no es lo suficiente madura. No exigieron y los militares no sintieron la obligación de explicar. Por otro lado, de la justicia no tengo muchas expectativas”.

El feminismo en tiempos de dictadura militar: Liliana Pellegrino

Liliana Pellegrino fue secuestrada, junto a su pareja, en noviembre de 1978 y liberada a principios de mayo de 1979. Si bien la dejaron en su casa, tuvo una “libertad vigilada” por parte de los represores de la ESMA. Esto último fue hasta mediados de 1983, antes de la vuelta a la democracia con el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando se exilió en Suecia tras un segundo intento de secuestro del aparato represivo. “Ahí agotaron toda la fuerza, tuve tremendo terror y miedo, y con varios compañeros tomamos la decisión de irnos”, dijo. Aún así, tanto en Europa como durante sus visitas a la Argentina, se mantiene en contacto con sobrevivientes y comparten sus vivencias en el centro de detención.

Si bien remarcó que las vivencias eran similares -tanto hombres, mujeres y diversidades sufrieron golpes, torturas, abusos y situaciones inhumanas-, por la "condición de mujeres”, había un “extra” en esos maltratos. Durante la entrevista, puso especial énfasis en que las vivencias se ven marcadas por el compromiso de cada uno con la militancia: “Cuando uno le puede dar un contexto, una razón, una causa a lo que está pasando, define mucho más las actitudes propias; por ejemplo una de resistencia o una de supervivencia. Era importante separar lo que se me hacía a mí como militante y lo que se me hacía a mí como mujer, entendiendo las intenciones detrás”.

Pellegrino dejó en claro que la militancia estaba atravesada por una visión machista y patriarcal pero que al tener una ambición de igualdad, había debates y decisiones compartidas. “Con o sin cautiverio, con o sin una historia de estar detenido o desaparecido, la dictadura nos ha marcado a todos y creó determinadas pautas traumáticas que dieron un retroceso muy grande en los feminismos”, opinó y a su vez señaló cómo se objetivizó a la mujer y a las diversidades. "Al mismo tiempo, como en todas las luchas, hay una especie de movimiento subterráneo que sigue y avanza. Y cuando hay una mínima apertura, explota. Tenemos que estar orgullosas por los feminismos y las luchas que han dado a pasos agigantados", expresó.

Más allá del retroceso, la lucha de los feminismos continuó y fue comparado por Liliana con el movimiento de los pueblos, la vuelta de la realidad política con Néstor y Cristina, la vuelta de una lucha por la soberanía y también de la lucha por lo nacional y popular. "Tengo enorme fe y creo que ninguna lucha va para atrás. Algunas se suspenden, se pausan, se desvían, pero la fuerza de los justo, de lo igual, de creer en un mundo mejor... Eso no se puede anular", afirmó.

A la hora de referirse a qué es la libertad para ella tras su historia con la ESMA, explicó: “Para mí significa elegir caminos, tener chances. En una militancia se lucha justamente para que la mayoría tenga esa libertad y lleven a una determinada igualdad y justicia”. Y sumó: “Estuve privada de eso pero también lo estuvo el pueblo. Como mujer, la libertad se vio aún más vulnerada por un extra que tiene que ver con el patriarcado y la opresión. El patriarcado era la esencia de la ESMA”. También destacó que se sintió muchas veces estigmatizada y remarcó que en la década del ‘90, con la teoría de los dos demonios, eso creció aún más.

Si bien se encuentra en Suecia hace tiempo, Liliana contó que la estigmatización la sufrió de diferentes maneras y niveles: “Una es ser militante montonera de la juventud peronista; otra es ser peronista; la tercera es ser mujer y estar en ese tipo de lucha; después el hecho de por qué sobreviví -algo que fue única voluntad de los represores-; desde un punto de vista muy patriarcal, de si las mujeres sobrevivieron por haber cedido a ser pareja de represores o a las violaciones”. Más allá de lo negativo, destacó las redes de contención dentro del cautiverio (alianzas para protegerse y para evitar abusos, resistencia, sororidad) y también fuera de él (a través de terapia, en contacto con sobrevivientes y con el Instituto Ulloa).

Afirmó que la Justicia “ha tardado demasiado tiempo” en referirse al tema y que es un punto de vista general que se repite en todos los sobrevivientes y sus familias. Además, destacó el impulso del movimiento por los derechos humanos -con sus diferentes agrupaciones- y principalmente “el consenso, respeto y apoyo del pueblo”. Si bien se observó un gran cambio con Néstor tras recuperar la ESMA, sostuvo: “Cuando fuimos a declarar, la Justicia no nos cuidó. Nos sentimos humillados y revictimizados. Esto fue cambiando, hay más contención. La manera en la que me recibieron cuando fui al Museo fue con enorme respeto, cariño y contención”. Y sentenció: “Se notaban las ganas que tenían de escuchar y entender. Es imposible llevar una lucha adelante si no hay consenso en la sociedad. Fueron cambiando del miedo al entendimiento y de la adaptación a la lucha”.

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