En la pandemia se ha visto fenómenos de todo tipo. Desde la radicalización de los discursos de odio, bolsas mortuorias colgadas en las rejas de la Casa Rosada, una concentración de la riqueza que siguió profundizándose en pocas manos, las campañas terraplanistas anti-vacunas y la recomendación de conductores de televisión de tratamientos no aprobados por la ANMAT que le costó la vida a un niño de 5 años. Proliferaron como nunca en toda la historia de los medios de comunicación, las noticias falsas.
Sobre este último punto se hará especial hincapié en las próximas líneas tratando de dilucidar las razones por las que las FakeNews ―noticias falsas en criollo― encontraron en el escenario de la pandemia las condiciones objetivas para que este tipo de representación del mundo pueda colarse en el imaginario de las personas. El cotidiano accionar de operaciones de actores con poder de diseminación de noticias, entre ellos, trolls, influencer, bots, programas informáticos, medios tradicionales y redes sociales, lo hicieron posible.
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Antes de analizar el fenómeno en cuestión, se recapitulará algunas de las noticias falsas que se difundieron desde el comienzo de la pandemia: los audios de una supuesta médica del Malbrán, la distribución de alimentos con la etiqueta del gobierno de Axel Kicillof, las falsas cifras difundidas sobre la cantidad de infectados por Covid en el Hospital Italiano, el falso bono que pretendieron vincular a la Tarjeta Alimentar, la noticia falsa que afirmaba que compañías como Glovo y Coca Cola salían de la Argentina. Otras que a la distancia parecen la obra de mentes perturbadas: “la leche materna es capaz de inactivar la nueva cepa de Covid”, “las vacunas tienen ADN humano que puede interactuar y alterar nuestro ADN”. En los últimos días, adjudicar al gran ex Ministro Ginés González García, más allá de su grave error claramente reprochable, dichos de que si hablaba el gobierno “se caía”, o convertir a un joven que trabaja en el sistema de salud y que recibió la vacuna en el falso primo de Axel Kicillof, sólo por coincidencia de apellido. Sin olvidarnos de la carne con mucha grasa que difundió el “Dipy” para denigrar el esfuerzo del Programa de Precios Cuidados del gobierno nacional.
No todas son FakeNews, algunas también son FalseNews. La diferencia está en que las FalseNews son la difusión de noticias que se divulgaron por falta de verificación o error involuntario como fueron los audios de la supuesta médica del Malbrán que recomendaba tomar bebidas calientes para prevenir el Covid o la que la leche materna inactiva el Covid, mientras que las FakeNews es la tergiversación de la realidad para moldear la opinión pública a partir de una clara intencionalidad política, como fueron todas las noticias contra la gestión de Axel Kicillof o los dichos del cantante de cumbia.
Sin embargo, ambas categorías coinciden en que son falsas. De hecho, todas las noticias antes mencionadas eran falsas, más falsas que los supuestos tres PBI que enterró Cristina Fernández de Kirchner en el sur de la Argentina y que sirvieron para mostrar en directo excavadoras buscando un tesoro escondido que claramente no existe, pero que era una puesta en escena para inculcar una supuesta “herencia catastrófica” mientras avanzaba un plan siniestro de ajuste, concentración de riqueza y consecuente aumento de la pobreza.
La pregunta que usted se debe estar haciendo es: ¿cómo puede ser que tantas noticias se echaron a rodar durante la pandemia? La respuesta no es una sola sino que se las puede encontrar en dos potenciales causas: el contexto de incertidumbre generado por la pandemia y la sobreideologización de algunos sectores.
La primera causa de este fenómeno se debe a la novedad que significó la pandemia, la falta de seguridades que se produce frente a un hecho global de dimensiones nunca antes vistas, que obligó a completar esos huecos de desconocimiento con noticias de todo tipo, muchas de ellas, falsas. Entonces, el contexto fue la condición de posibilidad para la difusión de este tipo de noticias por tratarse de algo inédito que buscó suplir certezas y verdades.
La segunda causa se halla en el factor ideológico. En la posverdad, no importa si la noticia es cierta o no, lo único que importa es que lo que se diga venga a confirmar lo que el receptor cree, por lo tanto, serán verdaderas para una determinada ideología. Al parecer, lo único válido es que esa información ayude a corroborar lo que nosotros pensamos. Se trata de una sobreideologización, de fanatismo ―como un talibán― que no solo no contempla las nuevas evidencias, sino que también, anula el diálogo frente al que piensa distinto. Incluso por más de que sean desmentidas, o se compruebe su falsedad e incluso su inexistencia, siguen circulando en el imaginario colectivo y en los medios de comunicación, porque su vínculo con el sujeto emisor no está dado por su veracidad, sino por el fundamentalismo de quién la reproduce.
Se está frente a un nuevo escenario que obliga a repensar métodos preventivos no sólo para contrarrestar las consecuencias de la pandemia, sino para comenzar a pensar en tratamientos para combatir la infodemia en un año electoral en que las operaciones de sentido de los charlatanes de feria y profetas del fracaso serán moneda corriente. Ya se vieron las polémicas que surgen cuando el gobierno intenta por medio de sus dispositivos controlar este tipo de noticias, quizá sea hora de brindarle a la sociedad las herramientas para derribarlas.
*Es Magíster en Políticas Sociales.
**Es Magíster en Comunicación.