Los adultos mayores también merecen una Ciudad para ellos

28 de agosto, 2021 | 00.10

En una sociedad donde la juventud es un valor en sí mismo, ser adultos y adultas mayores implica afrontar desafíos que suelen ser poco escuchados. La invisibilización es una de las violencias de más impacto en esta población; lo que genera una sensación de impotencia que en ocasiones los hace sentir que sobran en la sociedad y que los recluyen a la soledad.  

¿Quién escucha a los adultos y las adultas mayores? ¿Sabemos cómo viven? Durante décadas, el cuidado era algo que se desarrollaba comunitariamente, dentro y fuera de las familias. Esto fue cambiando a medida que cambiaba la forma de la familia “tradicional”. Ahora, sabemos que eso que llamaban amor es trabajo no pago; pero, ese pago, ¿quién debe hacerlo?  

¿Qué pasa cuando no hay lazos familiares, pero tampoco comunitarios que puedan encargarse del cuidado? ¿Qué opciones les quedan a los y las adultos y adultas mayores? Es importante comenzar a entender el cuidado como una obligación cívica, un deber tanto de los y las ciudadanos y ciudadanas como del Estado. Todos y todas vamos a necesitar ser cuidados y cuidadas a lo largo de nuestra vida, especialmente cuando nos encontramos en situaciones de vulnerabilidad. 

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En nuestras sociedades la esperanza de vida continúa subiendo y las tasas de natalidad continúan bajando; vivimos un enorme reto (que cada vez será mayor) de transición demográfica. La población se estanca, envejece. Aumentan las patologías crónicas y la dependencia. Según las proyecciones de población para 2021 elaboradas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el 21,5% de la población porteña tiene más de 60 años. Así, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el distrito con mayor número de personas mayores de 60 años de la Argentina siendo el promedio nacional del 15,8%. 

La única manera de abordar los desafíos presentes y futuros de nuestros adultos mayores, es escuchándolos más. No se puede continuar creyendo que quienes estamos entre los 25 y los 62 años entendemos cómo viven o cómo sienten quienes están pasando cosas que aún estamos lejos de vivir. Es grave, peligroso y nos lleva a estados como en el que nos encontramos hoy. Con una “tercera edad” desoída en sus problemáticas y cada vez más sola y menos representada

A partir de su participación, tenemos que garantizarles nuevos espacios de encuentro social para que no terminen siendo “abuelos y abuelas encerrados y encerradas en su casa tejiendo, mirando noticieros ininterrumpidamente o leyendo el diario”, sino personas activas, viviendo en una Ciudad que escucha sus voces tanto en lo que respecta a, por ejemplo, la oferta y comodidad en el transporte público, como en la posibilidad de que la vida pública social y cultural no esté pensada únicamente para jóvenes y adultos. 

También debemos entender que las ciudades (y, particularmente, la de Buenos Aires) son cada vez más peligrosas y amenazantes. Desde el aumento del delito hasta un tráfico cada vez más descontrolado, hacen a la sensación de peligro para los adultos mayores. Esto hace que se sientan constantemente amenazados, que salir a la calle deje de ser una opción, que dejen de frecuentar bares, parques, plazas y lugares públicos para encerrarse en sus casas por seguridad. En necesario trabajar en políticas públicas adecuadas con un enfoque de trabajo intergeneracional para promover una relación y transición sana entre generaciones. Reconocer que las personas adultas mayores son agentes activos, portadoras de cultura y sabiduría.  

Un primer paso, es tomar consciencia de este aspecto negativo de nuestra cultura y comenzar a identificar los actos que invisibilizan al Adulto y la Adulta Mayor como situaciones que lo omiten o excluyen, dejando de normalizarlas y haciendo un cambio conductual siendo empáticos con esta población. En definitiva, todos y todas seremos mayores. Trabajemos hoy, para no perder nuestra voz mañana.