“Los ocho consejos para mejorar la memoria y el aprendizaje”. “Siete maneras simples de agudizar tu memoria”. “Los 10 mejores trucos para mejorar tu memoria y recordar cualquier cosa”. “¿Qué alimentos nos ayudan a reforzar la memoria?” “Seis ‘tips’ para tener una memoria más saludable”. “Los cuatro consejos para mantener la memoria activa y no tener pérdidas a medida que nos hacemos mayores”. “¿Cómo desarrollar una súper memoria?”
Basta una búsqueda rápida en Internet para confirmar que titulares como estos se repiten cada vez con mayor frecuencia prometiéndonos una via rápida para enfrentar una de las condiciones que más nos angustian y que puede sobrevenir con el paso de los años: la incapacidad de recordar.
Existe un pequeño grupo de personas excepcionales capaces de rememorar su vida día por día, pero para la mayoría, los recuerdos se esfuman como un álbum de recortes descoloridos. Por mucho que queramos aferrarnos a lo vivido, incluso los momentos más conmovedores pueden desvanecerse en el tiempo.
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Tal vez por eso, estas fórmulas sencillas para fortalecer uno de los “músculos” más cruciales de nuestra vida mental resultan tentadoras. Una revisión superficial descubre que varias se repiten. Algunas instan a dormir bien y “estimular o desafiar la mente”. Otras recomiendan “escribir con la mano no dominante”, “estudiar en voz alta”, no trabajar de más y evitar el stress. Y también están las que sugieren “superalimentos” para la memoria, como los frutos del bosque, los huevos, las nueces o las paltas… ¿Pero tienen algo de cierto estas recetas? ¿Qué dice la evidencia científica? Se lo preguntamos a varios especialistas.
El psiquiatra Pablo Richly, argentino residente en Nueva Zelanda, lo sintetiza en un par de conceptos: “Hay mucho que se puede hacer para retrasar o enlentecer el deterioro de la memoria, pero el impacto [de las intervenciones] será muy variable de acuerdo con las personas; ‘frenar’ me parece un término que tiende a sobreestimarlo. Lo básico es cuidar la salud en general y en particular, la cardiovascular, además de mantener una vida física y mentalmente activa”.
Para Carlos Mangone, profesor adjunto de Neurología de la UBA y jefe del servicio de Neurología del Hospital Santojanni, “todo depende de la precocidad con la que se pueda diagnosticar el trastorno de memoria. Si es posible arribar a un diagnóstico lo suficientemente temprano, cuando se cuenta con buena cantidad de neuronas y neurotransmisores viables, una estimulación cognitiva puede dar resultado porque puede promover la formación de redes sinápticas y mejorar el funcionamiento de esta capacidad. Pero debe ser en el período muy inicial [del deterioro]”. Según el especialista, las técnicas de estimulación son útiles. “Yo las uso con frecuencia en los pacientes adecuados, y ellos disfrutan mucho y se sienten reconfortados al ver que pueden sortear ese reto”.
“Estas son preguntas que nos estamos haciendo todo el tiempo –confiesa Julián Bustin, jefe de Gerontopsiquiatría y de la Clínica de la Memoria de Ineco–. Hay pocos estudios, muy pocos, randomizados y controlados acerca de qué sirve y qué no. Lo que dicen los metanálisis, y las revisiones y guías es que todo lo que sea estimulación cognitiva reduce el riesgo de pasar de deterioro cognitivo leve a demencia. Y de iniciar la progresión de una demencia cuando uno ya la tiene. Lo que no está claro, porque es muy difícil estudiarlo y cuantificarlo, es qué tipo de ejercicio en particular y cómo hacerlo. En otras palabras: mantenerse activo es bueno, pero no se puede precisar exactamente en cuánto contribuye hacer un sudoku todos los días o cuidarse en las comidas. Si lo que ayuda es hacer un crucigrama todos los días o emprender [diferentes] actividades desafiantes para el cerebro. Por ejemplo, hay estudios que sugieren que ciertos juegos de mesa [ajedrez, damas] son intervenciones válidas para retrasar el deterioro cognitivo. Pero son conclusiones que surgen de revisiones generales, no de estudios bien diseñados”.
Poder determinar exactamente y en qué medida beneficia cada actividad la formación de las distintas memorias es una tarea de enorme complejidad. En primer lugar, hay que poder dividir a los voluntarios en dos grupos equivalentes (unos sometidos a distintas intervenciones que tengan impacto en la cognición y otro, sin) y seguirlos durante décadas. Pero luego hay que distinguir entre los efectos de esas intervenciones y los de otros factores aleatorios, como por ejemplo, el genético, el social y el cultural.
Pedro Bekinschtein, investigador independiente del Conicet que estudia mecanismos neurobiológicos de la memoria en el Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (Incyt-Conicet-Ineco-Universidad Favaloro) coincide en que no es fácil responder las preguntas planteadas al comienzo porque resulta complicado pensar en estrategias para frenar el deterioro cognitivo agudo en el momento en el que está ocurriendo. “Lo que se sabe es que todo lo que uno hace en la vida impacta en cómo va a ser el envejecimiento cerebral –explica–. Cuanto uno más se haya cuidado en términos de salud, alimentación, interacciones sociales, estudios, más amortiguado estará el deterioro cognitivo por el fenómeno que se conoce como reserva cognitiva. Llevar una vida saludable le hace bien a todo el cuerpo y también al cerebro. El problema con los ‘tips’ o estrategias para conservar la memoria o mejorarla es que sabemos que es muy difícil lograr lo que se llama ‘transferencia’. Es decir, que ejercitar determinadas habilidades cognitivas no se transfiere a otras áreas. Es como si yo hiciera crucigramas, y esperara mejorar la memoria de trabajo y mi capacidad de recordar en general. Eso no sucede. Cuando ya el cerebro empieza a funcionar mal, hay algunas estrategias que ofrecen ciertos beneficios, pero tampoco son una bala de plata. En general, las diferencias entre los grupos tratados y no tratados son pequeñas. Hay mucha investigación sobre videojuegos y puede llegar a haber algún cambio, pero no muy relevante”.
Por su parte, Ricardo Allegri, jefe del Departamento de Neurología Cognitiva, Neuropsicología y Neuropsiquiatría de FLENI destaca que en torno de este tema hay muchas verdades y algunos mitos. “En el adulto mayor, la actividad cognitiva y física, y la inclusión social protegen contra el deterioro, si no lo tiene, y lo enlentecen si ya está presente –afirma–. En estos últimos, hoy, estimular la memoria tiene resultados equivalentes al uso de medicamentos. Retrasa la evolución. Nuestro grupo está trabajando en un programa de prevención de deterioro cognitivo llamado ‘LatAm Fingers’’, que incluye todo esto más el control de los factores de riesgo vasculares, como se vio en los trabajos originales de Miia Kivipelto”.
Kipivelto dirigió entre 2009 y 2011 el estudio Finger, acrónimo de Finnish Geriatric Intervention Study to Prevent Cognitive Impairment and Disability, cuyos resultados se difundieron en 2015 e involucró a 1260 participantes que tenían riesgo incrementado de demencia. El trabajo se concentró en aspectos modificables del estilo de vida y encontró que una intervención multidimensional en la dieta, el ejercicio, el entrenamiento cognitivo y el riesgo vascular puede preservar la cognición en adultos mayores. Los resultados mostraron un 25% de mejora en la cognición general del grupo intervenido, un 40% de mejora en la memoria, un 150% de mejora en la velocidad de procesamiento, un 83% de mejora en la función ejecutiva y una reducción del 60% en otras enfermedades crónicas.
El ensayo internacional en el que Fleni participa por la Argentina (entre 14 países latinoamericanos, destinado a la prevención y no a la curación de las demencias) intenta ampliar y confirmar estos hallazgos. Participan individuos de 60 a 77 años sin demencia, pero con factores de riesgo para el deterioro cognitivo como sedentarismo, mala alimentación y familiar de primer grado (padre, madre o hermanos) que hayan tenido demencia. Durante un año, siguen un plan de alimentación especial basado en una dieta similar a la mediterránea, una rutina de ejercicios físicos y de memoria, y controlan su riesgo cardiovascular.
Con respecto a suplementos y vitaminas para personas sin problemas, Allegri es terminante: “La mayoría de los que se promocionan no tienen ninguna evidencia científica”, subraya.
En resumen, lo que se sabe sin lugar a dudas es que lo importante es mantenerse cognitivamente estimulado. “¿Qué quiere decir? –se pregunta Bustin y luego se contesta–: Estar enfrentando desafíos intelectuales y seguir teniendo metas en la vida. Eso es lo que produce el cambio. Si uno hace algo en forma rutinaria, no estimula la cognición. Por otro lado, es fundamental mantenerse socialmente activo. La soledad (no estar solo, sino sentirse solo), es un factor fundamental de deterioro cognitivo. A tal punto que en el Reino Unido y también en Japón hay un Ministerio de la Soledad. Se trata de uno de los aspectos más importantes para la salud mental. De todo lo demás, aunque no tenemos evidencia sólida de que modifica la enfermedad, sí la hay de que en ciertas personas retrasa la progresión por un tiempo”.
“Cuando me preguntan cómo preservar la memoria –concluye Bekinschtein–, siempre recomiendo lo mismo que aconsejaba [el pionero argentino en estudios de la memoria] Iván Izquierdo: leer, mantenerse intelectualmente activo. Las rehabilitaciones cognitivas pueden llegar a tener algún efecto pequeño, pero en general lo más importante es lo que uno hizo antes”.