Cuando en 1789 Benjamin Rush, profesor de medicina de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos (y uno de los firmantes de la Declaración de la Independencia de ese país, por lo que es considerado uno de los “padres fundadores”), reportó el primer caso de dengue registrado en América (curiosamente en una zona de clima frío), nadie podría haber imaginado que dos siglos más tarde la enfermedad se habría extendido a casi todos los continentes y que su incidencia aumentaría hasta afectar a gran parte de la humanidad. En la actualidad, se estima que hay 390 millones de infecciones cada año en más de 100 países y el dengue fue catalogado por la Organización Mundial de la Salud como una de las diez principales amenazas a la salud pública.
A pesar de que se desarrollaron vacunas (aprobadas o en vías de aprobación, según los lugares), todavía se la considera una enfermedad desatendida. Una de las estrategias para disminuir su impacto es controlar al vector: el mosquito domiciliario Aedes aegypti, que la transmite y cuya presencia se advierte en zonas cada vez más alejadas del Ecuador. Aunque tradicionalmente prevalecía en áreas tropicales y húmedas, en la Argentina ya fue detectado en ciudades tan australes como Bahía Blanca y tan secas como Mendoza.
“Es un mosquito con gran capacidad de adaptación y una vez que llega a un lugar se establece allí”, comenta la bióloga Marianela García Alba, responsable técnica del proyecto de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para producir y liberar en el ambiente mosquitos estériles, con lo que se lograría disminuir la cantidad de individuos en condiciones de transmitir tanto el dengue, como el zika y el chikungunya. Los Aedes aegypti se propagaron fuera del África durante la trata de esclavos, entre los siglos XV y XIX, proliferaron gracias al comercio con Asia, durante los siglos XVIII y XIX, y una vez más con los movimientos de tropas durante la Segunda Guerra Mundial. En los últimos años, el crecimiento poblacional, el movimiento de personas de las zonas rurales a las ciudades, el aumento de viajes internacionales y el cambio climático contribuyeron a su propagación por todo el globo.
Control de la natalidad
A diferencia de la estrategia elegida por el World Mosquito Program, una ONG que a lo largo de los próximos diez años planea liberar en distintas áreas de Brasil cinco mil millones de mosquitos infectados con la bacteria Wolbachia pipientis (que compite con los virus y les impide transmitirlos), hace uso del conocimiento nuclear y está desarrollando en el país la “técnica del insecto estéril” (TIE). Consiste en criar Aedes aegypti en el laboratorio, irradiarlos con Cobalto-60 y luego liberarlos para que compitan con los silvestres. Cuando los mosquitos estériles copulen con hembras, los huevos que éstas pongan no darán lugar a nuevas generaciones.
“Se podría decir que el objetivo es similar al que se persigue con otras técnicas: el control de la natalidad –destaca García Alba–. La diferencia es que las otras son biológicas y ésta es nuclear”.
El método no es nuevo. Se desarrolló en la década del cuarenta del siglo pasado, en el Centro de Investigaciones Entomológicas del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, y es propiciado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
“En el país se viene utilizando con éxito para controlar la mosca de la fruta en Mendoza. Hoy, la Argentina es un importante exportador de fruta fina gracias a que se pudo reducir mucho el uso de insecticidas, lo que abrió las puertas del mercado europeo –explica García Alba–. Los mosquitos biológicamente modificados suelen tener algún componente externo; en nuestro caso, generamos mutaciones naturales con energía ionizante [proveniente de la desintegración de los átomos]”.
El proyecto de esterilización de Aedes comenzó en 2014 y se formalizó en 2016, como parte de una iniciativa regional del Organismo Internacional de Energía Atómica, que es el que regulará los ensayos y donde se entrenó García Lamba. Allí aprendió a criarlos, a preparar las muestras para la irradiación y medir las variables. También cómo manejar los insectos, cómo construir las jaulas y cómo alimentarlos.
“La idea es irradiar lotes de machos, ya que éstos no pican y por lo tanto no transmiten la enfermedad –explica García Lamba–. Producimos ambos sexos, pero luego separamos los machos de las hembras. Cuando se encuentren en la naturaleza, ellas van a seguir poniendo huevos, pero la descendencia no producirá una nueva generación, con lo que se logrará ir reduciendo gradualmente las población de mosquitos”.
En este momento, están en una etapa de “prepiloto”; es decir, inmediatamente anterior a poder medir la eficiencia del proceso en el campo, pero ya con buenos resultados en el laboratorio: obtuvieron machos estériles y competitivos; es decir, que no corren en desventaja en comparación con los silvestres. Además, determinaron la dosis necesaria de irradiación.
“En 2019 hicimos una evaluación para ver cuánto viven nuestros mosquitos en el terreno; son datos que utilizaremos para hacer la liberación (primero, en un área pequeña) y medir la efectividad de nuestra técnica –cuenta García Alba–. Eso se hace con un monitoreo en el área en la que vamos a colocar ovitrampas (que simulan los recipientes que tenemos que sacar de nuestros domicilios, donde las hembras colocan sus huevos). Durante el período de liberación, uno colecta esos huevos al cabo de no más de una semana, para evitar que las trampas se conviertan en criaderos, los lleva al laboratorio y los contrasta con datos históricos. Así se puede evaluar lo que llamamos el ‘porcentaje de eclosión’: cuántos de esos huevos dan origen a nuevas larvas, un número que debería ir disminuyendo”.
Adultos jóvenes
La irradiación se realiza en la Planta Semi Industrial (PISI) del Centro Atómico Ezeiza sobre adultos jóvenes, en estado de pupa madura (cuando están casi formados). Hay que sincronizar la cría para que todos estén en el estadio necesario al momento de la irradiación. Se los inmoviliza con frío (a una temperatura de 4° C) y se los coloca de a mil en cajitas para anzuelos de dos por tres centímetros durante alrededor de un minuto.
Los científicos estiman que, para intervenir en un área pequeña, deberán producir alrededor de 500.000 mosquitos por semana a partir de huevos recolectados en ovitrampas. Dado que no está registrada la transmisión vertical de los virus (de las hembras a los huevos), es una forma de asegurarse que no tienen la enfermedad. “Cuántos utilizaremos dependerá de la competitividad, que en nuestro caso nos está dando que necesitaríamos cinco machos estériles por cada uno silvestre para aumentar la probabilidad de encuentro –explica García Alba–. Se infiere de los resultados de un test similar al que hicimos para ver la distancia de dispersión y el tiempo de vida, que se llama ‘marcado, liberación y recaptura’. Consiste en poner una muestra conocida de machos estériles coloreados con un polvo, liberarlos en una zona y colectarlos diariamente en trampas de adultos. Según cuántos salvajes recupero por cada individuo coloreado, puedo estimar qué cantidad de mosquitos debo liberar”.
Otro dato que hay que conocer es si los mosquitos esterilizados pueden ser trasladados sin perder su competitividad, algo que se está ensayando en varios países. Una vez desarrollada, la técnica queda a disposición de los organismos ejecutores.
Según detalla la investigadora, el mosquito no se elimina, porque es parte de la cadena trófica. Pero al no ser autóctono, carece de predadores que controlen la población y esto le confiere status de plaga.
A su juicio, la cualidad diferencial de esta técnica es que genera mutaciones que ya existen en la naturaleza y siempre son deletéreas, no existe la posibilidad de que evolucionen a “super mosquitos”, porque no son genéticamente modificados, y no producen daño ambiental.
Varios países están realizando experiencias con esta técnica. Pero, destaca Mariana Malter Terrada, jefa del departamento de Aplicaciones Agropecuarias de la CNEA, en un comunicado de la institución, si bien las dosis y los tiempos de irradiación que se manejan en esos países deben ser similares a los que se utilizan en la Argentina, es importante trabajar sobre una colonia propia, estable, y a partir de eso ajustar los parámetros.
La viróloga Andrea Gamarnik, una referencia internacional en la biología del virus del dengue, comenta que “la técnica de producir y liberar Aedes estériles es una estrategia que se probó en distintas partes del mundo y puede contribuir a disminuir la población de mosquitos. No es la solución, pero puede ayudar al control. Hay estudios realizados en México, Cuba y distintos países asiáticos que muestran que puede servir. Esto podría impactar en la circulación de distintos virus como el dengue, la fiebre amarilla y la chikungunya. Es una técnica inocua para el ambiente, aunque siempre hay que estudiar cómo impactan los cambios en los ecosistemas. Con esto quiero decir que hay que estudiar el proceso en cada lugar”.
Deesde otro punto de vista, Sylvia Fischer, coordinadora del Grupo de Estudio de Mosquitos de la Facultad de Exactas y Naturales de la UBA, no está tan de acuerdo sobre los beneficios y advierte sobre ciertas limitaciones: "Estas técnicas, en las escalas en que fueron probadas (50 manzanas), liberando millones de machos estériles, se observa una reducción temporal en la puesta de huevos. No soy especialista en el tema, pero el sentido común indica que para el tamaño de nuestras ciudades sería muy difícil de aplicar: imaginemos lo que significa escalar todo esto al AMBA. Además, como esta metodología tiene un cierto retraso en la disminución de las abundancias de mosquitos, no sería aplicable a los momentos de brote, y habría que hacerlo preventivamente todos los veranos, lo cual tiene un costo enorme, que no es compatible con la realidad de nuestro país (vistos los recursos que actualmente se asignan a la prevención). Otra contra que muchas veces no se menciona es que la liberación de mosquitos desincentiva la participación comunitaria, por lo cual afecta negativamente la implementación de otras estrategias que son las que se debieran priorizar. En síntesis, veo bastante improbable que se pueda disminuir el riesgo de brotes importantes de dengue y otras virosis transmitidas por Aedes aegypti mediante este tipo de métodos, y pienso que deberían priorizarse e incentivarse estrategias que involucren a las comunidades en la prevención".
Mientras tanto, si todo marcha como se espera, a fines de este año o principios del que viene, comenzarían con las pruebas a campo. “Lo mejor es aplicarla cuando está creciendo o descendiendo la cantidad de Aedes”, destaca García Alba. Pero aclara que esta técnica no reemplaza a las restantes. “Será una herramienta más que permitirá combatir este mosquito que está tomando cada vez más lugares. Yo creo que hay que ir con todo: vacunas, antivirales, insectos estériles…”, concluye.