¿Por qué todos nos estamos reinfectando de Covid?

Según los especialistas, se debe principalmente a la inmunidad decreciente y la multiplicación de encuentros sociales; importancia de los refuerzos 

24 de diciembre, 2022 | 00.05

No es necesario ponerse a sumar casos notificados (los registros del sistema nacional de vigilancia epidemiológica no lo reflejan, porque muchos “pasan por debajo del radar”) para darse cuenta de que estamos en medio de una fenomenal ola de Covid. Si tomamos como referencia el número de personas cercanas que cayeron enfermas, casi al mismo tiempo, en estas últimas dos semanas, más que una ola, ya parece un tsunami. Muchos, con las correspondientes dosis de vacunas y refuerzos aplicados, se preguntan porqué está pasando esto.

Aunque parezca inesperado o inexplicable, según infectólogos e investigadores, no hay misterio. Se debe principalmente a tres factores: inmunidad decreciente, multiplicación de encuentros sociales y baja efectividad de las vacunas disponibles para prevenir la infección (aunque por fortuna muy alta para evitar cuadros graves).

“Este virus sigue mostrando su potencial pandémico, su capacidad de generar nuevas olas o mareas que ocasionan sacudones en las sociedades, con mayor o menor impacto sobre el sistema de salud dependiendo del porcentaje de población vacunada –explica Leda Guzzi, docente, investigadora y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI)–. A mayor inmunización, menos impacto sobre el sistema de salud, especialmente sobre la demanda de internación. El virus mutó mucho y generó esta nueva variante Ómicron con diversos sublinajes que se caracterizan por su gran capacidad de escape inmunológico. Son virus sustancialmente diferentes del original, el de Wuhan, y esto hace que las vacunas tengan menor eficacia para prevenir la infección, aunque se mantienen robustas para evitar las formas graves, las hospitalizaciones y para reducir el riesgo de mortalidad. Esto es gracias a la inmunidad celular, ‘de memoria´, que fue gatillada por las vacunas de primera generación que siguen siendo efectivas para reducir la invasividad viral, y su ‘tropismo’ o afinidad por tejidos profundos”.

Así, con síntomas en ocasiones diferentes de los que se expresaban en olas anteriores, como estornudos, tos, mucosidad, rinitis, que a veces confunden o hacen pensar en otros cuadros respiratorios, en los hospitales comenzaron a verse de nuevo internaciones por Covid alrededor de dos semanas después de haberse iniciado esta cuarta arremetida del SARS-CoV-2.

“Sin embargo –aclara Guzzi–, el porcentaje, el número absoluto y el relativo de internados es dramáticamente inferior del observado en la primera y en la segunda ola, un momento en el que teníamos que generar camas supernumerarias para dar respuesta a la demanda”.

Javier Farina, ex director del comité de infectología crítica de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva y en la actualidad jefe del servicio de infectología del Hospital Cuenca Alta, de Cañuelas, coincide: “Hay un incremento muy marcado de consultas, principalmente en guardias y ambulatorias, con muy bajo porcentaje que requieren internación en comparación con otras olas, aunque no es cero”.

Para Guzzi, “Sin duda las vacunas cambiaron la historia del Covid en el mundo y también en nuestro país... La hospitalización y la mortalidad se redujeron de forma significativa. En la práctica vemos que las personas no vacunadas tienen una evolución más tórpida con una mayor tendencia al requerimiento de oxígeno, de asistencia respiratoria o terapia intensiva... Esto es mucho más pronunciado en personas mayores y en inmunodeprimidos”.

El bioinformático de la Universidad Nacional de Córdoba, Rodrigo Quiroga, que viene siguiendo de cerca la dinámica de esta pandemia desde su inicio, considera que el primer y principal motivo por el que estamos transitando este mar turbulento en materia de Covid, con numerosos casos simultáneos en cada familia o lugar de trabajo, se explica por un escenario de circulación de variantes post-Ómicron que resumió en un preprint en coautoría con Daniele Focosi y Arturo Casadevall (https://www.biorxiv.org/content/10.1101/2022.12.05.518843v1).

“Claramente lo que se observa es que las que circulan están todas acumulando mutaciones en los mismos lugares de la proteína espiga (S), que son los lugares que reconoce la mayoría de los anticuerpos de alta afinidad que generamos contra SARS-CoV-2 –destaca–. Los aminoácidos cambiaron de posición y, por lo tanto, decayó muchísimo la capacidad de nuestro sistema inmune de neutralizar el virus antes de que nos produzca una infección”.

Además, la evidencia experimental muestra que ciertas mutaciones hacen que el suero de personas vacunadas ya no pueda reconocer tan bien el virus. Está demostrado para diferentes aminoácidos. “Muchas variantes acumularon mutaciones en los mismos lugares. Es un proceso que se conoce como ‘evolución convergente’: cuando organismos que tienen orígenes distintos tienden a parecerse por una presión selectiva externa. En este caso, las vacunas. Las variantes que escapan a la inmunidad de las personas vacunadas tienen una ventaja para proliferar”, subraya Quiroga.

En su trabajo, el científico y colegas cartografían la evolución de BA.1 que evoluciona a BA.2 y de la que surgen tres subvariantes: BA.2.75, BA.4 y BA.5 y sus descendientes (como BQ.1.1, que se hizo dominante en el nivel global) en las que se observan tres mutaciones fundamentales, lo que les otorgó una ventaja para producir nuevas olas de distinta dimensión en casi todos los países. “Esto es un resumen muy pequeño –aclara–. Las variantes son más de 500, pero cada una de esas tres principales fue acumulando cada vez más mutaciones en puntos claves. Y las que están hoy produciendo casos en la Argentina tienen seis o siete de estos cambios”.

¿Esto quiere decir que no sirven las vacunas? Nada de eso, al contrario. Hoy es fundamental aplicarse el refuerzo indicado. Como detalla el bioquímico y analista de datos Santiago Olszevicki, “desde que apareció Ómicron, la efectividad de las vacunas para prevenir infección y enfermedad leve bajó muchísimo. Y dura bastante poco. Para desenlaces graves (hospitalización y muerte) la efectividad sigue siendo alta y decae más lentamente.  Sin embargo, también cae, y por eso, más allá de los cuatro meses de la última aplicación, el refuerzo se vuelve importante”.

Si a todo esto le agregamos que la actividad social que desatan las fiestas de fin de año afecta los patrones de contacto y hay más reuniones, con más frecuencia y de mayor cantidad de personas… ¡cartón lleno!

“Las vacunas tradicionales generan una baja protección frente a la infección por estas variantes que están circulando –afirma Quiroga–. El tercer refuerzo tal vez no permita prevenir una infección, pero sí aumenta las probabilidades de pasarla leve. Sigue siendo importante para reducir el riesgo de enfermedad grave”.

Las personas que requieren internación son principalmente las que presentan factores de riesgo o que pasaron más tiempo desde la última vacunación. “La mayoría, más de un año desde la última dosis. Es importante insistir con la aplicación de los refuerzos”, recomienda Farina.

Y concluye Quiroga: “El virus sigue evolucionando y adaptándose a infectar personas, y nosotros tenemos que hacer lo mismo: ir adaptando nuestras respuestas. Estamos en una ola muy grande de casos, posiblemente tanto como la de enero. Lo importante es cuidar a los mayores de cincuenta y a los menores de un año que todavía no estén vacunados”.