Como si fuera un mago sacando conejos de la galera, el coronavirus no deja de sorprendernos con variantes y subvariantes a un ritmo que desconcierta a los investigadores.
La denominada Ómicron fue detectada en Sudáfrica y Botswana en los primeros días de noviembre del año pasado y el análisis de cientos de genomas permite estimar que no debe haberse originado mucho antes de eso (tal vez, a fines de septiembre o principios de octubre).
Uno de sus rasgos característicos es que presenta tres sublinajes diferentes: BA.1, BA.2 y BA.3. Todos habrían surgido al mismo tiempo, pero si el primero es el que se propagó antes, a una velocidad inusitada, dibujando curvas con pendientes de ascenso casi verticales en los gráficos de los analistas de datos, es la segunda (BA.2) la que ahora atrae la atención de los virólogos y sanitaristas por su rápida transmisión en algunos países: se calcula que puede ser entre una vez y media, y tres veces más transmisible que su “hermana” (BA.1), que ya se contagiaba mucho más rápido que sus antecesoras, Alfa, Beta, Gamma y Delta.
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Ayer, el Instituto Anlis-Malbrán detectó el primer caso en la Argentina, un hombre de 62 años residente en CABA, pero que regresó de Uruguay el 12 de enero. Tanto él como su mujer, que también manifestó síntomas, evolucionaron con un cuadro leve.
Lo que llama la atención de Ómicron es su notable número de mutaciones con respecto al virus aislado en Wuhan, más de 50, 30 de las cuales se concentran en la proteína Spike o S, que es su llave de ingreso a las células. Pero si esto asombra, la subvariante BA.2 no se queda atrás: presenta 40 mutaciones diferentes de las de BA.1.
“Hay una gran divergencia genómica entre estas dos subvariantes: 40 mutaciones diferentes, es un número muy grande –destaca Humberto Debat, virólogo del INTA e integrante del consorcio PAIS de vigilancia genómica–. Es la diferencia que hay entre Alfa y Beta, o entre Beta y Gamma. Podríamos considerarlas dos versiones del virus, más allá de que tienen un origen y un núcleo fundamental de mutaciones en común, y propiedades biológicas similares. Esta información nos sugiere que tienen una historia distinta”.
El incremento en la frecuencia de detección de la subvariante BA.2 empezó a observarse hace pocas semanas en lugares donde se encontraba circulando Ómicron en su versión BA.1, la más extendida en el mundo. Ya está presente en 50 países, es dominante en Dinamarca, Sudáfrica y la India, y fue detectada en dos decenas de estados de los Estados Unidos.
Su existencia y dinámica de transmisión plantean numerosas incógnitas, ya que la mayor parte de las evidencias con las que se cuenta hasta ahora son preliminares. “Los datos epidemiológicos son tempranos, desconocemos si hay una causalidad y ni siquiera son concluyentes”, afirma Debat.
“Estudios muy recientes del Reino Unido y Dinamarca muestran una mayor capacidad de transmisión intradomiciliaria de BA.2 respecto de BA.1 y, junto con los datos epidemiológicos, indicaría una mayor transmisión en un contexto en el que hay un alto número de personas vacunadas y convalecientes de BA.1”, hace notar Carolina Torres, profesora de Virología en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, investigadora del Conicet y también integrante del grupo PAIS.
Torres subraya que BA.2 no deriva de BA.1 sino que es un linaje “hermano”, ambos descienden directamente del linaje ancestral de Ómicron (que se llama B.1.1.529), y fueron detectados desde fines de 2021; sin embargo, BA.2 cobró cierta relevancia solo en las últimas semanas, lo que muestra que si su capacidad intrínseca de infección es mayor respecto de BA.1, “el establecimiento y expansión inicial de ésta pudo deberse a fenómenos de azar asociados con esos primeros eventos de transmisión, que junto con ventajas selectivas de los virus en los distintos contextos epidemiológicos (por ejemplo, poblaciones con inmunidad previa, densidad poblacional, movimiento de personas, medidas de distanciamiento...) son los principales factores que influyen en el establecimiento de los virus en las comunidades”.
Es difícil pronosticar qué traducción clínica y epidemiológica tendrá la circulación de Ómicron BA.2. En Dinamarca, esta variedad pasó de ser el 20% de los casos secuenciados a fin del año pasado, al 85% en estos días. “Allí hubo un inicio de ola muy abrupto –cuenta Debat–, después se amesetó y había indicios de que empezaban a disminuir los casos en las primeras semanas de enero, festejaron porque pensaron que la ola iba a ser corta, y de pronto la curva cambió su trayectoria y volvieron a subir las infecciones. Una explicación podría ser la propagación de esta subvariante. Un trabajo muy exhaustivo que analizó a cuántos contactos contagiaba cada infectado pudo constatar que arrojaba un número mucho mayor para la subvariante BA.2, entre dos y tres veces más que BA.1. Dinamarca tiene una cobertura altísima de inmunización (80% de la población con esquema completo y más del 60% con dosis de refuerzo)”.
Otros datos son más difusos. En el Reino Unido, mientras aumenta la presencia de BA.2, sigue la disminución de infecciones. Los que llegan de la India, otro país con alta prevalencia de esta subvariante, son muy parciales y no permiten sacar conclusiones. Y en Sudáfrica, que también está experimentando una suba abrupta de BA.2, no hay cambios significativos en el descenso de casos. “En este momento, tienen 10 veces menos de notificados que los que tuvieron en el pico de Ómicron, de modo que al menos hasta ahora sería apresurado estimar que estaría causando modificaciones importantes en el escenario epidemiológico de ese país”, agrega Debat.
Según el investigador, otro estudio que se dio a conocer hace una semana contribuye a disipar la preocupación por la efectividad de las vacunas contra esta nueva protagonista de la pandemia. La protección para las personas que se habían infectado con BA.1 y BA.2 fue análoga. Es decir, que esta última no estaría más asociada a evasión inmune que la clásica. Todavía no hay datos sobre protección frente a cuadros graves, pero se estima que también sería similar a la que existe para otras formas del virus.
Lo que aun no se sabe es si las personas que se infectaron con BA.1 mantienen la protección frente a BA.2 o no. “A priori –plantea Debat–, uno pensaría que los que se infectaron con la primera deberían estar protegidos, por lo menos durante un tiempo”. Sin embargo, algunos trabajos sugieren que Ómicron no genera alta inmunidad de anticuerpos, lo que explicaría el número creciente de reinfecciones que se registra en la actualidad.
En la Argentina, BA.2 es todavía anecdótica, pero muchos se preguntan cómo hace el coronavirus para generar tantas variaciones. Lo habitual sería que se registren alrededor de la mitad de las que surgen en el virus de la influenza.
“El virus de la gripe acumula más o menos el doble de mutaciones anuales que el coronavirus, pero al tener un genoma más chico, se traduce en unas cuatro veces más por año –explica Debat–. Además, la influenza tiene un genoma ‘segmentado’ (puede intercambiar segmentos), lo que se suma como estrategia adicional de cambio. Por eso, en términos generales, la influenza cambia mucho más rápido que el coronavirus. Sin embargo, con este último vemos fenómenos de ‘aceleración evolutiva’ que ‘patean el tablero’ de los promedios típicos de variación”.
El viernes 10 de enero de 2020, cuando China confirmó que lo que estaba generando neumonía atípica en ese país era un coronavirus y reveló su genoma, muchos se pusieron contentos, porque se trata de un microorganismo que tiene una tasa de mutación relativamente baja, acumula pocos cambios. Esa estabilidad es ideal para las estrategias de desarrollo de vacunas y ese mismo fin de semana empezaron a diseñarlas. “¿Por qué muta poco, si tiene un genoma tan grande, de 30.000 ‘letras’ o bases (la gripe, por ejemplo, tiene alrededor de 15.000)? –se pregunta Debat. Y enseguida contesta–: Porque tiene una enzima correctora que, cuando al replicarse comete errores que, por ejemplo, le permiten evadir la respuesta inmune, los corrige y así esa tasa de mutación no llega a ser tan extrema como para que el virus deje de ser viable. De los de ARN es la única familia que tiene esta enzima. Según algunas hipótesis, en personas inmunosuprimidas, que generan infecciones crónicas durante las cuales el virus puede explorar el paisaje evolutivo sin restricciones, y que a veces reciben tratamientos que funcionan como seleccionadores, se podrían originar variantes de preocupación”.
Para Torres, que BA.2 tenga mayor capacidad de transmisión intrínseca no necesariamente implica que reemplazará a BA.1 ni que será un nuevo escollo para la resolución de la pandemia en el mundo. “Hay que seguir haciendo vigilancia molecular y fortalecer las estrategias de vacunación, dado que las vacunas siguen siendo efectivas frente a Ómicron, tanto en su versión BA.1 como en BA.2”, concluye.
Ojalá que tenga razón Trilla cuando parafraseó a Winston Churchill en 1942: “Esto no es el final. Ni tan solo el principio del final. Pero es, quizás, el final del principio”.