Hace unos días, arqueólogos y antropólogos norteamericanos, y del Instituto de Investigación Ambiental del Atlántico Sur, en las Islas Malvinas, publicaron una hipótesis provocativa en la revista Science Advances. Según los científicos, el zorro malvinero (cuya presencia en las islas no podía explicarse) podría haber llegado allí entre 1275 y 1420 en las canoas de poblaciones Yámanas o Yaganes, antes que las carabelas de Colón al Caribe y que los colonizadores europeos al Atlántico Sur.
“Se había rechazado el transporte humano prehistórico debido a la falta de pruebas de actividad humana preeuropea en las Islas Malvinas –escriben los autores, de las universidades de Maine, Adelphi, Wyoming, California en Irvine y Cincinnati–. Presentamos varias líneas de evidencia que indican que los humanos estuvieron presentes allí siglos antes que los europeos, incluido un aumento abrupto en la actividad de los incendios, depósitos de vertebrados marinos mixtos que anteceden por siglos a la exploración europea y una punta de flecha hecha de cuarcita local”.
La posibilidad de que integrantes de pueblos originarios hubieran llegado al territorio reclamado por la Argentina atrajo de inmediato el interés de los medios y académico… pero ahora esas conclusiones deberán soportar la crítica de investigadores argentinos y chilenos que hace décadas trabajan en el territorio y con estas poblaciones fueguinas. Estiman que la evidencia no se sostiene y que los autores del paper desconocen decenas de trabajos locales sobre el tema. Incluso están evaluando refutarlo en una publicación.
“De las 61 citas del artículo, solo 10 se refieren a estudios firmados por autores del Cono Sur –subraya Vivian Scheinsohn, arqueóloga del Conicet en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano–. Dado que el principal argumento es que la población que supuestamente habitó las Malvinas antes de la presencia europea era de origen Yagan, es decir, que procedía de la Isla Grande de Tierra del Fuego, actualmente parte del territorio de Argentina y Chile, esta escasa referencia a la enorme producción biológica, antropológica y geológica allí producida es, por lo menos, problemática. Y a pesar de que parte de los argumentos esgrimidos tiene que ver con la arqueología fueguina, que de esos 10, solo tres se refieran estrictamente a datos arqueológicos es también un sesgo importante. Esto no ocurre por falta de trabajos. Desde hace más de 40 años el desarrollo de la arqueología fueguina es importantísimo. Pero el hecho de que de esos tres trabajos todos estén en inglés y no haya ninguno en español es equivalente a hablar de la colonización del Valle del Mississippi sin citar un solo estudio en inglés”.
Aunque estas especialistas reconocen que la idea de que los Yaganes atravesaron en sus canoas los aproximadamente 400 km que separan las costas patagónicas de las Malvinas es atractiva y sería excelente poder probarla, también opinan que el trabajo es muy flojo y carece del respaldo científico suficiente como para sostener la hipótesis.
Según Angélica Tívoli, arqueóloga y antropóloga del Conicet en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), ya había investigaciones previas que exploraban esta posibilidad. En 1998, se registró presencia de carbones en turberas con fechados anteriores al contacto con europeos, aunque sin asegurar que estaban asociados con presencia humana porque se carecía de otras pruebas. “En el artículo de Science Advances, el hallazgo de carbón parece ser la evidencia más fuerte –argumenta Tívoli–; sin embargo, es difícil sostener que se debieron a fuegos hechos por pobladores precolombinos. Cuando estudiamos los sitios arqueológicos, siempre que estimamos la antigüedad de carbones es porque están asociados con objetos de origen cultural (piedras talladas, artefactos de hueso, de madera…) El problema de este trabajo es que todos los que presentan los encuentran solos“.
Es decir, que el argumento más sólido sería el de las acumulaciones de carbón de varios cientos de años de antigüedad y que aparecen en cantidades compatibles con aquellas provocadas por las primeras ocupaciones europeas. “Si esto es correcto, no se puede estar hablando de alguna llegada ocasional, como la que argumentan por parte de los fueguinos, sino de una densidad poblacional equivalente a éstas, que dejó claras evidencias arqueológicas –agrega Scheinsohn–. Sin embargo, el único registro arqueológico con que cuentan son dos artefactos: la punta de un proyectil (hallada en superficie) y la observación de canoas por parte de Darwin, a su paso en 1833. El enigma de la punta de proyectil puede resolverse fácilmente: las Islas Malvinas constituyeron la base de avance colonial de Inglaterra sobre la Isla Grande de Tierra del Fuego y el sur de la Patagonia, desde el establecimiento de los primeros loberos y balleneros, que probablemente ocurrieran mucho antes que los primeros asentamientos registrados. Fueron la base de la South American Missionary Society desde donde partió, entre otros, Thomas Bridges para fundar la misión de Ushuaia, origen de la actual ciudad argentina. La literatura menciona que los misioneros solían llevar canoeros fueguinos a las Malvinas para ‘civilizarlos’ y luego devolverlos a la Isla Grande. Así, puede afirmarse que a partir de la segunda mitad del siglo XIX varios estuvieron en las Malvinas y seguramente llevaron consigo parte de su cultura material”.
Poco sustento
Danae Fiore, investigadora del Conicet en la Asociación de Investigaciones Antropológicas, también tiene una mirada crítica. “Están mezclando dos temas: el poblamiento temprano de las islas con el ingreso o no de una especie animal [el zorro malvinero]–explica–. Del cánido presentan distintos fechados uno de 3000 años y otro de algo más de 200. Entonces, ¿qué estarían diciendo, que hay uno de 3000 que no se sabe quién lo llevó y otro de épocas históricas? La línea argumental es muy confusa”.
Fiore también objeta la mención que hacen de la supuesta observación de Darwin de 1833 que, aclara, no encuentra en las obras del naturalista británico. “Esa referencia no se sabe bien de dónde la están tomando y no lo precisan tampoco en el material suplementario”, destaca.
Y coincide con sus colegas en que asociar, sin más, la acumulación de carbón con presencia humana es, por lo menos, de una audacia excesiva. “Es imposible descartar, simplemente porque es estadísticamente improbable, que se hayan producido por un rayo, o que haya sido material antiguo que se haya quemado con posterioridad”, afirma.
Respecto de la punta de proyectil, Fiore apunta que, dado que las misiones anglicanas que se asentaron en la zona desde 1854 hasta 1869 llevaron a indígenas, y que estos eran cazadores-recolectores de gran habilidad, es muy posible que hayan deambulado por allí y que pudieron haber traído la punta de proyectil o haberla fabricado en el lugar.
“Ellos hablan del hallazgo de una punta de lanza, que además se encontró en superficie –agrega Tívoli–. No es que los arqueólogos no trabajemos con materiales superficiales, pero somos mucho más cautelosos con las interpretaciones, especialmente si no podemos asociar ese elemento con una fecha determinada. En las Malvinas sí hubo Yaganes y Alacalufes, pero fueron trasladados con elementos de su cultura y su conocimiento de cómo hacerlos”.
Otro dato curioso es que las acumulaciones de huesos de lobos marinos y pingüinos, que para los autores sugieren presencia humana, no tienen huellas de corte ni de trozamiento. “¿Cuál es la evidencia, que están todos juntos en el mismo lugar? – se pregunta Fiore–. Bueno, puede ser, pero también puede ser que se hayan muerto ahí, especialmente si están cerca de la costa, cosa que no explicitan. Más adelante, dicen que pueden haberlos cortado con cuchillos de valva, que no es lo más frecuente para los yaganes. Y peor aún es que afirmen que pueden haber usado herramientas de hueso: no sirve para cortar carne. Eso sería propio de un primerizo en arqueología fueguina”. También, dado que plantean que habrían compartido su hábitat con el zorro, sería esperable que esos restos tuvieran marcas de mordisqueo, que están ausentes.
“Hay múltiples trabajos sobre el aprovechamiento de pinípedos por parte de los yaganes; en todos los casos, se encuentran huellas o marcas de corte, es muy llamativo que en este caso no las haya –aporta Scheinsohn–. Las dos citas que figuran relativas a esto son sobre el aprovechamiento de pinípedos en los Estados Unidos y sobre el descarne de un elefante, y no ponen un solo trabajo de este mismo tema tratado por arqueólogos fueguinos. Con esta evidencia, no se sustenta la hipótesis”.
No se puede descartar, pero...
Por último, Fiore señala un detalle no menor: si bien los Yaganes tenían perros, no se llevaban nada bien con los zorros, porque les producía mucha aversión el hecho de que fueran carroñeros. “Como ellos tenían mucho respeto por sus ancestros, no querían comer zorros que pudieran haberse comido algún antepasado en un enterratorio –explica–. ¿Se iban a cruzar hasta las Malvinas con un zorro? Los autores debieron, por lo menos, consignar que existe un tabú sobre el consumo de zorros que incluso registró Darwin” (Journal of Researches into the Natural Hisotry an Geology of the Countries visissted during the Voyage of H.M.S. Beagle Round the World, John Murray, 1845, p 214).
“¿Es descartable que los canoeros fueguinos hayan llegado ocasionalmente a Malvinas? No. Pero creemos que dada la poca probabilidad de que esto sucediera, sostener esta hipótesis requiere evidencia arqueológica más firme –afirma Scheinsohn–. En este trabajo, se afirma que la ausencia de evidencia (humana preeuropea) no es evidencia de la ausencia. Pasar de eso a afirmar que la ausencia de evidencia es evidencia de la presencia, como hacen estos colegas, es, por lo menos, sesgado”.
“Este artículo tiene una mala lectura de los antecedentes y desconocimiento de la historia de la investigación –agrega Tívoli–. Acá, en Tierra del Fuego, hay más de 45 años de estudios ininterrumpidos sobre la comunidad de canoeros y una producción científica muy importante sobre el tema”.
Y concluye Fiore: “Esto no quiere decir que no haya podido haber un poblamiento temprano indígena en la región, solo que todavía no hay pruebas. No estoy en contra de la idea de que un conjunto de personas muy bien pertrechadas (porque para cruzar hasta allá necesitás leña, comida y agua) hayan podido hacerlo. Los conocimientos de navegación de los Yaganes definitivamente sirven para ir lejos, de eso no tengo ninguna duda. Los admiro, porque tenían habilidades tecnológicas superlativas para la navegación. El tema no es que no podían, pero se necesita evidencia sólida para asegurarlo. Es más, es la única parte del archipiélago sobre la que nos faltarían pruebas de poblamiento indígena. Sería una gran noticia”.