Como hermano mayor, Federico Agnolín, que de chico volvía locos a sus padres por su fascinación con los “bichos”, arrastraba a Agustín, el menor, en sus excursiones de descubrimiento. “Al final, Agustín se ‘recontar engachó’”, bromea Federico. Hoy, éste es paleontólogo y aquél, arqueólogo. Ambos, apasionados por su profesión que no solo practican en sus respectivos lugares de trabajo (el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y la Fundación Azara, en el caso del primero, y el Instituto de Antropología y Pensamiento Latinoamericano el del segundo), sino que también invade las conversaciones familiares.
Precisamente de estos intercambios surgió la idea de revisar las evidencias que respaldan uno de los más encendidos debates de la arqueología americana: cuándo llegaron los primeros humanos al continente. Para la mayoría de los especialistas, esto habría ocurrido hace entre 13.000 y 14.000 años, a través del Estrecho de Bering, ubicado en el extremo Norte, entre Asia y América. Sin embargo, un grupo “disidente” propone que habría sido mucho antes, hace entre 20.000 y 50.000 años. Y para plantear esa hipótesis se basan, entre otras cosas, en herramientas de esa antigüedad halladas en Pedra Furada y otros sitios del nordeste de Brasil a las que atribuyen origen humano.
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En un trabajo que se publica en The Holocene (https://doi.org/10.1177/09596836221131707), los hermanos Agnolín se permiten plantear serias dudas sobre esta última posición y argumentan que las herramientas de 50.000 años de antigüedad de Pedra Furada no tienen origen humano, sino que fueron fabricadas por monos capuchinos.
“Ver un problema desde diferentes perspectivas resulta muy enriquecedor –cuenta Federico–. Este trabajo es un poco resultado de las charlas que tenemos. Yo vengo de las ciencias más duras, más biologicistas, y Agustín aporta su visión humanista, que ayuda a entender muchos aspectos”.
Federico confiesa que lo atrae mucho la arqueología (aunque no se dedica a ella en el plano profesional) y los yacimientos de Brasil eran una especie de obsesión para él. “La hipótesis que tiene más fuerza sobre el poblamiento americano es que se produjo hace unos 14.000 o 15.000 años, a través del Estrecho de Bering –cuenta–. Por otro lado, estaban estos restos en Brasil de 50.000 años, pero se los había cuestionado. Incluso había quienes consideraban que podían ser artefactos geológicos. Además, en los últimos años, se observó tanto en chimpancés, como en macacos e incluso en monos capuchinos de esa zona de Brasil la habilidad de hacer instrumentos de piedra. En África, por ejemplo, se vio que varios yacimientos que se creían correspondientes a antiguos homínidos, australopitecos, en realidad eran producto de chimpancés. Yo siempre lo molestaba a mi hermano con estas cosas… Estos descubrimientos me enloquecen, porque tradicionalmente se pensó que la capacidad de hacer instrumentos útiles era un atributo humano. Entonces, un día le muestro un artículo sobre esto de los capuchinos y le digo: ‘Mirá lo que están haciendo estos monos; seleccionan una roca, no cualquiera, sino un canto rodado, la trasladan a otro lado y le empiezan a pegar a una nuez, y encima dejan ‘lascas’ [desechos o esquirlas que quedan a medida que se va rompiendo] parecidas a lo que hacen los seres humanos”.
Estudios muy recientes, de 2016, muestran que los capuchinos se acercan a canteras de rocas redondeadas, conocidas como “canto rodado”, y allí seleccionan una roca que consideran de tamaño adecuado y la utilizan como percutor junto a otra más grande y achatada a modo de yunque. Al verlo, Agustín inmediatamente reconoció las similitudes que existían entre las piedras utilizadas por los monos capuchinos con lo que se encontró en Pedra Furada. “¡Era lo mismo!”, exclama Federico.
Aunque el tamaño de las rocas seleccionadas que se encuentran en el yacimiento del nordeste de Brasil es un poco mayor que las que emplean los monos capuchinos actuales, lo que sugiere que podrían haber sido utilizadas por algún otro tipo de mono o por capuchinos ancestrales, son indistinguibles de las que hoy producen estos primates y diferentes de las humanas.
Además, hay otros indicios que llevan a pensar que no pertenecen a un asentamiento humano. Por ejemplo, ausencia de huesos partidos, restos de fogones o comida. “El ser humano tiene una manera de organizarse espacialmente, muy, muy característica –aclara Federico–. Por decirlo de una manera sencilla: en una parte hacemos el fuego, en otra, cocinamos y en otra hacemos los instrumentos. Y en este caso, todo estaba desperdigado de manera azarosa, irregular. No había un arreglo del espacio, como sí tenemos los humanos y nuestros ancestros”.
La historia cuenta con un condimento adicional, y es que esto ya lo había intuido hace más de dos décadas, antes de que se hubiera observado la habilidad de generar herramientas entre los primates, un arqueólogo argentino, Luis Alberto Borrero, que analizó los hallazgos de este yacimiento y en una publicación de 2000 concluyó que las piedras talladas "Son instrumentos, pero no son humanos".
“Él dijo: ‘Esto no está distribuido como lo hacen los seres humanos. No sé qué es, pero humano no es’ –se entusiasma Agnolín–. Su trabajo, que nosotros no conocíamos porque no nos habíamos metido en el tema, es maravilloso, porque todos los demás intentaban buscar explicaciones raras”.
Para sostener sus conclusiones, los hermanos Agnolín argumentan que a escasos dos kilómetros de Pedra Furada hay monos capuchinos que hacen exactamente lo mismo que se encontró en ese sitio. “Cuando tomamos las cantidades de instrumentos, de lascas y otras variables, todas sugieren que son de capuchinos y no de humanos –subraya el científico–. Además, son piedras muy toscas. Es nada más que una piedra pegándole a otra. En la actualidad, los monos las usan para romper nueces, para excavar en busca de raíces e incluso a veces las chupan porque al parecer obtienen minerales que faltan en sus dietas”.
Dado que Pedra Furada proporcionaba la evidencia más fuerte para la presencia humana en América hace 50.000 años, esa hipótesis se debilita. Y aunque en otras partes del mundo hay herramientas de 50.000 años de antigüedad a las que se atribuía origen humano, ahora que se sabe que otros primates también las fabrican habrá que revisarlas.
"Otra de las preguntas sin respuesta era qué tipo de humano arcaico podía haber acá, en América, hace 50.000 años que tuviera este tipo industria tan elemental –destaca Agnolín–. Por eso, la hipótesis en algún punto siempre resultó endeble. Borrero mismo lo señaló, ya que en ese momento, los humanos éramos básicamente sapiens. Esto termina con un montón de especulaciones. Bah, en realidad, hay que ver lo que responden los otros investigadores. Es un debate que recién empieza”.
Para Rolando Gonzalez-José, director del Centro Nacional Patagónico y coordinador del programa PoblAr, que conoce bien el sitio, pero no intervino en este trabajo, “La investigación de Agnolín y Agnolín contribuye a una larga discusión acerca de la antigüedad de la ocupación humana en el nordeste brasileño, que por su supuesta profundidad temporal, tiene implicancias en el debate del poblamiento americano en general. Un problema recurrente con los sitios antiguos de esa zona, especialmente los de Pedra Furada y aledaños, es que carecemos de dataciones directas. Si bien los restos humanos más antiguos de Brasil se remontan a unos 11 o 12 mil años antes del presente (los restos de “Luzia” y de “Zuzu”pueden atribuirse a estos fechados) no se encontraron restos humanos tan antiguos como las herramientas líticas que se fecharon en tiempos sincrónicos o hasta anteriores al último máximo glacial (que ocurrió hace entre 19 y 23 mil años antes del presente). Es decir, los fechados más antiguos atribuidos a humanos no provienen de esqueletos humanos propiamente dichos, sino de instrumentos de piedra que, supuestamente, fueron hechos por humanos. Esto abre una controversia apasionante a la que muchos autores contribuyen, incluyendo el estudio de Agnolín y Agnolín, y es si esos restos encontrados en esos sitios fueron efectivamente hechos por humanos o bien por monos capuchinos. El uso de instrumentos líticos rudimentarios por parte de estos primates está bien documentado en diversas regiones y contextos. Naturalmente, las comparaciones son cada vez más complejas, y la investigación de Agnolín y Agnolín aporta nuevos enfoques y una mirada global sobre el registro de piezas líticas tanto de los sitios vinculados a Pedra Furada como de otros cercanos pertenecientes a monos capuchinos del género Sapajus. El establecimiento de la presencia más antigua de humanos en América del Sur requiere de abordajes interdisciplinarios. Creo que este aporte sigue alimentando el debate acerca del origen humano o no humano de las herramientas líticas más antiguas de estos sitios, y se suma a muchos previos y otros que vendrán en el futuro, de la mano de nuevas tecnologías y abordajes, que nos permitan conocer con mayor verosimilitud la profundidad de la presencia humana en nuestro continente”.