A mediados de año, investigadores puntanos liderados por el biólogo molecular Maxi Juri Ayub, de la Universidad Nacional de San Luis, pusieron a punto el sistema de “pooling”, diseñado por el químico analítico Roberto Etchenique y su equipo (que consiste en hacerles la PCR a varias muestras al mismo tiempo), y validado por el laboratorio de Daniela Hozbor, de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata, para que reconociera solamente las muestras que contenían la variante Delta.
Pero tras el alerta lanzado en Sudáfrica y la rápida propagación global de Ómicron, que ya está en más de cuatro decenas de países, Juri Ayub se puso manos a la obra y a la velocidad del rayo diseñó una nueva estrategia dirigida a detectar rápidamente la nueva variante de preocupación. Algo así como un radar que ausculta el horizonte para hacer sonar las alarmas ante el ingreso de un peligro potencial. Fue este sistema el que permitió constatar que el hombre de 38 años llegado al país procedente de Sudáfrica el 30 de noviembre, vacunado con esquema completo y antecedente de Covid-19 en marzo de este año, había adquirido el virus.
En cuanto declararon a Ómicron como variante de preocupación, Juri Ayub se puso a pensar cómo detectarla rápidamente. Una de las primeras cosas que notó es que compartía algunas mutaciones con Alfa. Así fue cómo se le ocurrió que se podía utilizar este rasgo como “proxy”, como indicador de que se está en presencia de la que hoy inquieta a media humanidad.
“Ómicron tiene gran número de mutaciones, pero varias son compartidas con otras variantes –cuenta el científico–. En particular, dos que ya tenían Alfa, Beta y Lambda. Y hay una que solo se da en Alfa. Pero como esta última no circula más, entonces, si ahora uno encuentra una muestra con esas deleciones [segmentos faltantes de ARN], quiere decir con altísima probabilidad que se trata de Ómicron. La estrategia es parecida a lo que hicimos para Delta: usamos ‘primers’ que se ‘pegan’ en una región diferente”.
Con la técnica ya puesta a punto, el último miércoles Juri Ayub se dirigió a su laboratorio, armó las alícuotas de los reactivos y los llevó al laboratorio de Salud Pública de su provincia. El sábado surgió el caso de la persona infectada, pero los encontró preparados.
El test de PCR (sistema que amplifica un pedacito del genoma viral como si fuera una fotocopiadora de ARN) consta de tres partes: la muestra, la mezcla de reacción (la polimerasa, enzima capaz de transcribir o replicar ácidos nucleicos) y los nucleótidos sintéticos ( “ladrillos” o “eslabones” de los ácidos nucleicos) que dirigen qué pedacitos de la muestra se van a amplificar. Esos oligonucleótidos son los que le dan la especificidad a la PCR. “Nosotros lo dirigimos justamente a las partes específicas de esta variante –explica el investigador–. Eso es lo que llevé al laboratorio de Salud Pública. La reacción es idéntica, lo que cambia son los oligonucleótidos que indican qué región del genoma se va a amplificar: en vez de usar los de rutina para diagnóstico, emplean los específicos para esta variante”.
Afortunadamente, el primer paciente con Ómicron detectado en el país había hecho todo lo indicado: llegó con dos tests negativos, viajó en un remise con barbijo desde Buenos Aires y, aunque no tuvo síntomas, al enterarse de que sus colegas en Sudáfrica habían dado positivo para Covid, se comunicó con el sistema de salud. “Por eso lo hisoparon y nos enteramos”, comenta. Tuvo cuatro contactos estrechos que se encuentran en aislamiento.
Lo más importante es que este método puede usarse en gran escala. “Esa es la idea –destaca Juri Ayub–. Recién termino de hablar con gente de Formosa, con Mendoza… Esta vez no serán pruebas en ‘pooling’, como habíamos previsto para Delta, pero al no tener un número tan grande de casos, no es un problema. Lo único que habría que hacer es realizarles a todos los positivos una segunda PCR con este diseño para identificar variantes”.