Se lanzaron en agosto de 2023 y fueron considerados un hito en la inversión en ciencia y tecnología argentina: por primera vez se comprometían subsidios de un millón de dólares a lo largo de cuatro años (con evaluaciones periódicas) a proyectos de investigación en temas prioritarios para el desarrollo nacional que habían sido definidos como áreas estratégicas en el Plan Nacional de Ciencia 2030.
Tenían varias particularidades que permitían considerarlos un avance en la dinámica del sistema de ciencia y tecnología local. El monto, mucho mayor de lo habitual, se pagaría a razón de 250.000 dólares anuales a la cotización del momento en que se hiciera efectivo el pago. Cada proyecto debía involucrar a tres o cuatro grupos de investigación (una “red”), de los cuales por lo menos uno o dos, respectivamente, debían acreditar excelencia y reconocimiento internacional por sus contribuciones científicas y tecnológicas, y debían vincularse con al menos otro de reciente formación. En cada uno, no más de dos de ellos podían estar radicados en el Área Metropolitana de Buenos Aires, y por lo menos uno debía pertenecer a zonas de menor desarrollo relativo o a instituciones universitarias creadas a partir de 2009, en las que el área científica todavía no estuviera suficientemente consolidada. La idea era que los equipos de alta calidad y experiencia promovieran la ciencia de excelencia en todo el país y ayudaran a fortalecer el sistema científico y tecnológico más allá de la zona central, donde residen el 85% de los científicos de la Argentina.


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Se presentaron 149 propuestas y fueron seleccionadas 23, integradas por 81 grupos en 17 provincias. Cada uno de ellos se puso a trabajar, pero aunque presentaron sus informes, rindieron sus gastos y fueron evaluados satisfactoriamente, desde agosto esperan que se concrete la segunda cuota. Hasta ahora, sin noticias.
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“Nosotros presentamos informe, rendición y todo lo que nos pidieron hace meses. Incluso nos lo aprobaron después de hacernos una pequeña consulta, pero no hay ninguna novedad sobre la segunda cuota ni para el nuestro ni para otros grupos –cuenta la multipremiada biotecnología Raquel Chan, que encabeza la Red Federal de Agrobiotecnología Traslacional (AgroBiotecAR), en la que participan el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL), el Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (Cefobi), de la Universidad Nacional de Rosario, el Instituto de Biología Agrícola de Mendoza (IBAM), de la Universidad Nacional de Cuyo y la Facultad de Agronomía, Zootecnia y Veterinaria, de la Universidad Nacional de Tucumán–. Todos recibimos la misma respuesta: ‘Está en el circuito de pago’. Eso desde hace meses. El 16 de diciembre participé de una reunión entre la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (Raicyt) y funcionarios. Nos dijeron que los proyectos son súper interesantes y que los iban a apoyar. Al tiempo, mandamos una nota firmada por casi todos los directores pidiendo una fecha cierta de pago. La entregamos por escrito en mesa de entradas y por email. No respondió nadie”.
AgroBioteAR se propone desarrollar construcciones genéticas para generar en los cultivos mayor producción y tolerancia a distintos tipos de estrés ambiental (déficit hídrico, por altas o bajas temperaturas, anegamiento, etcétera). Los cultivos elegidos fueron soja, arroz, tomate y vid. “El motivo de la elección fue fundamentalmente la experiencia previa en esas especies, tanto en transformación como en edición génica –explica Chan–. Son todos cultivos que sufren grandes pérdidas anuales por estrés ambiental y de los que se está lejos de llegar al rendimiento potencial”.
Gabriel Rabinovich, reconocido en todo el mundo por sus investigaciones en una molécula que cumple un papel crucial en el cáncer y las enfermedades autoinmunes, la Gal-1, y sus colegas de la red “Inmuno-galectinas”, para desarrollar nuevas plataformas de investigación, predicción y diseño de inmunoterapias, en la que participa el Instituto de Biología y Medicina Experimental (Ibyme), el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (Inbirs, de la UBA y el Conicet) y el Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas, del Centro Nacional Patagónico, están en una situación similar. Presentaron el informe de la primera cuota, fueron evaluados y están esperando la segunda, que temen que nunca llegue. “Es terrible, porque son proyectos muy competitivos en los cuales pusimos todo nuestro sacrificio –comenta el científico–. Los emails que recibimos fueron de personal administrativo. Nos dijeron que es notable la cantidad de avances que realizamos, que no había ninguna objeción científica ni presupuestaria, pero nunca tuvimos una evaluación formal. A los que integraban la comisión, todas personalidades de gran prestigio internacional, nunca les llegó el informe, que hicimos con mucha prolijidad. Y a los mensajes que seguimos enviando nos responden que está ‘en proceso’”.
Este proyecto se propone generar avances terapéuticos en inmunooncología y quedó varado a medio camino. “No podemos seguir”, lamenta Rabinovich.
“Lo que está pasando es un manoseo, una falta de respeto –destaca Andrea Gamarnik, coordinadora de la ‘Red federal para el diagnóstico rápido de enfermedades infecciosas en la Argentina’ (ReFeDE-Ar), que incluye al Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBA), el Instituto Multidisciplinario de Salud, Tecnología y Desarrollo (Imsated, de la Universidad Nacional de Santiago del Estero) y el Instituto de Biología Subtropical, de la Universidad Nacional de Misiones–. Nos dicen que quieren pagar las cuotas adeudadas porque son proyectos muy relevantes para el país, pero nada. Ya presentamos las rendiciones y en principio estaba todo aceptado. Ahora nos piden que presentemos en un formato diferente algo que ya revisaron tres veces. A cada rato cambian las reglas de juego. Para mí, o está dilatando la respuesta, o no tienen la plata o no quieren pagar o no sé qué pasa, pero realmente están generando una situación de una angustia y una incertidumbre muy grandes. Nuestro equipo de trabajo ya se está empezando a desmembrar. Al no tener certeza de que el proyecto va a seguir la gente se está empezando a ir, a buscar trabajo en otro lado. El tema es serio”.
También Sandra Díaz, cuyo nombre fue motivo de enorme interés público en los últimos días porque es una de los dos ganadores del Premio Tyler, considerado por su prestigio como el Nobel del Ambiente, ve cómo se truncan los proyectos. Coordina la red integrada por el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal, de la Universidad Nacional de Córdoba, el Instituto de Ecorregiones Andinas, de la Universidad Nacional de Jujuy, y el Instituto de Ciencias Polares, Ambiente y Recursos Naturales, de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, sobre “Contribuciones de la Naturaleza para la Argentina (Conaturar)”.
Finalizado el primer año de ejecución, se les pidió un informe y una rendición de cuentas en agosto del año pasado, cosa que hicieron en tiempo y forma. “La parte técnica fue aprobada con ‘excelente, felicitado' y también lo financiero –detalla–. Pero desde agosto del año pasado no recibimos un peso. Por supuesto, perdimos la oportunidad de hacer montones de cosas. Además, teníamos el contrato firmado y el dinero asignado para un nuevo proyecto, a mi modo de ver, sumamente innovador, inter y transdisciplinario, en el que confluían la ecología, las ciencias sociales, la economía y el arte, que se llamaba ‘Espacio sobre ecología de las transformaciones’ (Estra). Estábamos en la primera etapa y fue uno de los tantos proyectos que quedaron truncados. Me hubiese permitido ampliar este enfoque interdisciplinario entre la biología y lo social, y estudiar las transformaciones de una manera, a mi modo de ver, innovadora, pero lo tuvimos que abandonar bruscamente a pesar de que teníamos el contrato firmado y el dinero asignado”.
El Estra iba a tener espacios de uso compartido con la comunidad del Conicet en Córdoba: una parte para producciones audiovisuales y un estudio de radio, un auditorio para desarrollar actividades culturales que facilitaran la interacción con la comunidad, no sólo académica sino con la sociedad en un sentido más amplio, además de laboratorios y un fitotrón, para cultivo en condiciones controladas de temperatura y humedad.
Otro tanto les ocurre a los integrantes de la “Iniciativa Federal para el Desarrollo de Materiales y Procesos Sustentables para el Almacenamiento de Energía”, coordinado por el doctor en química Alvaro Tesio, y en la que participan el Centro de Investigación y Desarrollo en Materiales Avanzados y Almacenamiento de Energía de Jujuy, el Instituto de Investigaciones en Tecnologías Energéticas y Materiales avanzados (Iitema, de la Universidad Nacional de Río Cuarto), el Instituto de Química, Física de Materiales, Medio Ambiente y Energía (Inquimae, de la UBA) y la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la Universidad Nacional de Tucumán.
“Presentamos el informe en tiempo y forma allá por agosto, nos hicieron unas correcciones de forma (fundamentalmente, resumir más) y lo devolvimos corregido en septiembre –comenta–. En ese momento ya teníamos gastado más del 75% que exigían. Hoy, aún nos quedan unos fondos mínimos, pero sólo porque no lo queremos gastar para tener algo de reserva. Si todo hubiese funcionado bien, en octubre/noviembre del año pasado ya lo hubiésemos gastado al 100%. Aún no recibimos segunda cuota, ni respuesta alguna ninguna de las veces que solicitamos saber cuando la recibiríamos”.
La primera cuota se desembolsó a fines de 2023, antes de la gran devaluación posterior a la asunción del actual presidente. “Cuando teníamos el dinero ya devaluado, no activaron los ROECyT (certificados del régimen especial de compras de bienes e insumos destinados a la investigación) hasta abril o mayo –subraya–, razón por la cual estuvimos como seis meses sin poder hacer compras al exterior y el dinero se seguía devaluando... Lo de los ROECyT se regularizó, pero seguimos casi imposibilitados de hacer compras al exterior, ya que no se puede pagar por los medios habituales ni por transferencia bancaria... rige eso de pagar en 4 cuotas luego de recibir el producto, metodología que nadie del exterior acepta... Claramente en este contexto, todo lo propuesto y armado en el proyecto se fue modificando y los objetivos están siendo difíciles de cumplir... En nuestro caso, sobre todo lo de compras de grandes equipamientos, y los de movilidad, en ambos casos, por la devaluación (¡el dólar estaba en algo menos de 300 pesos!)... Si todo se encarrila y nos pagan la segunda cuota, espero que recuerden que hay una cláusula que indica que esas cuotas de 250.000 dólares por año son actualizables al día del pago”.
Otro que está en la misma situación que el resto es el físico Alex Fainstein, del Instituto Balseiro y el Centro Atómico Bariloche, que encabeza un proyecto sobre nuevas tecnologías de telecomunicaciones de sexta generación. “Tiene que ver con procesamiento y conversión de señales entre microondas y luz –explica–. Esta última va por las fibras ópticas, la primera, por la atmósfera (como ocurre con los celulares). Estudiamos la conversión de señales de una a otra”.
La red incluye cuatro grupos, dos de Bariloche (uno del área de Ingeniería de las telecomunicaciones y otro de física), otro de la UBA y otro de la Universidad Nacional del Noreste, que es el que se trata de consolidar. “Es un equipo joven excelente, unos pibes que se repatriaron de los Estados Unidos –cuenta Fainstein–. Ellos proveen soporte teórico al proyecto y la idea era armar laboratorios allá [en la UNNE], para lo cual compraron equipo y vinieron a recibir respaldo de nuestros grupos acá, en Bariloche. El proyecto empezó ‘a mil’. La financiación y la evaluación fueron una gran motivación. En el primer año, teníamos reuniones semanales, incluso también con expertos del exterior, hasta que todo quedó congelado desde el segundo semestre del año pasado. En esa disyuntiva, todo se fue deteniendo. Estamos viendo cómo seguir con otras cosas y esperando alguna señal de si esto continúa para retomar el ritmo que teníamos, porque sin eso los grupos empiezan a desarmarse”.
El año pasado enviaron sus informes sobre la ejecución del proyecto. Les pidieron algunos cambios menores, que hicieron, y de ahí en más, siempre que preguntaron les dijeron que se había elevado el procedimiento administrativo para el pago. “Pero ahí está, como en un freezer –cuenta Fainstein–. El personal de administración de la Secretaría [de Innovación, Ciencia y Tecnología], es muy cordial y correcta, pero hay un freno, no sé dónde".
“Según nos informaron, nuestro proyecto se encuentra en condiciones de recibir el segundo desembolso, pero no hay ninguna certeza de cuándo ocurriría esto, ni tampoco de que haya sido aprobado por las autoridades correspondientes”, concluye Anabella Srebrow, coordinadora de la Red Federal “Expresión génica y procesamiento del ARN en patologías humanas” (Red-Génica-ARN)”, en la que participan el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias, el Instituto de Genética y Biología Molecular (Ingebi) y el Instituto de Biología Subtropical de la Universidad Nacional de Misiones.
Otros proyectos federales incluyen redes para el desarrollo de vacunas (encabezada por Osvaldo Podhajcer, de la Fundación Instituto Leloir), el control químico de la garrapata (encabezada por Santiago Nava, del INTA),el modelado de la atmósfera, la Tierra y espacio (encabezada por Pablo Minnini, de la UBA), la microscopía de super-resolución (encabezada por Fernando Stefani, del Centro de Investigaciones en Bionanociencias), estudios sobre la interacción entre los bosques y el clima (encabezada por Ricardo Villalba, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, el rediseño de paisajes agrícolas sustentables (encabezada por Esteban Jobaggy, del Instituto de Matemática Aplicada de San Luis) y más.