Aunque se lo conoce desde la época de los egipcios, para Matías Chacón, Jefe del Departamento de Oncología Clínica del Instituto Alexander Fleming y reconocido oncólogo clínico, el cáncer es una enfermedad “joven”. “Los egipcios ya habían encontrado metástasis óseas –comenta–, pero los tumores empiezan a tener trascendencia desde el punto de vista sanitario en los años cuarenta del siglo pasado”.
La explicación no es difícil de comprender, si se tiene en cuenta que el cáncer es una enfermedad íntimamente ligada al envejecimiento y a principios del siglo XX la esperanza de vida en el mundo rondaba los 40 años. La creciente expectativa de vida y la mayor precisión en los diagnósticos son dos de las principales razones por las cuales los casos de esta enfermedad que un cirujano decimonónico describió como “el emperador de todos los males” (título de un magnífico libro sobre el tema del oncólogo e investigador norteamericano Siddharta Muhkerjee) crecerán en las próximas décadas. Según la Agencia Internacional de la Investigación del Cáncer (IARC), de la OMS, ese aumento será del 77%: pasarían de sumar 20 millones en 2022, a 35 millones en 2050. Cuatro quintas partes de la carga recaerán en los países de ingresos bajos y medios.
“A priori, parece que la incidencia [nuevos casos por año] creciente es una mala noticia –aclara Chacón, durante una reunión de prensa convocada con motivo de conmemorarse el Día Mundial del Cáncer–. Pero mirémoslo al revés: si uno considera que, en parte, ese aumento ocurrirá porque se detectan cada vez más tumores potencialmente curables en etapas tempranas, no es tan negativa. La mala noticia sería que se prevea un aumento en la mortalidad y desde hace años sabemos que el 75% de los cánceres detectados precozmente se curan o se controlan. El problema no es la incidencia, sino la mortalidad”.
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Se trata de una patología que se hará cada vez más común. Hoy se sabe que una de cada tres o cuatro personas lo tendrá a lo largo de su vida. “El ser humano vive cada vez más tiempo y el cáncer es una enfermedad de los adultos mayores –dice Chacón–. Hay tumores en jóvenes y chicos, pero su frecuencia en esa población se mantiene estable a lo largo de las décadas. El cáncer de la gente mayor sí aumenta porque vivimos más y porque hay tecnologías que permiten arribar al diagnóstico de forma más temprana”.
El crecimiento y envejecimiento de la población, y otros factores como el consumo de alcohol o tabaco, la obesidad, la exposición al sol, la contaminación del aire y cambios en la dieta, e incluso algunas infecciones están entre las causas que fundamentan este vaticinio. Según la OMS, uno de cada nueve hombres y una de cada 12 mujeres morirán de cáncer.
Aunque no hay cifras precisas, se calcula que en la Argentina se diagnostican anualmente unos 130.000 tumores, lo que equivaldría a 350 por día o 15 por hora, según destaca Chacón. De acuerdo con la IARC, nuestro país se encuentra entre los de incidencia media-alta, y ocupa el 8vo puesto entre los de América con unos 218,2 casos por cada 100.000 habitantes.
El cáncer no es una sola enfermedad, sino cientos que comparten un signo cardinal: la multiplicación descontrolada de células. En general, este error en la replicación ocurre por mutaciones inducidas por diferentes factores como el tabaquismo, la obesidad o la radiación ultravioleta. Y aunque la edad siempre es el que más incide (porque la posibilidad de que se produzcan esas fallas en los mecanismos de control aumenta con los años), una tendencia a la aparición de tumores propios del envejecimiento en individuos menores de 50 preocupa a los especialistas. Un estudio publicado en el British Medical Journal Oncology (https://bmjoncology.bmj.com/content/2/1/e000049) calculó que entre 1990 y 2019 la incidencia en ese grupo creció un 79%. Aunque no está claro porqué ocurre, se lo atribuye a hábitos de vida poco saludables, mala alimentación, sedentarismo y otros factores.
La buena noticia es que alrededor de un 40% de los casos puede prevenirse con una alimentación sana, actividad física, cero tabaco, ingesta moderada o nula de alcohol, protección de la piel al exponerse al sol, tener el calendario de vacunación al día y realizar controles de salud cuando corresponda.
“La prevención primaria, que consiste en hacer todo lo posible para evitar la aparición de la enfermedad en la población sana, es fundamental –subraya Chacón–. El objetivo de la prevención secundaria es detectar tumores o lesiones muy chiquitas, y para eso nos sirven la colonoscopía, la mamografía y el Papanicolaou. Y cuando uno ya tiene el diagnóstico, hay que tratarse de forma adecuada”.
Los tumores más frecuentes son el de pulmón, el de mama, el colorrectal y el de próstata, pero tienen distinto impacto según las regiones. Por ejemplo, el cáncer cervical es el octavo más común en todo el mundo, pero el más frecuente en 25 países. Provocado por el virus del papiloma humano (HPV), se puede prevenir con el Papanicolaou (que detecta lesiones precancerosas) y con una vacuna que en nuestro país integra el calendario nacional de inmunizaciones y se administra en forma gratuita a chicos y chicas a partir de los 11 años.
Las mismas diferencias ocurren en la Argentina. “La epidemiología cambia por regiones, por países e incluso dentro de un mismo país –cuenta Chacón–. Es muy diferente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en Misiones. En esa provincia, precisamente, uno de los problemas graves es el de la prevalencia de HPV y los tumores de cuello de útero. Entonces uno debe hacer detección precoz de manera inteligente, tratando de destinar recursos en forma apropiada, porque el cáncer no es igual en todo el planeta. En África, es casi una enfermedad rara y los tumores que se presentan son distintos. En la India, el hepatocarcinoma [un tumor del hígado] es una principales causas de muerte por cáncer; en la Argentina está en el puesto número 45”.
Mientras tanto, las últimas décadas vieron un avance notable en el conocimiento de la biología y la genética de los tumores, del microambiente tumoral y la respuesta inmunológica. Según la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME), el Grupo Argentino de Investigación Clínica en Oncología (GAICO) y la AAOC, solo en los últimos cinco años se aprobaron 115 nuevos tratamientos. “Después de que se descifró el genoma humano, el cáncer se desnudó delante nuestro y hoy tenemos el atlas del genoma del cáncer. Hay medicamentos que potencian la actividad de los glóbulos blancos sobre el tumor y hasta se puede hacer diagnóstico a través de una extracción de sangre –subraya Chacón–. Son cosas que ni [el escritor de ciencia ficción] Isaac Asimov podría haberse imaginado. Además, los cirujanos tienen mucho más entrenamiento, las cirugías son menos agresivas, y hasta se logró mitigar muchísimo los efectos adversos de las terapias clásicas con nuevos medicamentos que quitan las náuseas y disminuyen la caída del pelo”.
La asignatura pendiente es asegurar un acceso equitativo al diagnóstico, los tratamientos y las nuevas tecnologías. El informe de la IARC revela diferencias sustantivas. En los países de altos ingresos, una de cada 12 mujeres serán diagnosticadas con cáncer de mama, pero solo una de 71 morirá por esa causa; en los de bajos ingresos, aunque solo una de 27 recibirán ese diagnóstico, una de 48 morirán por ese tipo de tumor. Además, se calcula que en estos últimos los pacientes tienen en promedio entre un 15 y un 20% menos de sobrevida.
“El desafío es que el acceso a la prevención, el diagnóstico y los tratamientos sea equitativo, no solo en lo que hace a los medicamentos de alto costo –concluye Chacón–. Es fundamental contar con equipos multidisciplinarios de médicos, cirujanos, radioterapistas, psicólogos, enfermeros, patólogos a la hora de abordar cada caso. Hay que tratar de generar un sistema parejo teniendo en claro que no todo lo privado es mejor que lo público”.