Diego Hurtado de Mendoza: “No queremos ser Noruega ni Corea, cada país tiene que generar su propio sendero”

El viceministro de Ciencia, Tecnología e Innovación afirma que “La ciencia y la tecnología son un problema de política pública, no de la comunidad científica”

07 de noviembre, 2021 | 22.25

En el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Mincyt), en el Polo Científico de Godoy Cruz y Soler, no se advierten signos manifiestos del reciente cambio de titular. Daniel Filmus confirmó en reiteradas oportunidades que piensa continuar con el rumbo que inició Roberto Salvarezza y, salvo algún puesto clave, preservó prácticamente a todo el equipo de secretarios. 

“Tuvimos una transición envidiable, parece que fuéramos Alemania –bromea Diego Hurtado de Mendoza, que desde 2019 ocupa la Secretaría de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación–; es excelente poder continuar trabajando y combinar perfiles”.

Doctor en Física de la UBA, en el área de geofísica de la alta atmósfera, como investigador del Conicet Hurtado de Mendoza luego se orientó hacia los estudios sociales y la historia de la ciencia. En 2006, inició su camino en la gestión como secretario de investigación de la Universidad Nacional de San Martín. De allí pasó a la presidencia de la Autoridad Regulatoria Nuclear y fue segundo Gobernador Alterno por la Argentina ante la Junta del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), integró el Directorio de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica (ahora llamada I+D+I) y fue secretario de transferencia de tecnología en la Unsam. En la actualidad, también se desempeña (ad honorem) como vicepresidente de la CNEA. 

“Roberto Salvarezza hizo una muy buena gestión –destaca–. Entra con un capital político y sale con uno mayor. Fue el ministro que recuperó la ciencia de los desastres del desfinanciamiento, del desmantelamiento de proyectos estratégicos (plan nuclear, Arsat, Agencia Nacional de Laboratorios Públicos…). Que tuvo que recomponer la escala más capilar del Mincyt, el propio personal…  Acá hay gente muy profesional, que entiende mucho de cooperación internacional, de propiedad intelectual, de índicadores… Salvarezza es el ministro de la vuelta a la construcción de una política y que deja un saldo positivo en la respuesta a la pandemia, efectos que hoy queremos sostener y multiplicar. Cada uno de estos dos ministros maximizan oportunidades en el momento en que les toca jugar”.

–¿Cuáles son las metas de esta nueva gestión?

–Esperamos que van a estar formulados en el “Plan de Ciencia y Tecnología 2030” [que se discute hoy, lunes, en el Centro Cultural Kirchner], que significará un salto cualitativo importante. 

–Las ideas estarán en el papel, pero… ¿cómo se traducen en hechos? 

–Está en el papel lo que venimos haciendo. No esperamos a tener un plan para reaccionar. La pandemia nos sacó de foco y nos obligó a incorporarla a la planificación de mediano y largo plazo. El Plan condensará la definición de ocho líneas estratégicas que nosotros llamamos “grandes desafíos nacionales”, que incluyen la soberanía sanitaria, la transición energética, la transformación digital, el plan espacial, el desarrollo sustentable. Cada uno tiene que ver con todo lo que se aprendió de 2003 a 2015 más lo que venimos aprendiendo de manera acelerada con la pandemia. Eso nos indica, por un lado, la necesidad de vincularnos a los ministerios sectoriales, tender puentes para definir en conjunto con Salud, con Producción, con Energía (que está en Economía), con Ambiente, con Agro. Y por otro, las urgencia de políticas de federalización. El núcleo del Plan 2030 va a estar en la definición de las agendas de innovación y desarrollo (I+D) que están demandando los planes de desarrollo provinciales. El mayor esfuerzo está puesto en hacer virar todo el sector de ciencia y tecnología (CyT) de una mirada de “oferta” a una de “respuesta a la demanda”. Es [lo que planteaba] Varsavsky en 1969. 

–¿El ingreso de 1000 investigadores a instituciones que no son el Conicet se decidió porque hay que diversificar el sistema científico?

–El ingreso de 1000 doctores a distintas instituciones está muy bien… ¿y la salida? ¿Vendrá una mano invisible a ordenar la salida? Podemos hablar de planificación y planeamiento, pero necesitamos preguntarnos si nuestro país posee esas capacidades. Creo que las está construyendo, y que algo muy virtuoso es que volvemos a ver procesos de construcción de capacidades, de coordinación de políticas.

–¿Dermandan las provincias? 

–Algunas sí, otras, no. Estamos trabajando con todas, no solo llevando doctores y doctoras, sino también capacidades de planificación. La Subsecretaría de Estudios y Prospectiva, que produce índices, hoy está preparando equipos provinciales para que generen capacidades de diagnóstico y prospectiva de acuerdo con sus propias necesidades. 

–Durante la pandemia, fueron contadas las jurisdicciones que recurrieron al sistema científico en busca de asesoramiento para la toma de decisiones sobre políticas públicas… 

–Es que partimos de un desequilibrio tremendo: el 85% de los recursos científicos y tecnológicos están concentrados en cuatro provincias. En este momento están creciendo núcleos de desarrollo en distintas partes del país. Cuando uno estudia modelos de desarrollo, eso es lo cualitativo. No queremos ser Noruega ni Corea, tenemos que mirar para aprender, pero después inventar nuestro camino. Cada país necesita generar su propio sendero. Lo que es claro es que hoy las potencias se enfrentan en la batalla tecnológica, en la batalla por el conocimiento. 

–¿Puede competir la Argentina en la ciencia y la tecnología de vanguardia?

–Hay un mito de que la Argentina necesita imponerse en la frontera tecnológica. Lo que necesitamos es entender qué conocimiento nos demanda nuestro proyecto de desarrollo y cómo acceder a él. ¿Podemos competir con las grandes empresas que producen baterías de celulares? No, la verdad es que no… Pero sí podemos generar nuestro propio sendero de desarrollo en baterías de litio para buses. Para poner un ejemplo: el Arsat 1 fue un Fiat 600, el Arsat 2,  un Torino y el Arsat 3 se iba a parecer a una Ferrari… No arrancamos desde la frontera, lo hacemos desde lo que podemos, lo que tenemos, pero buscamos autonomía sabiendo lo que necesitamos. Un contraejemplo sería la política “Renovar” de la gestión anterior. Hoy dicen “incorporamos tantos miles de megavatios en renovables”. Lo que se hizo fue comprar tecnología llave en mano e instalarla. ¿Cuál era la meta, producir energía verde? Para un país en desarrollo el objetivo debe ser producir energía verde con tecnología nacional y con industria nacional para generar puestos de trabajo.

–¿Tiene que seguir creciendo el Conicet?

–Necesitamos de manera acuciante capacidades tecnológicas. Sabemos gestionar ciencia, pero nos cuesta mucho gestionar tecnología, que es lo que está más cerca de la producción de valor social y económico. Me parece que la pregunta si más o menos, dentro o fuera del Conicet está descontextualizada si no ponemos metas claras en el factor demanda. No sirve de nada producir mil doctores o quince mil o 30.000. Lo importante es si va a haber demanda para que puedan insertarse. Lo que necesitamos es producir demanda de doctores y doctoras. 

–¿Cómo?

Con un sector productivo que entienda que hay que incorporar conocimiento.

–El sector productivo es reacio a arriesgar para apostar al desarrollo de tecnología.  

–Lamentablemente son pocas las Pymes, y las empresas nacionales con capacidad de invertir que lo hacen en I+D. Muchas piensan que la modernización de sus procesos de producción se puede hacer con tecnología extranjera. Necesitamos un Estado robusto, inteligente, que sepa poner reglas de juego; es decir, con capacidad de dar incentivos y eventualmente disciplinamiento… Chile, que para nosotros es el paradigma del liberalismo, es mucho más nacionalista e industrialista con su litio que nosotros. Estamos trabajando en esa dirección y después veremos si es políticamente viable. 

–¿La CyT tienen algún rol en la economía popular?

–Hay más de seis o siete millones de argentinos en ese sector, que no puede ser ajeno a las políticas de CyT. Tenemos que empezar a pensar cómo generar capacidades productivas, de autosustentación en emprendimientos productivos dentro de ese espacio librado a la supervivencia con instrumentos que son paliativos. Con Enrique Martínez [ex director del Instituto de Tecnología Industrial, INTI), estamos trabajando en Tafí Viejo, Tucumán, en los “parques de producción social”, para generar un nivel de organización y de respaldo del Estado superior. 

–¿Cómo definiría su sistema científico ideal?

–Primero, debe contar con un componente mucho más potente en ingeniería, doctores y doctoras en ingeniería. Segundo, estabilidad política e institucional. Políticas de Estado, no importa quién gobierne. No podemos disputar las políticas que garantizan la posibilidad de un proceso de desarrollo, de crecimiento, de mayor equidad. Son las que están por encima de la línea de flotación de la puja partidaria. En los Estados Unidos, demócratas y republicanos se “matan”, pero hay cosas que no se tocan. Eso es un país desarrollado. Tenemos que garantizar estabilidad por 15 años, con políticas de Estado que pongan como meta, como decía Aldo Ferrer, un proyecto de país que incluya a todas y a todos, porque la Argentina puede ser un productor primario, pero deja afuera a 20 millones de habitantes. Garanticemos generación de puestos de trabajo, educación, ciencia y tecnología, vivienda, salud… Desde el Siglo XVI lo único que puede ir generando espacios es la industria, que diversifica y expande y genera nuevos horizontes, nuevas vocaciones… Necesitamos una ciencia y una tecnología que escuchen la demanda, que se enfoquen y se conecten con un proyecto de país. Investigación en temas de punta también, pero primero tenemos que poder responder a la demanda de conocimiento que responde a nuestro proyecto de país. Necesitamos ciencias sociales que permitan entender la realidad argentina, latinoamericana, proyectos de desarrollo para cada una de las regiones, capacidades de diagnóstico, de prospectiva. Es fundamental terminar con este desequilibrio vergonzoso y contar con una ciencia federalizada.

–¿La ley de financiamiento de ciencia y tecnología, que prevé un aumento progresivo de la inversión pública hasta llegar al 1% del PBI en 2032, es un paso hacia la continuidad de las políticas de Estado?

–Sí. Primero nos da previsibilidad. Nosotros con poquito hacemos mucho. Pedimos estabilidad, la proa fija y el resto, casi diría que nos arreglamos. Si además nos van a dar un incremento gradual que nos permita mostrar una meta a diez años… Ese 1%, si lo sabemos usar, tiene que servir para traccionar otro 1% del sector privado. Es lo que necesitamos: previsibilidad, más un Ministerio de Ciencia, otro de Desarrollo Productivo, un sendero de transición energética, más los aprendizajes para la pandemia del sector salud, satélites…