Estudiaron o están desarrollando carreras brillantes en dos universidades consideradas como la élite de la ciencia mundial, Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts o MIT. Pero aunque tienen que medirse con talentos llegados de todas partes del mundo, lejos de sentirse en desventaja por haber crecido en la Argentina, reivindican su formación en nuestro país. Esta semana difundieron un mensaje en X apoyando el reclamo "por un presupuesto que permita la continuidad y excelencia de las universidades públicas como motor de desarrollo". Son 27 estudiantes, graduados o posgraduados en esas casas de estudios. Aquí, algunos de ellos ofrecen su testimonio.
Maria Eugenia Llases se presenta con orgullo como la primera de su familia que obtuvo un título universitario. "Me recibí de biotecnóloga en la Universidad Nacional de Rosario en 2012 gracias al enorme esfuerzo familiar y al programa nacional de becas universitarias –cuenta–. Luego hice mi doctorado en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), también con becas de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, y el Conicet. Trabajé en una empresa argentina de base tecnológica (CASPR biotech) y en 2021 comencé un posdoctorado en diseño de proteínas en el Institute for Protein Innovation del Hospital de Niños de Boston y la Escuela de Medicina de Harvard".
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
Junto con su director de posdoctorado, Llases y el resto de los "posdocs" del laboratorio lanzaron "AI proteins", una startup en la que están desarrollando una nueva generación de medicamentos basados en miniproteínas diseñadas por computación y que demostraron potencial para el tratamiento de múltiples enfermedades; entre ellas, varios tipos de cáncer. Pero aunque su esfuerzo fue recompensado, reconoce que estos éxitos se los debe a que tuvo acceso a educación pública de altísima calidad. "Tanto yo como mi familia trabajamos incansablemente, pero sin la universidad pública no hubiera tenido forma de llegar hasta aquí, jamás hubiésemos podido pagar una universidad privada –destaca–. Me siento profundamente agradecida con mi país y con mi universidad. Luego de este periodo de formación en el exterior, deseo volver a vivir en la Argentina y aplicar la experiencia y el conocimiento que adquirí. También deseo profundamente que las futuras generaciones tengan las mismas posibilidades de crecimiento que tuve yo o más", subraya.
MÁS INFO
Federico Fuchs Wightman hizo su licenciatura en biología en la UBA y obtuvo su doctorado en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE, UBA-CONICET). Actualmente trabaja en la Escuela de Medicina de Harvard, donde estudia la estructura del ARN con el objetivo de contribuir al desarrollo de fármacos para tratar enfermedades genéticas para las cuales todavía no existen buenos tratamientos. "Veo que en muchos países que se ponen como ejemplos de desarrollo económico, como los Estados Unidos, Alemania o Israel, existe un apoyo indubitable a la ciencia y la tecnología, independientemente del signo político del gobierno de turno. La ciencia tiene la capacidad de transformar vidas, generar ingresos y promover el progreso. La Argentina posee un enorme potencial en este sentido que sería lamentable desfinanciar y destruir. El sistema científico argentino es valorado y reconocido mundialmente, ¿por qué no imitar a “las potencias” y apoyarlo?", se pregunta.
Guido Petrovich, egresado de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, y en este momento investigador posdoctoral en Harvard, sostiene que la universidad pública es sinónimo de inclusión, "es la catapulta del ascenso social que nos permite a los que venimos de la clase obrera, trabajadora, insertarnos en una clase media profesional. La educación pública argentina es de alta calidad, nos permite a los graduados ser competitivos en el mundo. El conocimiento es un baluarte de la idiosincrasia argentina. Desfinanciarla es atentar contra una de las cualidades más maravillosas de nuestro país".
La astrofísica Cora Dvorkin estudió en una escuela primaria pública y en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Se graduó de licenciada en Física en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. "Recibí una educación de excelencia que me sirvió para iniciar mi carrera de investigadora en cosmología –cuenta–. En la actualidad, soy profesora en el Departamento de Física de Harvard, donde me dedico a investigar sobre el origen del universo y su composición en gran escala usando datos obtenidos por satélites y telescopios. Casi todos mis proyectos son financiados por subsidios del Estado, entidad que el actual gobierno argentino tanto odia. Me siento en deuda con el sistema de educación pública de la Argentina y considero una miopía absoluta el brutal desfinanciamiento que están sufriendo las universidades públicas argentinas. En Ciencias Exactas (de la UBA) se forma más del 50% de los doctores y licenciados del país. ¿Qué quieren dejar para las próximas generaciones? Sin ciencia no hay progreso posible", advierte.
Josefina del Mármol se graduó de Licenciada en Biología en Exactas de la UBA. "Recibí educación de calidad y profundidad comparable (y a veces, mejor) que la que se ofrece en las universidades más prestigiosas y caras de los Estados Unidos –reflexiona–. Cuando emigré de la Argentina para especializarme en un área de investigación que está más desarrollada aquí, encontré todas las puertas del sistema académico internacional abiertas a graduados de la UBA, un claro reconocimiento del valor de la educación ofrecida por nuestra querida universidad pública. La UBA es un pilar de la cultura y la identidad argentinas y garantiza acceso universal a una educación de punta, que en otros países puede costar cerca de medio millón de dólares. Me da inmensa tristeza pensar en la amenaza actual contra una de las mejores cosas que tenemos, y espero que no avancen con este plan de desmantelación". Del Mármol aclara que basa su opinión en 15 años de experiencia académica en los Estados Unidos, donde concluyó estudios de doctorado y posgrados en la Universidad Rockefeller, de Nueva York, y en la Universidad Berkeley, en California. Actualmente es profesora en la Universidad de Harvard, donde dirige un grupo de investigación, y da clases de grado y posgrado.
Cecilia Nicolini, politóloga, actual diputada del Parlasur y ex secretaria de Cambio Climático del ex Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, hizo por necesidad un recorrido diferente. "Yo no estudié en una universidad pública –explica–. Me recibí en 2001 y, como mi familia estaba muy mal, había perdido todo, tuve que trabajar el día entero. Entonces, me inscribí en la UCA, que tenía turno noche, y me dieron un préstamo de honor. Después me quise cambiar, pero ya no me daban las convalidaciones y me estaba presentando a una beca para irme a estudiar afuera. Ni bien me recibí, gracias a diferentes becas, pude hacer tres maestrías [una en Administración Pública en la Universidad de Harvard, se graduó con honores como magíster en Comunicación Política e Institucional en el Instituto Ortega y Gasset, y realizó un master en Business Administration en la IE Business School, de España]. Pero más allá de que no tuve la suerte de poder estudiar en la universidad pública, creo que es un valor fundamental y es importantísimo apoyarla. No hay nada que garantice más oportunidades ni sea más igualador en una sociedad que la educación pública, gratuita y de calidad para todos".
Como en la mayoría de los casos precedentes, Inés Patop, hoy doctora en biología molecular y bioinformática, creció en una familia trabajadora y se formó en el sistema público. Hizo la primaria en la escuela pública N° 1 del Distrito Escolar 11 de Floresta, el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires, y la universidad en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, donde fue docente y recibió una "beca estimulo". "En todos esos lugares, siempre el grupo humano fue increíblemente diverso, lo que hizo mi formación mucho más rica también", subraya.
"Gracias a esa beca y al sueldo de ayudante pude terminar la universidad luego de que falleciera mi papá. En 2017 empecé mi doctorado con una beca Marie Curie entre la Universidad Hebrea de Jerusalén y el Max Delbruk Institute de Berlin –cuenta–. Luego de un año de doctorado, mi laboratorio de Israel se mudó a Brandeis University, en Boston. Ahora estoy haciendo mi posdoc en la Escuela de Medicina de Harvard. La universidad pública argentina es un orgullo. El nivel, tanto en la facultad como en los colegios preuniversitarios es altísimo. Y no lo digo solo por las estadísticas, sino por mi experiencia personal. Integré equipos nacionales en competencias de biología (Olimpiada iberoamericana 2018 en la secundaria y competencia de biología sintética iGEM 2013 en la facultad) y el equipo argentino siempre estuvo en lo más alto de la región iberoamericana. De hecho, creo que fuimos el único equipo latinoamericano de la historia en ganar un premio en esa competencia de biología sintética, ya que siempre venían ganando universidades con mucha más capacidad económica que la nuestra. La formación científica que recibimos es similar o superior a la de pares tanto europeos como estadounidenses. El nivel de profesionalismo de los docentes y de los compañeros, y la forma en la que están estructuradas las clases donde siempre, siempre, siempre se privilegia el pensamiento crítico y el uso de textos completos de fuentes primarias nos da un nivel de capacidad para hacer investigación y docencia que no vi en ningún otro sistema hasta el momento. Pero a mí la universidad también me salvó la vida. Mi viejo era taxista y falleció cuando yo cursaba el segundo año de la carrera. Gracias a que mi sueldo de 'ayudante de segunda' fue pago y a las becas de docencia, pude terminar. En otro sistema, probablemente no hubiera podido obtener mi título. En lo personal, estoy enormemente agradecida".
La lista completa de los firmantes del post de Twitter (X) incluye a Cora Dvorkin, profesora del Departamento de Física de Harvard; Inés Patop, investigadora de posdoctorado de la Escuela de Medicina de Harvard; Milena Rosenzvit, master 2019 de la Escuela de Educación de Harvard, Cecilia Nicolini, master en Administración Pública 2017 de la Escuela de Gobierno Kennedy, Harvard; Natalia Dopazo, becaria Loeb 2023 de la Escuela de Diseño de Harvard, Ivana Zacarias, master 2009 de la Escuela de Educación de Harvard; Daniel Low, estudiante de doctorado de la Escuela Griffin de Artes y Ciencias, Harvard; Mariano Siskind, profesor del Departamento de Lenguas y Literaturas Romances y del Departamento de Literatura Comparada, Harvard; Brian Kohan, master en Arquitectura del Paisaje, Escuela de Diseño, Harvard; Maia Lina Elizagaray; becaria posdoctoral de la Escuela de Medicina, Harvard; Agustina Ollivier; master 2023, Escuela de Educación, Harvard; Maria Eugenia Llases, becaria posdoctoral 2021, Escuela de Medicina, Harvard; Andrés Fortunato investigador doctoral en la Escuela Kennedy, Harvard; Tomás Quaglia, master en Urbanismo 2023, Harvard; Rosario Hubert, doctorada en Lenguas Romances 2014, Harvard; Guido Daniel Petrovich, posdoctorado en 2022, Escuela de Medicina, Harvard; María Belén Machin; investigadora doctoral, Escuela de Medicina, Harvard; Esteban Alberto Miglietta, doctorado y posdoctorado en el Broad Institute, MIT & Harvard; Joaquín Pérez Martín, doctorado y fellow del Special Program in Urban and Regional Studies (SPURS), en el Departamento de Estudios y Planeamiento Urbano, MIT; Patricio Conejero Ortiz, formado en los mismos programas de MIT; Jorge Augusto Depetris; master de la Escuela Kennedy, Harvard; Mercedes Bidart, master en Planeamiento Urbano, MIT; Hugo Marcelo Carranza, master en la Escuela Kennedy, Harvard; Karina Eva Canziani y Marilina de Sautu, investigadoras posdoctorales de la Escuela de Medicina, Harvard; Martín Gaspar, doctorado en Lenguas Romances, Harvard, y Federico Fuchs Wightman, doctorado y posdoctorado en la Escuela de Medicina, Harvard.