La política detrás de los hijos del poder que asesinaron a María Soledad: así operaba la red de complicidad que destapó una crisis social en los 90s

El padre de uno de los condenados, Ángel Luque, tenía estrechos vínculos con Ramón Saadi, gobernador en aquel entonces, el comisario Ferreyra y Carlos Menem, el presidente. Un repaso por los nexos que intentaron evitar que el caso se esclarezca y la palabra de Fanny Mandelbaum, la única periodista mujer que cubrió el femicidio en la provincia.

23 de octubre, 2024 | 00.05

Hace pocos días, la plataforma Netflix estrenó el documental “María Soledad: El fin del silencio”, basado en el femicidio de María Soledad Morales, ocurrido en 1990 en la provincia de Catamarca. El crimen marcó un antes y un después en la sociedad argentina y evidenció un entramado político, judicial y policial que lo transformaron en un símbolo de la corrupción y la impunidad de la época.

El documental, dirigido por Lorena Muñoz, narra los hechos con el foco puesto en el grupo de amigas y compañeras de colegio de María Soledad y en cómo la bronca, el miedo y el dolor motorizaron una lucha colectiva para pedir justicia y el esclarecimiento del caso. El documental tuvo una amplia repercusión nacional e internacional.

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El 7 de septiembre de 1990, este grupo de amigas de entre 17 y 18 años había organizado una fiesta para recaudar fondos y ayudar a aquellas chicas que no podían pagar el viaje de fin de curso. María Soledad Morales era una de ellas. 

Ese día María Soledad le dijo a su mamá que después del baile se iría a dormir a lo de una amiga pero, en realidad, había quedado en verse con Luis Tula, un hombre más grande con quien tenía una relación romántica. Tula debía pasarla a buscar al finalizar el baile para irse juntos. Sin embargo, pasó por el lugar antes de lo acordado para avisarle que cancelaba el plan. Al terminar la fiesta la adolescente se fue a la parada a esperar el colectivo. A partir de ese momento, no se supo nada más de la joven. Tres días después, su cuerpo fue encontrado desfigurado y semidesnudo junto a la ruta Nº 38, a seis kilómetros del centro de San Fernando del Valle de Catamarca.

A través de la investigación, se pudo establecer que la joven había sido violada en reiteradas ocasiones y que luego la asesinaron. La autopsia reveló la presencia de altas dosis de cocaína que no podrían haber sido inhaladas de manera voluntaria.

En un principio, se intentó enmarcar el caso como lo que antiguamente se denominaba un “crimen pasional”. Sin embargo, con el correr de los días se fue develando un entramado político, policial y judicial. 

Las “Marchas del Silencio” y la importancia de las amigas de María Soledad

En medio de presiones y amenazas, el grupo de amigas de María Soledad empezó a organizarse para realizar reclamos de justicia en lo que se denominaron las “Marchas del Silencio”, que se realizaban cada jueves y que se convirtieron en un potente símbolo para pedir justicia. Esto logró una repercusión inédita en la provincia y en todo el país, que reaccionaba ante un poder político que demostraba que era capaz de cualquier cosa con tal de encubrir el caso.

A pesar de algunos aprietes y persecuciones a las y los participantes, se hicieron más de 60 Marchas del Silencio y llegaron a asistir más de 30 mil personas, que asistían incluso desde otras provincias.

Según cuenta la directora del documental, Lorena Muñoz, el foco de la película estuvo puesto en las amigas desde el comienzo. “Yo no las conocía. En su momento estuve muy atenta al caso, y me llamó muchísimo la atención que las amigas fueron muy protagonistas en la historia pero no fueron reconocidas. Mediáticamente, no las recordaba. Cuando nos encontramos con ellas nos dimos cuenta de que el femicidio de María Soledad había modificado sus vidas completamente. Aún hoy la recuerdan, la lloran, la extrañan. Era un grupo muy unido y lo sigue siendo. El hecho ocurrió cuando estaban en quinto año, organizando el viaje de egresados. Era el cierre de un ciclo y fue un hecho terrible. Eran muy chiquitas”, describe en diálogo con El Destape.

Muñoz asegura que el grupo de amigas de María Soledad fueron las gestoras y el germen de las denominadas “Marchas del Silencio”. “Ellas le dijeron a la directora del colegio, Marta Pelloni, que había que salir a la calle”. Sin embargo, Pelloni, había recibido la visita del comisario de la ciudad, quien le había dicho que era mejor que las chicas no salieran. Cuando Pelloni les transmitió este mensaje, las chicas le dijeron: “Salgamos igual, pero en silencio”. “En la primera marcha salió toda la escuela pero como ellas tenían un centro de estudiantes y estaban conectadas con otras escuelas, rápidamente se corrió el rumor y salieron muchos otros colegios”, recuerda Muñoz.

“A partir de un pedido de que fueran un poco más modosas, de que estuvieran más tranquilas, de que salieran sin hacer ruido es que nace el silencio y ese silencio era un silencio estrepitoso, fue un silencio que hizo mucho ruido. Claramente fue muy poderoso lo que ocurrió a partir de eso”, agrega.

Muñoz sostiene que estas marchas fueron un antecedente de lo que después fueron las marchas del Ni Una Menos, gestadas a partir de junio de 2015. “Me interesaba mostrar que ellas tuvieron un acto de sororidad sin saber que se denominaba así lo que estaba sucediendo. Hubo un grupo, un colectivo de mujeres que se puso al frente de un pedido de justicia de otra mujer”, sintetiza.

El encubrimiento y la impunidad

La investigación estuvo plagada de irregularidades, al igual que los dos juicios que se realizaron. El primer debate debió ser anulado y recién en 1998 fueron condenados Luis Tula y Guillermo Luque, hijo del diputado nacional Ángel Luque. Sin embargo, el encubrimiento que rodeó a este femicidio nunca fue investigado.

La periodista Fanny Mandelbaum, la única periodista mujer que cubrió el caso, trabajaba para el noticiero Telefé Noticias y viajaba todas las semanas a Catamarca para seguir de cerca las últimas novedades. “Cuando viajé a Catamarca, salí a la calle a preguntarle a las personas qué había pasado con María Soledad y me llamó la atención que la gente daba vuelta la cabeza y se tapaba la boca, y yo decía ‘esto es raro’. No conseguí una sola persona que me dijera algo. Lo que yo sentía es que algo olía a podrido en Catamarca porque la gente tenía miedo de hablar”, describe Mandelbaum.

Luis Tula hoy

Lo primero que hizo Mandelbaum fue ir al colegio a hablar con la monja Pelloni, que le abrió las puertas del convento y la dejó pasar al aula donde estudiaba María Soledad, donde pudo hablar con las amigas. “Ellas fueron las últimas que estuvieron con María Soledad en la fiesta y las últimas que la vieron con vida”, señala. Allí le contaron que María Soledad estaba enamorada de un chico más grande y después le dijeron que era Luis Tula. También le contaron que ella les había dicho que se iba a ir antes de la fiesta y que le había avisado a la mamá que no iba a ir a dormir a su casa, sino que se iba a ir a lo de una amiga. “Esa noche, a último momento, Tula fue en moto hasta el baile a decirle que no la iba a poder pasar a buscarla porque no tenía el auto. Entonces ella se quedó muy mal, no quiso ir a dormir a la casa de la amiga y se fue caminando a la parada del colectivo. Después, una de las compañeras la vio subir a un auto. En el documental, la amiga cuenta que no podía ser que María Soledad no conociera a los que iban adentro porque ninguna de ellas hubiera subido a un auto de un desconocido”, detalló la periodista.

A través de la investigación se logró reconstruir que los que se encontraban a bordo de ese auto llevaron a María Soledad a otro boliche más alejado, llamado Clivus. Cuando se realizó el segundo juicio, ante un tribunal diferente que en el primero, hubo testigos como un barman, que declararon que entre los asistentes se encontraban los denominados “hijos del poder”: Guillermo Luque; el hijo y los sobrinos de José Jalil, intendente de la capital provincial en ese entonces; y Miguel Ferreyra, el hijo del jefe de la policía provincial, entre otros.

Guillermo Luque hoy

“El fiscal Gustavo Taranto fue muy valiente, recuerdo que intentaron ensuciarlo. Hubo un expreso que, a cambio de una promesa de dinero, declaró que el fiscal estaba mintiendo. Finalmente, como no le pagaron nada, me vino a buscar a mí al hotel y me contó todo”, recuerda la periodista. 

La complicidad política

En 1990, la provincia de Catamarca era gobernada por Ramon Saadi, miembro de una familia que era parte del poder desde la década de 1940. El caso de María Soledad hizo que la sociedad catamarqueña comenzara a cuestionar un sistema político que hasta el momento era “intocable”.

“Ramón Saadi era un nene que había heredado de su padre la gobernación. No era político, era el hijo de Vicente Loenidas Saadi, que sí lo era y que había sido amigo de Perón. Ramón era amigo del entonces presidente Carlos Saúl Menem”, describe Mandelbaum. 

Carlos Menem con Ramón Saadi

Ángel Luque era diputado nacional por la provincia de Catamarca y había puesto a su hijo en la biblioteca del Congreso (de la Nación). “Cuando ocurrió el caso se quedó en Catamarca y no quiso darme notas ni a mí ni a otros periodistas”, apunta Mandelbaum. En el marco de una de las pocas entrevistas que brindó, al ser preguntado por la presunta participación de su hijo en el crimen de María Soledad, Luque dijo que si hubiese sido su hijo el responsable, su cadáver no habría aparecido. “Eso fue lo que marcó que cualquiera podía hacerlo, pero lo tenía que hacer bien”, sentencia la periodista. “Ángel Luque tenía vínculos estrechos con Ramón Saadi, con el comisario Ferreyra y con (Carlos) Menem. Se decía que era el ahijado de Vicente Saadi pero eso nunca se comprobó. Fue el único diputado que yo conozco que fue echado de la Cámara de Diputados por inmoral”, asegura Mandelbaum.

“Los denominados ‘hijos del poder’ hacían lo que querían con chicas de ambientes vulnerables, Pelloni lo cuenta en el documental. Ninguna los denunciaba porque todas tenían al papá, al tío o al hermano en el gobierno. Y ellos gozaban de la impunidad de ser cercanos a los Saadi”, concluye la periodista.