Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en legalizar el cannabis para consumo no medicinal en diciembre de 2013, a través de la Ley 19.172. Sin embargo, fue recién en 2017 cuando se puso en marcha la regulación de la normativa y se cumplen cinco años desde su aplicación.
Aunque en el país vecino se puede consumir a través del autocultivo con un tope de seis plantas por hogar, a través de clubes cannábicos (máximo de 99 plantas) y por las farmacias registradas, se ejerce un control estricto por parte del Ministerio de Salud. Además, la ley 19.172 restringe en el artículo 11 todo tipo de publicidad, promoción, auspicio o patrocinio de productos cannábicos psicoactivos. En tanto, la obligación de estar registrado es un factor desalentador para aquellos que prefieren conservar su anonimato.
Actualmente, el consumidor de marihuana en Uruguay puede retirar hasta 40 gramos por mes. Además del uso recreativo, desde una perspectiva médica se permite el uso de cannabinoides integrados para tratar migrañas, epilepsia y Parkinson, entre otras enfermedades.
Respecto a la exportación de la planta, a principios de 2020 se destrabaron las ventas al exterior. Así, empresas que venían cosechando sin posibilidad de colocar su producción de cannabis no psicoactivo (que tiene menos de 1% de tetrahidrocannabinol) pudieron comenzar a operar. Se estiman más de 100 firmas vinculadas a la industria del cannabis que emplean a más de 1.000 personas.
Otra vía de captación de divisas es el turismo cannábico, aunque se trate de una rama incipiente. Además de los clubes, Uruguay cuenta con el Museo de Cannabis de Montevideo. En este sentido, hay proyectos de spa cannábicos y a principios de año, se adquirió por U$S 4,7 millones la excasa de la conductora televisiva argentina Susana Giménez, en Garzón, para un invernadero cannábico. Según el grupo inversor, liderado por el argentino Facundo Garretón, se pretende crear un polo cannábico donde se pueda visualizar desde la cosecha hasta el secado de cannabis.
También habrá una oferta gastronómica y medicinal con y sin sustancias psicoactivas, similares a las que existen en California, Estados Unidos. La apertura de este centro espera por la flexibilización de la normativa nacional, donde se ponga en equivalencia a los turistas las posibilidades que tienen los nacionales y residentes en cuanto al consumo de cannabis.
Qué pasa con la marihuana en Argentina
A pesar de que la penalización del consumo sigue vigente, en los últimos meses hubo avances en la Argentina para cambiar el paradigma prohibicionista. En mayo, el Gobierno aprobó la ley para el desarrollo de la industria del cannabis medicinal y del cáñamo industrial. Con promesas de creación de empleo y la generación de un nuevo polo exportador, el texto promueve mecanismos de autorizaciones para los productores y comercializadores, y estrategias de seguridad, fiscalización y trazabilidad en la cadena.
El objetivo de la normativa es brindar un marco regulatorio para la inversión pública y privada en toda la cadena del cannabis medicinal y complementar la actual legislación, la Ley 27.350, que autoriza el uso terapéutico y paliativo del cannabis. En el caso del cáñamo industrial, apunta a legalizar los eslabones productivos, los de comercialización y sus subproductos.
Según datos del Ministerio de Desarrollo Productivo, la producción de cannabis medicinal era de 1,4 toneladas en el año 2000, contra 468 toneladas en 2019. Para el mercado internacional, hay U$S 42.700 millones proyectados para 2024, una cifra 10 veces superior a una década atrás.
El mercado internacional del cannabis está creciendo sensiblemente, en la medida que se autoriza su uso para fines médicos y terapéuticos. Argentina cuenta con grandes oportunidades para ser un jugador relevante, por su tradición agropecuaria, su conocimiento científico y tecnológico y sus capacidades productivas. El potencial económico para el desarrollo de la actividad del cannabis medicinal y el cáñamo industrial para el año 2025 se proyecta en 10.000 nuevos empleos (alto porcentaje en Investigación, desarrollo e innovación), U$S 500 millones en ventas al mercado interno anuales y U$S 50 millones de exportación anuales.
A nivel mundial, el avance hacia la legalización del cannabis medicinal y recreacional generó gran interés no solo en académicos, hacedores de política y representantes de la sociedad civil, sino también en inversores y empresarios. Aunque el ritmo de crecimiento del mercado de cannabis medicinal ha estado por debajo de las expectativas generadas hace unos años, se observa una tendencia ascendente motorizada por el creciente número de países que habilitan su uso para el tratamiento de diversas patologías y la progresiva pérdida del estigma o prejuicio social respecto de su utilización.
Sin embargo, las oportunidades de expansión para esta industria no se limitan al mercado medicinal y recreacional. El cannabis puede ser utilizado con fines industriales y, en horticultura, para fabricar diversos derivados (fibras, cosméticos, papel, materiales para la construcción, etc.), así como alimentos, bebidas e infusiones. Además, la industria genera repercusiones indirectas no solo por la compra de insumos y bienes de capital para sus distintas etapas y segmentos, sino también por la necesidad, por ejemplo, de servicios de análisis y testeo para garantizar atributos de calidad, trazabilidad, composición y potencial de la materia prima y derivados.