De Vicente López a la TV estadounidense : ¿quién es la artista detrás del regalo de Bizarrap a Jimmy Fallon?

La creadora de la obra tiene su taller en Vicente López, zona norte del Gran Buenos Aires y se llama Silvia Dotta. Su vocación, heredada de su bisabuelo, es el fileteado porteño, un estilo de pintura y dibujo típico de la cultura rioplatense 

29 de marzo, 2023 | 13.25

En la era del marketing digital, de los algoritmos seductores y de la publicidad personalizada, el boca en boca parece ser cosa del pasado a la hora de buscar un regalo. Por eso Silvia no quiere atribuirle más que a la casualidad el que uno de sus objetos se haya inmiscuido en el entorno de Bizarrap y haya cautivado a su equipo de trabajo: en la mesa en la que se preparaban para comer algo, un amigo de un productor apoyó un cuenco de cerámica brillante, de colores fuertes y vivos; era uno de los mates fileteados de Silvia, dueña de las manos que están detrás del regalo que el artista musical argentino del momento le hizo al conductor televisivo estadounidense Jimmy Fallon.

Tras la histórica presentación de Bizarrap junto a la cantante colombiana Shakira en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon, circuló un video en el que se puede ver cómo el argentino le entrega el obsequio al humorista y le enseña a usarlo. El mate fascinó a Fallon, quien lo acercó a cámara y dejó ver los detalles del fileteado: fondo turquesa, flores, firuletes y hojas de acanto adornan el nombre de la estrella televisiva. “Esto es hermoso”, celebró el conductor.

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La creadora de la obra tiene su taller en Vicente López, zona norte del Gran Buenos Aires y se llama Silvia Dotta. A los cuarenta años, ya con su familia encaminada, sintió que había llegado el momento de dedicarse a sí misma y encontró su vocación en el fileteado porteño, un estilo de pintura y dibujo típico de la cultura rioplatense.

“Muchas mujeres me han escrito para decirme que había sido inspirador para ellas escuchar que yo empecé recién a los cuarenta”, contó Silvia a El Destape.

Sexta hija de un matrimonio italiano, la artista creció y realizó sus primeros estudios en la localidad bonaerense de La Lucila. Luego de terminar la secundaria, su encanto por el dibujo y la pintura la inclinaron a inscribirse en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón —actual Universidad Nacional de las Artes (UNA)—, pero postergó el inicio de su carrera para visitar a parte de su familia en Italia; la visita se transformó en una estadía de un año en la tierra de sus padres: “No tenía muy en claro qué quería hacer de mi vida y tenía ganas de experimentar, de vivir”, rememoró Dotta. 

A la vuelta, comenzó a estudiar Diseño Gráfico y, en paralelo, Teatro en el taller de Agustín Alesso, donde se enamoró de las tablas y decidió largar todo y dedicarse de lleno al arte dramático. El teatro no sólo le dio trabajo, sino que la sumió en un proceso de autoconocimiento, de trabajo intelectual y emotivo que definió su personalidad. Además, fue el espacio donde conoció a su compañero de vida, con quien formó su familia. 

La vuelta de página, para Silvia, llegó al cumplir cuarenta: el sueño de la casa propia cumplido, la familia consolidada y la sospecha de que había algo más esperándola en su camino la pusieron en alerta para descubrir hacia dónde dirigir sus ganas de crear.

Unos días después de mudarse conoció a Susana y a su marido, un matrimonio vecino del barrio, y los invitó a comer. En la puerta de Silvia había un portallave que una amiga le regaló para sus cuarenta. A Susana le llamó la atención y se lo comentó. Algo, en ese momento, hizo click y Silvia vió en el fileteado de ese objeto la cifra de su futuro: recordó los años en que hacía artesanías para ganar algún dinero, los mates fileteados que había comprado alguna vez, su amor por la pintura y el agrado que le despertaba esa técnica en particular. La conexión se selló con un toque de clamor sanguíneo, cuando Silvia se acordó que su bisabuelo, Ángelo Dotta, era letrista y pintor de carteles en Italia, a finales del siglo XIX.

“No era fileteador porteño, pero la asociación fue un ingrediente más que le dio un valor agregado a ese sentimiento. Me puse a aprender y rápidamente encaré un proyecto. Empecé a filetear objetos que encontraba en la calle, a restaurar piezas y a ver que a la gente de mi alrededor le gustaban las cosas que hacía. Me las empezaron a comprar y ahí arranqué con los mates. Me entregué. Así se fue desarrollando este emprendimiento personal”, detalló Silvia. 

El sainete, el tango y el fileteado, son tres expresiones que florecieron en un Buenos Aires de comienzos de siglo XX marcado por el diálogo cultural con la inmigración europea. Los carros que llevaban la mercadería desde los centros de abastecimiento hasta los diferentes barrios porteños, fueron los primeros lienzos para el filete porteño. “Tiene un espíritu celebratorio, porque su esencia tiene que ver con festejar la prosperidad en el trabajo”, explicó Silvia.

La técnica combina algunos elementos artísticos que los inmigrantes traían consigo con componentes del acervo criollo. Las frases en lunfardo tomaban forma gótica en los paneles de los carros y aludían a la nostalgia por la patria de origen, el agradecimiento por la oportunidad de trabajar y la esperanza en el porvenir. 

La eliminación de la tracción a sangre (1963) y una ordenanza de 1975 que prohibió el uso del filete en los colectivos, pusieron bajo amenaza la propagación de la técnica. Sin embargo, los maestros fileteros aprovecharon el contratiempo y buscaron otros soportes para su arte. “Parecía que iba a desaparecer. Para peor, en los noventa aparece el plotter. Muchos filiteadores se compran la máquina en cuotas y otros se aferran a los pinceles. Empiezan a tomar como compromiso la valoración de esta expresión artística”, ahondó la emprendedora. 

Silvia comenzó su exploración en la disciplina en un momento muy oportuno. Con el auge de las redes y el avance de las tecnologías gráficas, los fileteadores empezaron a unirse para generar acciones de visibilización y para preservar la técnica. Nace la Asociación de Fileteadores, de la que ella formó parte desde sus inicios como aprendiz y en la que tuvo oportunidad de conocer a grandes exponentes, todos “muy grosos y generosos”, según recuerda. 

Con quince años en el rubro, ahora se dedica casi exclusivamente a termos y mates personalizados. Trabaja de lunes a lunes todas las horas que puede y, aun así, a veces le toca delegar encargos a sus colegas. “Lo de Jimmy Fallon fue toda una odisea porque no tenía nada disponible. Me pidieron termo y mate de un día para otro. No me revelaron para quién era, solamente me dijeron que era para un periodista muy reconocido de Estados Unidos y que lo iba a entregar un artista muy importante de acá”, comentó Silvia. 

A pesar de la falta de tiempo, el misterio del pedido la tentó y decidió adaptar un trabajo que tenía otro destino para poder cumplirlo. 

“Nunca me imaginé que iba a trascender. El trabajo lo cobré, lo entregué y no pretendía nada. Ellos no tenían ninguna obligación de mostrar mi producto. Pero justo se dio la casualidad de que Jimmy lo mostró en cámara diciendo que le gustaba. La gente empezó a preguntar de quién era”, expuso Silvia. 

La lluvia de seguidores y de pedidos en redes sociales no se hizo esperar. Más allá del agradecimiento por la visibilización de su trabajo, la artista destacó que lo importante es que el estilo tome notoriedad: “es una oportunidad para que el filete porteño trascienda las fronteras y para que se pueda apreciar parte de nuestra cultura”, subrayó.

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