Emilia sacó el registro de conducir en 2018, impulsada por la necesidad de trasladarse de manera más autónoma con su hija recién nacida. Pero la calle le empezó a dar miedo y el registro quedó guardado en un cajón, hasta que este año decidió retomar la iniciativa.
Lula lo sacó en 2016. En ese momento tenía 32 años y pensó que era una asignatura pendiente. “Trabajaba en una organización feminista y siempre hablábamos del empoderamiento y de la autonomía. Creo que ese es un paso importante que tenemos que dar las mujeres. Pero después de sacarlo me sentía insegura, entonces tuve 10 lecciones más con una instructora feminista y aún así seguía sintiendo que no iba a poder hacerlo”.
Estos miedos e inseguridades, que se repiten en muchos testimonios, refuerzan la sensación de que la calle no es un espacio para las mujeres. Un poco impulsada por esta percepción, en 2009 Luly Dietrich fundó “Mujeres al volante”, la primera comunidad de mujeres en el mundo de la movilidad. El espacio tiene dos propósitos: motivar a que más mujeres manejen y generar una experiencia inclusiva en las que ya lo hacen, brindando herramientas, talleres gratuitos y acompañando los procesos.
En diálogo con El Destape, Luly Dietrich detalla que puso el foco en las mujeres porque no estaban siendo parte de la industria de la movilidad. “Vengo desde chica del mundo de los autos y de la industria automotriz y siempre experimenté que había una brecha muy grande de género. Los roles en la industria, los porcentajes de las licencias, las diferentes experiencias cuando se atendía una mujer o un varón”.
El impacto de la pandemia
Dietrich asegura que con la pandemia aumentó el porcentaje de licencias de conducir en manos de mujeres. “Cuando arrancó Mujeres al Volante, el porcentaje de licencias B de mujeres era el 24% y ahora es el 28%. Sin embargo, el porcentaje de licencias profesionales sigue siendo muy bajo, un 2% nada más. Cuando arrancamos igual era mucho menos”.
Según Pablo Martínez Carignano, director ejecutivo de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV), aunque aún la relación de licencias es 65% hombres y 35% mujeres, esta diferencia se está achicando”.
Para Dietrich, esto se debe a que la pandemia generó un miedo al uso de transporte público que fue más fuerte que el de estar al volante. Por otro lado, hay un montón de mujeres que tuvieron que salir a trabajar y que realmente necesitaban aprender a manejar. “La pandemia potenció y aceleró ese proceso”, sostiene.
En ese sentido, Emilia recuerda que cuando en 2020 empezaron a habilitar las salidas, comenzó a utilizar mucho los servicios de Uber y Cabify. “Me daba mucha bronca porque tenía el auto parado en la puerta de mi casa”, dice. Pero, al mismo tiempo, eso la impulsó a practicar.
Los miedos más frecuentes
Emilia detalla que su mayor temor ahora es el entorno, la “puteada”, o que la reconozcan como novata y que eso le cueste un bocinazo desde atrás. “Tengo miedos que me parece que tenemos todos, pero las mujeres tenemos además un miedo a estar molestando”.
Y agrega: “No tengo miedo de tener un accidente, esas cosas en el fondo deben estar también, pero no es algo que tenga latente”.
Luly Dietrich destaca que existen cuatro motivos por los cuales persiste la brecha de género en las licencias de conducir. En primer lugar, considera que aún sigue existiendo una brecha económica que hace que muchas mujeres vean muy difícil la posibilidad de acceder a comprarse un vehículo y por eso postergan el hecho de sacar la licencia. “Internamente se preguntan para qué voy a aprender si nunca voy a lograr tener un auto. Nosotros reconvertimos esa pregunta porque una nunca sabe cuándo puede necesitar estar al volante. Puede ser, por ejemplo, ante un trabajo que te pide que sepas manejar o una situación en la que la persona que está a tu lado no puede seguir conduciendo”.
En segundo lugar, señala que las mujeres, en promedio, empiezan a manejar más tarde que los varones, ya que ellos lo ven más como un trámite y las mujeres lo viven como una ceremonia emocional, con un alto nivel de autoexigencia. “Eso hace que, a medida que vamos postergando la decisión, pueda aparecer el miedo. Existe lo que se llama la amaxofobia, que es el miedo que te impide estar al volante. Eso hace que, además, nos cueste disfrutar de conducir”.
Un tercer punto es la creencia popular de que las mujeres manejan mal. “Es tan fuerte que muchas dicen ‘No me voy a sumar a la calle para ser un peligro más. Quizás no tengo las competencias’, cosa que también es equivocada porque conducir bien o mal no tiene que ver con el género”.
Por último, Dietrich resalta que, tradicionalmente, en las familias siempre el que manejaba era el varón. “En la actualidad hay muchas historias en las que la mujer es la primera persona de la familia en sacar la licencia de conducir por sus propios medios, porque el padre le enseñó a sus hermanos varones”.
Mitos versus estadísticas
Según Carignano, la principal causa de los siniestros viales es el factor humano, entre los que se destacan el exceso de velocidad, el consumo de alcohol y el no uso de los elementos obligatorios de protección como el cinturón de seguridad y el casco. “En todos estos casos, la tendencia marca que estas faltas son cometidas generalmente por los hombres”, asegura Carignano.
“Por ejemplo, el resultado de las primeras 19 ediciones del operativo Alcoholemia Federal (jornada mensual de controles de alcoholemia en todo el país), indica que los varones representaron el doble de casos de alcoholemia positivos a igual cantidad de test realizados que las mujeres”.
Un estudio observacional de comportamiento de la ANSV también indica que las mujeres utilizan el cinturón de seguridad más que los hombres, independientemente de si circulan como conductoras o copilotos. Además, cuando la conductora es mujer, el uso del cinturón es mayor en todas las posiciones y los menores de 10 años circulan significativamente mejor protegidos.
“Existe una vieja y errada idea de que los hombres conducen mejor que las mujeres. Se asoció históricamente a las mujeres como conductoras miedosas o ´lentas´, siendo ellas en realidad quienes respetan más las normas y no los conductores que se creen vivos o con la facultad de no tener la misma obligación que el resto”, señala Carignano.
Por su parte, Emilia remarca: “Creo que las mujeres estamos tan machacadas con esto de que manejamos mal que ponemos muchísima más atención al manejar que los varones, que están como más cancheros y por ahí les pasan cosas que terminan poniendo en riesgo al resto y a ellos mismos. Obviamente que en todo hay excepciones. Pero veo muy frecuentemente a varones haciendo cosas que decís ‘no puede ser, eso es un peligro’”.
A su vez, Lula cree que este mito sigue presente porque está vinculado con todos los roles y los estereotipos que tenemos los hombres y mujeres desde chicos. “Las cosas que podemos hacer, las que no, para qué somos buenas, con qué jugamos, etc. Todo eso va llevando a que los varones se sientan más cómodos, lo hagan con facilidad, y siga siendo un entorno masculinizado, y al revés, que las mujeres sintamos que no pertenecemos, que lo hacemos mal, que no podemos”.
Por último, para Luly Dietrich, aprender y saber manejar bien requiere de ciertas habilidades al volante en las que una se puede capacitar. “Cuando decidimos convertirnos en conductoras o conductores, la pregunta que nos tenemos que hacer es ‘¿cómo queremos ser como conductores?’, ‘¿Que aporte le queremos dar al mundo?’ y ese aporte lo tenemos que dar para que las calles sean un lugar lindo, seguro y amoroso”.