El 28 de agosto en Argentina se celebra el Día de la Ancianidad en homenaje a la jornada en 1948 cuando Eva Perón proclamó, en el Ministerio de Trabajo, los "Derechos de la Ancianidad" que luego serían incluídos en la Reforma Constitucional de 1949. El Decálogo de la conquista incluía el Derecho a la Asistencia; a la Vivienda; a la Alimentación; al Vestido; al Cuidado de la Salud Física y la Salud Moral; al Esparcimiento; al Trabajo; a la Expansión y al Respeto. Nuestro país fue pionero en el mundo e incluso llevó el debate a la Asamblea General de las Naciones Unidas. El reconocimiento del Gobierno argentino abrió las puertas a que se instalara el tema políticamente en el resto de los países del mundo.
Han pasado siete décadas desde aquel momento en las cuales la realidad social de la ancianidad se ha ido transformando progresivamente. La vejez no es la misma que a mediados del siglo XX. Gracias a los avances científicos y medicinales, y la conquista de nuevos derechos se ha logrado un crecimiento constante en la expectativa de vida de millones de personas que llevan adelante vidas activas, independientes y llenas de proyectos. Según información de Naciones Unidas en 2018, por primera vez en la historia, las personas de 65 años o más superaron en número a lxs niñxs menores de cinco años en todo el mundo. Se estima que el número de personas de 80 años o más se triplicará, de 143 millones en 2019 a 426 millones en 2050.
Ricardo Iacub, Doctor en Psicología, profesor de Psicología de la 3ª Edad y Vejez (UBA), y subgerente de Desarrollo y Cuidado Psicosocial de PAMI, explica que “hoy tenemos una generación de viejos y viejas completamente distinta a la que teníamos en otra época. De una sociedad que institucionalizaba las etapas de la vida de una forma muy marcada, con roles y mandatos excluyentes, donde se condicionaba hasta la ropa que usar, pasamos a otra donde se tienden a perder estas características. En la posmodernidad tienden a diluirse o a volverse más borrosas las diferencias de edades”.
Sin embargo parecieran escasear los espacios donde conversar y hablar de la vejez de forma certera y respetuosa abarcando la complejidad multidimensional de esta etapa vital y sus potencialidades. Para poner un ejemplo son contados con las manos todavía los contenidos culturales mainstream, las ficciones, películas o series, que atraviesan el tema sin caer en los lugares comunes. Esa invisibilidad, este establecimiento de la vejez como la otredad, también ha instituido valores y formas de pensar mayormente negativas. El análisis, en este sentido, implica romper con estigmas que históricamente han funcionado como mecanismos de reproducción de prejuicios, e interpretaciones simplificadoras. En una cultura construida y diseñada milimétricamente para lograr la híper productividad, la rapidez en la toma de decisiones y la comunicación plenamente digital, pareciera no haber espacio para la articulación inter generacional y el reconocimiento de la experiencia de lxs adultxs mayores.
La diversidad y el género en las vejeces
El primer gran error es considerar a las personas mayores como un grupo homogéneo ya que se pierden de vista diferencias vinculadas al género, la orientación sexual, la nacionalidad, región, o etnia, entre otras variables. Ricardo Iacub explica que en realidad debemos hablar de “vejeces”, término que describe mejor la experiencia humana del envejecimiento: “Los niveles educativos, la orientación sexual, el género, o la clase social son determinantes muy fuertes de cómo una persona puede atravesar trayectorias vitales muy distintas”. Si hablamos de género tenemos que pensar que en general la mujer vive en promedio casi 7 años más que el varón por lo que se dice que el envejecimiento tiene rostro femenino. Según el Dr. Iacub esto implica “que va a llegar de maneras diferenciadas al envejecimiento, en edades más tardías y esto aumenta la posibilidad de discapacidad o algunas enfermedades. Esto implica la necesidad de pensar políticas sociales diferenciales, o que las mujeres van a tener menos personas que las cuiden, porque siempre el principal cuidador es la pareja”.
Por su parte Paula Danel, Dra. en Trabajo Social, Investigadora del CONICET con lugar de trabajo en IETSyS, de la Facultad de Trabajo Social de la UNLP subraya que dentro de esta población se configuran varias generaciones: “Hoy podemos tomar a las personas mayores desde los 60 años, y hay un gran numero de centenarios, por lo que tenemos cuatro décadas de vida muy diferentes entre sí. Después está el cruce con variables como el género y la desigualdad. No todos envejecemos de la misma manera porque el desgaste corporal vinculado al trabajo deja marcas en el cuerpo y es necesario seguir pensando otros modos de construir justicia social”. La investigadora indica que el reconocimiento de las múltiples formas de envejecer se fortaleció en el cruce con los feminismos: “La disciplina tiene que ser interpretada por las miradas de género y la agenda que propone en relación a la organización social, las políticas del cuidado y la sustentabilidad de la vida. Pero el mayor desafío es reconocer el valor de la palabra, de los aprendizajes y experiencias de las mujeres mayores que han tenido más limitantes en el tránsito por la vida pública”.
Por su parte Camila Gramajo Graña, periodista y especialista en géneros, sexualidades y vejez, identifica que también es importante visibilizar y reconocer la vejez LGTB+ y las identidades por fuera de la cisheteronormatividad: “Esta población sufre múltiples discriminaciones, desde la imposibilidad de acceso a pensiones, hasta la aceptación de su identidad en residencias de larga estadía. La falta de redes de apoyo es otra de las problemáticas que atraviesan por lo que urge generar datos, romper con el binarismo que construye la estadística, y a partir de allí pensar en políticas má incluyentes”.
El siglo XXI y el nacimiento de la Tercera Edad
El siglo XX fue un campo de batalla cultural constante y uno de sus mayores logros fue la creación del concepto de Juventud y la atribución a esa franja etaria de todos los componentes estéticos y culturales positivos. Por carácter binario se terminó asociando la vida de lxs mayores a una lógica de retiro hacia un mundo familiar y privado en el cual la persona mayor parecía que iba a estar protegida y cuidada. Pero a fines de siglo se produjo un cambio cultural ligado a la crisis de las instituciones tradicionales, entre ellas la familia. Según el psicólogo Iacub “la familia dejó de ser ese espacio de retiro y los adultos quedaron como en un espacio sin sentido, es decir sin un apoyo de la familia que le daba un significado a su rol en el mundo social, y al mismo tiempo sin un espacio de encuentro social”. Es en medio de ese estado crítico que comienzan a nacer otras instituciones u espacios, o como diría Michel Foucault, nuevas Tecnologías, como los Centros de jubilados, centros de Mayores, los programas universitarios, o el turismo, “que entienden a la edad desde otras maneras y teleologías, y empiezan a promover programas activos o positivos”.
En términos teóricos y políticas han surgido nuevos enfoques y debates que pueden dar cuenta de estos nuevos comportamientos y la imagen de la actividad frente a un modelo de vejez pasiva. “Hay un registro de esto en Francia en los 60’s luego del establecimiento de la jubilación, que era una política de transformación muy progresista pero que al mismo tiempo dejó un lastre muy fuerte que era la depresión de la gente que no sabía qué hacer después”, relata Iacub. Del estudio de este fenómeno social surgió el nombre de Tercera edad para una etapa vital con características propias en la que se reivindica el sentido del ocio y el goce, y el sujeto pueda dedicar tiempo a hacer lo que desea. Paul Lafargue, el yerno cubano de Carlos Marx, ya había planteado esta problematización en su texto El derecho a la pereza (1880), que pone en valor el ocio y polariza con el “dogma del trabajo” y la naturalización de una rutina opresiva. Con la jubilación lo que se reivindica es la posibilidad de vivir como uno quiere, disfrutar del tiempo libre y de una manera más creativa.
La Tercera edad se convirtió incluso en un target de mercado y un público a cautivar por las diferentes marcas y empresas. Mónica Roqué, Secretaria General de Derechos Humanos, Gerontología Comunitaria, Género y Políticas de Cuidado de PAMI, analiza en un artículo publicado en la página de ALGEC (Asociación Latinoamericana de Gerontología Comunitaria) lo que denomina la “economía plateada” y las posibilidades de desarrollo económico que se abren con el envejecimiento poblacional, desde personal capacitado para llevar adelante tareas de cuidado, pasando por el desarrollo de herramientas y tecnologías de la vida cotidiana para facilitar la independencia de las personas mayores, hasta vestimenta “a la moda” para personas mayores, que resulte cómoda y atractiva.
Incluso desde hace unos años lxs adultxs mayores de 65 años son el segmento con mayor crecimiento en el mercado de los viajes, justamente porque gracias al tiempo libre y no tener obligaciones laborales o familiares tienen la posibilidad de viajar en cualquier época del año, con mejores tarifas y tiempos flexibles. Información del propio rubro confirma que en la actualidad son un segmento atractivo y con plena vitalidad. “Hoy estamos viendo el potencial de actividad, tal vez con menos capacidades físicas, y lo que se genera a partir de una oferta cultural y de actividades que no parecían habituales. Los gimnasios , las maratones, los cruceros se llenaron de gente grande”, indica Iacub.
Edadismo e imaginarios hegemónicos sobre la vejez
En el sentido común los significados hegemónicos que se han construido sobre la vejez siguen siendo erróneos, peyorativos y simplificadoras. Se suele representar a la etapa como una sucesión de experiencias de enfermedad, decrepitud, pérdida de expectativas o proyectos, incluso desde la propia OMS que la considera como una patología en sí misma. Iacub cuestiona que “una dimensión tan amplia no debería estar definido por las patologías. En estos prejuicios terminamos generando o pensando al viejo como alguien limitado, física y cognitivamente, y si no lo está nos mantenemos bajo la expectativa de que eventualmente lo esté. Se ha generado una cierta desconfianza, como una infantilización. También se la suele pensar como incapacidad cuando en realidad la mayoría de los mayores no tienen ninguna discapacidad. En términos generales la vejez es mucho más saludable de lo que la gente piensa”.
El Edadismo se produce cuando la edad de una persona es utilizada para categorizarla o evaluarla, y suele incluir estereotipos discriminatorios hacia lxs mayores, una mirada vinculada a la decrepitud o la pasividad. Danel explica que en nuestra cultura hay una mirada cada vez menos condenable de la vejez, pero lo que se ha identificado en las investigaciones es que se produjo es un desplazamiento hacia lxs más viejxs: “pareciera que en la medida que la persona sea autónoma, activa, o sostenga actividades su presencia en la vía pública es tolerable. El problema se sigue concentrando en aquellas personas adultas mayores que están en situación de dependencia, que requieren apoyo de manera continua. Y si miramos los datos demográficos, esa población que requiere más apoyo y es definida como más frágil es una población feminizada”.
La periodista Camila Gramajo en su lugar de trabajo en México se especializa en representaciones sociales de la vejez y el envejecimiento desde una perspectiva feminista y transfeminista. Como investigadora señala que en general “la vejez es asociada a la enfermedad, al deterioro, la decadencia, el dolor, la soledad, y en último término la muerte. Las sociedades occidentales reproducen estereotipos que muestran a las personas mayores como dependientes, improductivas e incapaces de contribuir al desarrollo de la sociedad. Se jerarquiza la etapa productiva/reproductiva por sobre otras etapas de la vida”. Según ella la sociedad está atravesada por el edadismo, porque “hemos crecido comprendiendo a esa etapa de la vida como una carga, inútil para la sociedad capitalista. Y esto, entre otras cosas, refiere al desprecio por los trabajos de cuidados, actividad que también es realizada por personas mayores”.
El juicio social como castigo por el envejecimiento y sus efectos negativos
Los prejuicios funcionan como una sanción moral, un castigo por la exhibición de los signos del paso del tiempo en las corporalidades y subjetividades. Iacub advierte que cargar con esta mirada ajena no es un tema menor. Existen muchísimas investigaciones que demuestran que los prejuicios y significados negativos tienen efectos sobre el tránsito por la vejez: “Hay una investigación hecha en Estados Unidos durante 20 años que muestra que aquellas personas que tienen una visión más negativa de su vejez viven menos que las que tienen una visión positiva que se traduce en tener proyectos, intereses vitales, estar activos, cumplir roles, redes sociales de apoyo. Todo eso incide notoriamente en la longevidad con promedios muy distintos”.
La candidata a maestra en comunicación por la Universidad Autónoma de México, Gramajo, agrega que estos estigmas sociales afectan de forma diferenciada según el género: “En el caso de los hombres cis, el ser apartados del lugar de proveedores al momento de la jubilación o retiro, les genera frustración y depresión. En el caso de las mujeres, el mandato de juventud y belleza resulta en muchos sentidos insostenible para la mayoría, por lo cual hay una resignación al deseo, la sexualidad y demás. La idea de que ‘ya estoy vieja para esto’. Y cuando no lo pensás vos, la sociedad te lo recuerda. Sin embargo, son distintas las realidades que atraviesan a las personas mayores, y en muchos sectores han aprendido a disfrutar esta etapa que es una de las más largas de la vida”.
Políticas públicas y organización social
Argentina fue un país ejemplar y vanguardia en materia de derechos y jubilaciones. En este sentido la Dra. en Trabajo Social Paula Danel señala que: “En relación a políticas públicas hemos tenido avances importantes sobre todo desde los marcos jurídicos internacionales y la convención Interamericana de OEA de 2015 de la que nuestro país fue impulsor, que es heredera y tributaria de los “Derechos de la Ancianidad” de Eva Perón”. La mayor presencia de personas mayores, en términos demográficos y el aumento de la expectativa de vida es una noticia que debe ser celebrada y acompañada con políticas acordes que garanticen derechos universales y el bienestar.
Según Iacub el sistema de jubilaciones “es muy positivo comparado con otros países de la región, aunque los ingresos más bajos, que son los mayoritarios, resultan insuficientes para poder vivir”. Cuando el gobierno de Mauricio Macri intentó bajar el esquema de aportes se produjo un movimiento de resistencia y la jubilación se convirtió en un lugar de reivindicación. Sin embargo el Profesor de Psicología plantea que hasta ahora lxs viejxs no se han constituido como un sujeto político por dos cuestiones: “Primero porque algunos gobiernos los aprovechan para sacarse fotos, como el Macrismo; y además porque existe una dificultad de lxs propixs mayores para sentirse parte de un conjunto social. Por cargar con los propios prejuicios y no querer asumirse mayores eso afecta posibilidades de organización y politización de la temática de la vejez”. Cabe preguntarse cómo es posible que Patricia Bullrich haya reducido un 13% las jubilaciones como ministra de Trabajo durante el Gobierno de la Alianza y no haya quedado tapada políticamente para siempre. Esto puede evidenciar el bajo nivel de concientización que existe en lxs propixs mayores para constituirse como un grupo político con reivindicaciones colectivas.
Gramajo coincide en identificar que probablemente no se pueda pensar a las personas mayores como sujeto político, pero sí reconoce la organización que ha surgido frente a los recortes en jubilaciones durante periodos neoliberales como de 2017. “Si bien no hay un movimiento anti edadista que contemple un sujeto político que lo sostenga, sí es un actor político muy importante y lo va a ser cada vez más. Por lo cual será necesario que los Estados, gobiernos y partidos políticos les tengan en cuenta como eso: actores sociales determinantes en la sociedad”.