Un equipo de la Universidad de La Plata se prepara para lanzar su primer satélite

Es un CubeSat de unos cuatro kilos que permitirá validar tecnologías desarrolladas íntegramente en el país

15 de febrero, 2025 | 00.05
Un equipo de la Universidad de La Plata se prepara para lanzar su primer satélite Un equipo de la Universidad de La Plata se prepara para lanzar su primer satélite

Los proyectos científicos pueden nacer de muchas maneras. Durante un viaje en tren o una caminata sin rumbo fijo, al despertar de un sueño profundo, bajo la ducha… El que motiva este texto lo hizo durante un encuentro en Bariloche, mientras un par de jóvenes amigos realizaban una pausa en los ensayos del satélite Saocom, en el que la hoy ingeniera aeroespacial Sonia Botta trabajaba  como becaria. “Tenemos todos los medios, el conocimiento… ¿Por qué no hacemos un satélite propio?”, se dijeron. 

Al regresar a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), donde Botta estaba a punto de graduarse, se lo propusieron al decano, Marcos Actis, recibieron su decidido respaldo y hoy el USAT 1, el primer satélite de la UNLP, está en las últimas etapas de desarrollo y casi listo para ser lanzado al espacio. Fecha tentativa: 25 de junio

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“Es un ‘CubeSat’ [un aparato de pequeño tamaño] de tres cuerpos (o unidades), cada una de 10 x 10 x 10 cm, que desarrollamos con la idea de hacerlo totalmente acá, no solo el satélite, sino también los instrumentos y el equipamiento”, cuenta Actis, que además es director del Centro Tecnológico Aeroespacial (CTA) y fue miembro ad honorem del Directorio de la Conae y presidente ad honorem del directorio de la empresa VENG, encargada del desarrollo del lanzador Tronador

Cuando ya le había dado el puntapié inicial al programa, Botta ganó una beca para hacer una maestría en sistemas de exploración espacial en la Universidad de Leicester, en el Reino Unido. Fue el mejor promedio de su cohorte y le otorgaron un premio del Departamento de Física y Astronomía de esa casa de estudios. Al volver, nadie había tomado la posta y Actis le propuso seguir con lo que había iniciado. “Se nos ocurrió hacer una convocatoria a los institutos científicos, porque yo veía que primero se planteaba el satélite y después se pensaba para qué serviría –cuenta Actis–. Les preguntamos a distintos grupos de la universidad qué cosas les gustaría observar en la Tierra, hicimos un concurso en forma virtual y elegimos cinco temas para cinco satélites”.

Nacida en Ranelagh, provincia de Buenos Aires, e hija de un arquitecto y una técnica química, Sonia no recuerda cuándo nació su pasión. “No era de desarmar cosas, pero sí tenía mucha inclinación por la matemática y por las ciencias –cuenta–. Mi abuelo era técnico mecánico y me explicaba cómo funcionaban los motores de los autos y las radios de los barcos. Desde muy chica, siempre me fascinaron el espacio y el hecho de que fuera tan desconocido, pero no me atraía tanto el procesamiento de datos, por lo que no me veía siendo astrónoma. Primero pensé en seguir ingeniería general, después fui buscando cuál era la orientación específica y me decidí por lo que en ese momento era ‘ingeniería aeronáutica’”.

Financiado casi en su totalidad por el CTA, el programa contempla desarrollar una serie de satélites no necesariamente vinculados en los científico, pero sí en lo tecnológico.

Para poder lanzar el USAT 1, deben someterlo a ensayos de vibraciones. “Como es un satélite de alto riesgo, porque es chiquito y de bajo costo, no es obligatorio hacerle otras pruebas que sí se exigen para los más grandes, pero nosotros tratamos de cubrir todas las posibles –destaca Botta–. Y gracias a que es de pequeñas dimensiones, podemos hacerlas en el Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados (GEMA) de la propia universidad”. 

Aunque parezca un juguete, un proyecto de este tipo es algo serio. “En la actualidad estos satélites se consideran una plataforma de desarrollo de tecnologías –subraya la ingeniera–. Tengamos en cuenta que el costo de uno de gran porte, como los Saocom, que ayudan a prevenir incendios, controlar inundaciones o dirigir misiones de rescate, puede rondar los 400 a 600 millones de dólares, o más. En cambio, un CubeSat involucra inversiones del orden de los cientos de miles de dólares. Las universidades lo que buscamos es desarrollar tecnologías que después puedan ser utilizadas en aparatos más grandes o en otro tipo de misiones con un riesgo mucho menor”.

En este primero van a probar diversos sistemas. Por un lado, un receptor GPS, similar al que tenemos en el celular (que nos indica dónde estamos), pero diseñado para operar en el espacio, un medio muy distinto al de la superficie del planeta. “Este tipo de dispositivos no suelen fabricarse en la Argentina –explica Botta–. Validar este desarrollo es un paso fundamental para que pueda utilizarse en misiones futuras de la Conae y de otras instituciones argentinas. En el USAT 1 va a volar una versión reducida, por los límites de tamaño, pero en realidad el desarrollo que hizo el grupo de Sistemas Electrónicos de Navegación y Telecomunicaciones (Senyt) es mucho mayor, ronda la decena de millones de dólares. Es casi un desarrollo militar (así lo considera Estados Unidos), de modo que nos permitirá reducir costos en futuras misiones”.

El segundo objetivo es poner a prueba todo lo demás, porque el 90% del satélite fue realizado in house: la estructura, el sistema de comunicaciones, la computadora de a bordo… “Para nosotros, que todo eso llegue el espacio y funcione ya es un logro en sí mismo”, se ilusiona Botta.

En cuanto se lance este primer modelo, los investigadores empezarán con el siguiente, pero al mismo tiempo tienen previsto ofrecer esta tecnología a otras instituciones, tanto del país como del mundo

“Mi sueño era hacer un kit que pudiésemos fabricar acá y dárselo a las universidades para que pusieran el instrumento de su elección, pero con el control, los sistemas de navegación y de alimentación made in Argentina –confiesa Actis–. Y es lo que estamos haciendo”.

Según Botta, además, “Este tipo de plataformas tiene un valor comercial muy importante. Ya hay empresas del país y del extranjero interesadas en adquirir estos servicios para probar tecnologías”.

Otro de los aspectos relevantes del programa es el desarrollo de la estación terrena para enviar comandos y recibir datos, ya construida y operativa. “Todavía no pudimos hacer la prueba de enviar comandos porque estamos terminando de solicitar la licencia de comunicaciones, pero si recibimos datos y la operamos varias veces”, se enorgullece la joven ingeniera.

Todo se hizo con recursos de los grupos que intervienen e involucra una inversión de 70.000 dólares para el satélite y otros 100.000 para el lanzamiento compartido. “No hubo que desembolsar un solo dólar extra para hacer esto –dice Actis–. Sí hubo un aporte para pagar el lanzamiento y el exMinisterio de Ciencia se hizo cargo del 25%, o sea 25.000 U$S. El resto lo pone el rectorado de la universidad”.

Parte del equipo

Los paneles solares, similares a los que utiliza la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), los proveyó la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). “Ambas comisiones nos ayudaron, pero lo más interesante es que a partir de este proyecto Conae se presentó a un concurso del programa Atenea de Artemis y ahora tiene un lugar para poner un CubeSat  de 12 cubos en el futuro viaje tripulado a la  Luna”, concluye Actis.

En el USAT I participan más de treinta estudiantes y profesionales en las áreas de gestión de proyecto, ingeniería de sistemas, diseño estructural, análisis térmico, desarrollo de electrónica y de comunicaciones, diseño del sistema de potencia, desarrollo de software, ensayos e integración. Para conformar este equipo, el CTA financió más de 15 becas para estudiantes y graduados. También intervienen numerosos institutos y grupos de investigación de la UNLP, entre los que se cuentan el Laboratorio MAGGIA, el Grupo de Geodesia Satelital y Aeronomía (GESA), el Departamento de Electrónica, el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA), Centro de Investigaciones Ópticas (CIOp), el Instituto de Física y el de Astrofísica, el Instituto Argentino de Radioastronomía, todos ellos de la UNLP. También el Observatorio Argentino-Alemán de Geodesia.