Desde la primera marcha por Ni una Menos en el año 2015, los sectores de la sociedad que se oponen a las manifestaciones feministas y los insaciables pedidos de justicia, señalan que la "vandalización" de la vía pública, las plazas y puntos de encuentro son conductas “inaceptables” o incluso “depredatorias”. La represión, las críticas y hasta los insultos persiguen a los colectivos feministas que intervienen los monumentos e instalaciones como forma de manifestación y visibilización de las problemáticas, incluso encasillándolas en el término de “vándalas”. Pero, ¿hasta que punto es vandalismo y hasta dónde intervención?
En la marcha del 8M del año 2017, la entonces Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, mandó a las fuerzas policiales a reprimir a las manifestantes que se encontraban en las inmediaciones de la Plaza de Mayo. “Un grupo se separó del conjunto y fue a la Catedral Metropolitana a destruirla. En ese momento, se decidió un accionar de las Policías Federal y de la Ciudad para disuadirlas de esas conductas depredatorias y violentas”, fue la justificación de Bullrich en ese entonces sobre las mujeres que se acercaron a la fachada para realizar grafitis alusivos a la fecha. Este es tan solo un ejemplo de la realidad que se vive en las marchas, aquella brecha entre “el vandalismo” y la intervención como forma de manifestación. Macarena Ramírez, conservadora y restauradora de Bienes Culturales, habló con El Destape Web y opinó sobre esta situación que continúa siendo un motivo de indignación entre los sectores más conservadores de la sociedad.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
“El vandalismo es una intervención”, aseguró la joven de 29 años, graduada con el título de Conservadora y Restauradora de Bienes Culturales por la Universidad del Museo Social Argentino. A través de su cuenta de TikTok, Macarena logró tender un puente entre lo “solemne” del arte y las redes sociales, para poder así mostrar otra mirada sobre el arte y empezar a impulsar su proyecto de conservar los bienes culturales “inmateriales”, aquello que hace a la cultura de un lugar y, sobre todo, a la historia. “Yo me muestro en los videos restaurando objetos, pero lo que más me interesa y quiero profundizar es en todo lo que es inmaterial, lo que tiene que ver con la cultura, con un territorio, son cosas que en este momento están en estado de emergencia”, enfatizó. Y, precisamente, dentro de la historia de un país, las marchas para reclamar derechos y justicia no son una excepción.
“Mostrar todas esas situaciones de ‘intervención’ está bueno porque genera la conversación, por más que muestres algo ‘negativo’. Lo bueno es que está generando un espacio de conversación, el espacio de intercambio de ideas, te va a saltar el que no le interesa nada a decir ‘sí, que los prendan fuego’ y va a saltar el que le interesa a decir ‘che, ¿no es importante controlarlo y ver un poco más allá?’”, analizó Ramírez. Desde hace varios años, la problemática por la intervención de los espacios en donde se dan los encuentros, surge con cada manifestación feminista: carteles y grafitis sobre los monumentos, las estatuas y todos los objetos llamados “bienes culturales” que forman parte de la ciudad suelen ser las más comunes. Cuando la revolución es en femenino, es tildada de vandalismo, pero históricamente, las marchas y movilizaciones sociales que buscan ampliar derechos surgen de la necesidad de ser escuchados. Y ante la falta de una respuesta, las intervenciones son una forma de “hacer más ruido”, de dejar una huella de esa lucha.
MÁS INFO
En algunas imágenes que se registraron de las marchas de la primera ola del feminismo, las cuales datan del año 1848, se puede ver a las mujeres manifestándose del mismo modo que en la actualidad: haciendo grafittis, alzando carteles e incluso prendiendo fuego símbolos religiosos a modo de protesta hacia la institución que limitaba a gran escala los derechos de las mujeres. Fue entonces cuando empezó a utilizarse el término de iconoclasia, que anteriormente se refería a un rechazo a las imágenes religiosas, para describir el accionar de las mujeres en las marchas y definirlo como “un modo de protesta, que involucra la destrucción o intervención de símbolos, imágenes o monumentos con un fin, ya sea social o político. Tiene el propósito de indagar, para atraer la atención a un causante en específico y que de esta manera sea atendido”, según el antropólogo mexicano Rodrigo Díaz Cruz. Esto es, precisamente, lo mismo que sucede en la actualidad: se interviene para hacer eco de un agotador pedido de justicia que no tiene respuesta.
“Con las intervenciones en los bienes culturales se hace escuchar la necesidad de la gente en esta época. Es algo que va a quedar guardado en la historia de esta generación, y la que venga va a ver cuáles eran las problemáticas de este momento. Tenemos como registro a estas intervenciones o las pruebas en video o fotos que quedan sobre qué hacía la sociedad con las problemáticas”, reflexionó la Conservadora de Bienes Culturales. Además, añadió: “Hay mucha gente que se indigna por el daño al patrimonio, pero también necesitamos indignarnos por lo que nos pasa como sociedad. Podés estar de acuerdo o no con las formas en las que la gente decide expresarse, pero me parece que es importante también resguardar lo que el otro está necesitando o quiere comunicar”.
Macarena aseguró que hay cuestiones del ser humano en sociedad que no pueden disuadirse, como lo es manifestarse ante las injusticias. “Yo creo que está en la naturaleza del ser humano poder expresarse, que lo escuchen y que lo vean. Los bienes culturales son importantes de resguardar porque cuentan la historia de la sociedad, pero entonces también es importante saber qué le pasaba a esa sociedad”, determinó.
En esta misma línea, la restauradora analizó, desde su profesión, la importancia de proteger los bienes culturales como parte de la historia, pero también comprender que la sociedad actual también conforma a esa historia. “Actualmente está el ojo puesto en el pasado, en conservar la mirada o expresión del artista de ‘aquella época’, y no se pone la mirada en el presente. Sin embargo, quienes hacen dar cuenta de lo que está sucediendo en el presente es la gente que está en las calles reclamando. Y eso hace a la historia y es lo que también provoca cambio”, indicó.
En este marco, reveló: “Hay un video que se viralizó en TikTok que muestran los grafitis que hacían el Imperio Romano y es excelente porque son todas cosas exactamente iguales a lo que escribe la gente ahora en las paredes. Y sobre esos grafitis se dice que es importante protegerlos justamente porque guardan la historia de la humanidad”. Por último, reflexionó: “Entonces, ¿no es importante también saber y resguardar qué es lo que le pasa a la humanidad en este momento?”.
Conservar los bienes culturales sin darle la espalda a la historia: el rol de profesionales como Macarena
Desde su trabajo como conservadora y restauradora de bienes culturales, Macarena Ramírez contó que se encuentra con una disyuntiva a la hora de trabajar sobre monumentos u obras intervenidas, ya que sus valores se mezclan con la profesión. Sin embargo, desde su lugar, sostiene que es fundamental resguardar tanto el bien cultural como la expresión que la sociedad decidió imprimirle. “Desde mi profesión, tengo que tratar de pensar de qué manera lograr que la gente no dañe eso para que no sea borrado de la historia, pero a la vez, cuando encuentro un grafiti, lo primero que hago es sacarle una foto y guardarlo”.
“Yo creo que es importante tomar en cuenta ese vandalismo y registrarlo, pero también tomar en cuenta la conservación del bien cultural. Desde mi profesión lo que me enseñan es hacer una limpieza y colocarle una cera protectora para que, el día de mañana, si se vuelve a intervenir, sea más fácil limpiarlo”. Sin embargo, Macarena aseguró que, más allá de su trabajo que intenta “revertir esos daños” y preservar el bien cultural, la marca siempre queda.
“Después de nuestro trabajo, este bien cultural, ese edificio intervenido, vuelve a estar limpio después de sacar los grafittis, pero igualmente queda la huella”, aseguró. Luego, continuó: “Uno toma una muestra del lugar que es una microscopía y la microscopía te va a salir que tiene un color que puede significar que fue pintado con aerosol y ahí me voy a los registros a ver qué pasó, qué pintaron en ese momento y por qué. Nunca se borra del todo, aunque vos lo restaures no hay forma de revertir el daño. La huella siempre queda, sigue permaneciendo en el tiempo”.
Y así cómo, a lo largo de su carrera, los bienes culturales materiales son los que ayudan a entender cómo era la sociedad en el momento en que fueron creados, Macarena Ramírez aseguró que “jamás se le hubiera ocurrido profundizar en los bienes inmateriales y en cómo conservar culturas, costumbres y territorios si no fuera por todos los reclamos y problemáticas que visibiliza la sociedad argentina”. “Esas son cosas que te marcan como sociedad también”, concluyó.