Los trabajadores fueron los grandes perdedores de 2024. No fue obra de la desventura o un desastre natural: las trayectorias salariales y los indicadores de poder adquisitivo son reflejo de un modelo que empuja hacia abajo a quienes dependen de su esfuerzo diario para subsistir.
Un informe elaborado por el economista y Coordinador del Monitor de Indicadores Sociales del IEF-CTA Autónoma, Luis Campos, detalló la dispersión salarial en el país bajo la gestión de Javier Milei. Las paritarias, que alguna vez fueron una herramienta de defensa colectiva, dejaron de ser uniformes. En su lugar, el salario de cada trabajador quedó atado a la suerte del sector en el que le tocó jugar.
El impacto inicial del "shock Milei"
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El año comenzó con una herida profunda. La devaluación y la inflación de finales de 2023 arrasaron con los salarios reales de trabajadores públicos y privados. En el sector privado sufrieron una caída del 12%. En el sector público, el golpe fue aún más feroz, con una reducción del 22%.
El ajuste no solo fue un fenómeno económico, sino también una declaración de principios del gobierno de Milei, cuya política económica tiene como objetivo explícito redistribuir la riqueza hacia los sectores concentrados a costa de los asalariados.
Con el correr de los meses, la economía empezó a mostrar signos de estabilización. Durante el primer trimestre de 2024, los salarios acompañaron la inflación en niveles bajos, dando un respiro momentáneo a los trabajadores. Pero lo que siguió no fue un alivio generalizado, sino una recuperación selectiva que acentuó las brechas preexistentes.
En el sector privado, los ingresos lograron un repunte parcial, acercándose a los niveles previos a la devaluación. Sin embargo, al llegar a septiembre, el salario promedio aún estaba un 1,5% por debajo de lo registrado en noviembre del año anterior.
El sector público, en cambio, fue condenado al deterioro. Con una caída anual del 16,1% en los salarios promedio y una reducción acumulada del 22,9% en la masa salarial, no hubo recuperación posible. En todas las jurisdicciones del Estado el ajuste fue homogéneo, con poco margen para los matices.
Si el sector público sufrió un ajuste sin distinciones, el privado mostró la dispersión propia de un modelo que alienta ganadores y perdedores.
Algunos sectores lograron aumentos reales, otros apenas empataron con la inflación, y los más numerosos enfrentaron pérdidas significativas. El informe de Campos lo exhibe en detalle. En el podio de los asalariados, trabajadores de Entidades Civiles y Deportivas, de Estaciones de Servicio y Químicos orillaron una variación real positiva en torno al 16%, mientras que Judiciales nacionales, empleadas de Casas Particulares y Prensa perdieron cerca de un 20% de ingresos en el año que pasó (ver gráfico).
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“Las comparaciones punta a punta (septiembre de 2024 contra noviembre de 2023 en este caso) son solo una de las posibles formas de evaluar el impacto sobre los trabajadores y trabajadoras de la evolución salarial durante este año -escribió Campos-. En el acumulado anual los resultados fueron muy distintos. Si trabajas en el sector privado, y tienes un salario promedio, tu masa salarial del período diciembre/23 – septiembre/24, en comparación con el mismo período del año anterior cayó un 9,6%. Si trabajas en el sector público, y tienes un salario promedio, tu masa salarial del período diciembre/23 – septiembre/24, en comparación con el mismo período del año anterior cayó un 22,9%”.
En su informe el especialista consignó que “mientras la comparación punta a punta posiblemente sea un mejor indicador para dar cuenta de la situación actual, la consideración de la masa salarial de todo el período es más ajustada para evaluar las privaciones a la que estuvieron expuestos los trabajadores y trabajadoras durante este año”.
La mayoría de los trabajadores pusieron plata de su bolsillo para sustentar el primer año del modelo Milei. Pero los asalariados no solo cargaron con el peso del ajuste, sino que también fueron testigos de cómo el programa económico consolidó la precarización y la desigualdad como norma. Si la dispersión salarial es el presente, la lucha por la dignidad laboral se presenta como el desafío ineludible del futuro inmediato.
La capacidad de negociación colectiva, la organización sindical y el peso específico de cada actividad determinaron quiénes pudieron resistir mejor. Pero las diferencias sectoriales no solo definen el presente, sino que proyectan un futuro de fragmentación, donde las solidaridades entre trabajadores se debilitan en un contexto de lucha por la supervivencia.
La evolución de los salarios y las condiciones laborales dependerá, en gran medida, de la capacidad de organización y acción colectiva de los trabajadores. Muchos de quienes tienen la responsabilidad de defender y guiar a los trabajadores agredidos brillaron por su ausencia en el año que pasó. “Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”, definió Juan Domingo Perón, líder histórico de la mayoría de los referentes gremiales de la Argentina. Por lo visto en 2024, en el futuro inmediato se verá si el mensaje sigue vigente o derivó en consigna vacía.