Aunque la decisión se había tomado antes, se manejó hasta último momento con el mayor de los secretos, tal como sucedía con los anuncios importantes cuando ella era la que ocupaba el despacho principal del primer piso de la Casa Rosada. Eso dio tiempo a que el impacto de la carta abierta publicada un día antes, en vísperas del aniversario del gobierno del Frente de Todos, cumpliera su trayectoria y los analistas políticos de todo el arco mediático opositor escribieran sus interpretaciones traídas de los pelos, buscando entre líneas una pelea que no existe en lugar de prestar atención a lo que el texto señalaba claramente, como en el proverbio zen sobre el dedo y la luna.
Cristina Fernández de Kirchner eligió el edificio de la ex ESMA para participar de la jornada que celebraba el primer año del gobierno que ayudó a gestar como ningún otro, incluso sus dos mandatos. Tiene sentido: es el sitio fundacional del kirchnerismo, aquel donde Néstor ordenó bajar el cuadro de Videla y se subió al escenario rodeado de hijos de desaparecidos, tal como ella recordó el jueves. Fue un gesto que sirvió para anclar esta experiencia del Frente de Todos en aquella tradición histórica, exhibir las raíces para evitar que, en la confusión, queden olvidadas. Mientras la cámara de Diputados discutía la legalización del aborto, ella indicaba en un gesto que estos derechos son consecuencia de aquellos.
Las fotos que ella misma se encargó de difundir en las redes sociales dejaron en offside a los teóricos del desencuentro. Sonrisas y complicidad con su compañero de fórmula. Es cierto que llevan algo más de dos meses sin verse a solas, aunque el contacto telefónico y por chat nunca se interrumpió. “Son etapas”, explica una de las pocas personas que tiene trato fluido con los dos. Los cimientos que consolidaron la relación y luego el pacto político siguen firmes. Por convicción pero también por conveniencia. Ambos entienden que el mejor escenario de ruptura es infinitamente peor que la más mala de las convivencias. En ese sentido, el pacto originario que vio la luz el 18 de mayo de 2019 está intacto.
La dinámica peculiar del Frente de Todos da lugar a sorpresas. Esta semana, el kirchnerismo y el Frente Renovador coincidieron para bloquear una iniciativa que tuvo su origen en la Casa Rosada. Fue Cecilia Moreau, massista, la encargada de poner paños fríos ante el avance de los gobernadores para suspender las PASO del año que viene. Las primarias le sirven a Massa para negociar mejores lugares en las listas, sobre todo en los partidos de la primera y segunda sección del conurbano bonaerense donde busca retener su influencia. Para La Cámpora representan una oportunidad de ampliar su presencia territorial en todo el país, por las buenas o por las malas, a costa de los caciques locales.
El debate no está saldado pero necesita un amplio consenso, que hoy no existe. Un solo argumento, que ensayan cerca del Presidente, es atendible para los que se oponen: cuanto más lejos estén las elecciones del final de la pandemia, mejor estará la economía y mayores serán las chances de que el oficialismo pueda repetir su performance del año pasado, un piso necesario para retener la mayoría en la cámara baja (que renueva bancas elegidas en 2015, un año parejo) y conseguir quórum propio entre los diputados (que reemplazan a la cosecha de 2017, muy favorable para Juntos por el Cambio). Se negocia a contrarreloj porque las chances se angostan a medida que se acercan los comicios.
Ya lejos de la corrida que en octubre llevó al dólar blue cerca de los 200 pesos, esta semana, mientras el equipo argentino negociaba en Washington con el Fondo Monetario Internacional los detalles de un acuerdo que, si no hay sorpresas, estará listo poco tiempo después de que Joe Biden asuma la presidencia de los Estados Unidos (pero nunca antes), la cotización de las monedas en los mercados financieros e ilegal se desplomaba. Por primera vez en mucho tiempo, además, las reservas se anotaron un crecimiento sostenido a lo largo de varios días. En el ministerio de Economía creen que lo peor ya quedó atrás y que la reactivación de la actividad está dándose antes y más rápido de lo esperado.
A pesar de las declaraciones del ministro de Trabajo, Claudio Moroni, que dijo esta semana estar “muy contento” con la evolución de los salarios, en el gobierno saben que no existe posibilidad de una recuperación duradera de la economía si el poder adquisitivo de los trabajadores formales e informales y de los jubilados no crece fuerte en los próximos meses, empezando ya. La suerte electoral, en agosto o en octubre, también está atada a eso. Por eso empezó a sonar fuerte en el gobierno la posibilidad de que el próximo recambio en el gabinete pase por la cartera laboral, para cambiar a Moroni por un funcionario un poco más inconformista. Por ahora son solamente rumores, que nadie se encarga de desmentir.
El jueves en la ex ESMA CFK retomó uno de los tópicos de la campaña del Frente de Todos, cuando volvió a hablar de “ordenar la vida de los argentinos”, un debe que nadie podría enrostrarle al gobierno después de un año de pandemia. “Teníamos la vida más organizada, sabíamos cuánta plata teníamos que guardar para pagar la luz, para pagar el gas, cuánta para el transporte, cuánto para la cuota de la casa o del auto. (...) Trabajemos todos y todas entonces quienes tenemos responsabilidades institucionales, en volver a darles certezas a los argentinos y a las argentinas. Y que tengan la seguridad de que el día de mañana va a ser un poco mejor que el anterior”. A buen entendedor, pocas palabras.
Cerca de la vicepresidenta aseguran que, al contrario de la lectura ramplona de los medios dominantes, su preocupación más urgente no pasa por encontrar la forma de desbaratar el lawfare sino en conseguir una recuperación económica rápida y con un marcado perfil redistributivo. Por eso, el funcionario del ejecutivo con el que más habla es Martín Guzmán. Tiene lógica, incluso desde una perspectiva instrumental: cualquier reforma de fondo del Poder Judicial como plantea Fernández de Kirchner requiere una presencia más robusta del oficialismo en el Congreso que sólo se puede alcanzar ampliando la base electoral de 2019 a través de una mejora en las condiciones materiales de vida de la mayoría.
Existe otra condición para que la economía repunte a tiempo para las elecciones: que no haya en la Argentina un rebrote de la magnitud del que por estos días arrasó con el extraordinario sistema de salud sueco y con los argumentos de quienes veían en ese país un ejemplo a seguir, o que obligó a la en general impasible Angela Merkel a pedirle, con lágrimas en los ojos, a sus compatriotas que se queden en sus casas para Navidad. Es cierto que el calendario juega a favor del hemisferio sur en ese sentido, tanto como que el aumento sostenido de casos en Brasil, Uruguay y Paraguay son una señal de advertencia: todavía no sabemos bien cómo ni por qué las estadísticas de coronavirus fluctúan.
La demorada firma del acuerdo con los rusos que proveerá al país 10 millones de vacunas Sputnik V en los primeros dos meses del año, con opción para 5 millones más en marzo pone a la Argentina en un segundo pelotón de países que comenzará el monumental operativo para inocular a su población de riesgo sólo unas pocas semanas después que en los primeros lugares donde ya se inició ese proceso. Es probable que en la región solamente Brasil llegue antes a cruzar esa línea. Las demoras en las pruebas clínicas de Oxford Astra Zeneca, que se fabricará en el país y permitirá la vacunación general, pueden ser salvadas por la colaboración de Rusia. Las cosas que tendríamos que leer si hubiera sido al revés.
El sábado partió rumbo a Moscú una nueva misión encabezada por la viceministra de Salud, Carla Visotti, y la asesora presidencial Cecilia Nicolini, junto a un equipo de científicas de ANMAT. El objetivo es resolver los detalles logísticos de la operación, que se llevará a cabo a través de vuelos sanitarios de Aerolíneas Argentinas, y recabar la información necesaria para que la Sputnik V reciba la aprobación de emergencia en el país antes de Navidad. El regreso está previsto para el próximo viernes y el sello de ANMAT podría estar listo tan pronto como el lunes o martes siguiente, en simultáneo a la llegada de las primeras dosis. En el gobierno aún confían que la primera inyección, en el brazo del Presidente, se dé antes de fin de año.
Fernández tiene una invitación abierta de su par ruso, Vladimir Putin, para hacer una visita de estado en cuanto resulte prudente. Aunque en el entorno del mandatario argentino algunos esperaban que sucediera pronto, la situación epidemiológica allá y política acá obligarán a buscar la fecha en los primeros meses del 2021, probablemente cuando se celebre allí la feria Prodexpo, un encuentros a nivel global de proveedores de alimentos, donde Argentina tendrá un pabellón importante. Para entonces ya estará en funciones Eduardo Zuain, el próximo embajador, que fue confirmado por el Presidente (tal como se anticipó hace siete días en esta columna) y espera tan sólo que aprueben su placet.