Ana Correa, autora de Somos Belén:
Los reclamos que llevaron a aquella primera marcha se mantienen. Necesitamos seguir visibilizando que es necesario combatir las desigualdades estructurales de género, y también de clase. Logramos que se hable de violencia de género pero nos falta que se traten seriamente las medidas para combatirla. La Ley Micaela fue un gran avance, pero me parece que con sólo volcar contenido teórico no estamos logrando transformaciones. Tiene que haber un compromiso real de los tres poderes, y de las organizaciones, en trasladar esa perspectiva a la toma de decisiones.
Belen López Peiró, autora de Por qué volvías cada verano
En estos cinco años que este miércoles 3 de junio de 2020 se cumplen de la primera movilización ni una menos, creo que lo más importante es recordar la movilización. Fue por la movilización que pudimos sentir que nos estábamos solas, que las luchas aisladas que vivíamos cada una de su lugar puertas adentro o puertas afuera ante la justicia no eran luchas aisladas, sino que era una problemática común, más común de lo que deseáramos cada une. Creo que al menos en mi lugar me hizo dar cuenta de que de que mi historia era una dentro de las miles de millones de historias de abuso sexual en Argentina.
El femicidio de Chiara junto al incremento de los femicidios que hubo en los primeros meses del 2015 impulsaron a esa primera movilización al congreso, que se replicó en 80 ciudades del país y que después tuvo repercusiones en Latinoamérica, en Estados Unidos y en Europa. Creo que que lo que hizo fue poner sobre la mesa un tema que no convenía porque se metían con la educación sexual integral porque se metían con la cantidad de mujeres, lesbianas, travestis, trans que son vulnerades hasta el día de hoy. Creo que que lo que hizo fue ponerle luz sobre esta cuestión y creo que hay montones de cosas pendientes porque los femicidios siguen existiendo una cada 32 horas en Argentina, porque la violencia puertas adentro, sigue existiendo la violencia doméstica, la violencia de género, la violencia económica. Pero principalmente una de las cuestiones que era una promesa para este 2020 pero que quedó frenada por esta cuestión de la pandemia es el aborto legal, seguro y gratuito. Creo que en el país es una lucha fundamental dentro del feminismo y que junto con la educación sexual integral es un derecho de todes.
Tamara Tenenbaum, autora de El fin del amor. Querer y coger.
Creo en los últimos cinco años los objetivos no han cambiado: hay un objetivo claro que es legalizar el aborto y después hay objetivos que tienen que ver con la lucha contra la violencia y con el cambio cultural. Me parece interesante que hoy podamos decir esto. Recuerdo que en el primer Ni una menos había personas que querían ir y estaban en contra del aborto, entonces se decía que había que ser ecuánimes. Yo soy conciliadora en la vida y me parece bien tener que construir con personas que estén en contra de la legalización del aborto, pero así y todo me gusta que se haya instalado que el Ni una menos incluye la legalización del aborto. Antes era algo más controversial y ese un cambio interesante.
Creo que los objetivos son los mismos que en el 2015, pero fuimos aprendiendo mucho sobre el cómo. Aprendimos sobre movilización, sobre construcción política, también aprendimos que hay cosas que nos faltan. Pudimos darle visibilidad a los femicidios, pero también a la causa de los femicidios. No solo al problema cultural, sino también al problema en la Justicia. Junto con el aborto, creo que una asignatura pendiente es que las mujeres son violentadas o tienen miedo de ser víctimas de la violencia tengan la protección que necesitan. Eso no tiene que ver sólo con declamaciones o con carteles (que tenemos que seguir haciendo) sino con un trabajo en la Justicia para el que falta muchísimo. Por supuesto que queremos que la violencia desaparezca, son dos trabajos en paralelo. Pero mientras tanto no desaparezca la violencia contra la mujer, creo que necesitamos una Justicia que nos proteja. No porque seamos débiles, sino porque todos somos débiles frente a un arma. Hoy además sabemos que la justicia es especialmente cruel con las mujeres pobres, con las que tienen menos recursos económicos y simbólicos para navegar sus laberintos. Los objetivos son los mismos, pero estos años aprendimos equivocándonos.
María del Mar Ramón, autora de Comer y coger sin culpa, el placer es feminista:
En estos cinco años desde la primera marcha ni una menos, el avance ha sido enorme. Creo que hemos visto no sólo un avance en cuanto a política pública y la concepción del Estado sino también un avance de nuestros movimientos feministas en la profundización de un montón de demandas y la complejización de algunos conceptos que me parece que es supremamente valioso. Es increíble lo que ha logrado el movimiento trans feminista argentino en materia de derechos y de diversidad y de concebir la lucha feminista como una lucha en contra de todas las formas de opresión. Creo que si al principio hablábamos de vivas nos queremos ahora hablamos de que nos queremos desendeudadas, de que queremos vidas placenteras, de qué queremos un feminismo interseccional: cuestionamos la justicia, cuestionamos el amor y cuestionamos un montón de concepciones patriarcales.
Además de eso hemos llegado también a conquistar una parte importante del Estado que ha reconocido estas luchas a través de la creación de los ministerios tanto nacional como provincial así que creo que ha sido un enorme acierto y que hay un montón de desafíos en este contexto de pandemia pero que el feminismo argentino y organizado sin duda va a encontrar unas buenas respuestas y estrategias.
Gabriela Larralde, autora de Diversidad y género en la escuela / Bestiario de niñas malas / La vida ahora.
Me acuerdo que en el primer "Ni una Menos" fuimos a la Plaza del Congreso y no marchamos. Creíamos que íbamos a ser menos, que una concentración iba a estar bien. Pero seguía llegando gente y ya no entrábamos. No sabíamos en concreto qué hacer, pero estábamos ahí. Hoy ese caos se convirtió en agrupaciones -no necesariamente heterogéneas- con luchas concretas que sí trazan redes unas con otras dentro del paraguas del feminismo.
Yo, por ejemplo, formo parte de Poetas por el Aborto Legal y también milito la ESI como aliada de distintos colectivos con quienes tengo afinidad. Como objetivos, cada colectivo tiene el suyo, pero sin dudas: el aborto legal seguro y gratuito; el cupo laboral trans (y una contención legal más integral para la comunidad trans que incluya vivienda, estudios, salud); y la aplicación efectiva de la ley de Educación Sexual Integral. Que es la herramienta más fuerte que tenemos para erradicar las violencias en el momento en que se están gestando, en las escuelas. La ESI aborda una multiplicidad de temas como la discriminación por género, por sexualidad, pero también por color de piel, por discapacidades, por procedencia, así como también aborda el abuso sexual infantil o los noviazgos violentos convirtiéndose en la mejor manera para erradicar femicidios, travesticidios y otros crímenes de odio. Algo que no puede seguir ocurriendo.
Florencia Abbate, autora de Biblioteca feminista.
Creo que lo más importante de estos cinco años ha sido el impresionante despliegue de fuerza feministas organizadas en todos los territorios del país. Eso es algo que se produjo en gran medida como resultado del enorme impulso que genero aquel el 3 de junio de 2015 en todas la sociedad. Las nuevas generaciones hicieron suyas las banderas del feminismo y se volcaron a las calles una manera nunca antes vista. Todo un gran movimiento plural y antipatriarcal fue corriendo la frontera de lo que se había imaginado como posible. Los reclamos se instalaron en todos lados: en los barrios, en las escuelas, en las universidades en los medios, en los sindicatos, en los ambientes artísticos, prácticamente no hubo espacio que no haya sido politizado en clave feminista. Todo esto ha permitido instalar nuevas agendas y construir consenso en cuanto a la necesidad de atacar la problemática de los femicidios desde su raíz que es la cultura machista.
Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de la mujer, el género y la diversidad
1. En primer lugar, es inevitable hacer un poco de historia para pensar los desafíos que tenemos por delante. Hace 5 años logramos poner en agenda pública las violencias por motivos de género. Era parte de una pelea histórica, como cuando discutíamos que no eran crímenes pasionales, sino que eran femicidios. Luego de esa masividad que inundó todas las calles del país se abrió lugar a otras preguntas que, como movimiento veníamos haciendo hace mucho tiempo, y que tienen un mismo objetivo: visibilizar que hay desigualdades estructurales que nos ubican según nuestro género, nuestra identidad, nuestro deseo, en un lugar de opresión, de sumisión, de vulneración de derechos. Evidenciar que las violencias por motivos de género son la contracara de las desigualdades estructurales en términos de géneros.
Hoy, en este contexto que nos toca vivir, es muy difícil no hacer referencia a esas desigualdades estructurales, porque es claro que en esta pandemia no todes tenemos las mismas condiciones materiales para garantizar las medidas de prevención, que no todes tenemos lugares seguros donde realizar la cuarentena, que no todes tenemos donde estar bajo cuidado, que no tenemos los mismos privilegios. Y es claro que como Estado tenemos la responsabilidad de diseñar y ejecutar políticas orientadas hoy a mejorar esas condiciones para pasar esta situación y, hacia adelante, orientadas a desandar esas desigualdades estructurales y garantizar derechos.
2. En segundo lugar, los feminismos hoy tienen mucho que aportar en cómo construimos esa mirada de mediano y largo plazo para desandar las desigualdades estructurales. Por un lado, la necesidad de atravesar nuestras prácticas por una mirada decolonial, que nos permita romper con la herencia colonial que produce hablar de un feminismo blanco, de clase media, profesional que si bien en su momento planteó reivindicaciones importantes, lo hizo -sin dudas- dejando de lado, y hasta desconociendo las existencias de otras mujeres y colectivos que también eran y son sometidos por un orden hetero-cis-patriarcal feroz.
En este sentido, la presencia de feminismos populares y feminismos comunitarios, así como los movimientos feministas de mujeres y diversidades originarias; migrantes; afrodescendientes dan cuenta de cómo el patriarcado imprime sus lógicas sobre todes pero que, al mismo tiempo, lo hace con particularidades sobre cada colectivo. Por eso, es fundamental que el feminismo sea contra hegemónico, que se pare desde lo popular y desde los territorios, para desarmar y visibilizar las múltiples opresiones, cuestionar los privilegios, y construir materialmente otros modos de vida.
3. Por último, pero no menos importante, creo que la transversalización del feminismo en la política es un desafío enorme que venimos transitando hace ya mucho tiempo pero que va tomando nuevas formas y nos va planteando nuevos desafíos. Hoy es innegable que se ha dado un salto en la Argentina al haber creado un Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, fruto de la voluntad política de este gobierno pero también de un movimiento feminista muy fuerte que existe en nuestro país. Desde ese lugar tenemos el desafío de no compartimentar esta política sino más bien empujar y acompañar toda la política pública que se pueda generar en materia de género y diversidad. Es decir, dejar de ser “la oficina de género” dentro de una maquinaria enorme como lo es el Estado, las organizaciones internacionales y las entidades financieras. Y lograr que la perspectiva de género y diversidad sea considerada realmente como una herramienta política que habilita cambios estructurales profundos.
Nosotras decimos que el feminismo es una forma de ver y de pensar el mundo, y hay que entender que a eso nos referimos cuando hablamos de transversalizar la política de género. Sabemos muy bien que esto no se logra sólo ocupando determinados lugares históricamente reservados para los varones cis y alcanzando paridad en los cargos jerárquicos y de toma de decisión, sino también garantizando que las compañeras y compañeres del colectivo de la diversidad puedan hacer los recorridos institucionales, de formación y/o políticos para llegar a esos espacios. En este sentido, debemos atender a lo que sucede “más abajo” para mejorar o modificar esas lógicas que nos impiden ocupar determinados lugares, que nos cierran puertas y que nos ponen techos y paredes de cristal. Que ocupar un cargo jerárquico no se vuelva algo meritocrático, una “suerte para unas pocas”, y un lugar para la foto. Por eso pensamos en Ley Micaela, en ESI, en un Plan Nacional de Acción contra las violencias por motivos de género, en políticas de Igualdad y de Cuidados. Y esto no significa que quienes ocupan el poder tradicionalmente, nos “den permiso”, sino que se trata de disputar el poder y de ejercerlo en clave feminista.