A menos de tres semanas de las PASO, los dos precadidatos presidenciables de Juntos por el Cambio enfrentan los días más definitorios de la carrera interna. Una pelea poco predecible hace dos años pero que se consolidó al punto de generar una suerte de incertidumbre en torno a una resolución que encontrará a uno de los postulantes sin un plan B y a la otra frente a su última oportunidad hacia la Rosada. En ese marco, ambos plantearon ir a fondo y la pregunta es si la espera de los números definitivos los encontrará en un mismo lugar físico o estarán distanciados.
La falta de acuerdos llevó a que Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich parecieran transitar caminos muy distanciados dentro de la alianza pese a que ambos dijeron que el 14 tendrán que estar todos juntos. Sin embargo, lo discursivo no pareció verse en los hechos. Estuvieron cerca pero sin mostrar siquiera un cruce de miradas, al menos en público.
Las dos últimas veces que se encontraron en un mismo escenario fue para defender la represión de Gerardo Morales en Jujuy y, poco después, para compartir el fracaso en Córdoba capital, una elección que se creyó ganada en la previa y que generó la necesidad de salir a reconocer la derrota aún antes de que se conocieran datos oficiales.
Esa noche sí hubo un saludo. Antes de ir al escenario, los precandidatos fueron cordiales e hicieron la salutación a pocos minutos de la llegada de Rodrigo de Loredo, el postulante que perdió. También cruzó manos con el vice del porteño y con Martín Lousteau, jefe político del candidato a intendente y aliado de Larreta.
Es que el domingo perdieron todos. Patricia por ser la mamá nacional en tierras cordobesas, la mejor posicionada, la que tomó como propia la provincia, casi tanto como Mauricio Macri, el ex presidente que siempre se autodefine cordobés. Con buen apoyo social y buenos números en las encuestas, no se creyó, sin embargo, que el resultado pudiera afectar la estrategia nacional.
Por el lado de Larreta, también se encontraron problemas. Primero, porque el que perdió fue el de Evolución, socio radical del jefe de Gobierno porteño. Segundo, porque el corrimiento de Juan Schiaretti de la escena provincial probablemente acorte los alcances de una gran alianza política. Todavía, sin embargo, queda el apoyo de Rodrigo de Loredo, un dirigente nuevo que cosechó un número para nada menor de votos y puede ser una promesa a futuro, pese al mal resultado.
El domingo a la noche, tuvo una mayor cantidad de palabras para el jefe de Gobierno que para la ex ministra de Seguridad y se mencionó que un episodio con concejales complicados podrían haber jugado en contra en esa relación, inclinando la cancha en favor del primero. Hubo dos nombres, ubicados en el noveno y décimo lugar de la lista, que se encontraron emparentados a personas vinculadas en causas narco. Una de ellos, del PRO línea halcona y el otro, radical. El bullrichismo negó que Patricia pudiera estar al tanto de esa situación.
Pero a esa foto de la derrota y al conflicto que estalló poco antes de la ida a las urnas se le sumó la pelea inesperada con Javier Milei, un potencial aliado parlamentario de los combativos en el Congreso. Después de muchos coqueteos, el libertario cruzó a Bullrich, se distanció de ella y sólo apoyó a Macri. El bullrichismo no comprendió la jugada, adjudicada más que nada a una última oportunidad por sobrevivir ante el declive en la ventana mediática.
En el medio de esa disputa, se vieron stands militantes de otros partidos políticos a favor de Diego Valenzuela y su cruzada por la búsqueda de la reelección en Tres de Febrero. No sólo hubo imágenes de “Peronistas con Valenzuela”, de un dirigente conocido en la localidad, José Díaz, sino también del espacio de Miei. El alcalde de ese distrito de la primera sección electoral trabaja con Larreta y desde su entorno se negó un acuerdo con estos espacios que decidieron apoyar al cacique por voluntad propia.
En ese contexto, la definición sobre la foto conjunta en la que uno o una celebrará y el otro o la otra tendrá que felicitar a la persona triunfadora sin poder enojarse ni lanzar dardos. Una imagen difícil. Pero también lo sería mostrarse en lugares separados, dando un mensaje de falta de unidad camino a las generales. Se podría argumentar que en 2021, en Buenos Aires, Diego Santilli y Facundo Manes no esperaron los resultados en el mismo espacio físico pero se sacaron una foto conjunta luego de conocer los datos e hicieron campaña en grupo para ganar en las legislativas. Pero fue una campaña menos violenta.
Larreta, cuyo escenario tradicional de espera es Costa Salguero, tiene el “espíritu” de encontrarse en el mismo lugar con Bullrich para compartir más que los gastos del catering y el alquiler. El bullrichismo todavía no tomó una postura sobre el asunto búnker, pero deberá hacerlo pronto. Lo cierto es que la posición larretista no terminó de convencer y ya se notó cierto nivel de hartazgo subterráneo con los manejos comunicacionales del adversario.
El jefe de Gobierno logró la hábil estrategia de mostrarse como bondadoso pero, según los halcones, mostrar las garras cuando nadie lo mira o, como otra salida, mandar a los socios a atacar a su contrincante. El objetivo de aparentar delicadeza y señalar al otro como espinoso cuando, en el mejor de los casos, los dos son combativos.
“Ese no es un tema que hoy nos esté interesando”, le dijo Damián Arabia, armador político de Patricia Bullrich en el interior del país, a LN+, consultado sobre el búnker conjunto. Sin embargo, respecto al día después, el precandidato a diputado nacional por la CABA adelantó una unidad contra el oficialismo: “Estamos en el marco de una coalición, hay un marco institucional, y en ese marco institucional, obviamente, las listas se van a mezclar y vamos a estar trabajando todos juntos para ir por el verdadero conflicto que tenemos en la Argentina que es el kirchnerismo”.