Desde el inicio de la pandemia, a partir de la discusión por la apertura de las escuelas y la vuelta a clases presenciales, el Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta supo hacer de la educación una bandera propia. Es que se trata de un tema sensible y universal, que le permite fácilmente ingresar en los hogares, romper fronteras simbólicas con sectores no politizados y , al mismo tiempo, confrontar con el gobierno nacional. El “Abran las escuelas” fue el lema elegido para iniciar una batalla épica y posicionar a la ministra Soledad Acuña como la cara visible de un modelo educativo “del futuro”.
En este marco, la prohibición del lenguaje inclusivo volvió a encender el foco de atención y sacó a relucir toda la maquinaria publicitaria macrista, a meses del inicio de la campaña electoral. Según la resolución oficial, el objetivo de la medida es "ordenar el uso del lenguaje" para "facilitar" el proceso de aprendizaje de lxs estudiantes, luego de los resultados insatisfactorios de las evaluaciones FEPBA (Finalización de Estudios Primarios de la Ciudad de Buenos Aires) y TESBA (Tercer año de Estudios Secundarios de la Ciudad de Buenos Aires). Paradójicamente, para justificar la norma, que parte de la deslegitimación de derechos adquiridos como la Identidad de género, el gobierno porteño cuestiona el funcionamiento de un sistema del cual forma parte hace 15 años, período en el cual, profundizaron las falencias.
Un tema que en principio parecía afectar a una minoría perjudicada se multiplicó y creció en pocas horas, al son de un establishment que funciona de forma escalonada y articulada. Mientras los gremios docentes, los feminismos y las organizaciones de la comunidad LGBTIQ+ salían a contestar, rápidamente en varias provincias llovieron proyectos para implementar una medida similar en escuelas y en la administración pública. En Santa Fe desde Juntos por el Cambio, Walter Ghione, legislador provincial y pastor evangélico, presentó un beneplácito en respaldo de Larreta, al tiempo que su compañera de banca Ximena Sola elaboró un proyecto de prohibición para el parlamento local; en La Pampa activaron una iniciativa para prohibir el lenguaje inclusivo en documentos oficiales y en establecimientos educativos; y el mismo camino se tomó en Tucumán de parte de los legisladores Ricardo Bussi y Horacio Vermal (Fuerza Republicana).
Desde Ciudad, frente a este sistema educativo que “no funciona” ubican el “Secundario del futuro”. Este programa data del 2017 e incluye modificaciones en la infraestructura de los colegios, tecnología que se usa en las aulas, otro tipo de formación docente y las incorporación de pasantías en el secundario. De hecho, ante la consulta hecha por El Destape, desde el Ministerio adelantaron que luego del receso escolar se anunciará un nuevo plan que también incluye a las escuelas primarias. Entre los cambios más significativos figuran, por ejemplo, nuevas formas de evaluación basadas en la acumulación de créditos y la inclusión tecnológica.
Escuela del futuro vs. populismo educativo
En medio de la polémica por el lenguaje inclusivo, la ministra Acuña fue invitada al Ciclo “Democracia y Desarrollo para pensar la Argentina” organizado por el grupo Clarín en el Malba. Del panel participaron representantes de los diferentes sectores que conforman el establishment: Silvia Fesquet, Prosecretaria General de Redacción del diario Clarín; Juan José Llach, sociólogo, profesor emérito del IAE Business School, escuela de negocios de la Universidad Austral, y ex ministro de Educación de la presidencia de Fernando De la Rúa (1999 – 2000); Erika Bienek, directora de Relaciones con la Comunidad de Techint; Daniel Herrero, ex presidente de Toyota Argentina; y Melina Masnatta, directora Global de Learning and Diversity en Globant, empresa líder del sector informático en Argentina, donde Mauricio Macri invirtió los 1.200 millones de pesos durante su gestión. Hace días en la reciente reunión de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), Martín Migoya, uno de los fundadores de la empresa de software Globant, dijo “hay que volver al mérito, el emprendedurismo es lo contrario al populismo”.
“En la escuela hoy se da de comer pero no se enseña, es populismo educativo”, dijo la ministra de educación y enumeró una serie de “obstáculos” que, a su juicio, alejan a la realidad de esta “educación del futuro”. El primer problema, según Acuña, es que “cantidad es lo opuesto a calidad”. La ministra cuestionó que al llegar a todos lxs chicxs se pierde de vista qué contenidos se aprenden. "Es cuando empezamos a hacer que la inclusión vaya empujando de a poco a la exigencia. Cuando la escuela deja de ser el lugar donde se enseña para ser el lugar donde se da de comer y donde dejamos de evaluar como parte formativa. Es esta falsa mirada de la inclusión", sostuvo. Acudiendo a la trazabilidad, estas interpretaciones dan un marco de sentido a la falta de vacantes crónica que se registra en las escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires hace años: en el 2022, de los 118 mil estudiantes porteños, más de 56 mil se quedaron sin escuelas, según planteó Laura Velasco, legisladora porteña del Frente de Todos (FdT), en febrero de este año al presentar un pedido de informes para que el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta explique las causas.
Frente a este sistema educativo que “no funciona” ubican el “Secundario del futuro”. Pero el punto nodal del debate, sin dudas, es el de las prácticas profesionales obligatorias o pasantías estipuladas en empresas u ONGs durante, como mínimo, 120 Horas cátedra distribuidas entre los diversos espacios. Recién fueron experimentadas este año por una primera camada de alumnxs de 5to año de 21 escuelas de gestión estatal y de 9 escuelas privadas. En su momento Larreta lo anunció explicando que la iniciativa tenía el fin de “vincular a las escuelas secundarias al mundo del trabajo”. Entre las empresas que figuran están: Accenture, Infobae, Megatlon, y Banco Galicia, entre otras. La norma viola el principio de voluntariedad de las prácticas establecido en la Ley 3.541, y vulnera la Ley 26.877 de Centros de Estudiantes.
Los sindicatos y docentxs como fuentes del mal
Los villanos más peligrosos en esta cruzada son los sindicatos: "El tercer motivo es cuando los sindicatos empezaron a ocupar sillas en los ministerios. Los intereses generales dejaron lugar a los intereses corporativos: los derechos de los docentes pasaron a ser más importantes que los de los chicos", dice la funcionaria. El planteo central es que en Argentina "no hay docentes formados para trabajar en la escuela del futuro” y se necesita un "sistema de formación docente continua" a lo largo del país para "garantizar un modelo educativo" que apunte hacia el mercado y futuro laboral de los chicos. Es preciso comprender que un modelo educativo no funciona aisladamente, sino que esta vinculación directa con el resto de las dimensiones sociales. Es sobre esta base que el gobierno porteño busca seguir desgastando la relación con lxs docentes y sobre todo con los sindicatos.
Aquí es cuando entra en juego directamente el nuevo estatuto docente, aprobado en la legislatura hace unas semanas sin la consulta ni el apoyo de lxs trabajadorxs de la educación. Esta norma, que funciona en reemplazo de un convenio colectivo de trabajo, no estipula paritarias unificadas, sino que establece que el salario de un docente quede atado a su productividad y capacitación. En una realidad compleja que implica el poliempleo para llegar a un sueldo por encima de la línea de pobreza y la falta de miles de nombramientos, solamente quien acceda a formarse en la UNICABA, y por fuera de su horario laboral, va a ser premiado con aumento de sueldo. De esta manera en la práctica se fragmenta el reclamo colectivo y la organización social, para dar lugar a un sistema individualizante y competitivo entre lxs trabajadorxs.
El modelo de educación tecnocrática
En este sentido la ministra identificó que existe una "desvinculación del modelo educativo del modelo de desarrollo económico" y dijo: "Cuando empezamos después de la democracia a hacer énfasis en la formación de ciudadanos críticos nos olvidamos de pensar qué tienen que aportar al desarrollo económico". Además criticó fuertemente el sistema formador que existe, con más de 1.100 centros de formación docentes “que fueron creados y se van reproduciendo para satisfacer las necesidades locales y no al sector productivo".
Masnatta, la representante de Globant, agregó que se necesita apuntar a la tecnología y "enseñar una cultura con impacto, rápida, ágil para pensar en el mundo porque estamos apuntando a los 149 millones de puestos de trabajo en el mundo, no solo para Argentina". La educación tecnocrática se sostiene en dos puntos centrales: quien marca el ritmo es el mercado y la técnica educativa es el medio. Pero el aprendizaje, lo escolar, lo vincular, los procesos educativos y los típicos de esa etapa no pueden medirse con la vara del mercado.
El exlíder de Toyota, Daniel Herrero, apuntó que "productividad, innovación, crecimiento y empleo no son antagónicos, van de la mano" y remató: "una práctica profesionalizante, una visita a un planta de trabajo, un tutor que vaya a ensañar a una escuela, les hace ver a los chicos la importancia de seguir formándose para estar preparados para su futuro". Uno podría pensar que se trata de una simple observación sobre la realidad de los jóvenes y el desarrollo tecnológico, o incluso una posible solución al problema del desempleo juvenil tan grave en nuestro país, pero puede que sea mucho más fino que eso. Esta “tecnolatría” y la simplificación del problema educativo a un tema de competencias técnicas es, en realidad, una declaración ideológica disfrazada de modernización.
Si algo sabe hacer el poder es administrar nuestra atención y entretenernos con fuegos artificiales. Mientras nos indignamos y desgastamos con la prohibición del lenguaje inclusivo, el poder real está afinando un modelo político educativo, con claras pretensiones refundacionales, sobre el que decidirán las empresas y el Estado funcionará como mediador. Para ello utilizan el imaginario del futuro como un momento ineludible en la historia, atomizado y deshistorizado, al que tenemos que adaptarnos, y no al revés. Las escuelas en esta narrativa fantástica pasan a ser espacios de formación condicionados por el sector productivo y la tecnología.
Todo proyecto educativo y cultural es producto de ideas previas que se materializan en políticas concretas y la producción de un cierto tipo de subjetividades. En medio de tanta certeza calculada, cabe preguntarnos : ¿cómo se adapta lo público a este mapa del futuro? ¿Dónde queda la escuela como espacio de socialización? ¿Qué lugar habrá para el desarrollo de habilidades humanas y emocionales? Si todo es competencia y meritocracia: ¿qué pasa con los vínculos y la solidaridad? ¿Qué va a pasar con lxs docentes y los puestos de trabajo? ¿En qué momento la escuela dejará espacio para el diálogo y la libertad de pensamiento? ¿Qué modelo de sujetxs pretenden formar?
Mientras buscamos respuestas no podemos ser tan necios. Parte del avance de estos proyectos es consecuencia del estancamiento del Gobierno Nacional, cuya principal acción política educativa durante los últimos años se limitó a resolver problemas urgentes, en medio del COVID, y señalar las osadías regresivas del macrismo . El Frente de Todxs está un poco distanciado de las políticas educativas y culturales más atrevidas y transformadoras, ligadas a la ciencia y la tecnología, que supieron crecer durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Como sabemos, en política los espacios que uno abandona, los agarra otro, y eso pareciera estar pasando en el terreno del futuro. Tal vez sea hora de retomar ese “Mundo por descubrir” y el “Futuro para siempre”. ¿Qué tenemos para ofrecer?