Elecciones 2023: pronósticos, alquimias y dilemas electorales

31 de julio, 2023 | 00.05

En estas elecciones 2023, otra vez las urnas nos convocan a expresarnos, a defender ideas, a cuestionar o sostener políticas, a reclamar medidas que satisfagan nuestras demandas personales, colectivas y comunitarias. En democracia es válida toda propuesta que respete la pluralidad y la diversidad, pero también nos exige una responsabilidad mínima y básica, asistir a los comicios y manifestarnos.

Según quienes dicen saber

Las elecciones multiplicadas por comicios internos -donde se llevan a cabo (según las PASO)-, municipales, provinciales y nacionales dan cuenta de un nutrido calendario en este año que, más allá y más acá de las singularidades propias de cada una de ellas, exhibe un dato de especial trascendencia como es el estar en juego el cambio de gobierno a nivel nacional, con todo lo que implica en un país formalmente federal y con una larga tradición unitaria. 

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Esa vorágine electoralista que, afortunadamente, podemos continuar viviendo desde hace ya casi cuarenta años y que, con sus claroscuros y lógicas discrepancias ante sus resultados -con entusiasmos, rechazos e indiferencias-, da cuenta del mayor ciclo de continuidad democrática que por sí mismo es para celebrar y para considerarlo un éxito de la sociedad, tanto como el impulso que desde 1983 -con ritmos variados- denota la defensa de los Derechos Humanos y el sostenimiento de políticas de Estado de ese signo.

En la inauguración de ese ciclo auspicioso se puso de manifiesto en la campaña de 1983, particularmente por el diseño que mostrara la de la Unión Cívica Radical (UCR) traccionada por la figura de Raúl Alfonsín, la utilización de recursos publicitarios que hasta entonces habían sido una rareza y con magros resultados, como la de “Nueva Fuerza” el partido ultraliberal que postulara a Álvaro Alsogaray como presidente (en marzo de 1973).

Desde entonces fue aumentado y generalizándose esa tendencia, acompañada de otros recursos de prospección del terreno de las disputas electorales y de una pléyade de profesionales en esas materias, asesores, consultores y encuestadores que, con independencia de cuánto contribuyeron a los resultados comiciales obtenidos y de los aciertos de sus pronósticos, han tenido una marcada incidencia en la opinión pública en las etapas preelectorales.

Descartado un “cientificismo” del que carecen, aún, verificándose un rigorismo técnico aceptable, con el tiempo en esa actividad profesional se ha ido manifestando una influencia creciente -cuando no una desviación que afecta el grado de objetivación alcanzada- ligada al cliente que contrata esos servicios.

La concentración mediática y su ostensible involucramiento en el devenir político, máxime cuando se trata de una unidad de Grupos multinegocios con intereses propios prevalentes y que, como factor de poder, brega por la consolidación de fuerzas partidarias que le sean afines, ha llevado a generar mayores dudas acerca de una razonable objetividad en la determinación de las inclinaciones electoralistas relevadas.   

Cualquiera fuere la opinión que nos merezcan las consideraciones precedentes, lo que parece estar -pragmáticamente- exento de debate es el elevado nivel de errores que se vienen registrando vía de esos oráculos modernos, que concierne a referencias cuantitativas y también a definiciones cualitativas en orden a la definición del voto popular. Experiencias, que no se reducen a nuestro país, sino que se constatan en el plano internacional, con sorprendente frecuencia.

La política no es una ciencia exacta

Si es justificadamente controvertida la pretensión de calificar de ciencia a la Política, lo que desde ninguna óptica cabría pensar es de que se trate de una “ciencia exacta”, cuando en ese ámbito -atravesado por un sinnúmero de variables- jamás dos más dos puede asegurarse que termine siendo cuatro.

La política en tanto manifestación permanente de las relaciones de poder, mayormente conflictivas y con desenlaces inciertos incluso mediando ciertos grados de previsibilidad en esas contiendas, comprende a la ciudadanía en su conjunto -donde quedan comprendidos también quienes se dicen “apolíticos”- y, por supuesto, tiene actores destacados en papeles protagónicos o de reparto que no se circunscriben a los que conforman la llamada “clase política” que, a menudo, responden apendicularmente a los protagonistas principales enmascarados en corporaciones económicas, sociales, profesionales y de otra índole, nativas o transnacionales.

En vísperas de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) nacionales, coincidentes con algunas distritales, se multiplican la publicación de encuestas que, si bien es preciso analizar teniendo en cuenta los señalamientos precedentes, muestran una gama de resultados disímiles que llaman la atención sin perjuicio de lo sesgadas que puedan resultar por su origen, metodología o universos compulsados.

Tomando de referencias fuerzas políticas, precandidatos en su propia interna y en su proyección general, aparecen guarismos que abonan a la desconfianza de sus enunciados y a la probabilidad del acierto de esos relevamientos.

Juntos por el Cambio (JxC) y Unidos por la Patria (UP) se indican con ventajas mínimas una sobre la otra o con empates técnicos, pero también en muchas se le otorga -a la primera- diferencias a favor más importantes que, a su vez, se relativizan según quien venza en la interna, con una volatilidad y fuga de votos posterior hacia otras alternativas también ligada a ese resultado en las Primarias.

A La Libertad Avanza, a pesar del pésimo desempeño en las elecciones provinciales ya llevadas a cabo tanto con ese sello o con otros que se presentan alineados con aquel Partido, se le siguen atribuyendo intenciones electorales que mantendrían un escenario nacional dividido en tercios que, a esta altura, no goza de gran credibilidad.

La “izquierda” nativa, exhibiendo nuevamente su eterna fragmentación en pequeñas tribus, bajo un denominador común de baja densidad electoral sin variantes significativas con respecto a votaciones anteriores, también tiene adjudicado porcentajes que, aunque mínimos, denotan diferencias apreciables e inexplicables.  

En cuanto a los candidatos de las fuerzas a las que se ubica en los tres primeros lugares, se repiten esas discordancias porcentuales cuya razón de ser cuesta comprender salvo que uno las achaque a una sesgada visión, propia de quien -rentado o no- las propala; entienda que responde a deficiencias metodológicas, proyecciones desproporcionadas con la muestra considerada, ausencia de una mayor extensión territorial de la encuesta o de una necesaria ponderación del caudal electoral de los distritos implicados en esa geografía; suponga una incidencia importante de respuestas no sinceras o expresadas sin demasiado convencimiento por el solo hecho de contestar y en este caso, con alguna mayor factibilidad -en lo que hace a la subjetividad de los consultados-, el aumento de personas que no tienen definido su voto.

En función de lo publicado por catorce Consultoras, en base a encuestas realizadas en los meses de junio y julio de 2023, las inclinaciones del electorado se traducirían -tomando cada una de esas fuentes- en los subsiguientes porcentajes promedio, lo que da una idea de la diáspora que registran pronósticos variopintos:

Bullrich: 15% o 16,4 o 18% o 21% o 24% o 26% o 30%

Rodríguez Larreta: 7,5% o 9,5% o 11,6% o 13,1% o 16,5% o 15% o 18%

Massa: 15,9% o 19% o 21,8% o 24,1% o 25.3% o 26% o 27,5%

Grabois: 1,3% o 2,5% o 4% o 5,1% o 6,7% o 7,8% o 11%

Milei: 15% o 17,1 o 18,4% o 19,6% o 20,5% o 22% o 24,5%

Pasiones, preferencias y convicciones

El direccionamiento del electorado no es fruto de un mero proceso racionalista, incluso para aquellos que son militantes o profesan conscientemente una determinada ideología, pues inciden fuertemente elementos emotivos, las experiencias vividas que han dejado huellas más o menos indelebles, las contingencias coyunturales personales o sociales, los entornos en los cuales nos desenvolvemos y otras tantas cuestiones que afloran a la hora de resolver el voto.

Las preferencias no van inexorablemente atadas a las pasiones y convicciones, aunque quienes estén más politizados o sean más intransigentes -con sus amores y odios- es factible que encuentren algún grado de coincidencia que satisfaga sus conciencias y ánimos.

En Juntos por el Cambio reina un internismo feroz que se explica sólo en el enorme encono que se profesan quienes se postulan a la presidencia, con sus respectivos acólitos, rasgo que ratifica que, en ambos casos, se completen las fórmulas que compiten en las PASO por representantes del radicalismo residual -los despojos de lo que fuera la UCR-, y sin que pueda hallarse un atisbo de diferencia sustancial en sus planteos y propuestas de gobierno, como no sea la virulencia discursiva para anunciarlos.

En lo que respecta a Javier Milei que se remite a sí mismo, como se advierte en su sugerente -y denunciado- armado electoral y en la ausencia de toda proyección representativa de La Libertad Avanza en las provincias, sin salir de un esquema conservador intensamente reaccionario no termina de definir eventuales futuras alianzas ni deja de mostrarse en el papel de enemigo de todos sus competidores, incluidos los más próximos con quienes supo tener claras cercanías. Lo que, reducido al solo rol de “rebelde libertario”, genera más dudas que certezas para su propio potencial electorado.

En el caso de Unión por la Patria a nivel nacional se da cierta paradoja, que ofrece interpretaciones diversas dentro del propio espacio. La disputa se limita a los candidatos a la presidencia, casi con abstracción de sus contingentes acompañantes en las respectivas fórmulas, y en una competencia en la que ya se da por ganador a uno de los contendientes.

Lograda la tan ansiada y pregonada unidad, erigida como un factor indispensable para adquirir la fortaleza necesaria para garantizar la continuidad en el gobierno e impedir el retorno de un nuevo ciclo neoliberal, las explicaciones de mantener esa interna no resultan demasiado claras.

Para algunos resultaría de otra inteligente maniobra de Cristina, que perseguiría contener a los votantes kirchneristas que desconfían de Sergio Massa y dar una muestra de un núcleo duro de esa vertiente al interior de UP que funcione como demarcatoria clara para las acciones de un futuro gobierno encabezado por el actual Ministro de Economía.

Ese relato que sólo pareciera ser fogoneado por Grabois, como ratificatorio de que fue la misma Cristina quien “le abrió una ventana” para validar su confrontación con Massa, adolece de algunas inconsistencias.

Por lo pronto, plantearse que después de que en el breve lapso de 24 horas se cambiara la fórmula De Pedro/Manzur por la de Massa/Rossi, se sumara al desconcierto general una rara alquimia semejante es, cuanto menos, de dudosa conveniencia con miras a las elecciones de octubre. 

Por otro lado, más que de contener a los propios -que difícilmente emigrarían de UP en la presente encrucijada-, implicaría darles un alivio a los más descontentos e ideologizados evitándoles tener que votar a Massa dos veces (en las PASO y en octubre), lo que tampoco se compadece en gran medida con las estrategias electoralistas que siempre han prevalecido.

Ahora bien, si darle crédito a aquella interpretación debiera pasar por la idea de fortalecer a un sector interno al que se atribuye una mayor identificación con una corriente popular y nacional transformadora, resumiéndola en una sola persona (sin listas de candidatos en disputa), necesariamente habría que evaluar cuánto habría de aquello en esa aducida operación.

La fracción que es dable esperar se desprendiera de la dirección de votos mayoritaria en las PASO no parecería servir a ese propósito, pero, por otra parte, cualquiera fuese ese caudal mal podría pensarse que en ello residiría un condicionamiento serio a un gobierno de Massa que se apartara de las líneas de acción que se anuncian en la campaña.

En cuanto a centrar en Grabois la esperanza de capitalizar una fuerza interna equilibradora de un eventual desliz de gobierno, resulta algo exagerado estando a su ubicación en el escenario político, social y religioso, amén de que recientes declaraciones suyas adoptando el discurso reaccionario de la “industria del juicio” y la descalificación de abogadas/dos laboralistas -en sintonía con reformas laborales peyorativas-, han distanciado y generado serias dudas de votarlo en muchas personas cuya candidatura se planteara como contenedora.            

Fines, medios y coherencias

Una vez más, como en 2015 y en 2019 aunque con suerte distinta, al Peronismo y sus aliados frentistas se le plantean numerosas disyuntivas entre las cuales se distingue una, como en toda elección, el sumar en campaña el mayor número de adhesiones -por fuera de sus núcleos duros- y en consecuencia reunir la mayor cantidad de votos para obtener la victoria, de ser posible en primera vuelta por el riesgo que supone confrontar contra toda una oposición unida.

En cuanto a las adhesiones es preciso atender a una franja del electorado desencantado con la política, que lo demuestra en el elevado abstencionismo que se viene registrando en las elecciones municipales y provinciales, casi sin excepción. Otro tanto, con respecto a los indecisos que poseen un volumen importante y en los que inciden acciones, gestos, discursos y, en particular, las tendencias que marcan las PASO para definir su voto en los comicios de octubre.

La inclinación del mundo occidental hacia posturas conservadoras, muchas estrechamente ligadas al neoliberalismo, se advierte en Sudamérica a la par de la reconversión de movimientos populares que viran a posiciones de menor confrontación con aquellos postulados.

El riesgo de esa suerte de mimetización acecha también a la Argentina, como las eventuales frustraciones que puedan devenir de las esperanzas depositadas en candidatos que no nos brindan toda la confianza que deseáramos. Por ello, es que importa dotar de reaseguros que den cuenta de un programa de gobierno y de instancias orgánicas -políticas, no meramente institucionales- que permitan dirimir los conflictos que surjan, brindando una conducción estratégica para llevarlo a cabo.

El primer paso, indispensable, es alcanzar la mayoría de voluntades y elegir la mejor manera de hacer posible ese objetivo, desechando las alternativas meramente testimoniales que nos proporcionen tranquilidad personal en aras de una formal coherencia, sin que ello signifique abandonar principios y valores pero sabiendo del riesgo mayor -hoy inconmensurable- de que se reediten políticas antipopulares y contrarias a la Democracia social que hemos construido en conjunto a lo largo de cuatro décadas.  

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Álvaro Ruiz

Abogado laboralista, profesor titular de derecho del Trabajo de Grado y Posgrado (UBA, UNLZ y UMSA). Autor de numerosos libros y publicaciones nacionales e internacionales. Columnista en medios de comunicación nacionales. Apasionado futbolero y destacado mediocampista.